La celebración: entrevista a la escritora portuguesa Dulce María Cardoso

  ManoVerde

                                              Entrevista y edición: Gabriela Stoppelman

                                              Traducción: Lourdes Landeira, Marcela Molina

El agua llega justo hasta ahí y se retrae. La mano, ese archipiélago de cinco islas separadas por vacíos, no cede. Levanta la marea, por frustración o por entusiasmo, y redobla la lectura. Ahora las yemas son el mar que llega hasta la orilla de otros textos. En “campo de sangre”, de Dulce María Cardoso, encuentra  una ronda de cuatro mujeres que ventean sus cuerpos para alcanzar a un hombre- acantilado, de punta muy filosa. El tipo alguna vez soñó que era una bahía, pero se quebró del continente, de cabo a cabo. Desde entonces, no hace más que soplar correntadas que terminan en desencuentros y en engaños consentidos. La muerte y el deliro le circundan su frágil contorno. Un polvo amarillento torna rojizo y preanuncia el último tedio. Sin embargo, queda flotante entre la superficie y el fondo, porque lo profundo lo rechaza y el cielo le queda grande.

          Después, la lectura prueba pisar tierra en “El retorno”. La mirada también es un doble islote que busca un punto entre la colonia y la metrópoli, entre Angola y Portugal. Y ahí advierte que la fantasía del regreso camina detrás de su propia huella sin nunca alcanzarla. En eso se parece al archipiélago de la mano, con el tacto siempre un paso atrás de su propia orilla. El cauce no pasa de ahí hasta que un día, al cerrar el puño, siente un sudor arenoso y un rumor de agua reinventada. Entonces se desborda y escribe. En la franja de mar que se atreve entre sus vacíos, la mano arranca con silencio, se aferra a barandas carcomidas, enciende una luz tenue, pone a ritmo una luz turbia y planta el cuerpo de la letra. Entonces, en el litoral de la lectura, escribe.

ENTRE ISLAS DE NOCHE

 “Es necesario inventar todo muy bien para que la voz nunca falle, es un trabajo arduo hacer que todos los hechos coincidan, un trabajo minucioso que no admite errores, un trapecista sin red, el peligro estaba en todas partes” (*)

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  Los silencios de la mesa familiar en “El retorno” y los silencios entre Eva y el protagonista de “Campo de sangre” irrumpen en el hastío y en el terror cotidiano como una intensidad que delata la paz armada del rito. En “Campo de sangre”, el paso de un cortejo va tan sin palabras, que casi elude la muerte” la mancha negra avanzaba hacia la iglesia todas las casas le cerraron la puerta a la muerta, los hombres caminaban con los sombreros en las manos a pesar del sol, jadeaban desesperados en el camino escarpado”(…)“al regresar al banco, pasé junto al muerto con el Cuerpo de Dios pegado en el paladar, descubrí una santa que nunca había visto”: Siempre me interesaron los rituales colectivos o individuales. Pienso que es en la repetición donde damos la debida importancia a las cosas. Un hecho, un acto que nos habita, podrá nunca haber existido, precisamos de la confirmación. Por otro lado, los rituales- los religiosos o los laicos- tienen siempre que ver con una continuidad. A mí me interesa esa idea: siendo siempre los mismos, estamos siempre cambiando. En los rituales, prende siempre la repetición de uno mismo y lo que hay en nosotros siempre tan fugaz. Por eso las celebraciones que toman ese sentido repetitivo tienen que ver con mi idea del pasado. Por tanto, celebrar también es repetir.

