Por Noe Pomi.

LA PERSISTENCIA: Mujeres luchadoras

Desde la antigüedad, las mujeres debieron luchar por conquistar cada espacio.  La metamorfosis llevó siglos. Encorsetada, tapado su rostro, limitada a los quehaceres domésticos, sin acceso a la cultura, ella combatió.

La batalla se libró siempre por el derecho a pensar, a actuar, a tener visibilidad. Voz y voto, fuera de los claustros y las fronteras impuestas por el patriarcado.

El poder político, económico y religioso estuvo, por siglos, en manos de los hombres.

Cada etapa de la metamorfosis podría asemejarse a las de las mariposas, claro, con otros tiempos de liberación. El estadio de los huevos ha permanecido como tal durante siglos. Otro tanto ocurrió con las etapas de oruga, de crisálida y finalmente de adultos. En algunos casos, ellas debieron portar armas y, en otros, las armas fueron la perseverancia en los objetivos fijados. Sobre ellas cayeron todas las descalificaciones impregnadas de tradición misógina. Hasta bien entrado el siglo XIX, no existía prácticamente el concepto de infancia y las mujeres rara vez se hacían narrables a los ojos de los cronistas e historiadores.

Cuando las damas vieron aparecer su imagen en los espejos, estuvieron en condiciones de describirse. Lo demás maduró dentro de ellas. Así como se miraron por fuera, se animaron por dentro: las mujeres comenzaron a escribir sobre ellas mismas. No eran muchas las que dominaban la escritura, pero se pusieron en marcha, ya nadie las detendría. ¡Que vivan los espejos!

PRUEBAS AL CANTO

Veamos, por ejemplo qué sorpresas trae la Biblia, en el Libro de los Jueces. Allí encontramos a una mujer que administraba justicia entre los hijos de Israel. A ella nada le habían regalado. El poder que tuvo debió ganárselo solita. Se llamaba Débora (en hebreo, abeja), era profetisa y la cuarta persona que se desempeñó como juez del Israel pre monárquico (Tanaj y Antiguo testamento). Débora fue la única jueza que tuvo Israel en la Antigüedad. Su historia se cuenta dos veces en los capítulos IV y V del Libro de los Jueces. El primer relato es en prosa y narra la victoria de las fuerzas israelitas, dirigidas por el general Barak, a quien Débora mandó llamar para el caso. Pero ella misma profetizó que Barak no lograría la victoria final sobre el general cananeo, Sísara. Tal honor correspondió a Jael, la esposa de Héber, un quenita, fabricante de tiendas. Jael mató a Sísara, clavándole una estaca de la tienda en la cabeza, mientras aquél dormía.

Jueces 5:1 narra la misma historia, aunque en verso. Probablemente, fue escrita durante la segunda mitad del siglo XII E.C., poco tiempo después que hubieran sucedido los eventos que describe. De ser así, entonces este pasaje, llamado a menudo La canción de Débora, sería uno de los más antiguos de la Biblia. Y, a su vez, el ejemplo más antiguo conservado de poesía hebrea (1). No es menor señalar que este pasaje resulta uno de los pocos donde -por aquellos tiempos- las mujeres no eran construidas ni como víctima ni como villanas. Podríamos decir: se trata de los primeros personajes femeninos “verosímiles”.

Se sabe poco de la vida personal de Débora. Fue una poetisa y daba sus sentencias bajo una palmera de Efraín. Algunos aluden a ella como a la madre de Israel. Tras la victoria sobre Sísara y el ejército canaanita, hubo paz en la región durante cuarenta años.

EL CANTO, EN VIVO Y EN DIRECTO, DESDE LA BIBLIA

Débora y Barak, según el pasaje bíblico, entonaron la siguiente canción:

Bendita sea entre  las mujeres Jael, mujer de Heber ceneo; sobre las mujeres, bendita sea en la tienda. / Él pidió agua y ella le dio leche; en tazón de nobles, le presentó crema. / Su mano tendió a la estaca y  su diestra, al mazo de los trabajadores; y mató a Sísara; quitóle la cabeza, hirió y pasó sus sienes. / Cayó encorvado entre sus pies, quedó tendido; entre sus pies cayó encorvado; donde se encorvó, allí cayó muerto” (Jue 5, 24-27).

