Viaje alrededor de un punto: conversación con Edgar Morisoli

Por Josefina Bravo y Patricia Bailoff.

Entrevista por: Patricia Bailoff y Josefina Bravo
Desgrabación y edición: Josefina Bravo
Fotografías: Patricia Bailoff y Josefina Bravo

“¿Se trata de una tierra solitaria? ¿Se trata de una tierra de solitarios?- Cortemos por lo sano:
aquí el diario vivir sabe a denuedo
para los más,
y el espacio alucina con incontables leguas de aparente silencio.”

Viaje alrededor de un punto, movimiento quieto o que aparenta ser quieto por su apenas visible movilidad. Lenta, pero intensa. Como el leve temblor de las hojas de un árbol que –desde lejos- parece inmutable frente a la brisa de verano.
Desde la huella del camino, se ve una colina y, sobre ella, un árbol solo.
Así, desde lejos, hay un árbol quieto frente a la brisa de verano. Pero si nos acercamos a la robustez de su sombra, podemos observar cómo tiembla cada una de sus hojitas. Y ese leve temblor, apenas visible de cerca -que aparenta no ser y no contribuir a nada- produce el sonido en la brisa de verano.
Desde lejos, escuchamos la brisa y vemos un árbol quieto. Desde cerca, el movimiento imperceptible –el movimiento quieto- de las hojas, tienen un sentido: la música del viento.
Por esos rumbos anduvo la conversación con Morisoli, charla enredada a una trama, de la que no era posible encontrar principio o fin. Lo único palpable y cierto fue la trama en sí, esos hilos enredados que, al centro, se apretujaban en un nudo cerrado. Y, ese centro,-desde lejos- también parecía un punto.

TODA COMARCA ES UNIVERSO

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Grabado de Dini Calderón, “Toda comarca es universo…”

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A esa cita la ilustró muy lindo “Dini Calderón”. “Un guanaco de plata entra en la noche”. Ahí queda resuelta para mí, toda la cháchara esa del regionalismo, el nacionalismo. Todo eso que se ha escrito tanto y se ha escrito tanto inútilmente, estee… Yo lo resuelvo con esa frase: “Toda comarca es universo”. Ahí se acabó la discusión sobre lo regional, lo no regional. Lo que interesa es lo auténtico. Y, en la medida en que sea auténtico, va a ser universal.

¿Y cuál es la relación entre lo micro y lo macro?

Bueno, en la misma expresión anterior está la respuesta. Cuando se está mirando lo micro, se está mirando simultáneamente lo macro, porque es una parte. Todo es una gran trama, ¿no es cierto? La trama del universo, la trama de la vida. De modo que no hay un elemento aislado, por más aislado que pueda parecer. Porque a veces impresiona como tal. Culturas que se han mantenido, un poco insulares, sin contacto, cuando uno las profundiza y llega a la sustancia de esa cultura, se da cuenta de que son valores universales. Es un poco, un tema -no sé si te saco de tus pautas- que yo he tratado de explicar a través de dos conceptos: el de “tema” y el de “motivo” (chupa un mate). Yo creo que los temas del poeta, los temas de la poesía, son muchos, pueden llegar a ser muchísimos, pero no son infinitos. Y cada creador tiene un ramillete de temas, un manojo de temas, sus obsesiones o sus pasiones o sus sueños o sus nostalgias, a los que siempre vuelve. Pero vuelve con otro abordaje. Esa diferencia de abordaje es el motivo. Los motivos, sí, seguramente van a ser infinitos. Pero los temas, no. Yo me he dado cuenta, incluso -ahora que estoy un poco en una etapa de balance- en mi propia escritura. Buscando dos poemas muy distantes: uno de “Solar del Viento”, mi segundo libro, que se llama “Fábula de Villagra”; y otro, de un libro mucho más reciente, “Última rosa, última trinchera”, que se llama “Viaje del encomendero”. Aparentemente, son dos cosas muy distintas. Una ubicada acá en La Pampa, en la segunda mitad del siglo XVIII, que es el viaje -mitad histórico y mitad legendario- de Pedro de Villagra a la sierra de Lihuel Calel. Y el otro, ubicado en la Patagonia Sur. Sin embargo, aunque el motivo sea distinto, los personajes sean distintos y el ámbito no sea el mismo, el tema -en el fondo- no es Villagra ni es Simón de Alcazaba. El tema es la tragedia de la ambición humana, abordada desde distintos episodios.
Por eso digo, los temas para cada poeta no son infinitos, aunque puedan ser muchos. Desde un arranque impensado, con un abordaje diferente, se está -en realidad- orbitando en torno a un tema. Y esos temas son el núcleo –ya te dije- de pasiones o de obsesiones o de sueños o de quimeras incluso, de cada creador. Y esos temas, ¿qué son? Son los temas universales del corazón humano, no hay otros, los temas profundos de cada creador.

