La celebración: sobre el asado de los Castillo, en  Salliqueló.

Por Cecilia Miano

CAMINOHORIZONTE CON MAÑAS

Salliqueló es uno de tantos mundos aparte.  Pueblo gentil, con 10.044 habitantes descubridores de horizontes  cargados de  mañas aciagas. Chiquito y atrevido, sale al mundo a mostrarse, como pocos  lo pueden hacer. Cerca de La Pampa, lejos de la ciudad de Buenos Aires, decide despegar y hacer muecas propias. Pocas manzanas se ordenan desde la plaza central hacia los suburbios. No más de veinte cuadras ensordecen los límites con casas. Más allá de la última, el campo espera ser conquistado.

verde mapaDE PELÍCULA

Juan, Director de Cultura de Salliqueló, casi por casualidad, llegó a la idea. Las imágenes se alinearon con los sonidos  y el color de la última fiesta de “los Castillo”, donde fue como invitado. Las anécdotas se arrinconaron en la voz de Tito y así de natural, llegó la película. Por entonces, Juan inició un proceso creativo y lo puso en manos jóvenes preparados para garantizar la puesta en escena de toda una dinastía, pintar con imágenes, reír con recuerdos y hacerlos propios para otros. De ese modo, despliega su magia, todo a través.

La elegida es la familia Castillo, conocida por todos, aunque sea de pasadita. En cada uno de los pobladores de Salliqueló el apellido dibuja a muchos, seguramente reunidos, seguramente en festejo, así de simple.

FAMILIAJUSTA  Y NICANOR: EL INICIO DE UNA DINASTÍA.

Desde chico, Nicanor supo del sacrificio necesario  para ganar el pan. Correr fue una constante, desde Trenque Lauquen  al norte,  en fuga, por  un descuido imperdonable. Dos o tres caballos se habían escapado. Solamente por eso, Nicanor se empujó a la orfandad y al exilio. Solo, con unos pocos años y dos pingos, se las arregló para seguir  adelante y tuvo suficiente coraje para volver y buscar a sus hermanos.

El viento, de tanto hacerle compañía, se le metió en la piel: el viento, ese sonido áspero y rítmico se apiló, trote tras trote, y le armonizó el sinuoso camino. Desde ese entonces, la música corre con él en diversos ritmos y su cuerpo se adapta con gracia. Cuando los caballos ya no están y el viento se acomoda a dormir, la guitarra, la voz y las botas contra el piso hacen un infinito andar.

CARTAS

Amante de las carreras y de los juegos de cartas, el deber se ajusta a Nicanor en  casamiento con  Justa Albarracín. La elegida llega  con naturalidad. La cosa empezó bien, porque Nicanor enlazó antes al suegro que a la prometida. Las piruetas del joven  en las carreras y la destreza con los caballos allanaron su futuro.

El padrastro de Justa quedó encantado con el muchacho. Y después las cosas fueron bastante rápidas. Salazar, un pueblucho entre cantos rodados, vio nacer a los tres primeros hijos de la pareja.

Los animales, siempre  ejes  en el destino de Nicanor, lo acercaron  a una feria de hacienda en Salliqueló. Se quedó aquí para siempre, embrujado por estos aires de bondad.

EL CASTILLAR

“Somos pocos y nos conocemos mucho,” dice una señora de rulos artificiales, enfundada en una calza negra. Anda por la esquina de Estados Unidos y Provincias Argentinas, punto neurálgico de la familia más emblemática del pueblo, la  que dedica sus días al festejo por el festejo mismo: los Castillo.

Los Castillo afirman sus raíces desde acá. Barrio tranquilo, de calles de tierra, casas bajas – muy bajas- con terrenos que abarcan más de lo que uno quisiera limpiar; con árboles añosos, empacados en llegar alto, de esos que crecen sólo por voluntad, con sombras generosas, acostumbradas a la música y a la alegría. La tierra se impregna  en  asados y corderos  a la espera, chicos, mocos, guitarras y recuerdos.

Así, una tarde cualquiera, llegamos con Juan a la casa más antigua del barrio, donde vive Pacho.   El cielo gris y el piso de barro  recibieron a mis ansias. Nos acercamos al acceso de la casa, con puerta lateral y piso en retazos de granito encastrados en la tierra. Pacho abrió la puerta y nos rodeó el  aroma a leña, las sillas se desprendían de la mesa con movimiento ágil, ese movimiento de quien sabe recibir, de quien conoce de encuentros.

CASTILLO GUIT

TRASVASAR EL LÍMITE

Pacho no me conoce, pero se dispone a brindar. Nosotros venimos de una vida, dice Pacho con voz firme, mirada tranquila y luz tenue. Las ventanas pequeñas se tiñen de atardecer y la historia se dibuja entre las paredes, las mismas que escucharon las voces de sus padres y hermanos. En la hora del canto,  canciones preparadas o improvisadas, todas interpretadas con  un toque singular, los reunía. Eran momentos de larga espera ya que “el viejo Nicanor venía poco, era resero”. Cada venida de Nicanor era la llegada de la fiesta  entre voces, guitarras y zapateos, alrededor de la mesa larga con bancos en espera.

