Velocidad: Entrevista “montada” a Poemas Underwood de Martín Adán- Poeta peruano (1908-1985). (*)

Por Anne Diestro Reátegui

DEL LÁPIZ A LA MEMORIA.

Barranco es un distrito particular,  en la capital de Lima. Y vive desde 1874 en Perú. Se distingue entre todos – no sólo por ser colorido, sino por llevar esencia de recuerdo, nostalgia, familia y constantes nacimientos. Barranco es ese “pedacito de cielo caído sobre la tierra”, al que mi abuelo  refiere desde que yo era una niña. Ahí vivió por algunos años Martín Adán. Lo interesante de Barranco es su memoria de poetas: Blanca Varela, José María Eguren, entre otros, se desarrollaron en este lugar, reconocido en Lima por ser “el distrito de la bohemia”.

fotos barranco

Martín Adán reconoció que uno de sus poetas peruanos favoritos era José María Eguren, a quien conoció desde adolescente, pues iba a su casa para hablar de poesía, junto a otros poetas cercanos.

Nuestro encuentro fue en la plaza San Francisco. La cita se acordó mediante una carta. Luego de tanta insistencia, recibí una frase  en letra cursiva:

En el parque, frente a la iglesia”.

Me motivó saber que podría leerlo entre líneas, entre miradas exhaustivas e interpretaciones diarias. Pero, sobre todo, preguntar para multiplicar el interrogante era el modo de eludir la certeza y no inmovilizar el pensamiento. Porque los poemas le decían “estate quieto” al vértigo cotidiano. Porque, en la aceleración concertada entre el ritmo y la ausencia, los decires susurraban a gritos una nueva manera de preguntar.

Al inicio sentí que todo pasaría casi sin un parpadeo. Aunque intuía que el asunto dependería del punto de vista, del énfasis en la interrogación y de la velocidad en las respuestas durante el recorrido del escucha.

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*Foto vía Pestana, 1959.

LO ENTRE-VISTO

Me llamó  la atención su respuesta, concisa y directa, clara y sin rodeos. Nos veríamos en la plaza San Francisco, entonces sabía qué debía llevar: una pipa o algunos cigarrillos; o mejor, algún licor amargo, como imaginé por mucho tiempo que le gustaría.

¿Siempre con terno y corbata? ¿No le disgusta vestirse tan formal?

            No hay más alegría que la de ser un hombre bien vestido. Yo no soy un gran hombre –yo soy un hombre cualquiera que no ensaya las grandes felicidades-.

Entonces, ¿no cree en su felicidad? ¿Cómo la enfrenta?

          No estoy muy convencido de mi humanidad; no quiero ser como los otros. No quiero ser feliz con permiso de la policía.

¿La policía?, ¿cree en la justicia?

 Yo amo la justicia de las mujeres sin túnica y sin divinidad.

Ambos quedamos en silencio, un minuto entre las letras, los suspiros y las pitadas de cigarrillos. Su voz se traduce entre mis ojos y la tomo como las palabras que son: las que no me cuentan. Las que cruzaron cuando mis pasos iban por un camino de Barranco. Ahora lo tengo cerca de mí y le digo:

¿Cómo ve la complicación de la locura?

El mundo no está precisamente loco, pero sí demasiado decente.

Comparte unos segundos de silencio conmigo, hilvana sus próximas frases, no le importa el tiempo, lo respiro a la brevedad. La velocidad junto a él tiene otra visión, bebo un sorbo de la botella, las letras vuelven y me dice:

Sólo sé que debo ser justo y honrado y amar a mi prójimo.

3Y amo a los mil hombres que hay en mí, que nacen y mueren a cada instante y no viven nada.

 

 

 

 

   ¿Se siente parte del mundo? 

    El mundo está demasiado feo y no hay manera de embellecerlo.
Pero yo no sé sinceramente qué es el mundo ni qué son los hombres.

¿Cómo que no sabe qué son los hombres?

¿Qué soy? ¿Qué quiero?
Soy un hombre y no quiero nada o, tal vez, sea un hombre como los toros o como los otros.
Me gusta andar por las calles algo perro, algo máquina, casi nada hombre.