Viaje fantasma o El hombre barco-Salvador Dalí
Viaje fantasma o El hombre barco-Salvador Dalí

Intentamos ser los mismos ya siendo otros. Y, bueno, en cuanto al silencio, él también está en muchos rituales. El silencio es terrible. Hasta puede ser una señal de extremo confort. No hay mejor intimidad que estar con alguien en silencio, si el silencio no es pesado, si no es un cuerpo. Pero también es verdad que el silencio es una negativa a llegar al otro. Somos, de hecho, inviolables. El lenguaje cumple con la totalidad de nuestra aproximación al otro, con nuestra manera de ver el mundo y ver al otro. Y, por lo tanto, si voluntariamente nos remitimos al silencio, estamos agrediendo al otro. Estamos diciendo: no quiero que llegues hasta mí, no quiero llegar hasta ti. Y, de ahí, las  situaciones de conflicto, como  la de Eva y su ex marido o la mesa de “El retorno”, que se preparaba para abandonar un país, para perder un tipo de vida, el silencio está ahí. Y ahí es el sitio donde el rompiente sobre la roca simula ser una desventura del azar. Total, es de noche en la isla, ¿quién va a encolerizarse por travesuras del viento? Entre la noche no dicha y el peso del silencio, los náufragos sostienen la superficie del mar.

EN EL PRINCIPIO FUE UNA ISLA

“¿No os acordáis del pasado/ni caéis en la cuenta de  lo antiguo?/ Pues bien, he aquí que yo lo renuevo: ya está en marcha, ¿no lo reconocéis? /Pongo en el desierto un camino” Is, 43, 18-19 (Un epígrafe de “Campo de sangre”)

Una inmensa isla sobre un mar de nada no podía ni siquiera sentirse sola, porque la soledad aún no se había inventado. Era una gran oportunidad para aprovechar el tiempo y ponerse a leer, pero tampoco había tiempo ni libros. Así que no resultaba urgente ni despejar las tinieblas ni acomodar el caos, ni ninguna de esas cosas que suelen hacer los dioses en los orígenes. Había que fabricar una biblioteca. De ahí salió el tiempo, una masa inmensa que- no más nacida- se fracturó en mínimas islitas. Entre parte y parte, quedaron transcursos fuera de mundo, un aire extranjero, una inminencia de lo hostil. Una leve atmósfera Camus. Cantos de libros, orillas de las lecturas: Sinceramente yo no sé responder si los epígrafes bíblicos construyen una historia en paralelo a la novela. La Biblia fue de extrema importancia para mí. Me interesaba que en “Campo de sangre”, en “ese cementerio para extranjeros” estuviese presente, más como un sentido metafórico de lo que es la vida. Por tanto, aproveché lo  aprovechable de la Biblia para esta novela, con una lectura meramente literaria y cultural. El hecho de que mi personaje esté fuera de la ética y pueda referenciarse con “El extranjero” de Camus… sí, en cierta manera, hay la misma indiferencia. Pero yo pienso que hay la misma indiferencia en todas las personas que se apartan de las rutinas, de las repeticiones. En verdad,  somos programadas desde muy temprano para etapa: ir a la escuela, hacer un curso, casarse, tener hijos, trabajar. Evidentemente, todo esto nos da una identidad en lo social que acaba por ser nuestra identidad, acabamos por moldearnos a ella. Pero, cuando se sale de esa rutina, ¿qué sucede? El hombre de “Campo de sangre” mató. El personaje de Camus mató. Uno por motivos pasionales, el otro no. Pienso que ambos personajes podrían ser ligeramente equiparables. Pero es en la diferencia donde se atisba una chance:  Si mañana será un día diferente como sugiere  el final de araña y mosca, pues no sé qué decir “(Él) no hace nada más que observar a la mosca y a la araña y esperar el día en que en que una mosca consiga liberarse de la tela, ganarle a la araña”. Creo que podrá ser diferente, si queda algo que pueda ser diferente,  porque la inercia provoca el no cambio. Todos los cambios son asustadores. Cada pedacito del tiempo fracturado se encuadernó entre dos porciones de silencio.  Esos fueron los patriarcas de la escritura. Después, mucho después, el agua los hizo andar.

ASPAVIENTO ISLEÑO

La piel como flan casero resecado y las arrugas como caminitos de canela”.

“El hombre fuerte puso el auto en punto muerto y escupió ruidosamente por la ventanilla la sequedad de la tarde que se alojaba en su garganta”.

