Ultraviolento: Entrevista  a Sara Facio

Entrevista: Viviana García Arribas, Carolina Diéguez, Ane Diestro, Isabel D´Amico, Gabriela Stoppelman
Edición: Carolina Diéguez, Gabriela Stoppleman
Fotografía: Anne Diestro, Diego Grispo

                                                          

En otra madrugada, /por vientos de ceniza, /obedecí al latido de la alondra. /El cielo no era cielo todavía./La zona del hornero, /el tiempo de la encina/se inquietaban en lento aprendizaje/y el cielo no era cielo todavía./Hubo un encantamiento/de flor y hierba fina,/un cauteloso antaño de rocío,/y el cielo no era cielo todavía./Septiembre constelado/de dos campanas frías /rodaba por lugares de silencio/y el cielo no era cielo todavía./En clima de obediencia/mi pulso recorría/todo un advenimiento de corolas /y el cielo no era cielo todavía./No regresó conmigo/la alondra persuasiva/porque me desterró de su latido/cuando el cielo fue luz de mediodía.”

“Balada de la alondra persuasiva”, María Elena Walsh

 

Iba una foto en busca de una mirada cuando, en medio de la tarde, encontró una voz. Agotadísima por los  fantasmas del asfalto, se sentó a descansar en el sonido. Ni bien se recostó sobre un acorde, la voz comenzó a acunarla dentro de una melodía familiar. Extraño. Era la primera vez que la escuchaba y la voz ya latía como parienta.  Mecida en el ritmo, la foto se adormeció. En su sueño, una mirada buscaba una imagen en medio de la noche, cuando se encontró con un latido. El tiempo entonces se agitó en urgencias; el aire, en reverberaciones. Y, al poco, todo era una orquesta de ecos, impugnadora de toda distancia. Así las cosas, el amanecer fue un despuntar de palpitaciones contra lo oscuro, un aguzar la luz sobre los objetos y una solicitud de los objetos sobre los seres.  En ese temblor de inauguraciones, se encontraron. Fue un momento apenas, un instantáneo transitar en calle de doble mano: sístole en la imagen, diástole en el oído, sístole en la voz, diástole en la  figura. Con el avanzar de las horas, llegó el pleno revelado. Pero aun en lo más alto del día, se obstinaba el palpitar de algunas oscuridades. Y ese enredarse de brillos y sombras era el sitio ideal para desplegar el juego. Por ejemplo, dejar andar los crayones sobre una foto o dibujar una hoja hasta que se canse. O recortar imágenes de revistas y atesorarlas en un álbum hasta las lágrimas. O complacer al cigarrillo que para siempre reclama fuego desde el retrato de Cortázar. O ir por el túnel de ese rostro y pedirle a la desocultante que nos dé una mano con su mirada través, que nos diga una foto con la voz Sara Facio, que nos haga mirar el canto, que nos enmarque el pulso de algún sonido.

Shhh…ahí comienza a latir.

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Sara Facio en su estudio. Foto: Diego Grispo

 

VOCES DE FOTOS TOMAR

Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta”
Alejandra Pizarnik, “Cantora nocturna”, poema dedicado a Olga Orozco

 

Estuvimos mirando muchas fotos y también  otras entrevistas. Una de las primeras cosas que nos llamó la atención fue lo que decís de tu primera casa de infancia, donde circulaba tanta gente, contás que te mudaste a otra, donde no había nadie. ¿Cómo influyó esa sensación de ausencia de gente en tu fotografía?

Sí, fue un cambio. Bueno, en el fondo estuvo muy bueno, porque me dediqué a la lectura. Ahí empecé a leer. Por suerte, mi mamá era lectora. Entonces estaba encantada de que yo, en lugar de estar potreando por ahí, leyera.  Porque era en San Isidro, Martínez, con calles de barro cuando llovía. Justo en la esquina de esa casa había una escuela del Estado. Y yo no quise ir. Estaba en quinto grado, sexto. Entonces, tenía que ir a San Isidro con un colectivo, el 4 colorado, todos los días. Ahora a la distancia, me parece que era bastante sacrificado: ir todos los días, a las siete de la mañana, caminando tres o cuatro calles de tierra o de barro cuando llovía, con delantal blanco –como era en esa época– y que no se podía poner nada encima. Ni hablar de pantalones, con pollera y medias. De modo que debió ser sacrificado. Pero por esa época yo no lo sentía como un sacrificio.

