Por Germán Cavallero

Los anormales: Sobre John Cage 

“Yo creo que lo más vigorizante para mí es la música que aún no fue escrita”

(John Cage, del documental “Écoute” (Escucha), New York, 1991.)

Escribir una nota sobre John Cage pretende ser un juego. No una breve reseña. En sus conferencias, él mismo jugó con su audiencia. Yo me propongo un mosaico cuyo material sea su propia voz extraída de textos, conferencias y entrevistas. Usaré, además, otras teselas para el mosaico: recortes propios de su “música”, palabra que el compositor prefirió reemplazar por “organización del sonido”.

Foto 1
Fragmento de “Conferencia sobre nada”, transcripta en su libro Silencio, página 109, Ardora 2012, Madrid.)

 

RUIDO MÁS RUIDO MÁS

“Donde quiera que estemos, lo que oímos es en su mayor parte ruido. Cuando lo ignoramos, nos molesta. Cuando lo escuchamos, lo encontramos fascinante. El sonido de un camión a ochenta kilómetros por hora. Interferencias entre emisoras. Lluvia (…) Con cuatro fonógrafos de cine, podemos componer e interpretar un cuarteto para motor de explosión, viento, latidos del corazón y corrimiento de tierras.” (J. Cage, Silencio, pág 3, Ardora 2012, Madrid.)

(Abramos un juego dentro del juego, saltemos un segundo de la nota, de este mosaico que pretende ser un juego: simulemos un recinto donde cada una de las cuatro fuentes sonoras mencionadas en el párrafo anterior -motor de explosión, viento, latidos del corazón, corrimiento de tierras- sean reproducidas por una persona diferente desde un dispositivo x, a gusto y piaccere. Muchos de esos sonidos se superpondrán, otros sonarán ensamblados a destiempo y en otros casos se armará una secuencia perfecta, etc., etc. Diremos que hicimos “música aleatoria”, sujeta a ciertos parámetros -las fuentes, sus intensidades, sus irrupciones, etc.-, pero dominadas exclusivamente por el azar.)

 

LATIDOS DEL CORAZÓN

“Porque en esta nueva música nada sucede excepto sonidos: los que están sobre el pentagrama y los que no. Los que no lo están aparecen en la música escrita como silencios, abriendo así las puertas de la música a los sonidos del ambiente. Esta apertura existe en los campos de la escultura y la arquitectura moderna. Las casas de cristal de Mies van der Rohe reflejan lo que les rodea, presentando al ojo imágenes de nubes, de árboles o de hierba, según la situación (…) El espacio y el tiempo vacíos no existen. Siempre hay algo que ver, algo que oír. En realidad, por mucho que intentemos hacer un silencio, no podemos. Para ciertos procedimientos de ingeniería es deseable tener una situación lo más silenciosa posible. Una habitación así se denomina cámara sorda, sus seis paredes hechas de un material especial, un habitáculo sin ecos.

Hace unos años entré en una de estas cámaras en la Universidad de Harvard y oí dos sonidos, uno agudo y otro grave. Cuando los describí al ingeniero encargado, me explicó que el agudo era mi sistema nervioso en funcionamiento; el grave, mi sangre circulando. Hasta que muera habrá sonidos. Y éstos continuarán después de mi muerte. No es necesario preocuparse por el futuro de la música.”

(Ibídem, págs. 7 y 8)

UN PIANO SIN PIANO O SILENCIO PARLANTE

Cuando John Cage estrenó su obra 4’33, el auditorio fue el gran protagonista. Un auditorio es una oreja gigante, puede superar los 100 mt. de profundidad. Pero, para esta obra, es más oreja “parlante” (tos, carraspera, desenvoltura de caramelos, desahogo de aplausos) que oidora, lo cual resulta su gran fundamento. Se estrenó el 29 de agosto de 1952. El pianista se sentó frente al piano. Calculó el tiempo de duración cuatro minutos, treinta y tres segundos). Miró la partitura vacía, con sólo algunas indicaciones textuales y cerró la tapa del piano para indicar el fin del primer movimiento. Enseguida repitió la acción por dos veces más, saludó al público, tomó la partitura y se fue. Nunca tocó siquiera una tecla del piano. La obra recogía, en cuenta-gotas, el azar de sonidos y reacciones tímidas de un público expectante que, con cierta incomodidad, carraspeó, tosió. Ese cúmulo de sonidos aleatorios eran el sostén de la obra del compositor. Obra viva, siempre cambiante. Sujeta a las normas del azar.