YA SON MIS HUESOS ESTAS BARDAS

Se puede ver en su poesía la visión panteísta. Eso que decía: la gran trama, lo micro, lo macro; que somos parte de algo mucho más grande y por eso hay que respetar todo, para también respetarnos.

Exacto. Esa es mi forma de sentir. Y, a partir de ese sentir, mi forma de pensar. Porque hay dos caminos y uno recorre los dos. Del pensamiento al sentimiento o viceversa, ¿eh? Hay cosas que primero se sienten y después se conceptúan o se razonan.

Y así es el poema, ¿no? Uno, cuando escribe, todavía no sabe bien de qué viene la cosa…

(Edgar se ríe) Mirá, parece que hubieras estado leyendo algo sumamente nuevo. Te voy a leer tres líneas, porque lo acabás de decir vos misma (risas). Es increíble. Este es un libro inédito que se llama “Quinto Cuadrante / Papeles del trovero”. “Cuando surge un poema, nadie sabe y, menos el poeta, a dónde se dirigen esos pasos errantes de la emoción, a dónde se remontan esas alas intrépidas, a qué expiación de la conciencia rinden su tributo de canto”.

Usted también habla de una conciencia enterrada. ¿Le parece que es parte de eso? Esto de cómo surge en uno el primer sentimiento, eso que lo lleva a escribir…

Esa conciencia enterrada es no solamente la de uno, la de quien escribe. Hay una conciencia enterrada de pueblos, de comunidades y, acá, en La Pampa, este… eso hace, sobre todo, al pasado indígena, que está tan vivo porque los paisanos andan entre nosotros. Constituyen casi un 25% de la población, entre los que tienen asumida su condición indígena y los que no se animan a asumirla. Pero esa es una presencia cotidiana y más, en las áreas de la provincia que son -un poco- la tierra del corazón para mí. Es decir, el oeste y el sur. Ahí hay una conciencia enterrada, que aflora en -los que yo llamo- mis maestros paisanos, que me enseñaron tanto. Maestros iletrados, de los cuales aprendí tanto como de los maestros letrados, ¿no es cierto? Pero aprendí distintas cosas. Lo que me enseñaron unos no me lo enseñaron los otros. Y, estee… por ambos uno va percibiendo esa conciencia enterrada, que no es solamente la individual, hay una conciencia enterrada de tipo social, comunitario.

Y eso se siente… cuando habla de estos maestros iletrados, ¿habla de la gente que pertenece a la tierra?

Ese es un poema que está dedicado a un hombre del este. Debe ser del último libro… (busca “Porfiada Luz”) “A un hombre del este”. Acá le dice el poema al hombre del este: “Hombre del este, si hasta aquí has llegado / con vocación de arraigo, bienvenido / seas. Ya que ni azar, ni ardid, ni algún embrollo / de notaría o bufete, sino un límpido empeño, / puso al fin en tus manos / esta legua olvidada. / En cambio, no podrías / hablar de pertenencia, / porque esta tierra pertenece a otros / que pertenecen a la tierra.” Eso es cierto.

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Grabado de Dini Calderón, “Hojita de sombra e´toro…”

 

¿ORO NEGRO? -¡SI ES EL GUANO DEL DIABLO!

Leo otra cita: “Antes de antes, / el ser nacía del estar, la tarde / puestera fue un silente rumiar del tiempo, una sabiduría / de confines, y un sencillo existir.”