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Sara Facio en su estudio. Foto: Diego Grispo

En una entrevista decís que esa vivencia de la casa almacén rodeada de gente dejó tu marca en el gusto por el retrato.

¿Por qué?…Ah, por la gente

Exacto. Por haber visto tanta circulación de gente

Es algo que se me ocurrió en el momento. Supongo que debe ser así. Porque la cosa era estar con tanta gente en un negocio con restaurante -en  esa época se llamaba  salón de Restaurante y billares- hasta las doce de la noche estaba lleno de gente, además de la gente que trabajaba, de los empleados, de los mozos, del cocinero.

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Fotografía del libro “Buenos Aires Buenos Aires”. Sara Facio

 

Y esa fugacidad de gente que uno nunca vuelve  a ver, de caras que nunca volverás a ver, ¿hay en la fotografía algún intento de restituir esas ausencias?

Habrá habido, muy subliminalmente. Que esa soledad, de golpe, me haya… Y si lo dije debe ser porque lo sentí.

Comentabas que, cuando eras chica, escuchabas radioteatro con tu mamá. ¿Eso pudo ser como un impulso  para  recrear imágenes mentalmente?

Y, sin duda. Porque, al escuchar solo las voces –sobre todo siendo tan joven–, una va imaginando. Además, en esa época no había televisión. Todo tenías que imaginarlo. Y había voces fantásticas, parecían ser de unas mujeres maravillosas. Entre otras, la voz de Eva Perón, yo la escuchaba. Además, por radio daban biografías de mujeres célebres. Y a mí siempre me gustaron las mujeres con mucha personalidad. Como yo digo ahora: las muñecas bravas me gustaron siempre. La escuchaba a Evita, que hacía a Catalina de Rusia, a Juana de Aragón, ¿se acuerdan?

No.

Son todos personajes históricos. Cuando a Paz (el de la avenida) se lo llevaron preso, Margarita, una sobrina de él, muy jovencita y parece que bellísima, fue la única que lo acompañó a la cárcel. Se casaron y todo. Y Eva hizo el personaje ese, me acuerdo….

Cuando Eva todavía no era Evita.

No. Era actriz. Actriz de radio teatro.

Y jovencita.

Y para mí no, era grande. Yo en esa época tendría máximo trece, catorce años. O menos, doce.


ÁLBUM HASTA LAS LÁGRIMAS

            Algunas veces pasan poblaciones terrosas, acampan roncos trenes, /una pareja junta naranjas prodigiosas en el borde del mar, /una sola reliquia se propaga por toda la extensión. /Parecerían espejismos rotos, /recortes de fotografías arrancados de un álbum para orientar a la nostalgia, /pero tienen raíces más profundas que este suelo que se hunde, /estas puertas que huyen, estas paredes que se borran. /Son islas encantadas en las que sólo yo puedo ser la hechicera
“Balada de los lugares olvidados”, Olga Orozco

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Sara Facio. Foto: Anne Diestro Reátegui

Digamos que estuviste algunos años trabajando el tema de las imágenes en la mente.

Claro, vos te imaginas muchas cosas cuando no tenés algo físico, palpable. Yo todavía conservo un álbum que hacía con hojas de cuadernos sueltas. Pegaba las fotos de las revistas. Ahí la conocí a Annemarie Heinrich, me acuerdo que su firma me gustaba mucho. Y todas las tapas de las revistas y los interiores, de ahí sacaba las fotos que me gustaban -los galanes y actrices de esa época–. Ahora les voy a contar una anécdota. Un día vino -¿ustedes saben que yo vivía con María Elena Walsh, no?- vino Leonor Benedetto que vivía en España, casada con un actor ¿cómo se llama?

El flaquito…

¡Me acordé!, José Sacristán… ¿quién es la vieja acá, eh? Leonor vivía con él que era famosísimo en ese momento, porque había hecho una película, “Solos en la madrugada”, que había tenido un éxito fabuloso. Entonces, hablando del franquismo, él dijo que, de contrabando total, miraba las revistas para ver a los artistas. Y yo le dije: yo tengo un álbum de esa época. Él no lo podía creer. Entonces le dije ¿querés verlo? “Sí, sí”. Se lo mostré: Y, claro, estaban Gregory Peck, Hedy Lamarr, todo lo que él conocía de España. Y lloraba. Se puso a llorar. ¿Te das cuenta? La emoción. La fuerza de esas imágenes. No es como ahora, que estamos tan embotados de imágenes. Desde que te levantás ya estás viendo el televisor, los diarios, las revistas, salís a la calle, todo es publicidad, todo son fotos.