Tenía que conectarse con un continente y a la vez fundarlo. Tenía que decidir si sería isla volcánica, arrecife coralino o si se atrevería a ser de esas que se incrustan en el canal de un río. Río, lava o coral, todo demandaba inauguraciones. Necesitaba un gesto, un abanico de gestos, ¿pero hacia dónde?, ¿pero hacia quién?: Los gestos tienen mucha importancia. Casi toda la comunicación con el otro se agota en el lenguaje. Esto tal vez sea el mayor castigo para nuestra especie. Los otros animales no hablan, es decir, no tienen un lenguaje tan elaborado, se comunican de modo completamente diferente. Nosotros estamos condenados a un lenguaje  muy insuficiente para decir lo que realmente sentimos  o pensamos. Sin embargo, está este artificio, esta idea  de que es suficiente  y más que suficiente. Si así fuera, no se entendería la soledad  en nosotros. Los gestos completan la comunicación con los otros. Por eso un gesto, una mirada puede significar más que una larga conversación. Y si de charlas hablamos, “Campo de sangre” conversa mucho con y sobre  miradas. “(las cuatro mujeres) esperan en silencio sin saber qué hacer con las manos y con los ojos (…) Los ojos, que ellas lo saben, solamente descansarán cuando estén cerrados” (…)La ex mujer dice que nadie pudo ver todo sin ser igualmente culpable”. Si así es, ¿todo “dios” es culpable? La verdad es esa, cada vez vemos, tenemos que actuar en conformidad con lo que vemos. Si sabemos de una injusticia, por ejemplo, y no hacemos nada respecto a lo visto, solo el simple hecho de haberlo visto- nuestra inacción- ya provoca culpa. De alguna manera, tenemos responsabilidad sobre lo que vemos.  Si todo dios es culpable, sí, será, evidentemente. Eso si la culpa también fuera interesante cuando habla dios. Pero no, pienso que no, la culpa casi exclusivamente nos la inventamos los humanos. Mientras la isla primera se perdía en cavilaciones, el tiempo se le colaba por las fronteras. Y tanto la agigantó, que no pudo más y se llenó de culpa. Ya eran tres en el archipiélago del origen: isla, tiempo y culpa. Detrás de todo, se agitaba un rumor de biblioteca.

 dulce2QUIROMANCIA ORILLERA

 “Las manos tienen tantas líneas donde se pueden perder, la línea de la vida, la del corazón y la de la salud, una cicatriz, líneas paralelas, perpendiculares, una encrucijada, la quemadura del horno, las uñas quebradas”

“Entrecerró el ojo izquierdo, así una mosca gusanera podía ser una mariposa verde, los sentidos son tan insensatos que debe ser por eso que los hombres perdieron la fe”

simulacro de la noche-Salvador Dalí
Simulacro de la noche – Salvador Dalí

Tanto vagar y casi sin decidirlo, la enorme isla empezó a narrar su cuerpo. El comienzo de la narración iba siempre sobre los talones del comienzo de su tiempo. Donde era posible el roce entre esos dos despuntes, algo de poesía destellaba. Y, como “nadie sabe lo que un cuerpo puede” (1), la isla- igual que el tiempo- se deshizo en quebraduras. Vuelta archipiélago, las manos fueron refugio de huellas, asomó el dolor entre las partes, mostró su rostro la insensatez de los sentidos. Y, entre todo eso, alguna voz apuntó la palabra libertad: Sí, todos los cuerpos narran cosas, con sus marcas cuentas historias. Salgo a la calle y cualquier persona que me mire podrá saber cosas mías a través de mi cuerpo. Por tanto, sí, los cuerpos cuentan historias. Ya los textos de las manos y eso de leer las líneas de las manos, aunque no tengo estudios acerca de eso, me gusta pensar que sí, que por el lado lúdico, estas tentativas humanas intentan anticipar el futuro y combatir este miedo de lo que nos espera. Y por eso en mis novelas están tantas veces estos juegos con el futuro. Porque nada más asustador que lo desconocido el futuro; por mucho que sepamos dónde estamos hoy, ahora, nunca podremos saber qué va a acontecer durante  el próximo minuto. Y eso es atemorizador. Ahora, vuelvo al cuerpo y a los sentidos. Los sentidos son la manera más espontánea de aprender la realidad, la forma más inmediata, como el nombre lo indica, del sentir. Pero la libertad tiene necesariamente que ver con el pensamiento, porque la libertad y la persona son construcciones humanas. Porque todo, el modo en que nos organizamos en términos sociales, nos aparta de esa idea de libertad, de esa idea mítica del hombre salvaje que corre libre, sin obligaciones. La vida nos lleva a la existencia de una economía, lleva a que la libertad sea muy comprometida y que existan verdaderamente esclavos. Por tanto la libertad política, social y la afectiva son conquistas y por eso tienen que ser necesariamente pensadas, y más que pensadas tienen que ser disputadas, batalladas. Sin embargo, los sentidos no son una hipótesis de la libertad. Por el contrario, creo que los sentidos son engañadores y contribuyen muchas veces a la no libertad. La biblioteca de fondo acomodó sus huecos. Tenía que moverse para no verlo todo, para no caer en la trampa de lo divino.