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Obra de Artemisa Lomi Gentileschi

Giaele e Sisara pintura de Artemisa Lomi Gentileschi

MUJERES DE ARMAS TOMAR

Hermanas Trung, Siglo I

 Trung Nhi y Trung Trac nacieron durante el periodo de mil años en el que Vietnam permaneció bajo el dominio del Imperio Chino, fueron testigos desde su infancia de los abusos y la mano de hierro que sufrieron sus compatriotas. Tras sufrir una tragedia personal, las mujeres se armaron y lograron derrotar a una unidad china local. Este hecho inspiró a los vietnamitas a seguir su liderazgo.

Actualmente, las hermanas son consideradas heroínas nacionales de Vietnam.

Trung Trac y Trung Nhi
Trung Trac y Trung Nhi

Boudica, siglo I

Cuando el rey de los icenos (tribu que habitó Inglaterra) murió en batalla, declaró que su reino debía ser gobernado conjuntamente por su esposa Boudica, sus hijas y por Roma. Pero los romanos pasaron por alto los deseos del rey y tomaron el control total. Azotaron a la reina y ultrajaron a las adolescentes. Indignada, Boudica lideró una revuelta contra las fuerzas de ocupación del Imperio Romano. Bajo sus órdenes, el ejército popular se hizo de varias victorias contra Roma y llegó a destruir completamente la ciudad de Camulodunum (actual Colchester). La estatua de Boudica se planta, audaz, contra el imperio Británico. Desde la piedra, vigila la ciudad que ella misma destruyó.

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Estatua de Boudica en Westminster Bridge Londres

Zenobia, Siglo III

Responsable del gobierno del Imperio de Palmira desde el año 250 hasta el 275, Septimia Bathzabbai Zainib lideró a sus ejércitos montada en un caballo y portando una armadura completa para derrotar a las legiones romanas bajo el reinado de Quintilo. Su victoria fue tan decisiva que sus enemigos tuvieron que emprender la retirada en buena parte de Asia Menor, mientras Arabia, Armenia y Persia se convertían en sus aliados cuando ella se declaró reina de Egipto por derecho ancestral.

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Tomoe Gozen

Tomoe Gozen, siglos XII y XIII

Considerada la samurái femenina más famosa de la historia, Tomoe fue contra las convenciones de la época e insistió en combatir junto a sus compañeros varones de la guerra de Genpei, donde sus acciones le valieron una posición esencial en la defensa de la causa japonesa. Su habilidad con espadas y arcos era considerada legendaria y algunos cuentos llegan a afirmar que era capaz de montar caballos salvajes mientras descendía por los desfiladeros.

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Tamar de Georgia, siglos XII y XIII La rein@

Hija del rey Jorge III de Georgia, Tamar tenía tanta inteligencia que su padre la reconoció como regente adjunta y heredera legitima de su gobierno. Al llegar al trono, suprimió la oposición de los aristócratas contra una mujer en el poder y se declaró rey de Georgia, abandonó así el título de reina. Ella pensaba que el sustantivo femenino transmitía una imagen de menor poder. Bue, nadie es perfecto. Al paso del tiempo, Tamar derrotó a casi todos los estados islámicos vecinos y su reputación creció hasta que su pueblo la consideró como el “rey de reyes y reina de reinas”. Su victoria final contra la aristocracia fue proteger a sus súbditos comunes contra el abuso de la nobleza.