 

TODOS LOS FUEGOS AL JULIO

las gaviotas exhalan su graznido en el pálido extremo del día, /ella se esfuma en la terraza con su copa y un lento cigarrillo en los labios, /el viento, los rostros son ahora más tensos, desaparecen de golpe, /nadie responde, hay un orden extraño, fuera de lugar, /el viento, /la costa, la noche, zonas espléndidas y asesinas, /sólo el viento, el viento con sus garras equívocas
“El erotismo y las gaviotas”, Enrique Molina

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Del libro “Buenos Aires Buenos Aires .” Sara Facio y Alicia D´Amico


Y no hay tantas voces que sugieran como en esa época. Digamos las dos cosas se  combinan 
¿no? Hay mucha imagen y hay poca voz sugerente. Todavía queda la radio. De ahí algo se puede rescatar. Vos empezaste en Bellas Artes. Estudiabas dibujo, ¿qué aportó eso?

Creo que muchísimo, más allá de las disciplina, del estudio. Por ejemplo, tenías que tomar la hoja de un árbol caída y llegabas a Bellas Artes y tenías que dibujarla durante un mes seguido. Era el dibujo analítico, tenías que aprender a ver. Y eso me quedó. El VER, no solamente mirar sino ver y “guardar”.

Y la escritura, ¿Alguna vez escribiste?

Escribí sobre lo que me interesa, que es la fotografía pero nunca ficción. Yo debo ser -como decía María  Elena– la única persona que conozco que no escribe poesía.

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“Alejandra Pizarnik”. Sara Facio y Alicia D´Amico

Tantas voces estimulando el imaginario, pero  siempre hacia la imagen visual, no hacia lo escrito. Sin embargo, lectora sos. Vos decís que vos elegís a quién fotografías y que, en general, les sacas fotos porque te gustó la obra de ellos. ¿Qué se ve de su obra, en un retrato de Cortázar o de Pizarnik?

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“Julio Cortázar”. Sara Facio

Mi hija le prendía el cigarrillo al retrato de Cortázar cuando era chiquita.

Yo también. Hay una foto ¿no la vieron? Un fotógrafo profesional  vino a sacarme la foto para un  reportaje y quería sacarme al  lado de esta foto de Cortázar, que estaba en la calle como publicidad de la muestra de fotografía. Entonces, me dijo: ”póngase ahí, por favor, seria” Y yo dije: “ay, ¿por qué tan seria? ¿Por qué no le prendemos el cigarrillo a Julio?”

Y es muy tentador así como lo tiene apagado. 

¿Ves que le estoy prendiendo el cigarrillo?

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Sara Facio encendiendo el cigarrillo a Cortázar

 

Esa se la tengo que llevar a mi hija. Preciosa.

Sí, llévasela. Tengo varias. Si alguien quiere…

Mi hija se pasó toda la infancia prendiéndole el cigarrillo.

Fue muy divertido porque el muchacho tenía miedo. “No será una falta de respeto”. No, digo, yo soy muy irrespetuosa.

Sí. Y Cortázar era muy juguetón. Así que no creo que le hubiera disgustado.

¡Pero claro!

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Sara Facio. Foto: Diego Grispo.

 

POR EL TÚNEL DE TU ROSTRO

                        Se le posó en la cara una sonrisa pálida. /Amanecía
ya.
/ Fue ese su viaje.”
“Su viaje”, Jorge Leónidas Escudero

Yo pensaba en que vos insistís mucho en que la fotografía es presente. Lo liquidás a Barthes un par de veces en varios libros y te hacés amiga de Susan Sontag.

No. El hecho de tomar fotos para mí es como meterme en el mundo del personaje ¿no? Tratar de sacarle algo interior.

¿Y te parece que la conversación con quien vas a retratar  es importante?

No. Al contrario, a mí me distrae terriblemente. Si alguien necesita conversar con el futuro retratado previamente es porque no lo conoce. Yo. cuando iba a sacar fotos a esos personajes, me los sabía de memoria. Había leído todo. Por eso, a mí me gustaba mucho la sociedad que tenía con Alicia D’Amico, porque a ella sí le gustaba hablar. Hablaba muchísimo.

