Por Juan Pepe Carvalho

La Celebración: Sobre las vidas breves.

GRIS CIELO MEZCLADO CON SOL

El dolor y el silencio se colaron aquella mañana de julio. Familiares, vecinos y amigos recorrieron la distancia desde el portón del cementerio hasta la zona de cremación. Todos acompañaron el cuerpito sin vida de la niña hasta el final. Silvia y José, diez años en pareja, hasta unos días antes, disfrutaban de una hija hermosa de dos años y medio. Sus rulos rubios y sus ojos gris cielo mezclado con sol eran admirados por todos. Pero los nubarrones le ganaron a la luz y, por la noche, avanzó la fiebre, en primer lugar.

-Señora, vamos a internarla, el cuadro es muy grave. Póngala sobre su pecho.

 

02.All-That-I-Can-Hardly-Take_2010_18x24_23.5x29-940x650-1100x800-1024x744El cuerpito quemaba en fiebres toda la futura vida de Silvia. Luego de un combate en terapia intensiva del Hospital  Italiano, los ojos color cielo mezclado con sol no volvieron a abrirse. La tormenta fue tan feroz que aún hoy deben quedar, suspendidos en el aire del crematorio, ecos de la voz abuela, que reclamaba una sustitución: que la naturaleza cumpliera con el orden de las partidas, que se la llevaran a ella antes que a la nieta.

Pero la naturaleza es terca y no admite reclamos.

AÚN HUBO CIELOS EN LOS DESPUESES (Toma 1)

-Qué celebración la de los vecinos nuevos, Catalina.

-¿Qué festejan?

-No sé, Pedro. La señora estaba embarazada y creo que tenía fecha de parto para ayer.

LARGO Y ESCABROSO CAMINO

07.Forgetting_-1997_30x34_37x40-1100x1100-1024x1024  La meningitis no perdonó. La enfermedad apareció como una furia que no se detuvo hasta saciarse con la pequeña presa. La furia ahuecó el tiempo y lo colmó de garras. Allí se cortó la línea de la cronología. Los antes, color gris cielo mezclado con nubes; los más tardes, colmados de callejones sin salida, donde a Silvia se le ahuecaba la vida sin ver nunca el fondo y a José se le curvaba el dolor entre las palabras y las maldiciones.

NOSOTROS Y LOS OTROS

Los vecinos comenzaron a deambular sus comentarios. “Era tan linda y buena, que dios la quería con él”.  Alguien tuvo la ocurrencia de pedir una misa por el descanso en paz de la niña. José fue terminante en negativas, al comienzo. Pero cedió en la inminencia de la fecha. Acompañó a Silvia a la iglesia. El costado compañero del amor lo hizo avanzar, aunque algo dentro de él se sublevaba y lo acusaba de hipocresía. El cura no podía encontrar palabras para aliviar el momento y no las encontró.

Hooper y magrittePara ese entonces, todas las ceremonias estaban desplegadas. Cremación, misa, decires del vecindario. Sólo quedaba la terrible vuelta a casa, el rumor desde las paredes de la habitación fría: los dibujos, los juguetes, las fotos.

AÚN HUBO CIELOS EN LOS DESPUESES (TOMA 2)

Con la mudanza, llegó el juramento de la pareja: volver a apostar a la vida. Un mes después, la cocina fue la antesala de la celebración de la vida sobre la muerte.  Se convocó a los más íntimos y se retuvo el motivo del encuentro, dentro de un cielo color misterio, hasta el último minuto. Facundo prepoteaba en el vientre de Silvia. Nadie fue tan ingenuo como para creer en sustituciones.  No se trataba de uno por otro, se trataba de un nuevo cielo que se afirmaba sin resentimiento ni venganza. Una acción, no una reacción.

“La Vittoria” (1939) de René MagritteQUIERO RE-TRUCO

El niño en el vientre era una de las puertas que se abrían. Después, vendrían otras. La llegada de Facundo, repito, sin sustituciones, le restituyó a la pareja la potencia de vivir. Se podía. Y había que homenajear la corta vida de la niña, porque la extensión no va en desmedro de la fuerza vital. Vivió. Poco. Pero ese poco tiempo también se celebrará por siempre. Un modo de darle presencia es convocar esa fuerza romántica y heroica, que se atreve a desafiar la angustia de la muerte; que desaloja a la muerte del espacio del cuerpo del vivo y grita, “quiero re truco”, hacia adelante. Celebrar, entonces, no es nada parecido a festejar. Celebrar es apretar los puños y decir: en cada acto de los vivos están presentes los ausentes. Nada más presente que la ausencia.

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