Pintura de Juana de Arco (Eugene_Thirion)
Pintura de Juana de Arco (Eugene_Thirion)

Juana de Arco, siglo XV

Acosada por visiones de Dios y de sus ángeles desde que tenía 13 años, la joven Juana de Arco, cierto día, acudió al entonces no coronado rey de Francia, Carlos VII. Durante el encuentro, lo convenció para que el rey le permitiera enfrentar a la invasión británica durante la guerra de los Cien Años. El rey aceptó el desafío. Ella luchó en la ciudad de Orleans y logró romper el cerco en apenas nueve días. Así, demostró su valor como estratega y guerrera. Tras liderar otra serie de victorias ágiles, Juana de Arco llevó a Carlos VII al trono y se convirtió en la primera en la historia en comandar todo el ejército de una nación, con apenas 17 años. Después de un largo tiempo de lucha, fue capturada. Entonces, una falsa corte católica la juzgó y resultó condenada a morir en la hoguera. Y ya se sabe cómo da volteretas la historia. Para “enmendar” un “error”, hace de una víctima una “mártir” y sale con fritas. De ese modo, el juicio de la “doncella de Orleans” fue anulado por el papa y, muchos años después, Juana resultó canonizada. Hoy, Juana de Arco es una de las mujeres guerreras más famosas del mundo y se la considera la santa patrona de Francia.

¡Qué vida! Con apenas 19, pasó de campesina a militar, de militar a hereje y de hereje a santa.

Y POR CASA, ¿CÓMO ANDAMOS?

Todavía nos duelen las descalificaciones contra las mujeres de nuestro suelo americano. En la época de la invasión y conquista, en España, estaban en pleno apogeo la inquisición, la caza de brujas y las hogueras. Los cronistas de Indias, impregnados de una indignante cultura machista, no hacían referencia a las violaciones y a las humillaciones contra las mujeres. Tantas veces padecieron ellas la separación forzada de sus hijos y otras tantas, directamente, debieron hasta presenciar el asesinato de sus crías. Tampoco les fue muy bien a las españolas llegadas a América: debían ser virtuosas, castas. ¿Fueron sumisas? Para mantener la pureza de la sangre, se vieron obligadas a engendrar la mayor cantidad de hijos posibles, la mayor cantidad de soldados útiles para la patria (¿Qué patria? ¿España? El suelo americano tenía identidad propia, no aceptaba a la madre patria). Para las mujeres, el encierro, los quehaceres domésticos,  el entretenimiento en labores y, en el mejor de los casos, los estudios musicales. Todo tendía solo a favorecer sus posibilidades de un buen matrimonio. Era eso o el convento. ¿Vida intelectual? Nunca, jamás.

HISTORIA DE OLVIDOS

En la etapa independentista, la intervención femenina se lució entre las indígenas, las negras, las mestizas y hasta entre las criollas de las élites.    Mujeres luchadoras, no dudaron en conspirar. En sus residencias, organizaron reuniones y tertulias, donde se discutían las nuevas ideas políticas y se planeaban las acciones emancipadoras. Actuaron como espías, en la organización de redes de información; como correos, arriesgaron sus vidas al brindar datos muy valiosos a los ejércitos patriotas. Por estos lares, el dinero para la defensa del suelo patrio parece que nunca ha sido abundante. Ahí estuvieron otra vez ellas: donaron su efectivo y sus joyas para la causa. Brindaron refugio a los insurgentes; transportaron alimentos, ropas y material bélico. Otras portaron armas: lucharon como miembros de las guerrillas patriotas o como soldadas en los campos de batalla. Algunas, se vistieron de hombres, para ser aceptadas en el combate; otras ejercieron su condición de mujeres guerreras, con rangos militares, donde se destacaron como estrategas.

PARA MUESTRA, BASTAN UNOS BOTONES

Juana Azurduy 1780 – 1860

Juana azurduy

Heroína de la independencia del Alto Perú (actual Bolivia)

Con fervor y convicción libertaria, Juana se alzó en armas contra el colonialismo. Con el tiempo, se convirtió en el “símbolo” de las mujeres que combatieron por la independencia latinoamericana. A principios del siglo XIX, parecía sostener “el español no pasará, con mujeres tendrá que pelear”.