Mientras vos sacabas fotos.

Yo aprovechaba. Pero ya era como un estilo, porque nos complementábamos. Yo, a lo mejor ya había sacado dos rollos y ella, por ahí, no había terminado ni uno.

Seguía conversando.

Sobre todo, si eran intelectuales. Por ejemplo, de Girri, Alicia no tiene ni una foto. Por supuesto, las firmábamos las dos. Era una sociedad muy perfecta la nuestra. Buscábamos la mejor, sin importar si era de una o de otra porque las firmábamos juntas.

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Sara Facio. Foto: Anne Diestro

¿Cuál es la mejor foto? Más allá de lo técnico.

Para mí, la mejor foto –hablando de retratos– es la que te da al personaje como es. Vos fijate en la foto de Cortázar. Empezó por gustarme a mí, que la saqué y se la mandé. No había internet en esa época, se enviaba por barco o por avión y la recibía un mes después. Le mandábamos varias, numerábamos todos los negativos. Entonces, por ejemplo, él decía, ah, me gusta la número 55. En este caso, a él y a mí nos gustó la misma. Por otro lado, en el estudio, teníamos la costumbre de poner las últimas fotos que hacíamos, para ver la reacción de la gente que venía, ver si las miraba o no las miraba. Y también era otra forma de saber si atraía o no la foto. Eso me pasó también en la foto galería del San Martín.

 

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Sara Facio. Foto: Diego Grispo


LA DESOCULTANTE

                                               “hasta que toma rumbo hacia el lejano velo que nos oculta el mundo donde cada tú es una rama de la que cuelgo
como una hoja suspendida y silente”

“En alta mar”, Paul Celan


Quiero rescatar esto que dijiste de dibujar una hoja durante un  mes. Esa cosa tan meticulosa de trabajar siempre sobre lo mismo. ¿Cómo pasás de eso al instante de una fotografía?

Y, porque aprendés a mirar rápido y a mirar profundamente. Hoy en día, vamos caminando por la calle con alguna amiga y yo le digo: ¡cuidado! Y ella “¿de qué?” Porque atrás viene uno corriendo. Yo ya tengo un gran angular. Veo a quien viene, lo percibo.

Es tu modo de lectura del mundo. Estar mirando fotos. Vos ves fotos.

Todo el tiempo.

Aunque no tengas una cámara.

Y sí. Ahora no saco fotos y esto que les conté, con mi amiga, me pasó hace dos días.

¿La mejor foto quizá sería el instante decisivo?

Si te gusta ese tipo de fotos. Entonces hay siempre que hablar por uno. No querer tener la razón de que es así porque a vos te gusta. Eso es lo que tiene que hacer un buen curador o un buen director de un lugar, de una foto galería o de lo que sea. Porque no se trata de que la verdad es lo que a vos te gusta. A mí no me gustan las fotos armadas, pero si es una foto buena no puedo dejar de reconocerla.

Marcos López, por ejemplo.

Claro, por supuesto.

María Elena decía que “una buena foto es la que nos revela un secreto que no podemos aprehender por otro medio. Una verdad revelada.” ¿Cómo te llevás vos con esto del misterio?
¿Qué es para vos esa verdad revelada, ese misterio?

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Sara Facio. Foto: Diego Grispo.

Es como decía una profesora mía de filosofía: es cuando se llega a tener un contacto con el ser.
¿Cómo definís el ser? 

Yo, como la poesía.

Y bueno, ahí está. La poesía a vos te emociona. Y hay otra persona que ni se da cuenta que eso es poesía.

Mejor diría, lo poético.

Sí, el ser es lo más interior, lo más auténtico, lo más verdadero.

Pero que se ve en lo más exterior.

Y si pero hay que sacarlo.

 

QUE SE VENGAN LA COCA Y LA RINALDI

                                                                              Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave/ ya se han oscurecido los
que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz”

“El amenazado”, Jorge Luis Borges

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Del libro “Pablo Neruda en Isla Negra”. Sara Facio y Alicia D´Amico

Vuelvo un poco a lo que conversábamos sobre la presencia de la palabra. Cuando se arman los libros de fotos, muchas veces las fotos están acompañadas con texto. Ahí se ofrece, entonces, una lectura texto-imagen ¿En qué se potencian? ¿Vos leés los libros cuando terminan armados así combinados?