 

DEL AMOR AL SUDOR

Poemas de Underwood (*) (no encontré la referencia a este asterisco, ¿está aparte o falta?) vive dentro de La Casa de Cartón. Y esta tarde lo invité para que me contara un poco sobre sus amores de inicio.

Mi quinto amor fue una muchacha sucia con quien pequé casi en la noche, casi en el mar. El recuerdo de ella huele como ella olía, a sombra de cinema, a perro mojado, a ropa interior, a repostería, a pan caliente, olores superpuestos y, en sí mismos, individualmente, casi desagradables, como las capas de las tortas, jengibre, merengue, etcétera. La suma de olores hacía de ella una verdadera tentación de seminarista. Sucia, sucia, sucia… Mi primer pecado mortal.

Vuelvo a Poemas Underwood, a  personificar con detalles y le digo:

¿Y del amor?

Límpiate los ojos de entusiasmo.
El amor está en cualquier parte, pero en ninguna de otro modo.

Nuestros pies entrecruzados están bajo una banca, frente a la casa de Eguren, quiero saber si se encuentra dentro; quizá nos pueda decir algunas cosas, quizá no.
Los nervios llegan a mis manos, me sudan y el papel guarda mis huellas.

Todo fluye a velocidad, no sé cuándo empecé, ni tampoco sé del final.
No quiero un final, este presente va rápido.
Lo sé porque el humo que sale de mi boca se disuelve casi sin tiempo. Mi boca se enjuta, nuestra mirada recorre el mismo papel.

Aspiro y sigo.

¿Qué tanta cosa tiene usted con los perros, mojados y secos?

Pasa un perrito cojo – he aquí la única compasión, la única caridad, el único amor de que soy capaz.

Su descanso en el silencio sale desde lo profundo, quiero darle tiempo, hasta que el sonido de la primera palabra vuelve -como un golpe de salón-.

Los hombres se empeñan en amarse los unos a los otros. Y, como no lo consiguen, acaban por odiarse. Porque no quieren creer que todo es irremediable.

En cambio deseo el cielo. Casi soy un hombre virtuoso, casi un místico.
Nací en la ciudad y no sé ver el campo.

Pareciera  tener algún resentimiento…

Ahora siento cólera contra los acusadores y los consoladores. Spengler es un tío asmático y Pirandello es un viejo estúpido, casi un personaje suyo.

¿Pensó alguna vez en la muerte?

La muerte es sólo un pensamiento, nada más, nada más…
Y yo quiero que sea un largo deleite con su fin, con su calidad.

Nada me basta ni siquiera la muerte; quiero medida, perfección, satisfacción, deleite.

DE POEMAS A POETAS

Luego  de algún tiempo juntos, – no sé con exactitud cuánto- decido invitar a otro poeta, hablo con un francés y, gustoso, acepta la visita. Las formas de contactarnos las obviaré en este momento, me interesa que esté presente, porque Adán y el francés tienen en su poética algo en común.

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Entonces Zona (*) de Apollinaire me interrumpe y dice:

He visto esta mañana una linda calle cuyo nombre olvidé
Nueva y limpia de sol, ella era el clarín
Los directores obreros y las bellas taquidactilógrafas
Del lunes por la mañana al sábado por la tarde cuatro veces por día pasan por allí

 

Guillaume Apollinaire (Roma, 1880- París,1918).
Herido en la cabeza al estallar la I Guerra mundial.


Ahora en las calles hay un poco de sol. 
Poemas de Underwood(*) ríe y, a la vez, comparte:

No sé quién se lo ha llevado, qué mal hombre, dejando manchas en el suelo como un animal degollado.

Vi un debate entre ambos, Zona quiere hablar y Underwood lo interrumpe. La conversación se llena de otoño.

ESA ENFERMEDAD VERGONZOSA

Escuche, Don Zona, ¿qué  resuena en sus textos de Poemas de Underwood?

