Viaje alrededor de un punto: Sobre la perplejidad

Por Mario Ricca

Atlas para Viajeros Perplejos

 I.  Check in – Pasajeros bote 001 “El Anartista 2.0”

 Tiempo: sedienta tardecita de enero. Lugar: living de la casa de Gaby Stoppelman, allí donde Flores se abre en Floresta. Evento: primer cónclave del equipo de “El Anartista – Generación 2.0”. Atmósfera: excitación contenida, nervios, treintitantos presentes intentan el juego de juntar caras desconocidas con nombres y textos, conocidos solo a través de facebook y el e-mail. Expectativas con mate, recuerdos con factura, descubrimientos con gaseosa.

De repente, ¡TIC TIC TIC! (ruido de batuta).

Todas las miradas a la cabecera. Gaby, directora y alma Mater del proyecto:

-Gracias a todos por venir, en pleno enero, con este calor.

Gaby es la única que conoce a la mayoría por su cara y a todos, por su “voz escrita”: los textos.

-Sin embargo, la idea es que “El Anartista” sea para nosotros un espacio de gratificación, del placer de escribir. La mayoría no participó de la experiencia del  primer Anartista, no conocieron los sinsabores de hacer una revista de papel. Dichosos de ustedes: en esta nueva época, la tecnología puede ahorrarnos muchos sacrificios. Valoren este espacio y disfruten de la posibilidad de escribir y publicar lo que escriben. Hagamos un único sacrificio,  el del esfuerzo personal por la buena escritura y el compromiso por poner el cuerpo a la función de cada uno, para que “El Anartista II” sea viable.

Semejante declaración de principios dio lugar a algunos cuchicheos.

-¡Ah! Una cosita más: para aquellos que pensaban que este trabajo es una experiencia democrática, tengo malas noticias. Para que vayan teniendo (con perdón del gerundio), ahí va la “bajada de línea Nro. 1”:

-El tema de “El Anartista” Nº1 (versión digital), será viaje alrededor de un punto”. ¿Algún problema?

Ni siquiera se escuchaban grillos que atenuaran el silencio.

-Repito: ¿Algún problema? ¿Eéééééhh?

-¡Noooooo! ¿Por qué? Está bien clarito.

Las expresiones de casi todas las caras presentes tenían algo en común: perplejidad. Eso me hizo pensar que, en realidad, si existiera una “leche materna” de los escritores, un ingrediente esencial de ese alimento temprano sería, precisamente,  la perplejidad. Con una mano en el corazón: ¿nunca se quedaron perplejos frente a la página en blanco?

Muy astuta nuestra directora, pensé. En lugar del remanido tópico de la página en blanco, para inaugurar esta nueva época de El Anartista, ella saca de la galera el viaje alrededor de un punto. Con su aura de inimputable, nos cambia el eje del tópico, pero nos deja la misma perplejidad. En fin, yo ya tengo el cuero duro; pero este grupo de chicos/as tan llenos de ilusiones me da ternura: no saben lo que les espera, ignoran que el viaje alrededor de un punto es un viaje de ida.

Cuando, al promediar la reunión, Gaby dijo que pensáramos temas con el leit motiv del “viaje alrededor de un punto”, se me ocurrió el mío (en caso de obtener el beneplácito de la directora): la perplejidad.

 

Stroubadour.wordpress.com

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Ojodigital.com “como canicas en un laberinto” 2007

 II.  De rondas y reflejos

No tenemos, para comenzar nuestro viaje alrededor de un punto, ni plano, ni pasaje, ni siquiera una brújula. Tampoco, la mínima prudencia necesaria. Entonces, daremos un primer paso con una osada afirmación:

Todo viaje desde un lugar a otro del mundo es un viaje alrededor de un punto.

(¡Ssshhhhhhhhh!,  no digas que yo te lo dije: el punto es el centro de la Tierra).

Caramba, damos un paso y ya estamos perplejos: ¿de qué nos sirve la consigna  si cualquier viaje la cumple? Para evitar esta trampa “geocéntrica”, hagamos como Galileo, una revolución: rescatemos nuestro punto de giro del centro de la Tierra y acerquémoslo a nosotros a una mínima distancia.