Bueno, ese es el gran contraste que se vive desde hace unos cuantos años, porque empezó hace medio siglo, pero se fue acentuando con una intensidad creciente y con una celeridad creciente. Es el drama que se vive en Colonia 25 de Mayo, entre el mundo pastoril y el mundo del petróleo. A eso alude ese poema del cual vos sacaste esa cita.
Yo conocí -cuando llegué a La Pampa en el 56- un 25 de Mayo pastoril y chacarero. En el valle estaban las chacras bajo riego y, arriba de la barda, en la planicie, en la meseta, estaba la actividad pastoril de los puestos. Excepto una persona, un español, don Daniel Martín, nadie vivía de la chacra. Todos tenían su principal sustento económico en la majada o en los animales que tenían arriba de la barda, en la planicie. La chacra era la huerta para la subsistencia, sombra, las alamedas que daban madera, porque el álamo tolera hasta cinco cortes sucesivos, vuelve a dar su fuste.

“El monte es volvedor”…

Sí… (Edgar sonríe). Bueno, esa era la vida de la gente. Excepto la de Don Daniel Martin, un español de Ávila, castellano, de Ávila de los caballeros. Él sí vivía de la chacra. Cuando precisaba carne, llenaba un carro con papas y zapallos y se iba a Puelén y lo traía cargado de chivitos. Los ponía en un corral y con eso iba comiendo la familia. Ese era el único chacarero propiamente dicho. No tenía hacienda, no tenía puesto, no tenía animales de crianza. Los demás tenían una economía mixta. Pero era una existencia modesta. Una existencia armónica, confortable, aunque modesta. No veías en ninguna vivienda algo que pudieras calificar de lujo, ¿no es cierto? Ni nada parecido. Había muy pocos vehículos, muy muy pocos vehículos. En cambio, ahora se ha generado un quiebre de la sociedad y dos mundos. Dos mundos completamente distintos y, en alguna medida, opuestos. Y, al estar opuestos, están en conflicto.
El peón raso en el petróleo, el peón raso, gana $18000 por mes, de bolsillo. Y, en el pueblo, está la maestra, la enfermera del hospital, el agente de policía, el empleado público de la Municipalidad, con otro nivel de ingresos completamente distinto. Eso ha traído un quiebre en la sociedad. Y esos dos sectores opuestos, están, en algunos aspectos, en un verdadero conflicto.

SI EL SUR EXISTE ESTÁ EN TU CANTO

Quería hablar un poco de la escritura, en relación a lo que veníamos hablando del poema. Le leo una cita de ese poema tan lindo del monte, en que se vuelve monte: “Desnudo, yazgo / sin memoria de mí”. “Perdido, solo, / y sin embargo en medio de radiantes presencias”.