JADEOS ENTRE MAR Y TIERRA

                        “Le estaba agradecido por haberlo tratado a pesar de las uñas de perro…le curaron al herida pero no le cortaron las uñas, no les interesaron como enfermedad incurable, la médica le sonrió nuevamente y él tuvo lástima de ser lo que las uñas denunciaban, el enfermo se acotó en la camilla para mostrar el dolor que lo mordía y él se alejó casi llorando, fue por poco que no lloró, fue por muy poco.”

En el estreno de sus manos, la isla  probó el puñetazo, los ademanes, el saludo y la caricia. En esos juegos andaba, cuando descubrió el pulso: un latido con ritmo propio, bien proclive a cambiar con el viento. Entonces, la isla creó los vientos. Cuando yo escribo, no estoy preocupada  por el ritmo que la novela va a tener. Sucede  que el ritmo es elegido naturalmente con lo que yo tengo para decir. Nunca pensé: “ahora voy a hacer aquí un capítulo más largo”, “ahora uno más corto”.  Claro que hay diferencias de ritmos. Cuando en la novela cuento la escena acerca de cortar un pie es distinto a cuando describo un paisaje.  Por otro lado, la alternancia de otros discursos separados por comas me da rapidez. Gana más rapidez, pero no es una cosa intencional,  aparece en la escritura así. En cuanto al cuerpo y lo que el cuerpo argumenta, eso  sí.

dulce 8annette_messager_mes_troph_es_1987_2Nosotros somos animales muy resistentes y nuestros cuerpos experimentan el dolor de una forma para mí inimaginable. Lo sé por experiencia propia. Por lo tanto, de alguna manera, me fascina esa resistencia al dolor. Especialmente cuando percibí que, por ejemplo, en situación de peligro, nuestros cuerpos pasan a ver en blanco y negro para economizar energía. Eso para mí es fascinante. El dolor extremo provoca desmayo para evitar la posterior memoria del dolor, porque sería insoportable vivir la realidad con esa memoria y el miedo de que se repitiese el episodio. Y los vientos se animaron en los vacíos entre los dedos, probaron las distintas honduras de los vacíos, barrieron la memoria y acomodaron las cicatrices. Prometieron volver pronto, antes de irse hacia los confines. Allí depositaron la memoria del dolor. Lejos, pero dentro del mundo. Como quien guarda un tesoro peligroso, entre dos libros de la biblioteca.

ALBAS Y CREPÚSCULOS

 La lámpara de los cristales apagada, sólo las lámparas opacas de la pared y la luz que proyecta el televisor iluminan mínimamente  a los que están cerca de esos focos, el pelo de Goretti azulado, la cara de Francisco cadavérica, el señor Campos con redondeles de luz en las orejas”.

           “(…) pero los ojos opacos no muestran sorpresa ni enojo, los ojos opacos muestran apenas la ruina de esperar”.               