GENIAL CAST

Familia de celebraciones, trasvasan el terreno y se vuelven pueblo, se vuelven todos.

 

ALBOROTAR EL PASO

“¿Cómo salgo en la tele?”. Pacho desprende su mirada pícara, de quien se sabe dueño de un perfil único. Los ojos de allá lejos aparecen sin miedo de pasar por la vida  entre diseños de  encuentros casuales con la alegría veteada. Y  alrededor de la carne va la celebración. El asunto cuenta con trescientos invitados, todos familia. Un Castillo comienza el día del  festejo y todos se suman.

¿Ve ese tanque?, me dice Pacho con certeza, miro a través de la ventana, el tanque de cemento se eleva un poco del llano y muestra con simpatía su forma circular. Ese lo llenábamos de bebida, con placas de hielo que buscábamos de la fábrica de manteca en la otra punta del pueblo. Su CAST GUIT (1)mirada delata el placer. Los detalles completan el relato de los días festivos. Con las manos en vuelo, certifica sus dichos. La luz natural ya no quiere acompañar  a su voz. El grabador no desactiva su luz roja, chiquita. Entonces escucho, en medio de siluetas; escucho, con la atención de quien quiere escuchar todo.

PATIO ABIERTO

Las fiestas de los Castillo son una tradición. Cuando la temporada de esquila termina, todos los días los encuentra en el patio- sin tapiales que demarquen ni veredas que enfríen-. La tierra soporta los bancos para beber lo que la hora demande. Queda claro que a la fiesta viene  todos, que era y es una fiesta sin distinción de rango; que la vez que el comisario llegó, Pacho ni sabía quién era. Acá son todos iguales, todos toman mucho y nos divertimos con poco. Algunos Castillo son concertistas, otros recitan, otros cantan, otros bailan; todos, tocados- de alguna manera- por el arte.   PATIO Y FLIA

Cuando finalizamos la visita. Juan sigue con las anécdotas, me cuenta de la versatilidad de los Castillo. La fiesta es larga, pero jamás monótona. Los tipos son capaces de cambiar de clima, como quien se cambia la ropa traspirada de tanto bailar. Tienen mucho oficio de verdad, no necesitan un “planner” para componer momentos, lo hacen de manera natural. O, mejor dicho, aceitados por  años de práctica.

CONOCERSE DE A SORBOS

Las placas recordatorias de mármoles despampanantes en las Instituciones del pueblo no los nombran. Y, sin embargo, ellos arremeten. No les importan los decires.

“Los Castillo”, un forastero pensaría que nos falta una s, que hablamos de un tipo de una casa grande, fastuosa. Y, sí,… sí, señor, hablamos de todo eso en una familia humilde con apellido imponente. Una familia, que se nombra en plural y se conoce de a sorbos, entre guitarras y sones.

Familia de señores trabajadores, principalmente, esquiladores y camioneros. El tono lo da el número: Los Castillo son muchos, muchos. Viven rodeados de tierra seca y árboles que crecieron junto con ellos. Las casas aparecieron de a poco, desperdigadas en el terreno junto con las gallinas, los gatos y los autos que hoy son de otras épocas.

Nunca hace frío en el barrio de los Castillo. El fuego del asado ilumina las ideas, los corderos alimentan los sueños de festejar  la vida.

CASTIESCUDO DE FAMILIA

La cordialidad es un signo que impregna su apellido, los destinos los unieron en el patio de Estados Unidos 433-. Preguntados por su domicilio, todos acusan la misma dirección, como si  las dos manzanas fuesen un mismo  domicilio, y cómo podrían responder de otra manera, si los Castillo entonan en  unísono, con matices diferentes. La voz aparece antigua, las muecas son  auténticas, la ropa sigue  la herencia de pañuelos anudados y de  las bombachas batarasas. No faltan las boinas o el pelo renegrido, acompasado  en años, desgastado en folclore, teñido de guitarra y milongas, de cantares y quebradas. La música se hace patio en un  escenario de ánimo Castillero.

Esto que acabas de ver, lector, es el noble escudo de la familia.

Castillo en Salliqueló.

PATIOSEÑORASALLIQUELO

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7 Comentarios

  1. Realmente…muy expectante esperando el rodaje….Muy bueno el artículo!!!!!!….y orgulloso por ser parte de esta familia.Aprovecho para agradecer en el nombre de mi padre, Martín y en el mio propio,a todos los que hicieron posible este documental…

  2. Tengo el honor de ser amigo de chango castillo y conocer a algunos integrantes de la flia, felicito por este medio por el reconocimiento a los castillos nada mejor que hacerlo en vida

  3. Realmente graciiass en nombre de toda la familia , buenisimo impecable el artículo , piel de gallina y emociones encontradas , ver la emocion de mi papa Teo me llena de orgullo!! Sin palabras solo gracias, una gran historia hermosos recuerdos para nuestros hijos!!! Que no se corte la tradicion, abrazooosss.

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