Bueno, “Salmo bagual” fue el deslumbramiento de la realidad pampeana. Yo venía de otro paisaje, de otro mundo, muy distinto. De un pueblito agrario del sur de Santa Fe, el sector que se llama Pago de los Arroyos, ubicado entre el río Carcarañá y el arroyo del Medio, el límite con la provincia de Bs. As. Está sobre la línea férrea que une Rosario con Pergamino, Provincia de Bs. As. En ese trayecto, Rosario a Pergamino, cuando se trazó la línea, había un solo lugar poblado que se llamaba -se llama, porque existe aún- Carmen del Sauce. Era el pueblo hispano criollo pre-inmigratorio. Un pueblito muy viejo, esteee… Con todos los hechos, los elementos típicos de un pueblo de esa antigüedad: la casa de posta, ¿no es cierto? El mangrullo… Bueno, sin embargo, el ferrocarril, que obligadamente tenía que pasar por ahí -porque era el único lugar poblado entre Rosario y Pergamino- recibió una oferta de los dueños de los campos próximos: la familia Acebal. Ellos incluso costearon la mayor inversión de una curva muy grande. Y, a media legua -tan solo- de Carmen del Sauce, en medio del campo, apareció una estación. Una estación sola que llevaba el nombre de los dueños del campo: Acebal.
Ese fue el pueblo en que nací yo. Después, en torno a la estación -porque ahí se embarcaba el cereal, ahí llegaban todos los elementos- fue creciendo un pueblo nuevo. Y Carmen del Sauce quedó convertido casi en el suburbio pobre de Acebal. Todavía están separados por una lonja de campo.
Y Carmen del Sauce recobra vida un día al año: el día de la patrona, de la Virgen del Carmen; que congrega muchos fieles, hay mucha actividad, esteee… Esa es la historia de Acebal: un pueblo creado por el ferrocarril y por la inmigración. Bueno, yo venía de allí, donde todos los chacareros eran arrendatarios de la familia Acebal. Nadie era propietario. Las condiciones de arriendo eran bastante leoninas, bastante duras. Al principio, eran cuatro años de trigo, dejar alfalfado el campo y a la calle.
Se establecía una participación, pero apenas para vivir. Cuando los ponían en la calle, estaban otra vez, una mano atrás y otra adelante. Un senador radical, por Santa Fe, Ricardo Caballero, en el Congreso de la Nación, denunció esos contratos. Incluso, en algunos de ellos, le asignaban al arrendatario el carácter jurídico de transeúnte. Ni siquiera ocupante, transeúnte. A un transeúnte lo podés echar porque, ¿qué derecho tiene?¿No es cierto?
Y, con esa espada de Damocles, estaban -durante cuatro años- hasta dejar el quinto con la chacra alfalfada. Y, entonces, a los Acebal les iba quedando gratis el campo alfalfado, para avanzar con hacienda.
Y, de aquella realidad chacarera, de pueblo chico, llegué acá y me encontré con el monte, con el río, con la actividad pastoril, con grandes extensiones donde había una familia o, a lo sumo, un puestero, a cargo de una legua de campo que era lo habitual. O sea, 2.500 hectáreas. Allá, en las chacras, no se usaba la hectárea sino la cuadra, esa era la unidad de medida, la cuadra cuadrada. Las chacras eran de treinta cuadras, cuarenta. Había alguna chacra grande, que tenía cincuenta cuadras, ¿no es cierto? Que eran poco más de cincuenta hectáreas, serían sesenta. Así que, ver un hombre a cargo de 2.500 hectáreas de monte era otra realidad completamente distinta. Y el monte y el río (casi susurra). Esteee… todo eso fue un impacto muy grande. Y, después, la gente, otra cultura…

Y antes de venir para acá, ¿escribía?

Sí, yo antes de venir para acá escribía muy mal, muy mal. Lo que yo escribía obedecía a la ley del espejo. Es decir, era el reflejo de mis lecturas. Y esas lecturas eran caóticas, para cualquier rumbo. En algún momento, me sobrevinieron grandes empachos, por no decir indigestiones. Grandes empachos -para usar un término bien doméstico- de literatura francesa simbolista: Mallarmé, Valéry… Esteeee… (tose) Bueno, a lo mejor eso es natural. Yo –incluso- llegué a publicar algo de eso, en publicaciones que he dejado fuera de mi obra. Mi obra empieza con “Salmo bagual”. Entre “Cuatro cantatas” –así se llamaba aquella publicación- y “Salmo bagual”, hay diez años. Pero, en esos diez años, ocurrió en mi vida un acontecimiento decisivo. Decisivo en lo personal, en lo espiritual, en lo literario, en todos los aspectos; que fue mi encuentro con Margarita Monges. Ese encuentro se produjo, aproximadamente, en el año 1948. Margarita fue mi profesora de inglés. Yo me enamoré perdidamente de mi profesora de inglés.