 

(DES)NATURALIZAMIENTOS

 “Las pinturas blancas se manchaban con todo lo que les caía; ¿por qué no las miré con una lupa? ¿Solamente porque aún no tenía una? ¿Están de acuerdo con la afirmación: después de todo, la naturaleza es mejor que el arte? ¿Dónde empieza la belleza y dónde acaba? Donde ella acaba es donde el artista empieza (…) Puestos a pensar, el pensamiento tiene que salir del frasco de conservas colgado en Talismán, o del centro de la rosa (¿es roja?) o de los ojos de la jarra…” (ibídem, pág. 108)

“No todo el pasado, sino las partes de él que nos han enseñado, nos llevan a creer que estamos en el asiento del conductor con respecto a la naturaleza. Y que si no lo estamos, la vida no tiene sentido. Bien, lo más grande de la mente humana es que puede darle vuelta a la tortilla y considerar la falta de sentido como significado primordial.

Por lo tanto he preparado una conferencia en el curso de la cual, por diferentes medios, el significado no es fácil de encontrar, aunque la lucidez haya sido mi constante quimera. Me he permitido hacer esto no por desdén hacia quienes están aquí, sino por consideración hacia la forma en que entiendo que opera la naturaleza. Esta perspectiva nos hace a todos iguales –incluso si entre nosotros hay algunos desafortunados: ya sean cojos, ciegos, estúpidos, esquizoides o gente sumida en la pobreza.

Aquí estamos. Afirmemos nuestra presencia en el Caos.”

(Ibídem, págs. 194 y 195)

“COMO SI DE PÁJAROS SE TRATASE”

“Expliqué en el New College que la forma de tener ideas es hacer algo aburrido. Por ejemplo, escribir música de manera que el proceso de composición resulte tedioso induce a la producción de ideas. Penetran volando en nuestra cabeza como si de pájaros se tratase.” (Ibídem pág. 12)

(Si el silencio es el gran decidor; si los ruidos y sonidos son la brocha o los pinceles al pie de guerra siempre, para acabar con el lienzo blanco del silencio, hagamos otro juego: unos párrafos atrás, cité cuatro fuentes sonoras: motor de explosión, viento, latidos del corazón, corrimiento de tierras. Bien, vamos a reemplazarlas por sus significantes. Así como enseguida leerán un orden y repeticiones arbitrarias, cada lector podrá utilizar los propios criterios de agrupación, etc. Los espacios entre las palabras pueden leerse como silencios, “distancias blancas”. Quizás, en medio de ellos, se cuele algún sonido de la calle, de la avenida, algún bocinazo, un trémolo de pájaro o el grito del vecino. No es necesaria una lectura rápida, más bien, una, integrada al entorno sonoro. Ahí va:

motor de explosión

viento

latidos del corazón

corrimiento       de     tierras

motor   de explosión

viento

latidos del corazón

viento

corrimiento           de                        tierras

corrimiento de tierras

corrimiento de tierras

viento

viento

viento

motor de explosión motor de explosión motor de explosión

latidos del corazón)

EXPECTATIVAS DE LOGRO

Es un título anti-Cage, una sentencia que suena a “expectativas del ogro”.

“¿Y cuál es el propósito de escribir música? Uno es, por supuesto, no ocuparse de propósitos, sino de sonidos. O quizás la respuesta debe darse en forma de paradoja: una falta de propósito intencionada o un juego sin propósito. El juego, sin embargo, es una afirmación de vida, no un intento de extraer orden del caos, ni de sugerir mejoras en la creación, sino simplemente un modo de despertar a la vida misma que vivimos, que es maravillosa una vez que apartamos nuestra mente y nuestros deseos de su camino y la dejamos actuar por sí sola.”