Mira es muy difícil esa pregunta porque hay muchos tipos de escritura que acompañan a la foto. Ahora, por ejemplo, se usa el tipo académico. Los que vienen de la academia, de la universidad y entonces hablan un idioma que conocen ellos solos, vos te quedás afuera. Ves  una exposición, por ejemplo esta que hay ahora de “Sublevaciones” en el MUNTREF y es una mezcla de fotografía que no sabés qué quiere decir. Y a lo mejor no son fotos que a vos te interesan. Y yo, personalmente, digo que hay fotos que son malas. Pero ni las ven. Lo que pasa es que como no saben de fotografía, no saben si una fotografía es una reproducción, si es un original, están de moda los vintage y no saben qué es un vintage. Es terrible.

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Del libro “Humanario”. Sara Facio y AliciaD´Amico.

 

Pero en muchos de tus libros los textos son de los propios autores.

Sí, pero los propios autores pueden inspirarse en una imagen y decir algo que no tiene nada que ver con lo que vos quisiste hacer como fotógrafa. Pero si yo llamo a un escritor para que escriba un texto sobre mis fotos, acepto que diga lo que se le dé la gana, aunque no me guste. Como mucho le puedo decir, ¿no lo podés acortar? Pero jamás lo voy a discutir.

Igual, ¿no es interesante cuando la foto para vos iba para un lado y el texto va para otro? ¿No genera algo inesperado? Afín o no afín, ¿no se genera un vínculo  potente entre la palabra y la imagen?

Sí, por supuesto. Pero yo tuve una discusión –no hace mucho– con unos de los últimos libros que hice, de los desnudos de Annemarie Heinrich. A sus herederos no les gustó un texto que hizo una persona –que para mí es una gran escritora, María Moreno– porque, al hablar de desnudos, mencionó a Isabel Sarli. Entonces se ofendieron. Mirá, yo no me voy a  ofender porque, en un libro de Alicia y mío que se llamaba “Humanario”, que era un estudio sobre la locura, Cortázar habla sobre Susana Rinaldi. ¿Qué tiene que ver Susana Rinaldi? Pero si él lo lleva y lo introduce en un texto, yo lo tengo que respetar porque es un escritor que tiene su mundo, su manera de mirar. Aunque no tenga nada que ver –que sí tiene que ver– siempre tiene algo que ver. Pero vos tenés que mínimamente respetar a una persona, es tu colaborador, aunque diga que lo que está viendo no le gusta, se lo tenés que respetar.

Del libro "Humanario". Sara Facio y Alicia D´Amico.
Del libro “Humanario”. Sara Facio y Alicia D´Amico.

 

LA MIRADA A TRÁVES                    

Que tu mirada vaya/dejando de separar/impresiones sensibles, afectivas,
de las meras formas, /  y resbale, no coherente, /a despojar de relieve lo que encuentre

“Que tu mirada vaya”; Alberto Girri

Cuando, en  un momento, te preguntan por qué no sacás más paisajes, vos decís que no te salen  bien, que pocas veces el paisaje representa lo que vos querías. Digo, y si no representa lo que vos querías ¿igual no puede ser una buena foto?

 ¡Sí! Pero hoy día, cualquier persona puede sacar una buena foto. Cualquiera, aunque no tenga la menor idea de qué es la fotografía. Cuando yo empecé, la fotografía se evaluaba más que por el contenido, por la calidad. En el fotoclub Buenos Aires a mí me rechazaron fotos porque no estaban bien abrillantadas -fotos que eran buenísimas-; o porque tenía doblada una esquinita o porque tenía una rayita acá y no estaba retocada. No miraron la foto, miraron la calidad. Pero me parece bien, porque vos ibas a aprender ahí. Ahí aprendiste con dolor porque dejaste de tener un premio, una copa, una medalla.

¿Y se podía hacer otra mejor, técnicamente, a partir del mismo negativo?

Sí, después que sufrís, vas y lo aprendés a retocar, lo aprendés a abrillantar. Si la foto estaba un poco mal guillotinada o un poco torcida, ya te la bajaban.

Bueno, para mejorar lo técnico se puede rehacer en otra copia pero, ¿lo otro?

Pero ahí está. A eso iba. Hoy cualquier persona te saca una foto así desenfocada, torcida, cuadrada que tiene que ser redonda y te lo arregla en el Photoshop y te hace una foto que, técnicamente, está muy bien. No podés decir nada porque está bien pero ¿qué te dice esa foto? Más que nunca se necesita que el fotógrafo tenga una personalidad, algo que decir. No sólo estilo. Vos, por ejemplo, nombraste recién a Marcos López, él tiene un estilo. Vos siempre reconoces una foto de él por su estilo. Pero además del estilo, está el contenido.