Descendiente de una familia mestiza, pasó los primeros años de su vida en un convento de monjas en su provincia natal, Chuquisaca, por entonces, sede de la Real Audiencia de Charcas.

En 1802, se casó con Manuel Ascencio Padilla, con quien tuvo cinco hijos. Tras el estallido de la revolución independentista de Chuquisaca, el 25 de mayo de 1809, Juana y su marido se unieron a los ejércitos populares. Hagamos justicia, el caso de Juana no fue una excepción. Muchas mujeres se incorporaban a la lucha en aquellos años.

En 1810,  Manuel Belgrano quedó muy impresionado por el valor en combate de Juana. En reconocimiento a su labor, llegó a entregarle su propia espada. Juana y su esposo participaron en la defensa de Tarabuco, La Laguna y Pomabamba. En agosto de 1816 y por recomendación de Belgrano, el gobierno de Buenos Aires, decidió otorgarle a Juana Azurduy el rango de teniente coronel de las milicias, por entonces, bases del ejército independentista de la región. Como si esto fuera poco, Juanita también combatió a las órdenes del General Martín Miguel de Güemes.

Félix Luna y Ariel Ramírez, en su zamba, la reconocen como la “flor del Alto Perú y no hay otro capitán más valiente que tú”. Y, cuándo no, como tantos otros, murió en la pobreza y olvidada.

María Magdalena Güemes de Tejada (Macacha) 1787 – 1866

Macacha Güemes
Macacha Güemes

Junto con su hermano, el General Martín Miguel, luchó por la independencia argentina. Con la Revolución de 1810, los hermanos Güemes fueron los primeros salteños en abrazar el movimiento. Por entonces, Macacha convirtió su casa en un gran taller. Allí se confeccionaban uniformes para los “Infernales” de Güemes. En esas montoneras bullía la sangre de los indios cafayateños y quilmeños. Bravas –a puro malón- custodiaron el cruce de los Andes.

En septiembre de 1821 -muerto Martín- Macacha, su madre y su esposo fueron detenidos junto a otros “güemistas”. A raíz de este hecho, estalló la “Revolución de las Mujeres”, en la que los gauchos se sublevaron y saquearon la ciudad para poner en libertad a la madre y a la hermana del caudillo, llamada “Madre del Pobrerío”.

Manuela Pedraza (la Tucumanesa)

Manuela Pedraza
Manuela Pedraza

Si mujer destacada hubo durante los días 10, 11 y 12 de agosto de 1806, ésa fue manuela Pedraza. Eran los tiempos de las invasiones inglesas. Durante la legendaria pueblada, mientras hombres, mujeres y niños de todas las edades arrojaban agua y grasa hirviente sobre el enemigo, Manuela encontró muerto a su marido. Entonces, tomó su fusil y mató al asesino y, de paso, se cargó al que estaba al lado. ¡Esas eran agallas! Carlos IV, rey de España, como reconocimiento de su acción le otorgó el grado y sueldo de Subteniente de Infantería.

María Remedios del Valle

Remedios del Valle
Remedios del Valle

¿Y si reconocemos a la “Parda” María? María combatió en Huaqui (julio de 1811), vivió las peripecias de esa trágica retirada del Alto Perú y luego el éxodo jujeño. Volvió a luchar durante las gloriosas victorias de Tucumán y Salta y en las trágicas derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, junto a su general Belgrano. Él la había nombrado capitana. La Parda María era esa a la que jamás le faltaba un grito de aliento para sus compañeros, la que nunca escatimaba tiempo y sudor para curar heridos y acompañar dolientes. María era de raza negra y, en su sangre, tenía el resplandor del fuego patrio. En su tiempo, Rosas la integró a la plana mayor inactiva (es decir, como retirada), con el grado de sargento mayor. Como agradecimiento ella decidió adoptar un nuevo nombre: Mercedes Rosas. Así figuró en la revista de grados militares hasta su muerte, en 1847. Otra olvidada de la historia.