                 Ya vuelta archipiélago y con sus manos a la obra, la isla vio el nacimiento de la luz entre sus dedos.  Fue un resplandor opaco, una sustancia membranosa que se extendía entre isla e isla. Un caldo diluido de estrella: De hecho, me gusta la luz turbia, me gusta la luz velada, tensa; pero también tiene que ver con lo metafórico,  porque la luz turbia oculta, encubre, por tanto no es tan cruel como la luz blanca, por ejemplo. Por eso en esta novela está tantas veces esta luz, porque los personajes son más disimulados, tienen secretos, son distantes. Y la luz cae pesada, como tedio denso, como secuaz de toda urgencia. Sobre el tedio, el tedio es terrible, nosotros nos aburrimos mucho, por eso  estamos siempre, siempre quejándonos de que nos falta tiempo,  pero aun así incrementamos actividades, actividades, actividades  para estar siempre ocupados. Yo creo que, a pesar de ser esencialmente contemplativos por naturaleza, nos deshabituamos y contemplar pasó a ser algo  terrible, terriblemente aburrido. Pensar para muchos también es aburrido porque no lo hacemos  tanto y  estamos frenéticamente ocupados en movernos. Los tiempos modernos son tiempos de extrema ocupación porque dejamos de estar con  nuestro pensar. Una cosa es movernos para caminar y ahí sí se pude dar el pensamiento, y  otra cosa es movernos para mil actividades, normalmente en grupo  por ejemplo, en el gimnasio. Ahí se trata de otra cosa, de una huida. Y puede sonar increíble: aunque no hubo un contorno de isla igual al otro, ni un pasaje entre dos parecido a otro, en esta infancia de las cosas, siempre alguna pequeña se quejaba porque se aburría. Ahí, había que ponerse a escribir nuevas cosas, a rebuscar alguna cita entre los libros de la biblioteca o a reinventar el juego de la luz,  para que nunca se atreviera a amanecer de la misma forma.

ISLAS PIRATAS

  “Le pedía perdón frecuentemente, lo que desagradaba a Eva, pues sabía que esa era la forma que él tenía para poder hacer siempre lo que quería”

 

Entre islas I-Carolina Diéguez
Entre islas I-Carolina Diéguez

       Era de esperarse: siembra hastío y cosecharás riñas. Primero, tímidamente- como quien, al inaugurar el primer daño, inaugura también el pudor con que lo ejecuta- comenzaron las rencillas. Luego la cosa se puso espesa. Las pequeñas contra las medianas, las poderosas contra las frágiles, las astutas contra las ambiciosas. Pero las peores de todas eran las reincidentes. Donde encontraban la disculpa, la gastaban hasta el fin de todas las creaciones. Hubo una que pidió tantos indultos y repitió tantas veces las mismas patrañas que, cuando pidió perdón por última vez, hasta las grandes religiones ya se habían cansado de vender indulgencias: Mi manera de pedir perdón a alguien por un comportamiento no digno es no repetir. Nuestros usos del lenguaje  nos permiten esta idea de que  si pedimos verbalmente perdón, estamos perdonados definitivamente. La iglesia católica también contribuyó a esta mal formación social. Y, por tanto, es de hecho una manipulación. Si no pensamos en no repetir la actitud, no repetir la ofensa, lo hacemos  sólo para apaciguar al otro, para que el otro continúe apreciándonos, que es de lo que se trata.  En la cortesía, en cambio, no hay manipulación. La cortesía es una manera de relacionarnos porque somos humanos y porque tenemos que vivir en conjunto. Quiero decir, evidentemente, podemos utilizar las reglas de cortesía para manipular, podemos todo, pero no veo una relación directa. Con toda amabilidad, el archipiélago se debatió entre la mano que se estrecha y la que esconde.

EN EL ESPACIO DE UN NOMBRE

“-¿Cómo será vivir en una isla?/ Tiene que ser como cualquier otro lugar/-(…)/Una isla debe tener una cosa diferente. / -Tengo mucha dificultad para pensar el mundo redondo (…) pienso más fácil en el mundo en forma de rectángulo.”