Estoy enfermo de oír las palabras bienaveturadas
El amor que padezco es una enfermedad vergonzosa
Y la imagen que te posee te hace sobrevivir en el insomnio y en la angustia
Siempre está cerca de ti esa imagen que pasa

Zona guarda, todavía, algo de su poeta: la venda en la cabeza.
Poemas Underwood tiene hasta barba de inspiración, jugamos a decir palabras y a componer en una especie de triángulo. Poemas Underwood vuelve, pero despacio:

madan y apolinarie

 

 

 

 

 

 

 

El anhelo que tienen los grandes hombres de ser completamente perros. Los pequeños hombres quieren ser completamente grandes hombres, millonarios, a veces dioses.

Pero estas cosas deben decirse en voz baja – siento miedo de oírme a mí mismo.

Zona lo mira de refilón y asiente con la cabeza –todavía sangra-:

            Finalmente estás cansado de este mundo antiguo
Pastora Oh torre Eiffel el rebaño los puentes bala esta mañana

Estás harto de vivir en la antigüedad griega y romana
Aquí hasta los automóviles parecen antiguos
Solo la religión sigue siendo nueva, la religión

Poemas Underwood suelta una carcajada

¡Diógenes es un mito! – La humanización del perro
Disculpe que interrumpa tanto  entusiasmo, ¿cómo ha sido su relación con los griegos?

Los griegos, a pesar de su cultura, fueron hombres felices.
Yo no he pecado mucho, pero ya sé de esas cosas.

Zona quiere hablar, aunque Poemas Underwood lo primerea:

            Ahora puedo embarcarme en un trasatlántico. E ir pescando durante la travesía aventura como peces.
Pero ¿A dónde iría yo?
El mundo me es insuficiente.
Es demasiado grande y no puedo desmenuzarlo en pequeñas satisfacciones como yo quiero.

 

ADIÓS, SOL

Bebo largo y me armo de énfasis, nos perdemos en el tiempo. La gente pasa. Sólo parecen  estrellas muertas, que rutilan de momento a otro.

Ya está oscureciendo, Zona parece incómodo:

Tu vida que te bebes como un aguardiente
Caminas hasta Auteuil quiere ir a pie a casa
Dormir entre tus fetiches de Oceanía y de Guinea
Son Cristos de otra forma y de otra creencia
Son los Cristos inferiores de las oscuras esperanzas
Adiós
Adiós, sol
Cuello Cortado

 

Zona se levanta despacio, no dice una palabra más. Su pantalón negro, holgado y viejo, su camisa sucia. Parece tener puesta la misma ropa desde hace algún tiempo. De su bolsillo derecho, saca un cigarrillo, lo sacude para encenderlo: no tiene con qué.
Camina despacio, tomándose la espalda, sus pies entran en el kiosko del frente, su voz pide algo para encenderlo, quizá luego se pierda un poco en el tiempo o en la memoria de alguien.  Zona fuera de Zona.

ESTO NO ES UNA PIPA

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Poemas Underwood bebe el último sorbo.

La elegancia lo contiene, me gusta el humo que sale de su pipa sin pipa. La tarde está muy oscura, este color nos cayó en un parpadeo. Lo rápido que va el mundo y nosotros nos detenemos en las frases más cortas.

Me gustaría dormir esta noche junto a él, pero corta mi pensamiento con su última frase.

Ahora recuerdo perfectamente mis años inocentes.
Y todos los malos pensamientos se me borran del alma. Me siento un hombre que no ha pecado nunca.
Estoy sin pasado, con un futuro excesivo.
A casa.

Me quedo a esperar que la noche siga en caída libre. Los veo caminar la lejanía, mientras juego con las últimas gotas de la botella. Me queda la duda sobre si Eguren estaba o no en su casa. Será asunto para otra nota. Las luces se apagan, una a una. La noche me guarda – única- en la ciudad, que también se viene en caída libre desde lo alto, desde alguna Zona, entre Underwood y
el cielo.

 

BIBLIOGRAFÍA

  1. Mosca Azul Editores, Poemas Escogidos de Martín Adán. Selección de Mirko Lauer y Abelardo Oquendo.
  2. Poesía Hiperión, Alcoholes.Traducción y notas de Juan Albedeira.

 

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