El Olvido: sobre los objetos en el Museo de Salliqueló
Por Cecilia Miano

SALLIQUELÓ, AL PASO

Lo eterno resulta efímero cuando inquietudes constantes y urgencias sin límite abrazan los días. Entonces, ese fondo se vuelve escurridizo y buscamos objetos para dar cuenta de huellas: fotos, videos, objetos, lazos, cápsulas para atesorar momentos. La cronología se retrae hacia el rincón del mero transcurso.

MUSEO

 

En Salliqueló la historia se reconstruye en salones antiguos que pertenecieron al Ferrocarril. Ahora forman parte del Museo Histórico Regional. Pueblo chico, este punto perdido en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires abre su historia en etapas que confluyen. En ese cruce de caminos, los personajes que habitarán esta nota pensaron juntos, planificaron sus propias vidas en función de reconstruir retazos del pasado para iluminar el horizonte. Salliqueló, voz  aborigen- médanos de los zorrinos-, se queda pegada en los frunces de la memoria. Allí está, la historia con la puerta abierta a nuestro presente.

LA TRINIDAD

Gabriel Campomar Cervera es el primer entusiasta de la recolección de objetos de aborígenes que poblaron nuestros campos. Y Rodolfo, el segundo entusiasta, cuyo trabajo trascendió los límites de nuestro país. Ellos ya no están, pero sus nombres aún dan cuerpo al Museo. Voces, gestos, tonos, perfumes irrumpen en medio del día, se afirman como presencia y se resisten a ser solo nuestros queridos muertos.

Al dúo se le suma una pieza clave en esta historia, la museóloga Marta Villacampa, encargada desde hace varios años del Museo. A los tres los une la amistad con esos objetos que amplían el territorio entre vivos, muertos y nonatos.

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A VUELO DE ARCÁNGEL

Gabriel: Su nombre ya tiene ecos poderosos: en hebreo, el héroe de dios, uno de sus “muchachos de confianza”, su arcángel. Así, en honor a su nombre, en sus ratos libres, este hombre sobrevolaba los campos de médanos en busca de huellas de la vida anterior a la inmigración, anterior de la campaña del desierto, anterior a nosotros.

La devoción por atesorar para no olvidar, tal vez para dar cuenta.

Ese “ángel” se cruzó un día con Rodolfo. Y, desde entonces, algo como si el azaroso destino  cruzara su hacer con la laboriosidad de Marta quien -hormiga obrera- se fundó a sí misma como guardiana del camino.

Rodolfo se atrevió mucho más lejos que las fronteras de su pueblo natal y se hizo mundialmente famoso. Caprichoso, único, especial hasta para elegir el día de su nacimiento, porque nacer un 29 de febrero ya marca una señal de lo particular. Su currículum dice que fue Licenciado en Antropología y Doctor en Ciencias Naturales (UNLP). No perdonó ninguna institución de prestigio y se desempeñó como Investigador Superior del CONICET (PK). Tampoco iba permitir que su paso no dejara huella en los museos: Jefe del Departamento de Arqueología del Museo de La Plata y Director del mismo, desde 1996 hasta 1999. La UBA y la Universidad Nacional de La Plata también guardan el sonido de sus andar por sus pasillos.  Brilló en Washington y en Camberra. La National Geographic Society dijo: “este tipo vale la pena” y le dio varios subsidios en apoyo de sus investigaciones en los Andes Sudamericanos. No llegó a El Anartista, pero  fue Director Fundador de la revista Tawantinsuyu, representante por Argentina y Miembro del Bureau en la Union Académique Internationale. Entre misión y misión arqueológicas- dirigió un centenar- publicó más de ciento treinta obras, entre ellas “Los Inkas del Kollasuyu” y “Poblaciones Indígenas en la Argentina”. Obtuvo el Premio Nacional de Arqueología Argentina y la Mención Especial en el Premio Nacional. Para la despedida, el destino eligió por él, un 25 de mayo.

LONDRES EN CATAMARCACATAMARCA

La pasión de Rodolfo lo llevó hasta Londres, en Catamarca, pueblito en honor al lugar de nacimiento de una reina que nunca conoció sus paisajes: María Tudor de Inglaterra, esposa de Felipe II. Pero la historia tiene estos vericuetos y la cultura incaica sí dejó huellas, ocultas a simple vista, imperceptibles para inexpertos.

El Shincal de Quimivil es una ciudad precolombina ubicada en este lugar, así como lo dice el prólogo del libro con el mismo nombre: “Se trate de una aldea, un cementerio, una ciudad, la gestación de la morada del hombre en su vida y en su muerte, es el resultado de múltiples disparadores. Materia, energía y talento”. Uno no puede recuperar la plenitud del modo y del deseo del pasado, pero se puede acomodar el olfato y leer huellas: “(…) amalgamados con tecnología, demografía, ideología, guerra, acuerdos y conciliábulos. Esos mecanismos propios de la conducta humana fueron y son los gérmenes fundacionales. Así las imágenes arquitectónicas y urbanas fueron adquiriendo su fisonomía de acuerdo a diferentes normas y estilos, autóctonos o difundidos, que prevalecen en el acto fundacional y en las remodelaciones posteriores.”