UNA TUPIDA TRAMA -COMO EL PUYO- ME DEFIENDE, Y ESA TRAMA ES DE AMOR

Con las exigencias de la universidad, se me hacía muy difícil estudiar inglés en un instituto. De modo que pensé en la posibilidad de una profesora particular, lo cual me iba a ofrecer cierta flexibilidad. Si un día no podía ir porque tenía un “parcial”, en el instituto no podía pedir que me corrieran la clase. Entonces, donde yo estudiaba inglés, que era la Cultural Inglesa de Rosario, averigüé si había alguna profesora que recibiera alumnos particulares. Y me indicaron a Margarita. (Tose) Bueno, le hablé a ver si quería tomar un alumno particular, comenzamos las clases de inglés, hasta que, bueno, las cosas tomaron otro rumbo muy distinto, ¿no es cierto?
Llegó un día en el que Don Juan Silvano Monges, mi suegro, un paisano, apareció con el servicio de mate y, con esa franqueza propia del hombre de campo, me dijo: “Edgar, ¿si dejamos las clases de inglés?” (risas de todos). “Porque –dice- evidentemente ya ustedes están en otra cosa” (risas). Y así fue, de una forma muy sencilla y muy linda…. Yo los quise mucho a ambos, a los padres de Margarita.
La conocí entre el 48 y el 49 y nos casamos en el 52. Vivimos 60 años juntos. Esteeee… Margarita tenía una enorme cultura poética (tose). Era profesora de lenguas vivas. Y, aunque especialmente se dedicaba al inglés, también manejaba el francés y el portugués de Brasil. Y, sobre todo, además de la cultura, tenía un instinto muy agudo, muy fino, para distinguir lo auténtico.
Entonces, de ella aprendí una sola lección, pero la mayor de las lecciones. Que, más que en escribir, en la etapa en que yo estaba, era en descubrir mi propia voz. Que una vez que yo descubriera mi propia voz, al margen de que el texto producido fuera malo, regular o bueno, eso no interesaba, ese era el camino. Porque si iba a llegar a algo, iba a llegar por ese camino, el de la propia voz, no por el otro que era la ley del espejo.
Bueno, ese encuentro con Margarita y nuestro casamiento posterior fue un acontecimiento decisivo en mi vida y en mi poesía. Y es el que marca esos diez años de silencio anteriores a “Salmo bagual”. Ya en “Salmo bagual”, al margen de su valor o desvalor, la voz es la mía. Y eso es para mí lo importante.
Ese cambio es fundamental. El encuentro con ella y con su sabiduría literaria. Ella manejaba a los grandes autores de la lengua inglesa con una vivencia interior propia, ajena al discurso académico. Incluso, con ella -después- descubrimos facetas inesperadas de algunos poetas.
Por ejemplo, alguna faceta del Whitman, que en general se ignora o, por lo menos, no se hace mucho hincapié. El Whitman que en general nos transmiten es el de “Song of myself”, “El canto a mí mismo”. Es decir, una exaltación del individuo, una exaltación del pionero, de la figura del pionero, del “American dream”, o sea, el sueño americano. Y resulta que hay otro Whitman, que yo lo descubrí con ella. Uno de los críticos más acerbos de los aspectos oscuros de la vida norteamericana. Tiene un libro que se llama “Democratic vistas”, o sea, “Perspectivas democráticas”, en castellano, muy poco conocido acá. Bueno, con ella fuimos así, descubriendo cosas juntos. Y, bueno, fue hermoso.

Y escribiendo juntos…

Y escribiendo juntos. Aunque Margarita mantuvo siempre la identidad de su voz, absolutamente autónoma con respecto a lo que escribo yo. Absolutamente autónoma. Yo, a lo mejor, te estoy robando tiempo con mis digresiones. Yo soy un poco el rey de la digresión. Esteee… Cuando vimos que los dos escribíamos y los dos escribíamos poesía, yo tuve presente un caso: el de Libertad Demitrópulos.
Libertad Demitrópulos, que ahora es más conocida como novelista, ¿no es cierto? “Río de las concojas”, “La flor de hierro”, etc. Libertad Demitrópulos es una gran poeta. Cuando ella era jovencita y vivía todavía en Jujuy, en un ingenio que se llama Ledesma, publicó un libro maravilloso que se llama “Muerte, animal y perfume”. Pero después se puso de novia con otro gran poeta: Joaquín Giannuzzi. Y, cuando se puso de novia con Joaquín Giannuzzi, no sé si por separar las aguas o cómo, dejó de escribir poesía. Le dejó el reino de la poesía a Giannuzzi. Él también escribió un poema cuando la conoció a ella y lo llevó para conocer la familia. Escribió un gran poema que se llama “Ledesma”. Es la impresión de un porteño que llega a Ledesma, el paisaje que para ella era su ámbito natural. De modo que es muy distinto el Ledesma de Joaquín Giannuzzi, que el Ledesma de “Muerte, animal y perfume”. Pero ella alguna vez lo dijo, no quiso invadir el terreno de la poesía, dejárselo a Joaquín. Y yo temía ese conflicto con Margarita, pero no, ella siguió su camino, fiel a su voz. Ella que me había enseñado el secreto de la voz propia, siempre siguió fiel a su voz propia. Publicó cinco libros en vida, dos de poesía, dos de narrativa y uno mixto, que tiene poesía y narrativa. Pero es otra voz, otro mundo.