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Del libro “Buenos Aires Buenos Aires”. Sara Facio y Alicia D´Amico

 

No hay misterio. Falta esto que decía María Elena: ese misterio, esa cosa revelada.

Claro, emotiva, algo que te llegue, que te conmueva, que te divierta, que no te sea indiferente. Pasás así, como si estuvieras en una galería de arte que no te interesa y caminás.

¿Y cómo se ve, cómo se puede enseñar a leer dónde está y dónde no está eso?  

Ese es el secreto y el misterio del arte. Todo el mundo puede tocar el piano, pero Marta Argerich hay una. Y todo el mundo puede pintar, pero Leonardo Da Vinci pintaba mejor. Y hay un consenso general. No es porque me guste  a mí. Hay un consenso general de la más rancia sabiduría hasta lo mejor, de un tipo que pasa por la calle, que se queda así mirando una foto, hasta la academia

Las que no somos especialistas en leer fotos, vamos a mirar fotos y yo te pido alguna pista ¿Cómo leerlas para saber cuál es buena?

Hace un taller porque yo no doy clase, nunca di clase. 

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Sara Facio. Foto: Diego Grispo.

 

¿Pero hay algún criterio?

Se puede guiar pero siempre es un matrimonio, querida. Vos enseñás, pero si no reciben no pasa nada.

Uno aparte aprende a ver. Pero, tu lectura, tu aprendizaje ¿en qué se basó?

Bueno, saber mirar y saber VER pero, además de eso, hay mucha gente que sabe mirar y sabe ver. Vos ves paisajistas –hablando de paisaje– que son perfectos. Anselm Adams o, acá mismo, hay dos o tres paisajistas buenísimos que son fotos perfectas pero –como a mí me dijo hace poco un curador muy importante–: bueno, sí es una foto muy perfecta pero la sacó la cámara.

Estaba pensando sobre la proximidad, ¿con los paisajes necesitás más distancia?

No, no es cuestión de distancia. Cuando al paisaje lo saca alguien que tiene algo que decir es muy importante. Yo me siento impotente al paisaje. Yo voy a las Cataratas del Iguazú y ¿qué voy a sacar eso? No es solo visión, es también el ruido, lo que se ve, lo que se huele. Son muchas cosas que tiene un paisaje. Yo le tengo mucho respeto al paisaje.

 

TRAZOS REBELDES

                                                               ¡El dorso de estas Manos es la plaza que todo Rebelde ha besado!”
Las manos de Jeanne Marie”, Arthur Rimbaud

Hay muchas fotos tuyas donde las personas que están retratadas están mirando una escena que no se encuentra en la foto. Es como si esas fotos sugirieran cierta narratividad: uno empieza a decir “deben estar mirando algo” y nos pareció curioso que la foto que corresponde al instante genera como narraciones, que corresponden a la sucesión.

En mi caso, en mis fotos se da porque a mí no me gusta guiarlo al modelo. No me gusta decirle mirá para acá, bajá la cabeza o tocarlo (eso me lo enseñó Annemarie). Jamás tocar un modelo. Menos  a un niño. Mucho menos. No tocarlo. Pero más allá del toqueteo, es el hecho de dejarlo en libertad aunque sea aburrido, aunque diga: ¿y esta qué está esperando para sacarme fotos? Por ahí en ese momento se distrae y vos lo pescás.

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“Buenos Aires Buenos Aires”. Sara Facio y Alicia D´Amico.

 

Y a su vez pensaba que esas escenas que en tus fotos no se ven funcionan para nosotros como para vos las voces del radio teatro, estimulan el imaginario, hay partes que no están, están sugeridas y hay que construirlas. Otra cosa que nos llamó mucho la atención son estas fotos intervenidas con color.

Estas fotos nacieron por mi rebeldía. Porque realmente era un momento, en los años´89/´90 –por ahí– que  todos los fotógrafos buscaban la perfección técnica. Tenían que ser todas fotos cuadradas, inmaculadas. Y yo dije, ¿por qué no se dejan de hacer tanta foto buena? Ya sabemos que saben sacar fotos, que son buenos fotógrafos. Hagan como hizo ese pintor norteamericano, hagan una fotocopia y háganle algo a la fotocopia.