 “Le agradezco a Dulce María Loynaz  la definición de isla”

      Una isla, entonces, no era ni refugio ni aislamiento. Sólo un cierto modo de balancearse entre el peligro y la apuesta. Una isla, entonces, era el espacio donde el deseo jugaba a las escondidas con lo real. A lo real, por supuesto, siempre le tocaba contar. Cuando lo real se daba vuelta, solía no encontrar al deseo. Pero, muy de tanto en tanto, la cuenta terminaba con la cifra de un nombre.: Dulce María Loynaz  es una poeta cubana  a quien  nunca conocí, nunca tuve relación personal con ella, salvo a través de la lectura, que es una relación muy íntima. Pero un día leí una entrevista a ella, donde decía que tenía pena de morir porque perdería el nombre. Solo después de esa entrevista tan extraña, me enteré que ella no se llamaba Dulce María: había elegido ese nombre como la virgen Dulce María. Entonces yo no tenía publicada ni una sola línea y prometí que, cuando publicase, habría siempre algo de Dulce María Loynaz en mi trabajo. De ese modo, no sucedería lo que ella tanto temía: perder su nombre. Evidentemente, me gustaban sus textos. Pero hay en la imagen de la isla la referencia a una estrechez, aun límite, también al deseo de superarlo.  En el límite el deseo y lo real, entre las expectativas y realidad, siempre hay esta diferencia. Y a veces, es un camino enorme, vinculado al espacio de frustraciones que todos tenemos que tener para aprender a hacer, a generar cosas. Por eso nuestro actuar es tan doloroso, porque nos enseña ese espacio de frustración en que nada pasa como nosotros pensamos y deseamos. Hay que aprender a lidiar con esa diferencia entre lo real y el deseo. Si la isla es lo contrario al refugio o por el contrario, no me gustaría ser impertinente, sólo sé que con ese dolor brinco. No sé qué puede significar la isla para quien vive allí o para cada uno de nosotros. Sé que es diferente a un continente, sé que los isleños, las personas que nacieron en las islas, tienen un comportamiento diferente debido al espacio. Ahora, yo nunca viví en una isla, soy muy curiosa respecto a las islas, pero no sé. Y a veces las islas se cansaban de jugar a las escondidas. Entonces esperaban a que el atardecer les devolviera la luz de los comienzos y reinventaban los juegos.

¿NINGÚN HOMBRE ES UN ISLA?

Nunca se sabe cuándo comenzamos a quedar iguales a los que…a los que nos desagradan.”

“la dueña de la pensión le tenía miedo a la locura que resonaba en la caja de la escalera y la aproximaba al purgatorio”

