Reflexiones acerca de la miseria: sobre los niños y el abuso.
Por Cecilia Angriman

 

OSCURIDADES DIURNAS

Escuela de pueblo, la mía. Allí circulan un poco más de cien niños que saludan todas las mañanas a la bandera, a las señoritas y entran a clases, en ritual ininterrumpido. Muchos guardapolvos blancos esconden la atrocidad de vivir en el abuso. Según las estadísticas descargaoficiales, son demasiados. Para dimensionar estas son algunas de las cifras: el 53% de los abusos ocurren en el hogar de la víctima, el 47% de las víctimas tienen entre 6 y 12 años, el 28% tienen entre 0 y 6 años, en el 75% de los casos el agresor es un familiar, en el 89% de los casos los agresores son varones. Estos porcentajes son sacados desde los llamados realizados 0800 22221717 del programa: “Las víctimas contra la violencia”. Sumemos a esto “las cifras negras”, que menciona Carlos Rosansky en su libro: Abuso sexual infantil, refiere a esos casos que se ocultan por vergüenza y culpa, porque los abusadores generan tanto daño que, en la mayoría de los casos, no son denunciados.

Las clases de educación sexual integral, la mirada lúcida de maestras, la de los equipos de orientación escolar no alcanzan ni siquiera a diagnosticar todo el tormento que pueden sufrir los niños. Si contáramos, en este saludo matinal, más de la mitad de ellos sufrieron, sufren o sufrirán abuso sexual.  surreal-2290472_640 (1)

Las caras se acomodan a los gestos y la alegría se opaca de a poco, como los días nublados. En un momento, el gris se apodera de la escena y ahí empiezan las funciones de terror.

ESCUELA DE AULAS HABITAR

Lugar privilegiado, en la escuela las verdades aparecen como coladas, dan siempre ese aire de reinas, de no importar nada, caminan sueltas y buscan muchas veces ser miradas. Tal vez gusten de las aulas, una contigua a la otra, de las puertas en espera de ser abiertas.  En suma, no sé por qué pero en la escuela muchas verdades se vuelven tangibles, los insomnios se hacen acciones y los planes se llevan adelante. comic-abuso-sexual-infantil-L-2LQniS-175x130

Dar clases es hoy todo un desafío mutante, siempre una nueva apuesta en un nuevo presente. La demanda sobrellevada por docentes dentro de una escuela es enorme, los padres reclaman cuidados que desde la familia, en muchos casos, no son brindados, los modos  de vincularse dentro de una escuela es parecido a un estómago durante el recorrido en una montaña rusa, los cuestiones esenciales se ponen patas para arriba, niños golpeados, con hambre, sin mirada que den cuenta de sentirse lo más importante, padres cansados, ausentes, angustias viejas y nuevas, tanto de lo ajeno como de lo propio. Esto genera un inmenso vacío, sólo sostenido con la mirada en el cielo, los tirabuzones de la montaña provocan cambios de posición abrupta: situaciones peligrosas, gratificantes, llenas de amor, llenas de horror, ternura y mucho más, se mezclan cada día, los vaivenes son infinitos.

Eclipse.Courtest of National Geographic
Eclipse.Courtest of National Geographic

Soy docente en una escuela maravillosa de ser habitada. Te invito a conocer algo de ella. La mayoría de los alumnos parecen salvajes, seres puros, de instintos primitivos, el enojo, la furia, la irrupción de un vocabulario marcado con el dolor de los gritos, berrinches, golpes y descuidos pueden dar cuenta en parte. Por supuesto hay de lo demás, aparece tímido, las muestras de afecto vienen con la confianza ganada, en cartas creadas sobre hojas de carpeta o cuadernos en desuso, con colores brillantes y letras de amor, en regalitos de objetos inútiles para el mundo, son tesoros puestos en las manos queridas por ellos, depositan así su confianza, de eso hay mucho, que dice diferente, pero dice siempre.

ILUSTRACIÓN DEL LIBRO CLARA Y SU SOMBRA
Ilustración de Merce Serra Valls del libro: Clara y su sombra.

LOS OJOS DE LA NOCHE

Raúl tiene nueve años, sus facciones angulosas lo hacen único, su pelo lustroso de color negro brilla sin cansar. Cada mañana entra a la escuela y todos lo esperamos para mirar en sus  ojos la noche. Su vida escolar es todo un desafío. Al llegar no sabemos si sus pasos son de salida o de entrada. Tiene por costumbre escapar como una liebre. Es tan ligero, que las maestras poco entrenadas para la carrera no lo alcanzan. Su cuerpo se mueve en un tempo diferente, es pausado para mirar a la nada, su cabeza gira para no enfrentar a los ojos, sus hombros siempre están de perfil, su silla casi siempre está vacía.

images (1)Es un niño que aprende diferente, en la calle pasa casi todo el día, su mamá no puede gobernar su vida, es como un perro de la calle, todos lo conocen, el chico está en un lugar y a los dos minutos está en otro. Para acercarnos a él lo hacemos de a poco, lento, con rituales diarios, para “domesticarlo” de a poco.

