EL DESBORDE DEL POZO

EL DESBORDE DEL POZO 

El lecturista: Análisis del poema “Ejercicio para un nuevo tiempo” de Tilo Wenner.

 

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                         EL DESBORDE DEL POZO

Por Mariano Botto

En el poema “Ejercicio para marcar un nuevo tiempo” tres columnas de sentido se entrelazan: El pozo, el cuerpo y la desmesura. Una a una se presentan en la primera parte, para fusionarse en el medio y volver a dividirse hacia el final, pero ya transformadas.

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Este poema  cierra círculos concéntricos hasta volverse un punto negro y resalta el único valor del hombre: Su sudor. Una potencialidad que no es gratuita, pero sí posible. Tal vez el ejercicio  para crear un tiempo nuevo deba pasar por el esfuerzo, la traspiración del ser.

Un pozo se cierra sobre sí. De él, sólo se puede salir hacia arriba. Ni siquiera da la posibilidad de una única fuga, como de un laberinto.

El vértigo como una echarpe de angora recogida
y plegada en torno de los hombros
sin contrario sin mejor


El vértigo, como una embriaguez,  amenaza inmovilizarnos o ahorcarnos. Sentados, y en fondo del pozo, sólo nos protegemos con el vade retro místico. Una imploración a un dios ausente, inventado por los hombres en función de la oscuridad humana y no de lo divino

En cruz de fuego las falanges

IMAGEN 2 (1)Ruben Cukier

 

Pero, en el ejercicio del tiempo nuevo, debajo de nuestros hombros (esos que nos protegen de nuestras ataduras el círculo del pozo y de las cadenas), está la salvación: nuestro sudor, el espíritu valiente del hombre esforzado, aun si para eso debe llevar consigo la oscuridad. Ahí está la clave.

La clave de todas las cosas en el punto negro que derrama
el agua de las axilas

Ese sudor,  contrario a estar sentado en el fondo del pozo,  es la llave de todas las puertas

 

Es el pozo de los esqueletos de la arcilla con fiebre.
La máscara azul de la sangre monta su castillo
contra la vastitud del paisaje.

La tierra está enferma; el pozo, repleto de muertos. Y allí ocurre nuestra muerte en vida enmascarada con la soberbia de sentirnos príncipes, reyes, hombres únicos entre otros que nos desmienten. 

 

Estamos rodeados y damos vueltas alrededor del pozo o esperamos sentados.

La ausencia en el interior de nuestras cadenas
raras y curvas
Ausentes y sentados descontamos la ausencia de la
ausente caliente y amorosa por la noche curva
y ausente

 

No podemos ser parte del ciclo natural. Tenemos en nuestro ombligo otro tipo de pozo profundo, otro punto negro virtuoso, la raíz verde de nuestra naturaleza. Y es duro tender un puente para  ejercerla y elevarse a las alturas no transitadas.

Es dura la tarea de tender un puente entre la ausencia
y nuestras caderas raras y curvas
“Sirven todas las curvas que conducen
a los cielos más raros”

Cada vez nos afianzamos  más a nuestra silla, a nuestro fondo. Y sobrevivimos gracias a las máscaras a las que recurrimos con facilidad.

Afirmados fuertemente a la base del pozo
Ágilmente saltamos en la boca de la máscara azul

IMAGEN 3 (2)Xul Solar

 

En este poema, “la boca roja”, “el ombligo verde”, “las máscaras azules” y los colores de  la arcilla y el el cielo se anulan ante el negro del pozo. Tampoco la salida está en lo colorido, sino a través de nuestras propias oscuridades. El fondo del pozo donde estamos sentados carece de color y, al mismo tiempo, como “un pan bajo el brazo,” en la axila llevamos esa oscuridad en nuestro interior como posibilidad vital.

 

Biografía 

Entre la oscuridad de una fosa común, brilló una llavecita con la que se pudieron identificar los restos quemados de Tilo Wenner. Atravesada en su garganta, hasta allí había llegado en el año 1976, cuando la dictadura militar quiso borrarlo junto a una enorme lista de poetas, incluidos entre la tristemente célebre lista de treinta mil desaparecidos. Además de una docena de publicaciones (Diez entre 1957 y 1964; algunos originales quemados por un coronel) fue editor, redactor, vendedor de diarios en la ruta y ascensorista. Con la ayuda de sus hermanos viajó por Bolivia, Chile, Perú y Francia.

A los nueve años se fracturó la muñeca. El viaje en tren, entre  su pueblo y un hospital, le produjo gangrena, por lo que perdió el brazo izquierdo hasta la altura del hombro.

Hijo de una empleada doméstica y un vendedor de verdura, Tilo Wenner nació  en un hogar entrerriano donde ya correteaban cinco hermanos más grandes y cinco hermanos más chicos. Fue el 3 de febrero de 1931.

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