¿A Andy Warhol te referís?

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Sara Facio. Foto: Diego Grispo

Sí. Me decían: “¿vas a arruinar un retrato?” Y, si lo arruino hago otra copia, para eso es fotografía. La copia única es para los galeristas, para los que están vendiendo, una cosa del mercado. La foto es buena porque se pueden hacer millones de copias y eso fue el invento de la fotografía. Una persona tenía un niño y le quería sacar una foto para regalarle a la tía, a la abuela, a la madrina, a la señora de al lado. No para hacer como un rey, una cosa única que solamente lo tenía en la casa. Eso fue lo que trajo la foto, esa democracia…

La reproductibilidad.

Claro. Entonces, yo tomo esta foto y la dibujo. Mira, qué lindo hacerle los ojos celestes. Y bueno, con eso hice una exposición en lo de Andy Goldstein, en el ´91. Y me criticaron a muerte. Me perdieron el respeto.

Y a vos te gustó.

Claro. Y de ahí salieron ellos: Marcos López hace todas esas cosas y muchos otros.

¿Y estas otras intervenciones?

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“Jeanne Moreau”. Sara Facio.

 

Estas intervenciones no son mías. Vino una artista plástica, una chica muy joven, muy simpática, muy audaz y trajo una serie de fotocopias grandes de mis fotos, todas pintadas Y me dijo: “si a usted no le molesta, yo quería decirle si me permite que intervenga sus fotos”. Y le dije, “yo te doy las fotos, intervení, no intervengas, son lo que son. Entonces ella dijo: “¿y si me equivoco?” “Y yo hago otra copia” “¿usted me haría una copia?” Y se las di. Diez hicimos. Después nos quedamos cinco y cinco cada una.  Y a mí la que más me gusta es la de la actriz Jeanne Moreau, que se murió hace poco.  

 

¿Esta cosa lúdica la compartías mucho con María Elena, no? Esta cosa lúdica, de jugar.

Aquella (señalando a la pared) es María Elena, esa foto está intervenida con marcadores, la puse en la tapa del libro y me dijeron ¿la vas a dejar así? Sí, es como si un chico estuviera jugando con la foto.

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“María Elena Walsh”. Sara Facio

 

¿La infancia también era una preocupación que compartían?

A mí me gustan los niños desde que nacen hasta los cinco años, nada más. Los adolescentes son imbancables. A veces me preguntan si soy amiga de la hija de tal amiga mía y yo digo que no, porque siempre me vienen a hablar para que les cambie a la madre.

 

AL COMPÁS DE UNA FOTO

                                               Y esta vez al latir/Te veo fuego/Quemando relojes atrasados/por siempre/Como una hoja que se bancó el diluvio/
Un capeleti que se bancó el diluvio”
“Ventiscas de marzo”, Luis Alberto Spinetta  

Había unas imágenes de niños muy impresionantes. Fotos llenas de historias. ¿Una foto así no es algo muy cercano a escribir poesía?

Sí. Hay una con la que se hizo una estampilla de correo… Y puede ser que sea como poesía, no sé…

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“Cielo y tierra. Fotografía.” Sara Facio

 

¿Se puede decir que una foto tiene un ritmo, por ejemplo?

Sí. El ritmo de la foto es muy importante. Va más allá de la composición. La foto se mueve, tiene alma. Una foto que late…

Y también tiene una medida, una métrica, una cadencia, produce silencios y a la vez es musical.

Sí. Cuando la foto está lograda es como cualquier otro arte. Vos tomás una composición clásica de Velázquez y tiene un ritmo, una música que te acompaña.

En ese sentido es, por lo menos, prima hermana de la poesía.

 Y, sí… Ni hablar. María Elena hizo lo suyo maravillosamente para cautivar a los chicos. Chicos que están en brazos, que no hablan, escuchan la voz y la cadencia de María Elena y empiezan a moverse… Eso es fantástico.

En todo lo que nos contás están las voces como algo importante.

Sí. Creo que en eso se parecen todas las manifestaciones artísticas: la pintura, la música, la fotografía.

 

FOTOS CON-TACTO

En cada aposento/el mundo tiembla, /la vida engendra algo/que asciende hacia los techos.”
“Noche”, Antonin Artaud

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“Buenos Aires Buenos Aires”. Sara Facio y Alicia D´Amico

 

En tus fotos hay mucha escena urbana y también un tratamiento de los objetos que sugieren una profesión: esa pila de diarios, por ejemplo, y el diariero no está. No está la persona pero se la ve.