 

EL CIELO EN EL TECHO

El timbre suena con fuerza matutina, las filas se forman por costumbre. Las paredes hablan con grietas y pinturas descoloridas, los árboles acompasan el tiempo con hojas sabias. Ernesto siempre llega un poco después del sonido metálico. La puerta de entrada diseña ilusiones y sorpresas, el piso acaricia en rojo y los techos están sólo por si llueve, porque en este lugar tan real como cada uno de nosotros el techo es el cielo. La mochila pesa poco, los útiles se pierden a diario, la carpeta de actividades es flaca y el guardapolvo ya tiñe el gris con lunares más oscuros. Es el cuarto año para él, y la trompa está instalada en su cara larga con flequillo comido por una tijera desafilada.

VOLADA EN BRODERIE

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Ilustración de Merce Serra Valls del libro: Clara y sus sombra.

Con otro paso avanza media cabeza pelada, sin aros y mucha femineidad. A los ocho, busca siempre el conflicto. Su uniforme blanco tiene volados o festón de broderie, los guardapolvos son de segunda mano, pero ella no sabe de esas cosas. Las palabras dan hachazos de desesperación, su cuerpo delgado se retuerce ante el enojo. Elena nunca tiene hambre, los abrazos llegan con días de confianza. Entre rabietas y patadas logra recibir algo de amor. Ella es una niña con muchos indicadores de abuso sexual.

HACER CON LO DICHO

Los días transcurren en mi escuela. Las jornadas se alargan con gritos y llantos, risas y música aflautada. Las miradas se compactan cuando a Ernesto lo mandan a la dirección por haberse portado muy mal, por haber dicho palabras hirientes a compañeros y por haber faltado el respeto a todos con insultos. Después de mucho rato de hablar con pausas sostenidas, Ernesto dice que él es así porque en su casa le pegan mucho. Su papá a su mamá, su papá a él. En su discurso la fantasía de un video juego o de una película hace de rampa para dibujar sus días y sus noches. Su mamá trabaja mucho y su papá está poco en la casa. El juego de maniobras parecidas al acto sexual cuenta lo que Ernesto no dice, del abuso no se habla, se lo actúa.

Las intervenciones desde la escuela son muchas y no sirven de demasiado o de nada. Las entrevistas, las visitas, las escuchas interminables y las palabras con acentos propuestas para la salida son sólo pasos que repiten maniobras de rescate donde parece que nadie es rescatado.

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AYUDA EN CAMINO SINUOSO

Cada tarde, al llegar a la casa donde vive, Raúl no quiere tomar la merienda, porque no siente un hogar. Quiere una mamá o un papá, o ambos. Pero de esos que no pegan, de los que no toman tanto alcohol. Él es alguien con ojos profundos a la espera de una mamá que lo defienda de todo. Por estas razones y por otras Raúl vive en un hogar de tránsito. Parece ser la ayuda cuando las medidas de abrigo intentan cubrir las faltas en los niños. Pero,  ¿podemos suplir los abrazos de amor puro?, ¿podemos inventar un amor artificial? en teoría pensamos que sí, un lugar preparado para estos casos debería ser un lugar pensado y vivido a la altura de las circunstancias, el potencial es intentar pensar en dar crédito a lo quimérico.

Raúl enfrenta la realidad de la no familia cada día, se levanta sin mamá, duerme con un niño que no quiere, que pelea sin ser hermano, dónde la contención llega poco. El tiempo sigue su carrera mortal hacia adelante, los días pasan, las noches dan miedo, el día llega para él sin ganas.

EL ESTADO DE LOS NIÑOS

Puedo seguir contando casos de niños con indicadores de abuso, en esta escuela, pequeña, abatida por el dolor de pensar en Raúl, Elena, Ernesto, Luis, María, Lourdes, Yonatan, se multiplican, son demasiados, los nombres parecen no alcanzar para nombrar. Pero cómo podría yo advertir que existen otros, excesiva cantidad de niños sufrientes, amenazados, escindidos entre sus deseos de niños y las perversiones de adultos en mal estado, cuando los indicios mismos se esconden en sus rostros y actitudes.images (2)

Cuando pensamos en algo en mal estado, nos referimos al estado de la materia, algo podrido es la primera imagen que nos viene a la mente. Y, si cambiamos el foco de la mirada, podemos pensar en un mal Estado, cuando la justicia habilita atajos que dejan en el vacío a la niñez. Sin un Estado eficiente en la protección, la promesa de un futuro mejor no resiste las innumerables causas escondidas entre las arrugas de las víctimas.

En definitiva el abuso hacia los niños envuelve la escena en un tono único, gris de tinieblas, en un gris duradero, donde lo miserable se vuelve cotidiano. El tono casi de luto inunda la realidad de la infancia y decimos como sociedad hacernos cargo de esta problemática,  pero no alcanza. En la mayoría de los casos de niños abusados, sospechamos, identificamos indicadores, actuamos como podemos, pero no es suficiente. Los niños siguen en ese padecer diario, son demasiados.

Esta miseria de la sociedad, vista desde una escuela, entonces aparece como un eclipse gris intenso, sin distinguir el blanco y tampoco el negro, la luz se opaca en maniobras extrañas, los matices hablan de la realidad.

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