¿QUIÉNES PELEARON SUS VOCACIONES?

Juana Manuela Gorritti, 1816–1892

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Juana Manuela Gorriti

La romántica más top de las escritoras argentinas fue Juana Manuela Gorriti. Estudió francés, religión y literatura, en un beaterío de la capital salteña. Trasladada a Perú por cuestiones familiares, en 1845, la Revista de Lima dio a conocer su primera narración, “La quena”, cuyo tema central es la disputa de dos hombres por el amor de una mujer. Según Felipe Piña “Puede considerárselo el primer texto narrativo publicado por un autor nacido en lo que hoy es territorio argentino, ya que El matadero de Echeverría -generalmente considerado la primera expresión del género-, no sería conocido sino póstumamente”. Desde uno de los primeros folletines sudamericanos, “Peregrinaciones de un alma triste”, ella comenzó a publicar sus textos. “La cocina ecléctica”, “Sueños y realidades”, “Quien escucha su mal oye”, “Una apuesta”, “El lucero del manantial”, “El guante negro”, y las novelas: “La guerra”, “Álbum de un peregrino”, “La tierra natal”.

Juana Manso 1819-1875

Juana Manso
Juana Manso

Desde joven supo ser muy independiente. Participaba en reuniones con escritores y allí conversaba de igual a igual. Publicó un periódico para mujeres: el “Álbum de Señoritas”, donde expuso sus ideas: la inteligencia no tiene sexo y la educación debe ser para tod@s. Hasta se atrevía con la libertad religiosa y la defensa de los pueblos originarios. En su novela “La familia del comendador” sentó su posición contra la esclavitud. Es de imaginar, que se hizo de muchos enemigos. De seguro, su convicción corría en paralelo con el poema “¡AVANTI!”, de Pedro Bonifacio Palacios.

Si te postran diez veces, te levantas 
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Y, como si lo ya mencionado fuera poco, Juana conoció a Sarmiento:

“Querida Juana: eres la única persona en América Latina que ha interpretado mi plan de educación.” Juana recibe esta carta y casi se desmaya de emoción. Pero casi. En vez de desmayarse, siguió con la lectura: “También yo rechazo el castigo, eso de «La letra con sangre entra» debe erradicarse.” Ahí Juana se envalentonó y se dijo: yo también le escribo: “Las escuelas deben ser lugares alegres, luminosos y limpios. Al niño hay que despertarle el interés por aprender a través del buen trato, del ejemplo, del juego y del amor (…) Y ser maestro es una de las profesiones más bellas e importantes para un país”.

En ese intercambio de correspondencia nació su “buena estrella” para la docencia. Con ese respaldo y con sus convicciones, Juana se convirtió en una locomotora imparable. Enseñó, dirigió una escuela para ambos sexos, desarrolló nuevos planes de estudio, supervisó y mejoró la labor de los maestros; promovió la creación de jardines de infantes y creó bibliotecas populares. Hasta le alcanzó el tiempo para ofrecer charlas y traducir obras acerca de la educación de autores europeos. Y, para frutilla del postre, Juana también escribió el primer libro de lectura de historia argentina para primera escolaridad: el “Compendio de la historia de las Provincias del Río de la Plata”. E incansable, los “Anales de Educación Común”, publicación creada por Sarmiento.

En su despedida, Juana Manuela Gorritti dijo: Juana Manso fue gloria de la educación, sin ella nosotras seríamos sumisas, analfabetas, postergadas, desairadas. Ella es el ejemplo, la virtud y el honor que ensalza la valentía de la mujer, ella es, sin duda, una mujer“. ¡Qué grosa! Cómo supo mantener sus ideales frente a la incomprensión de los mediocres.

Cecilia Grierson, 1859–1934

cecilia_grierson_441-35a12  Después de años de trabajar como maestra rural, la enfermedad de una amiga fue suficiente para convencerla y lanzarla a combatir el cerco de seguros prejuicios: ella estaba decidida a convertirse en la primera médica profesional.