A mí me gusta mucho la ciudad y su gente. Mi médico me dice que, porque trabajo mucho me sube la presión, que me vaya a una playa. Pero si me voy a la playa me muero de un infarto, ¡de aburrimiento! A mí me gusta estar acá con mis libros y mis fotos.

¿Extrañás sacar fotos?

No, porque estoy todo el tiempo mirando y hablando con colegas sobre fotografía, sobre lo que hacen o lo que quieren hacer. No me dan ganas de hacer fotos. Además, estamos en un momento de cambio muy fuerte en lo tecnológico y en lo íntimo también. Habría que ver qué vale la pena tomar. Así como antes me fascinaba la gente, sacar fotos de escritores, artistas, gente como uno, digamos. Se lo dije a una amiga mía hace poco y me respondió: “¡Ah, claro! Gente como vos: Borges, Cortázar…” Pero no va por ahí. Gente como yo en otro sentido…

Como cuando sacaste las fotos de los internos en los manicomios…

Humanario
Fotografía del libro “Humanario”. Sara Facio y Alicia´Amico

Bueno, eso fue un trabajo que nos conmovió terriblemente, porque ni Alicia ni yo habíamos ido nunca a un lugar así. Eso no salía en las revistas ni en la televisión. No existía, estaba abajo de la alfombra. Tratamos de establecer un contacto de igual a igual. Recuerdo que una mujer me pidió que le sacara una foto porque ella quería ser actriz. “Cómo no” le dije. “¿Qué haría como actriz?” Y ella buscó una pose y esa es la foto. Otro tipo que vimos en la cocina y que está con un cuchillo en la foto nos dijo “A mí siempre me gustó ser cocinero”. Estábamos en contacto. No era que queríamos hacer fotos en posiciones que dieran lástima o algo así. Los sacamos como gente, como personas en un mal momento, personas que estaban buscando algo.

 

NINGÚN MAL NECESARIO

La verdadera cara de los ángeles
es que hay napalm y hay niebla y hay tortura. /La cara verdadera es el zapato entre la mierda, el lunes de mañana, el diario. /La verdadera cara
cuelga de perchas y liquidación de saldos, /de los ángeles/la cara verdadera/es un álbum que cuesta treinta francos/y está lleno de caras (las verdaderas caras de los ángeles)”
 Álbum con fotos”, de “Último round”, Julio Cortázar.

Este número de la revista tiene como tema la ultraviolencia. ¿Qué es ultraviolento para vos?

Buenso Aires Buenos Aires. Sara Facio
“Buenso Aires Buenos Aires.” Sara Facio y Alicia D´Amico

 

Las violencias sutiles son peores que un balazo. Como mujer, te diría que todo el tiempo estás sometida a violencias, desde que subís a un taxi y el taxista empieza a darte cátedra sobre cualquier cosa. Parecen todos doctorados. O cuando te abren la puerta y vos les decís “Gracias” y te tiran la puerta encima. Todo tipo de violencias así…

¿Y en tu camino como fotógrafa? 

Yo me defendí toda la vida no dándole importancia. En muchos casos, me odiaron por eso. Gente que me ha atacado muchísimo. Cuando dirigía la foto galería, las agresiones eran terribles, y eso que no existían las redes como hoy.

Fuera de lo partidario, tu vida profesional parece haber sido tremendamente política. 

Eso es lo que dice toda la gente cuando yo digo que no hago política. Y es lo que a mí me interesa. Mi papá era peronista y mi mamá radical. Yo leía La Vanguardia, que era socialista. Mi mamá mucho no me contradecía porque ella, como buena mujer, estaba enamorada de un socialista, Alfredo Palacios, que defendía a los trabajadores, la jornada de  ocho horas y demás. Todo lo que después tomó el peronismo como obra con orientación social era, en esa época, reivindicación del socialismo. En la cuestión social yo siempre fui, como se dice ahora, muy de izquierda. Pero de ahí a la violencia… Ahí me aparto. Pero ser de izquierda implica ver el ocultamiento, el no querer ver que hay gente que sufre o considerarlo un mal necesario. Y el mal necesario no existe, es la peor violencia.

Sara Facio con el Anartista

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