Otros temas…

Son otros temas. Yo me alegro de que haya sucedido así, ¿no? De que nadie haya interferido.

OFICIO DE PALABRA ESTREMECIDA

Cada uno tiene sus horarios en que viene el poema o en que puede llegar a venir, además del trabajo, ¿cómo se coordinaban eso?

Bueno, (tose) ninguno de los dos nació en cuna de oro, o sea que, desde muy chicos, trabajamos. Yo empecé a trabajar a los 14 años, casi un niño (tose). Trabajé toda mi vida, hasta que me jubilé en el año 1992. Margarita, igual. Ella hizo el magisterio en un colegio religioso, el María Auxiliadora. Salió de allí y, bueno, había dos alternativas: ponerse a buscar trabajo de maestra -empezar a trabajar- o la posibilidad de hacer un estudio superior. Pero para eso la familia no tenía recursos. Entonces, se presentó a una beca de la carrera de Lenguas Vivas y la ganó. Y así pudo estudiar el Profesorado Superior de Lenguas Vivas. Bueno, así que, trabajábamos los dos.
Los horarios para escribir había que inventarlos. Había que inventarlos a costa del ocio, a costa del descanso, a costa de la pasión creadora, ¿no es cierto? De la vocación, que es realmente algo dominante, ¿no? Y así escribíamos, cada uno tenía sus momentitos, sus horarios. Ella tenía, por lo general, una elaboración silenciosa -muy larga- de los textos. A tal punto que, cuando empezaba a volcarlos, ya estaban casi listos. Yo, en cambio, los elaboraba a través de la escritura. A través de la propia escritura. Son dos características muy distintas.

¿Y sigue siendo así?

Bueno, mi tiempo de escritura ahora -con este problema de salud- ha cambiado mucho, es solamente la tarde. El 80% de ese tiempo de escritura lo hago a mano. Inicialmente, el texto nace a mano, manuscrito. Después, cuando ese manuscrito llega a un estado de ilegibilidad, me veo obligado a pasarlo. Trabajo con unas máquinas de escribir, que me acompañan desde hace mucho tiempo. A una de ellas, la Remington, está dedicado uno de mis libros. El libro que se llama “Última Rosa, última trinchera”. Allá está, la pueden visualizar.

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foto de Josefina Bravo

Esa es modelo 53. Me la enviaron de regalo mis padres a 25 de Mayo, en el año 1957. Mi padre la compró usada, pero con poco uso. Después, como la Remington no tiene nada de portátil -vamos a decirlo así- se me volvió muy pesada y Margarita me regaló esta Olivetti, que es realmente portátil. Porque, además, hay una diferencia fundamental: la Remington es de acero; la Olivetti es de aluminio. Son dos metales muy distintos, ¿no es cierto? El aluminio es mucho más liviano que el acero…

Nota asociada: DEDICATORIA

¿Todavía la usa?

Sí, sí, en este momento está a la espera de un arreglo porque se ha trabado el mecanismo que cambia el color de las cintas. Y, como yo uso bastante la alternancia de tipografía, la cursiva y otras cosas, necesito la cinta de dos colores.

¿Y a la computadora la usa, Edgar?

La uso a veces cuando un texto está definitivo. Ya ahí lo paso a la computadora. No soy un adicto a la computadora. Me es útil, me ha sido útil, sobre todo, en algunos temas de investigación. No la uso como medio de comunicación. Sigo prefiriendo el teléfono o la vía postal.

Así que el proceso de los poemas es: primero, escrito a mano; después, pasan por la máquina de escribir y, luego, van a la computadora.