 Que a Ceci no le temblaba el pulso fue algo evidente, incluso desde antes de tener el título: ya en su tesis, se ocupó de la irritación o histeria en las mujeres recién operadas de ovarios. Y eso fue solo empezar. Desde su primer consultorio, en el Hospital San Roque (hoy Hospital General de Agudos, José María Ramos Mejía), alentaba a las jóvenes con aspiraciones a médicas: “Cuesta, pero ¡se puede!”, les decía. Elvira Rawson la tuvo como referente y consiguió el segundo título femenino en medicina. Tal era el prestigio de Cecilia, que inició un viaje oficial por Europa. Bajó de Entre Ríos con la fuerza del Paraná incorporada. Donde había una necesidad, Cecilia decía “presente”. Así, participó en la fundación del Instituto Argentino para Ciegos, en la Primera Escuela de Enfermeras, en la Asociación de Obstetricia Argentina y en el Liceo de Señoritas. Y, bueno, tanto pregonar el amor a los enfermos, con caricias y masajes, sentó la base de la kinesiología. Además, no podía faltar la escritura: “Educación Técnica para la Mujer“, “La educación del ciego” y “Cuidado del enfermo” fueron algunas de sus publicaciones.

Carola Lorenzini, 1899 – 1941

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Carola Lorenzini

¿Una mujer dedicada a pilotear aviones? Sí. Carola, contra todos. Fue la primera mujer que obtuvo el título de instructor de vuelo en América del Sur. Aficionada al deporte, practicaba salto, pelota, remo, jabalina y hockey. En el año 1925, fue campeona de atletismo. Pero esas disciplinas no le daban la “altura” que buscaba. Así que, alta en el cielo, logró el primer cruce por aire del Río de la Plata. Unió, de ese modo, Buenos Aires y Carmelo. Todo, en un endeble avión y sin brújula. Bella manera de morir, abrazada a su pasión.

SI DE MADRES Y ABUELAS SE TRATA

Solo y nada más que marchar, una vez a la semana, dando vueltas y vueltas en la Plaza de Mayo. Los dictadores y sus secuaces las tildaron de locas. Locura era reclamar por seres ni detenidos ni muertos: “desaparecidos”, según la jerga castrense. A ellos les fallaron los cálculos. La persistencia fue atroz, marchaban y marchaban. Ni el sol ni los palos de la policía, ni la lluvia ni el desprecio, ni la sospecha ni las miradas suspicaces las detuvieron.

Aún marchan.

El río no pudo retener más secretos, sus aguas comenzaron a hablar. Se armó el rompecabezas.

Los ríos de América son mansos, en noches de luna llena, sus aguas se visten de plata, en suave caricia, peinan las melenas de los sauces. Pero cuando, en el rojo atardecer, un tono borgoña cubre el color plateado, se enfurecen. El río no quiere mezclarse con sangre, no acepta complicidades.

En México, el curso de agua también habló, se negó a tener en sus entrañas el secreto de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa. Y aparecieron ellas, las mariposas, agitaron sus alas, – desesperadas – de seguro, se preguntaron ¿por qué?, ¿por qué? ¿Sólo por reclamar mejoras en su escuela? Cuenta una leyenda azteca que, cuando un guerrero muere, se transforma en mariposa. Y así vuelve para acompañar a sus pares en la lucha. Emblemática llaga en la piel de Latinoamérica: desaparecer personas. Las mariposas mexicanas no estaban solas.

Madre mexicana: Pero si fue por un simple reclamo de mejoras edilicias.

Madre argentina: Queridas, no se confundan, las mejoras en la escuela no fueron el motivo de la desaparición, esa fue la excusa. En realidad, no quieren que los jóvenes piensen, que se capaciten. Esa es la única razón.

Aportó su voz Juana Manzo: tengamos presente que: “el dominio de los pueblos se consigue cuando no se invierte en educación

El cónclave de las mariposas continúa.

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Las mariposas y las Madres

 

 

 

 

 

          

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