“(…) la palabra ‘experimental’ es apta, siempre que se entienda no como la descripción de un acto que luego será juzgado en términos de éxito o fracaso, sino simplemente como un acto cuyo resultado es desconocido (…) Una acción experimental, generada por una mente tan vacía como lo estaba antes de haberla concebido, y por lo tanto abierta a cualquier posibilidad, es, por otra parte, práctica. No se mueve en términos de aproximaciones y errores, como debe hacerlo por naturaleza una acción bien ‘fundamentada’, ya que antes no se habían establecido imágenes mentales de lo que ocurriría; ve las cosas directamente como son: no permanentemente implicadas en un infinito juego de interpretaciones. Música experimental” (Ibídem, págs. 12, 13 y 15)

¿MUERTE ES SILENCIO?

“En vida del Maestro Ekhart se hicieron varios intentos de excomulgarle. (En sus sermones había dicho cosas como ‘Querido Dios, te ruego que me libres de Dios’). Ninguno de los juicios contra él tuvo éxito, pues en todas las ocasiones se defendió con brillantez. Sin embargo, tras su muerte, el ataque continuó. Mudo, el Maestro Eckhart fue excomulgado.”

(ibídem pág 193)

“Hay maestros zen que mueren en paz. En paz total.

 Ni un solo movimiento, ni un solo suspiro. Ni el menor sonido de sus vísceras o gesto perturba, por mínimo que sea el escenario de su muerte.

Hay otros maestros que, por el contrario, se desesperan. Gesticulan como poseídos, chillan como cerdos acuchillados y se mean y se cagan como cualquier hijo de vecino.

 Ése es el maravilloso camino del zen. Esos comportamientos son perfectas manifestaciones de la MENTE. Y, entre estos dos límites, se incluye todo un arco iris de matices.

 La paradoja –blanco y negro o negro y blanco – es la sangre del zen.

 SILENCE –Silencio – navega inmerso en la sangre y Cage es zen como se dice en NIPPON.

Como opuesto al Silencio, nos enfrentamos con el Ruido. Y entre el ruido o los ruidos, no hay ninguno más potente que ese Silencio Cultural que buscamos afanosamente en el transcurso de nuestras vidas.

Sabemos que ese Silencio equivale a menos ruido o a muchos ruidos. Es decir, a mucho más blanco que negro o a mucho más negro que blanco; y que, definitivamente, dentro del ruido más absoluto –olvidé, no hay absolutos –está presente siempre el silencio. No hay blanco sin negro ni negro sin blanco. Y es por eso que al murmullo del fluir de nuestra circulación sanguínea y el sutil silbido de nuestro sistema nervioso los llevamos con nosotros desde nuestra concepción hasta nuestra muerte. Muerte que también suena.” (Juan Hidalgo, Epílogo, ibídem, págs. 279, 280)

 

PERLAS

Hay moluscos que, al ser invadidos por algún agente extraño, reaccionan de inmediato, sujetan al invasor con láminas y cristales, lo revisten de nácar y al finalizar lo alojan en sus entrañas convertido en perla. Esa operación del azar (la llegada de un agente extraño al interior del molusco) es imprevisible tanto como la duración de un silencio en la madrugada. Pero “el silencio no existe”, de antemano sabemos que es un perfecto cristal roto. La mayor virtud de Cage fue poner en mesa de disección al mismo silencio, para que lo observásemos en su agonía, en su fugacidad; o, simplemente, para presenciar su discurrir, escurrirse en ese irrevocable tránsito mutante. Cage se ha calzado el sombrero de explorador y ha entrado en esa geografía imperfecta, en tierras del silencio, de sus anomalías o desgarros. Su voracidad de molusco transformador nos dejó preguntas. Y es probable que, cuando trepamos a su pensamiento, quedemos boquiabiertos, frente a la mandíbula del mismísimo azar; de quien, tal vez, seamos, preferido alimento.

FELICES LOS NORMALES

(Roberto Fernández Retamar)

Felices los normales, esos seres extraños,
los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
los que no han sido calcinados por un amor devorante,
los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
los satisfechos, los gordos, los lindos,
los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
los flautistas acompañados por ratones,
los vendedores y sus compradores,
los caballeros ligeramente sobrehumanos,
los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
los delicados, los sensatos, los finos,
los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.

Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
que sus padres y más delincuentes que sus hijos
y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.

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