Por Mario Ricca

Los anormales: Sobre los recicladores urbanos

Una vez más, mi escepticismo con respecto a las consignas para cada número del Anartista se ha visto humillado por una respuesta de la realidad. Para el Nº 5, la consigna es “los anormales”. Y, a poco andar en la tarea de escribir sobre la vida y  las luchas de los recicladores urbanos, me encuentro con el siguiente texto:

 “En esta zona, que llamamos República Ciruja, el saber de las organizaciones populares se convierte en saber productivo y transformador cuando, desde una tierra de puros deshechos, se conquistan derechos para la transformación de los sujetos y de su dignidad como colectivo”.

 ¿Qué les parece? Un lugar así, ¿no califica para ser un auténtico ejemplo de anormalidad territorial?

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 LA REPÚBLICA ANORMAL

 Ahora sí, orientados por una excelente cartografía sobre los cirujas, hecha por el grupo “Iconoclasistas”, ubiquemos las coordenadas de esta república singular. Su territorio es un gran rectángulo, -en la cuenca media del Río Reconquista, dentro de la localidad de José León Suárez (partido de San Martín)- , recostado contra los terrenos del “Complejo Ambiental Norte III” del CEAMSE.

figura 1 El cuerpo de este “paisito” está recorrido, de la cabeza a los pies, por un espinazo de asfalto: el “Camino del Buen Ayre”. La autopista, con sus enormes taludes, separa físicamente el relleno sanitario más grande del país de los ocho barrios de la “República” (Costa Esperanza-8 de Mayo-Libertador-9 de Julio-Villa Lanzone- Independencia- La Cárcova-Villa Hidalgo). En estos barrios, la mayoría de los vecinos son cirujas, cartoneros, quemeros y recicladores de basura, que trasponen diariamente la frontera del Buen Ayre para subsistir.

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Sin embargo, la solidez de ese límite se vuelve ilusoria, al compararla con la auténtica frontera: la existencial.

Durante años, tuve oportunidad de recorrer la autopista del Buen Ayre, vía rápida, bien iluminada y alta. Por entonces, yo agradecía la fluidez del camino que transitaba, en pocos minutos, esa “zona de riesgo”. El espacio estaba flanqueado-al este- por un cinturón de “villas de emergencia”, más y más expansivas con el transcurso de los años, y las colinas pestilentes del CEAMSE, al oeste. A esto se sumaba el curso inmóvil del Río Reconquista, saturado de desechos.

Meses atrás, tuve la oportunidad de cruzar esa frontera y no simplemente de recorrerla desde la altura. Con un grupo de voluntarios, fuimos con el cuerpo y los ojos dispuestos al choque contra lo real: el olor, el panorama hecho de basura, los controles de gendarmería para ingresar a las plantas de reciclado. También, las marcas que la indigencia y la dureza de la tarea dejan en los trabajadores. Pero, sobre todo, fuimos a conocer un ejemplo de lucha “para que el trabajo ciruja sea reconocido como tal: en su aporte como productor de valor, que genera procesos de reconstitución de tejidos sociales afectados por un alto grado de descomposición.”(Inf. Iconoclasistas).

 

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LA BASURA NO ES BASURA

La contundencia del informe de “Iconoclasistas” no deja dudas acerca de las enormes dificultades que han enfrentado los habitantes, desde las tomas de tierras iniciales (a principios de los `80) hasta hoy. La pobreza y las inundaciones de entonces, en zonas del Chaco y Santa Fe, aportaron las primeras olas migratorias. Durante los `90, las poblaciones del lugar se expandieron con inmigrantes de Perú, Paraguay y Bolivia. Actualmente, viven más de 100 mil personas en casas edificadas sobre basurales rellenados. Como sus padres, muchos viven de la quema, de las plantas sociales, de la construcción, del servicio doméstico o de las changas. La mayoría complementa el trabajo con planes sociales.

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La situación sanitaria es crítica. Abundan los  problemas respiratorios y de  piel. Las amenazas de dengue y leptospirosis acechan. No faltan la hepatitis vírica, el tifus, la toxoplasmosis y otras enfermedades relacionadas con la basura y el hacinamiento.

 

figura 3A pesar del avance que representa pasar de las primitivas chozas de chapa y cartón a casas de ladrillo, el contexto ambiental sigue siendo afrentoso para la condición humana: deficientes redes de servicios públicos, napas contaminadas, ausencia de cloacas y aire infestado de gases tóxicos. Esto convierte el nombre de “Camino del Buen Ayre” en un oxímoron de la geografía, una burla grotesca,  para quienes habitan el basural a cielo abierto más grande del país.

OLORES FUERA DE NORMA

 Imagino que la gente de la Cooperativa “Bella Flor” eligió como emblema de su organización un nenúfar o flor de loto para exorcizar, con su persistente fragancia anisada, el hedor cotidiano de los basurales. Y la misma imagen de la flor acuática les ha servido, después, para condecorar al primer mártir de la lucha de los cirujas, el joven Diego Duarte, asesinado en 2004, en la quema y en circunstancias nunca esclarecidas.

figura 12Este saber se ha nutrido de duras y valiosas experiencias; entre ellas, la gestión popular que, con sus imperfecciones y precariedades, persiste y sostiene nueve plantas sociales de reciclado y diversos proyectos comunitarios en estos barrios”.

La educación también sufre: las escuelas son insuficientes y están desbordadas por requerimientos sociales.

“Pero es esa misma gestión popular la que se organiza frente a las problemáticas cotidianas, llevando adelante procesos de articulación comunitaria. Así se impulsan prácticas culturales y educativas que consolidan una trama, ofreciendo alternativas de vida y desarrollo colectivo. Esto se realiza en la gestión de cooperativas de trabajo y empresas recuperadas; en la creación de centros comunitarios, de salud, culturales y de madres; en la educación popular en bachilleratos; en la creación de medios de comunicación y en la autogestión de bibliotecas barriales.”(Inf. Iconoclasistas)

 

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