Las marcas son profundas: como un boomerang, Rodolfo hizo que la historia se representase. Y ahora la historia cuidará la presencia del hombre que le devolvió la luz.

MARTA VILLACAMPA: LA VOZ A TIEMPO

Amiga personal de Rodolfo, ella abarca con sus brazos y sus labores, todos los rincones de la historia. Empeñada en poner el cuerpo para darles vida, habla hasta por los codos, con voz

PAPELsuave, con mirada profunda. Crece sin pedir permiso, puebla con historias, es generosa con su saber que parece inagotable. En su amabilidad hay un tono que salva distancias en el tiempo y los paisajes se dibujan con objetos, las personas toman vida y ahí está la magia.

LOS OBJETOS Y EL TIEMPO

El museo aloja a los objetos que impregnados de tiempo. Cada reliquia cuenta su historia real o recreada para que otros puedan trasladarse, un rato, dentro de una huella, a otros recortes de la historia.

Todos suponemos que entrar a un museo es recorrer la cultura. Sin embargo, para este pueblo pequeño es resistir, buscar muros que contengan las costumbres, las huellas, embriagar el sentido común y colgar un vestido de novia en un maniquí, dispuesto a dar a COSERbatalla a la imaginación, a descubrir escondites secretos en su historia e intentar confesar su gala. ¿Es muy pretencioso conjeturar qué cara tendría la dueña de este vestido de novia? Sí, hasta sería innecesario (pero, confesá, lector: ¿nunca se te ocurrió?) También podemos dibujar con las puntadas a mano la silueta de aquel cuerpo, encontrar en los dobleces del corset un guiño de atrevimiento. El largo de la prenda muestra la altura casi exacta y es capaz de llevar adelante la escena. Los brillos opacados por los años capitulan la mirada de quien no quiere dejar pasar la ocasión y divagar, porque se trata de armar paisajes completos con huellas rezagadas.

EL SUEÑO ALQUÍMICO

Todo se hermana, el norte llega a Salliqueló en una joya catamarqueña: disco de metal del período en el que la metalúrgica tuvo mucha importancia. ¿Habrá sido que alguna vez los pueblos originarios priorizaron en adornos? Porque, en general, se distinguen objetos de uso. ¿Habrá existido entre ellos la mera categoría decorativa, “adorno”? Lo cierto es que la aleación de los metales logró el viejo sueño de la alquimia: el bronce diluido en grandes hornos ubicados entre montañas descubría sorpresas. Primero se hacían moldes de arcilla y luego los llenaban con bronce. Desmolde y listo.

disco de metal

La pieza antiquísima fue un regalo del Dr. Raffino al Museo de Salliqueló. ¿Dónde estaría ubicado originalmente este disco de bronce? ¿A quién está dedicado tanta orfebrería? Detalles que siguen  en busca de imaginarios que los reescriban en historia.

Los objetos se vuelven preciosos sólo para quien los mira con valor. Trascienden, como si en ellos se percibieran las manos que los usaron. Tal vez, sin siquiera verlos, podemos percibirlos. Por ejemplo, la vasija de barro en la estantería central del salón más importante del museo brilla sólo por obstinación, no pareciera que un voroga hubiese estado preocupado por el recipiente donde preparaba su comida. Aun así, los susurros abrazados a las capas de ese barro cuentan de su valor, de la composición familiar y de su protagonismo en las aldeas. Porque la historia está, los objetos son excusas para animarla.

SÓLO PARA EL MUSEO. TODO POR EL MUSEO

Quizás el objeto más preciado de Marta es su libro de historia, escrito en borradores desde hace años. Tal vez el ajetreado, entre los huecos de sus rutinas, su edición se haga esperar. La materia prima está más que lista, la letra corre sin pausa por los renglones de nuestra historia.

En ellas no faltará el momento en que Rodolfo llega con su medalla, fulgurosa, llena de desafíos alcanzados sólo por la terquedad de seguir un camino incierto. Él no quiso que se guardara en otro lugar, el Museo sería su guarida. Así, consumó la revancha del niño que quiere ser arqueólogo y del adulto que sostuvo estas ilusiones y la hizo el centro de su existencia. Esta medalla, tal vez represente para el pueblo la tozudez de guardar memoria en los objetos, de ir más allá de lo conocido y hacer, de cada instante, un encuentro en el laberinto de los tiempos.

HUELLAS

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