El abuso: sobre el film “Matilda” (1996), de Danny De Vito,  basado en la novela del mismo nombre, de Rald Dahl.

Por Lourdes Cabrera

LA HISTORIA QUEBRADA

Desde el código  Hammurabi, desde que los humanos se hicieron gregarios, el abuso es una figura. Abuso institucional de pueblos enteros, saqueo de autodeterminación, soberanía y  territorios.
Como en el diagrama de Foucault, la biopolítica resulta una ola que atraviesa horizontalmente poblaciones e individuos. Desde lo más público a lo más privado: carga con familia, trabajo, relaciones institucionales; va desde la maternidad al jardín de infantes. Por no hablar de la escuela, donde las normalizaciones abusivas se camuflan bajo la excusa de la instrucción.
En forma simbólica y explícita, la conquista de América inicia el imaginario y la ejecución de abusos locales. La cruz se clava honda sobre los deseos y las acciones. Comienza la película.

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CUIDADO: FRÁGIL.

Ser frágil. El tesoro de los poetas. El poder de los filósofos. La coartada de los dioses. Toda presunción de fortaleza parece quebrarse frente a la mortalidad. Pero hasta la narrativa podría refutar este postulado. El final no siempre consiste en un último hecho. El final no es más que una zonita derivada del camino. El camino, entonces, se despereza de pasado, de imperativos de futuro. Y anda.

Frágil es la alucinación de inmortalidad. Dulcemente frágil, si se quiere. Poderoso, el hombre que expone su materia al tiempo. Hay estrategias, claro. Cuidar las aristas más débiles, vestirse con el cuero más firme. Sin embargo, el talón de Aquiles, se sabe, siempre fue de vidrio. Y hay algunos, casi especialistas involuntarios, que en cuanto lo detectan- apuntan, fuego.

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MATILDA, LA ARTESANA DE LA MENTE

Matilda resiste. Su mente es vidrio frágil, pero también tela maleable, versátil. Modista y artesana de su mente, la pliega al extremo de la resistencia.
Sus padres han perdido la capacidad de amar y comprender. Sus corazones solo viven para los placeres que ofrece el dinero fácil y malhabido.
La exquisita sensibilidad de Matilda la lleva por el camino de la lectura. En esos mapas textuales compara ficción y vida.
También allí  se quiebra su  cristal: dejó astillas entre libros prestadosy entre el desprecio a los maltratos de la directora de su escuela.  Mientras ella se perdía entre páginas, el aparato de TV era el rey de la casa. Instalarse frente a él,para sus padres, resultaba un ritual  sagrado, noche a noche. Ellos presumían aflojar, de ese modo, su tensionada vida de chanchullos e histerias. En verdad, no lograban más que exponer su propio vidrio ordinario a cualquier mínima tormenta.

 

CRISTAL VERSUS ACRÍLICO

La niña no cabía dentro de esa mística de vulgaridades.  Hija y resto de la familia se  repelían y despreciaban como cristal y acrílico. Matilda se miraba en el reflejo de su maestra. La maestra, por su parte, había sido obligada a varios espejos deformantes. Pero tuvo que mirarlos del lado oscuro, del lado del negro azogue: abusos y despojos habían cincelado su frágil biografía. Sin embargo, ni la maestra ni Matilda eran sólo las víctimas de sus contextos. Ellas mismas- espejos- lograron darse vuelta del lado reflectante. Y, desde entonces, para la niña, los límites entre lo real y la ficción se habían vuelto un único gran territorio. Matilda plantó bandera allí donde nadie es habitante. En el pantanoso suelo de lo desconocido y siempre renovado. La ley de este retador mundo es “no abusar”. Tocar e irse. Y saber cuándo entrar y cuándo salir. Lo desconocido no es un espacio para sujeciones ni para contratos. Su chance de perdurar depende de su carácter excepcional. Y solo los seres  que manejan la dosis de consistencia y vuelo son admitidos allí.

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ESTUPOR Y RECELO

Se sabe: no hay nada más envidiado que un don. Así como nadie genera más sospecha que quien hace, de ese don, una ofrenda. Ante sus prodigios, los compañeros de Matilda caían en ese estupor, mezcla de admiración y recelo, con que los seres muy prácticos miran a los poetas. Sus padres, en cambio, la hallaban peligrosa y fuerte en sus andanzas. Justo  ella, para quien habían soñado un futuro de docilidad, una vida mínima. No se atrevían a concebir que las dotes de la pequeña pudieran ser usadas, por la propia Matilda, en beneficio de quienes jamás la habían beneficiado  con nada: sus padres. No hay entonces distinción de intenciones. La respuesta de la familia es el daño voluntario, el resentimiento, la venganza. Hasta que todo se vuelve en contra.  La palabra de Matilda era aún más desacreditada por los padres que sus dotes. Ella los alertó: se van a venir abajo, se caen, se caen. Y, cuando sucedió, los parientes no eran más que astillas de vidrio berreta, esparcido por un piso muy duro, hasta para condolerse.

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GUARDA CON EL TALÓN DE AQUILES

Tiene mala prensa.  Es el centro de lo frágil y de lo lúcido. Ahí es donde más miedo da quedarse solo y también el sitio donde uno comprende que siempre está solo. Guarda, mucho cuidado con el cristal de ese talón.  Es el sitio donde el amor de la madre no permitió que el bello Aquiles fuera solo un hombre de batalla. Allí lourdesca4donde l humano, lo mortal, permaneció como un espacio de potencia real, no olímpica. Algunos se ponen tobillera, larga tobillera que llegue hasta el talón. Otros, talonera. Otros, gruesas medias. Y otros salen con ojotas, lo quieren fresco y libre. Si hay que quebrarse que sea de luz, que sea por el apretón de madre. Y no por un amparo fingido, por una falsa inmortalidad. Fino cristal: incluso cuando se quiebra suena mejor que el vidrio berreta.  Potente, hasta para morir. Matilda, contra todo abuso.

 

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