Y así  llegaron el ajedrez, las damas y los juegos de cartas: “el truco” y  “El culo sucio” fueron los más exitosos. Por aquella época se vio que no era nada sencillo eso de que una isla fuera peón y la otra reina, que una fuera dama y otra alfil, que una tuviera la orilla con caracoles limpios y otra, el patio trasero lleno de desperdicios. Para entonces, los archipiélagos eran un montón y, entre islas y continentes, se desplegaba una infinidad de plataformas, rampas y escaleras. Así y todo, no hubo arquitectura capaz de impedir los vacíos y las fracturas. Mucho menos, las soledades. Siempre algo inasible “resonaba en  la caja de la escalera”: Los otros son quienes nos dan gran parte de identidad, nosotros somos como los otros nos ven  y también a través de los otros podemos tener idea  de lo que somos, son importantísimos en la definición del yo. Ser muchos, ser una multitud, y por lo tanto que haya muchos otros de nosotros, esa es una idea. Pero no me refería a eso. Lo que me gusta más pensar es cómo la vida de los otros nos forman, cómo la mirada de los otros nos cambia. Y es verdad que nunca sabemos cuándo comenzamos a ser  igual que aquellos que nos desagradan.  Ahora, los otros son también un tribunal, por tanto, muchas veces huimos de quienes somos o de lo que sentimos para  agradar a los otros, porque somos animales sociales y necesitamos pertenecer. ¿Y la relación de la maldad con los otros? “La maldad es un sentimiento que no necesita de los otros para existir, puede morir en nosotros”  Sí, la  maldad que no necesita de los otros es toda maldad que tenemos en nosotros mismos y que  cometemos sobre los otros Esa maldad que tiene que ser cometida sobre otro, evidentemente, precisa de otro. Parece evidente. Normalmente el otro tiene el poder de reacción, defensa, es otro ser humano en igualdad de fuerza, pero también podemos ser muy malos y ejercer la maldad sobre aquellos que no tiene poder de respuesta y aparece la maldad más seria. Y por eso intento ser vegana, esto es, intento en mi vida no causar sufrimiento alguno que pueda ser evitado aun sobre aquellos que no tienen derecho a respuesta. Los otros animales no tienen derecho respuesta. Vuelvo al tema de los “otros”, pero humanos. En “Campo de sangre” hay una pregunta que regresa una y otra vez:” ¿De qué se ríen las mujeres?” De qué se ríen las mujeres: las mujeres se ríen de todo, como los hombres. No creo que en la risa haya diferencia. Ahora, las mujeres tienen un tipo de maldad, al menos estadísticamente, que los hombres no tienen, más premeditada. En mi formación de derecho, cuando yo era estudiante, leí en derecho criminal que las mujeres matan de forma diferente, por ejemplo, con veneno. Los hombres matan al calor de una discusión. El hecho de que las mujeres maten de forma diferente, tal pueda decir que se ríen de forma diferente. Hacen todo de forma diferente. Y en los vanos, en los corredores, en los pasillos y en los entreveros de vegetación y telas de araña, se mezclaban los ecos de las risas con los gemidos, las distancias con los sofocos. Y, aunque se escribían libros a rolete, ninguna isla te sabía decir qué había sido de aquella primera biblioteca.  Hacia el origen, las manos se entumecían, llegaba la enfermedad y las moscas, como presagio, revoloteaban la sangre. Hacia el horizonte, en cambio, las manos se desperezaban de letra muerta. La luz continuaba turbia. Y el paso de cada quien seguía sin poder avanzar más allá de la orilla de su mano.

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CAMPO DE AGUA. EL REGRESO

“Fijó los ojos y suspendió la respiración para que nadie se diera cuenta de que robaba tan fácilmente la belleza de aquel cuerpo”

“La belleza no se deja recordar, pide que se la mire constantemente”

“La muerte deja que la miren posada en el centro del auto (…) y se tapa con paños con galones dorados, así ataviada los que se cruzan con ella incluso la ignoran, nadie le teme, nadie grita, allí va un muerto, los autos de la muerte no tienen urgencia, tampoco prioridad, transportan lo definitivo y lo infinito”

Y, entre tanto juego, apareció “Ella”. Mientras todos se entretenían con los simulacros de eternidades, aprovechó y se llevó varias piezas y jugadores. La miraban sin verla del todo, la buscaban sin querer encontrarla, la describieron bella y obscena, seductora, atractiva y repugnante. Su espectáculo era, de cualquier modo, la caracola más misteriosa de la playa, la pieza faltante en el rompecabezas de las constelaciones, el paso más acá o más allá que destila toda palabra. La moneda oculta en la fuga de los cuerpos hacia otros cuerpos. El tono inaudible de cualquier pena: Yo no sé relacionar la muerte con la belleza. No sé ver belleza en la muerte, a no ser que en una manera específica de morir tal vez haya cierta belleza, una forma apaciguada, digamos. Pero ahora sé que la muerte es uno de los temas para escribir. De este lado, en la civilización occidental, hacemos todo para esconder la muerte – la muerte no es parte de nuestro día a día- los rituales de muerte son escondidos siempre que se pueda. Ser mortales explica toda nuestra angustia, toda nuestra prisa, toda nuestra urgencia. En mis textos hay también otro tipo de muertes, no solo físicas. Sí, es eso. Y el agua, que otra vez llega justo hasta ahí, hasta la orilla. Y se retrae.

(*) Todas las citas pertenecen a  textos de Dulce María Cardoso.

(1) Baruj Spinoza

 

 

 

 

 

 

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