Sí, en general, no soy yo el que pasa a computadora. En general, el que pasa en computadora es Cacho Evangelista, mi editor. En el próximo libro que va a salir este año: “Una vida no basta”, van a ir dos textos sueltos. Uno, como señalador, es un poema que me escribió mi nieto Juan Galo -que más que un poema, es casi un reportaje en verso-. Se llama “Cinco preguntas a un poeta”. Esto va a ir de señalador pero, además, va otro texto suelto que alude al proceso.

Ir y venir, Morisoli - Ir y Venir, Morisoli     

Esa es la historia de mis textos. Decenas, a veces muchas decenas de veces, van y vienen a lo largo de semanas, meses y años. A “El Mito en Armas” tardé cuatro años en elaborarlo. Durante cuatro años, desde el pasaje Pringles a calle Tulipanes, iban y venían los textos.

“Mirar de nuevo, / decir de nuevo con palabra cierta, / vívida por vivida, / transparente, / con la no usada luz que vio el poeta (…) Un desafío.”

“El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, Salinas cuando suena la música extremada por vuestra sabia mano, gobernada”. Esos versos son de Fray Luis de León a su amigo Salinas, que era un organista ciego. Ese poema es hermoso y esa imagen de Fray Luis: “La luz no usada” es maravillosa. “El aire… el aire se serena y viste de hermosura y luz no usada” cuando él toca la música. Y es la luz no usada que usa Fray Luis.

Cada uno -mirando un mismo paisaje- se va a sentir más convocado por algo…

No sólo cada uno, uno mismo a lo largo de la vida, de distintos momentos de la vida. Uno no es el mismo, ¿no es cierto? A los 25 años, cuando yo llegué al Colorado, que ahora, a los 85, sesenta años después. De modo que, el mismo paisaje, para mí es distinto, porque yo he cambiado. A parte de lo que haya podido cambiar el paisaje.

PALABRA DE HONOR, Y HONOR DE LA PALABRA POESÍA

¿Cuál es su relación con la poesía contemporánea? Con la vanguardia, la experimentación…