Por ejemplo, si lo traemos desde lo profundo hasta los lindes de un jardín, ese punto podría marcar el comienzo de un viaje por senderos que se bifurcan. La figura que se genera es la multiplicación de encrucijadas, el laberinto arborescente.

Si el punto cayera en medio de la selva, quizás el tour consistiría en recorrer una serie de ruinas circulares; si las coordenadas nos dejaran en la Creta mítica, en una de esas, exploraríamos con terror la casa de Asterión. En estos ejemplos, la imagen es la del laberinto clásico concéntrico.

(Guardemos en nuestra mochila los planos de estos laberintos; podrían sernos útiles “en algún punto” del viaje).

Si el pivote está en una cabaña en la espesura, puede que el viaje consista en ser testigos de la conjura de una pareja y su continuidad: la carrera del hombre armado hasta una casa en el claro del bosque, donde apuñalará al lector de un relato sobre amantes que planean “el” crimen en una cabaña. Aquí, la estructura reproducida por el movimiento de punto es una cinta de Möbius, donde el plano de la ficción y el de lo real son uno y el mismo.

Es posible poner el punto sobre la superficie de un plano. Si ese plano es un espejo victoriano, la viajera puede ser una niña, perpleja a causa de un conejo que observa preocupado su reloj de bolsillo, pues va muy demorado. (El tiempo, la otra dimensión del viaje, que también estrujaremos). En este caso, operaría  la figura del universo paralelo.

 

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es.wikipedia.org

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librodenotas.com

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ztfnews.wordpress.com La banda de Moebius de Adam Pekalski

III. El entusiasmo y la quietud

En realidad, no somos originales: Gilles Deleuze, dispuesto a construir un diccionario de palabras con la ayuda de Claire Parnet, eligió para el capítulo de la “V”, la palabra “viaje”. Y el filósofo irá mucho más lejos en esto de retorcer las dimensiones. Desafiará al tiempo con su “lentitud” y al espacio propondrá reemplazarlo por  “intensidades”. En sus palabras:

“Claire Parnet:

                               -¿Y tu odio a los viajes está vinculado a tu lentitud natural?

Gilles Deleuze:

                              -No, porque uno concibe viajes muy lentos. Sí; en todo caso, no tengo necesidad de moverme. Yo…todas las intensidades que tengo son inmóviles, ¿sabés?: las intensidades se distribuyen en el espacio o bien en otros sistemas, pero no necesariamente en el espacio exterior. Así que, para qué ir a buscar esas emociones, (…) si están a mi alcance, con mayor hermosura, en sistemas inmóviles, como la música o la filosofía. Con ello quiero decir que hay una geomúsica, hay una geofilosofía, son países  profundos. Y además son mis países, ¿sí?”

 

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blogs.20minutos.es Borges y su biblioteca de Babel

 

IV. Afectados y perplejos

La inventiva deleuziana nos ha dejado en el territorio de “Geofilosofía”. Aprovechamos el viaje para estrujar la trama del espacio-tiempo e ir en busca de Maimónides, (médico, rabino y teólogo judió de al-Andalus, en la Edad Media) y su “Guía de Perplejos”.

La obra estaba destinada a asistir a quien se aventuraba por los senderos del pensamiento y se hallaba, de pronto, frente una figura paradigmática: la encrucijada (Y).

Representa la condición del desconcertado, paralizado, oprimido en su ánimo por tener que optar entre dos caminos, ambos aparentemente válidos. Es el perplejo, sujeto moral que requerirá de la filosofía para la resolución del dilema. Y la perplejidad será estado de tensión entre esos dos polos, equilibrio inestable en el que no es posible permanecer, por eso debe ser abandonado.

Seguimos la exposición de Javier Muguerza, filósofo español contemporáneo, para quien el panorama de la filosofía actual ofrece dos salidas alternativas: la ética discursiva  sugiere la herramienta del consenso, y el neoaristotelismo  propone un retorno a la eticidad comunitaria. Frente a estos legados del racionalismo, existe una tercera vía, la de los posmodernos,  interesados por lo otro de la razón, (naturaleza, cuerpo, fantasía, deseo,…)

Para Muguerza, hay paralelismos entre el antiguo Maimónides y el moderno Habermas: éste también ofrece una guía para perplejos (aunque los llamará afectados). La diferencia es que el primero habla en nombre de la fe y el segundo lo hace desde la razón. Habermas confía en la idea regulativa del consenso racional, aplicado a una crítica de las instituciones vigentes. Los afectados por una norma dialogan sobre sus consecuencias y efectos, alcanzan consenso acerca de su aprobación o rechazo y, así, se sobreponen a la perplejidad.

Los neoaristotélicos  postulan un reemplazo de la ética del individuo por una supuesta eticidad comunitaria, basada en la concepción aristotélica de naturaleza humana, en la cual estaría impresa- a modo de genoma- lo que al hombre conviene como especie, su bien y su télos o finalidad. Esto evitaría a los hombre la incertidumbre moral, la perplejidad, pero con menoscabo de su independencia.

En cuanto al escepticismo posmoderno, una imagen que propone Muguerza es muy ilustrativa: ya nadie confía en los ideales de la razón ilustrada, por ejemplo, en “el progreso del conocimiento humano ha de comportar un progreso moral de la humanidad”. Después de horrores como Auschwitz o Hiroshima, es imposible ser modernos o racionalistas sin alta dosis de perplejidad. Pero esto no implica necesariamente una apuesta a lo irracional: bastará con reconocer la auténtica potencia de la razón, que es limitada, frágil.

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dantezaragoza.com Las Artes de Piranesi
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revistaafuera.com

 

V. Una razón con minúsculas

Frente a estas corrientes, Muguerza expone su propuesta: ni dogmatismo ni escepticismo: racionalismo autocrítico. Desde la perplejidad, escribe: “La perplejidad no es tan solo, como creo, un signo de los tiempos que vivimos, sino también y en cualquier tiempo, un acicate insustituible de la reflexión filosófica: el asombro que hizo pensar a los filósofos de la antigüedad (…) La perplejidad es tensión entre la ignorancia y la certeza. No es ni dogmatismo ni escepticismo, podemos decir que es el único padecimiento filosófico capaz de inmunizarnos contra ambas formas de intolerancia”.

Muguerza admite que “la ética es un círculo en expansión, de manera que todo disenso es aceptable si contribuye a la ampliación, y nunca a la reducción, de dicho círculo, mediante el reconocimiento de nuevos derechos, etc.”

Dejamos al altamente recomendable Muguerza con un ejemplo paradigmático de perplejidad: es la tensión producida al preguntarse qué es prioritario, si el consenso o el disenso. El consenso hace referencia a la universalidad; el disenso, a la autonomía de cada sujeto para decir que no. Como aclara Muguerza, “la disensión es siempre individual y nace de una decisión tomada en solitario(…) desde el interior de una conciencia disidente”.

Estas últimas reflexiones nos recuerdan al protagonista de un célebre relato breve de Melville: “Bartleby, el escribiente”.

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VI. Bartleby, el disidente

 

“No cambio las biografías de todos los demás escribientes por unos cuantos pasajes de la vida de Bartleby (…) No creo que existan materiales para una biografía completa de este hombre. Lo que es una pérdida irreparable para la literatura”.

         Son palabras casi iniciales de la historia, narrada por quien fuera su patrón y copista legal, dueño de un estudio neoyorquino. Él mismo describe, más adelante, al personaje:

“En respuesta a mi anuncio, un muchacho impasible se plantó una mañana en el vestíbulo de mi oficina (…) Todavía puedo ver esa figura: pálida y pulcra, respetable hasta inspirar compasión, con un aire irremediable de desamparo… Era Bartleby (…) Al principio, Bartleby hacía una cantidad extraordinaria de trabajo. Hacía turno doble, copiaba a la luz del día y a la luz de las velas. Y yo hubiese estado encantado de su aplicación si su laboriosidad hubiese sido alegre. Pero escribía en silencio, pálida, mecánicamente.