Bueno, en el país hay dos cánones. Yo soy reacio a todo canon, pero reconozco que hay dos. Un canon metropolitano, que se supone nacional, se auto-supone nacional. Y un canon de una poesía de la Argentina interior que, si no ha tenido acceso a una vía editorial porteña, no existe. De los pampeanos, ¿cuáles han trascendido? Los que tuvieron acceso a una vía editorial metropolitana: Horacio Armani, de Trenel; Juan Carlos Bustriazo Ortiz; Olga Orozco. Además, residieron en Buenos Aires. En el caso de Armani y Olga Orozco, residieron en el área metropolitana. Pero los demás, incluso muchos que publicaron también en Buenos Aires, son ignorados, como si ambos cánones fueran opuestos y, en realidad, deben ser sumados, para que la poesía argentina de toda su riqueza. La riqueza es la suma de los dos cánones, no son opuestos. Incluso, muchas veces, las más asombrosas anticipaciones se han dado en el interior.
Esteee… planteado eso con respecto a los cánones de la poesía argentina, he seguido la poesía universal, bastante. Primero, en las literaturas europeas, pero después en las literaturas del ex mundo colonial, que despertaron con tanta fuerza a partir de la crisis del colonialismo. En África, en Asia, en América Antillana, América del Caribe (tose). Esa poesía la he seguido mucho. Suponete, Aimé Césaire, el poeta de la Martinica, que escribe en francés. Pero también poetas africanos. Poetas de algunos estados insulares, como Madagascar. Yo me asomé a ellos a través de poesía oral recogida en esos lugares. Pero, después, yendo a las promociones más recientes, me encontré con la poesía escrita. Tienen, en general, la dificultad de que uno accede a través de la traducción. Y la traducción, para la poesía, no siempre es un puente que se atraviesa fácilmente. A veces, hay dificultades y, a veces, el puente se rompe. O, por lo menos, vacila.
Después, sigo la poesía de algunas provincias. Entre Ríos hace una poesía que me ha fascinado siempre, desde los clásicos poetas entrerrianos más conocidos: Juan L. Ortiz, Carlos Mastronardi, Alfredo Veiravé, Amaro Villanueva, Juan José Manauta. Hasta otros, mucho más nuevos, como Miguel Ángel Federik, de Villaguay -que te lo recomiendo- un extraordinario poeta.
Villaguay está allá arriba, casi donde nace el Gualeguay. Por eso, a veces, les he dicho yo en chiste a los entrerrianos, que el río Gualeguay es el meridiano poético de la provincia. Porque incluso Juan L. Ortiz, vivió una parte muy importante de su vida -la segunda infancia y la adolescencia- en Villaguay y hay un poema de él que se llama”Villaguay”, que comienza con esta pregunta: ”¿En dónde estará mi corazón al fin?”. Esteee… a él se lo identifica con Puerto Ruiz, que es el puerto de Gualeguay, y con Gualeguay. Pero se ve que esa etapa río arriba, ya en la selva de Montiel- que es donde está Villaguay- fue trascendente para él, no sólo importante. Porque ese poema repite dos o tres veces ese interrogante: “¿En dónde está mi corazón al fin?” Él no está seguro dónde está su corazón. Bueno… esa la sigo mucho.
También sigo a poetas cordobeses. Hugo Francisco Rivella, un salteño de Rosario de La Frontera, que vive en Córdoba hace muchos años. Antes pasaba por acá con mucha frecuencia, porque estaba de novio en Darregueira, provincia de Bs. As. Y, entonces, esto quedaba en el corredor, ¿no es cierto? Me visitaba a mí, después lo visitaba a Guillermo Herzel, en Guatraché. Y, de Guatraché, Darregueira está ahí nomás. Bueno, finalmente se casó con la novia de Darregueira, ahora viven en Córdoba. Es muy buen poeta, muy buen poeta. Hugo Francisco Rivella. Está cubierto de premios. Pero para mí los premios están… eh, bueno, tienen su importancia, pero en primer lugar está la obra. Porque podría no estar premiada, estar totalmente ignorada y su valor sería el mismo. Cuántos años estuvo totalmente ignorada la obra de Bustriazo, hasta que el grupo Alpataco le sacó su primer libro: “Las elegías de la piedra que canta”. Y todavía sigue inédita el 80% de su obra. Y eso no le quita valor. El valor está en la obra en sí. Bueno, no obstante, Rivella ha sido distinguido en España, en México, en Ecuador, en muchísimas partes. Es un buen poeta, muy buen poeta. Con menos premios, Frederik.

Bueno, lo último que voy a preguntar es qué le sugiere el tema de la revista: viaje alrededor de un punto o el movimiento quieto.

Ese punto quieto está en el recuerdo, está en la nostalgia. Hay un verso por allí en uno de esos libros que dice: “La nostalgia es la sombra de un amor”. Bueno, y ese es el punto quieto. Puede ser un lugar, puede ser un afecto, una persona, puede ser un momento, un momento en la vida de uno. Pero todos los itinerarios, vayan por donde vayan, cruzan en algún momento por ese punto. Cruzan y vuelven a cruzar por ese punto. Es un imán. Como diría Lezama Lima, “Fragmentos a su imán”. Hay un libro de Lezama Lima que se llama así. Es decir, todos los fragmentos de momentos vitales, de recuerdos, de intentos de expresión, como puede ser una escritura, esos fragmentos finalmente son convocados por un imán, por ese punto. Creo que el título del libro de Lezama Lima es la mejor definición: “Fragmentos a su imán”. Como una orden, ¿no es cierto? Dada a los fragmentos: fragmentos, vayan a su imán.

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foto de Josefina Bravo

QUIERO RETRUCO: DE VUELTA AL PUNTO

Unos días después de la entrevista, Patricia me pasó un recado de Edgar.

Decile a Josefina, con respecto a la pregunta del punto que, en mi libro “Tabla del náufrago”, en el poema “Cuaderno de bitácora”, en la página 115, hay un verso que expresa lo siguiente: “Todos los derroteros en algún punto / pasan por el ojo de aguja / del corazón.”

Nota: el título y los subtítulos de la entrevista (menos el último) corresponden a citas de los libros de Morisoli.

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