Más tarde, el notario relata el episodio de su “perplejidad inaugural” con Bartleby: “Fue, creo, al tercer día de su estancia conmigo (…) recurrí, de pronto, a Bartleby. Con prisa, y esperando naturalmente respuesta inmediata (…) alargué la mano derecha con la copia y le expliqué brevemente lo que quería que hiciera: revisar conmigo el papelito (…) Bartleby, con una voz singularmente suave y firme, replicó:

-Preferiría no hacerlo

Esperé sentado en completo silencio, rehaciéndome del asombro…” 

Al principio, sólo esporádicamente recurrirá Bartleby a su “fórmula”, (en palabras de Deleuze). Pero ateniéndose siempre a las normas del decoro y la buena educación, el escribiente profundizará su radical desafío a los presupuestos  del  lenguaje, esos acuerdos básicos que hacen posible la vida social y laboral.

Llegará el día en que Bartleby extenderá su preferencia negativa a toda tarea: decide no escribir más en absoluto. El tono de comedia desopilante que inspiran los primeros episodios  derivará hacia el drama, vivido por el lector a través del calvario moral  que recorre el alma del narrador. Descubrimos a un patrón de inusual sensibilidad, profundamente afectado por la fragilidad y cortesía de quien desconoce por completo su autoridad. El patrón es un auténtico perplejo, necesitado hasta la desesperación de una guía que le devuelva el sosiego.

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planetamancha.blogspot.com Bartleby el escribiente
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forumclinic.org Eric Dinyer.jpg

 

 

 

 

 

 

 

 

VII. El viaje de Bartleby

La desventura moral del notario es la contracara del sacrificio de Bartleby: la transparencia con que expone su dolor contrasta con la oscuridad que nos atrapa al intentar imaginar cómo funciona la cabeza de Bartleby. El escribiente no padece de perplejidad alguna: no vacila para preferir no, aunque tales opciones lo conduzcan a su autodestrucción.

Pero hay en el escribiente sin escritura otra condición que debe interesarnos; lo descubrimos, otra vez, en la memoria de su patrón:

“Rememoré los apacibles misterios que había notado en el hombre. Recordé que jamás hablaba, salvo para responder (…) que, durante períodos prolongados permanecía en pie, asomado a la pálida ventana de detrás del biombo y mirando el muro ciego de ladrillos (…) que nunca iba, que yo supiera, a ninguna parte; que nunca salía a pasear.”

En otra parte, la confesión de las dudas que atormentan al notario se mezclan con las imágenes de un Bartleby, cada vez más tomado por el  “prefiero no”, extendido ahora a su capacidad de movimiento:

“¿Qué hago? ¿Qué debo hacer, en conciencia, con este hombre, o más bien fantasma? Por mucho, que hagas, no se moverá. Entonces, deben tomarse medidas  extraordinarias. ¿Cuáles? Seguro no vas a hacer que la policía lo saque encadenado y confiar su palidez inocente a la cárcel. ¿Y con qué acusación ibas a hacerlo? ¿Por vagabundo? ¡Esta sí que es buena! Vagabundo, viajero, él, que se niega a moverse. Precisamente porque se niega a ser un vagabundo, intentas acusarlo de vagabundeo. Demasiado absurdo…”

Bartleby, viajero en un punto, pasajero inmóvil.

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elcuadernonegroarf.blogspot.com

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Bibl.: MELVILLE H., Bartleby, el escribiente y DELEUZE G., Bartleby o la fórmula, en Preferiría no hacerlo, PRE-TEXTOS- MUGUERZA J., Desde la perplejidad, ensayos sobre ética, razón y diálogo, FCE México 1990.- J.C. SIURANA. Perplejidad. Pag.Web.

 

 

 

 

 

                                                                                                                                                                                                                                                                

 

 

 

 

 

 

 

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