El Hastío: Sobre “la Oculta”, de Héctor Abad Faciolince

Por Cecilia Miano

LA BATALLA POR LAS PREGUNTAS

El tiempo sin tiempo, como si la vida unademagiaporfavor-epub-pdf-ebook-libro-la-oculta-hector-abad-faciolince-alfaguara-2015-portadapasara por otro lado, de modo que cada hastiado se declare incapaz de acrecentar nuestros sentidos. Allí quedan afuera preguntas como:¿qué hago con mi vida?, ¿hacia dónde voy?, ¿puedo cambiar de rumbo? Su lugar lo ocuparían otros interrogantes: ¿qué cenamos?, ¿cuánto es la factura del gas?, ¿va a llover? Cuestiones no desdeñables, pero que no justifican el desplazamiento de las otras.

 

LA ESTANCIA “LO IRRELEVANTE”

descarga (1)El enlace de palabras para poder contar sentimientos encontrados es un juego de escapes. En zona de lo irrelevante, el tiempo que no corre, solo pasa, aparece la imagen de una estancia: “La Oculta”, de Héctor Abad Faciolione, es una novela autobiográfica. El texto propone solaces de recuerdos colombianos hilvanados en huellas, donde las sombras se despiertan para cargar el tiempo de acechos, como si todos los horizontes se pusieran de acuerdo para resplandecer con el mismo ardor. Y eso solo para sostener el suspenso de la inercia ajena, la de esos otros y la de todos los empeñados en seguir el vaivén de certezas desperdigadas en objetos. Horizontes llenos de preguntas y respuestas.

En “La Oculta”, las montañas delimitan los detalles que cuentan la historia, en pequeñas mañas con las que solemos encontrarnos a diario: un recuerdo, un objeto, una añoranza toman el protagonismo suficiente  para lograr el acercamiento perfecto a los  tres hermanos: Eva, Pilar y Antonio. Ellos, en primera persona, se atreven a ser únicos, a no tener pretextos a la hora de decir, de sentir y de hacer

Simple comienzo, se muere Anita, la madre.

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DESOCULTADA

“La Oculta , sobre la mesa de luz, ilumina las preguntas entrañables. Las cuela entre la cena y la lluvia. Y las trenza. La lectura me tiene en un recule gozoso. Llega despacio, con personajes que hacen espejo con retazos de mi biografía, con fragmentos que me extrañan

Ricardo Cárdenas artista antioqueño.
Ricardo Cárdenas artista antioqueño.

Faciolince , en “La Oculta”, pone cada instante de tiempo en cada porción de objeto circundante. Reinstala, así, las preguntas en el tacto. Son esas preguntas dispuestas a hacer una declaración de herederos sobre jarrones y alfombras, sobre sombras y recuerdos. Por eso, este texto me desordena y me vuelve a ordenar, me muestra y me esconde a la vez. Despierta en mí  “Una Oculta” y teje biografías que, en el tiempo de la cronología, jamás se han cruzado.

 

LA TIERRA HABLA

Los muertos no hablan, los muertos no sienten, a los muertos no les importa que los vean desnudos, pálidos, demacrados, en el peor momento de su vida, por decirlo así. O quizá haya un momento aún peor, bajo tierra”: En esta novela, la muerte  toma cuerpo. Se la interroga y se la hace interactuar en los personajes, les toca el cuerpo a los vivos mientras descargaviven. Y no solo cuerpos toca la muy brava. No se priva de dejar sus huellas en los espacios: en una especie de vuelta, la estancia aflora por entre las montañas para participar a los que ya no están. Así es capaz de atravesar límites conocidos y volverse personaje. Tierra y muerte, muertos y tierra conviven.

 

(Cuaderno secreto de una lectora: Me pregunto casi todos los días por la vida, nunca me pregunto sobre la muerte porque la supongo un momento de alta intensidad, de encuentros atrasados, de palabras sin decir, de andar de otro modo de ida siempre. ¿Qué será, allá, bajo la tierra?, ¿cómo serán los encuentros sin cuerpos, sin bocas para decir, sólo con luz, para iluminar las miradas de recuerdos perdidos en fotos o en memorias?)

Cesar del Valle
Cesar del Valle

Evidentemente, la resistencia a dejar la tierra persiste intensamente en la estirpe que habita “La Oculta”. Antonio, por sobre todos, es el más necesitado de guardar la historia en palabras. Sus ansias por materializar estos recuerdos remiten a sus necesidades más básicas: dejar una herencia, dar cuenta de lo ocurrido antes de él y después de su propia muerte.

Eva, en cambio, se conecta de otro modo con su padre ya ausente: “Leer una novela ya leída y subrayada por mi papá era como volver a conversar con él a través de la historia del libro; era como si lo estuviéramos leyendo y comentando juntos en la finca, como habíamos hecho muchas veces en la vida, de una hamaca a otra, por las tardes, o en el cuarto de ellos, que había sido el mismo de los abuelitos, o en el comedor, durante tantos almuerzos de la tarde. A veces me detenía en la lectura para pensar en la historia e imaginarme las situaciones de lo que estaba leyendo.”

Huellas para Antonio, para Eva y también para Pilar. La necesidad de encontrar los timbres en esas voces apagadas para evocarlas con sutiles tonos de memoria fresca, de recuerdos calientes. Claro, aunque no sea tan fácil de aceptar para Pilar: “Pero la mamá de la abuelita, o el papá del petroglifos-lasbuseticas-495x347abuelito, que nunca los conocí, y ni siquiera sé qué cara tenían o cómo se llamaban, esos ya no me importan nada. Y de ahí para atrás mucho menos, pues están requetemuertos y requeteolvidados.(…)A lo mejor algo de ellos sigue vivo en mí, pero como no sé qué es, ya no me importa. Será heredado, pero ahora es mío, y listo.”

A su vez, esa tierra que forma parte del refugio familiar es también el lugar común de encuentros entre pasado y presente: cuestiones caprichosas de ayer y de hoy,  de mochilas cargadas en rústicas maneras de interpretar el futuro.

EVA:

Bastaba que yo llegara a La Oculta para sentir algo especial, como una euforia por dentro, mezclada con serenidad, una alegría tranquila, una compenetración con las montañas, con los ruidos, con los infinitos colores de las flores y las frutas, con la brisa que subía del río, con el agua oscura del lago, con el canto de los pájaros al amanecer, con la luz intermitente de los cocuyos y el llamado del currucutú por la noche, con el chirrido de las chicharras al mediodía, con el vuelo de las garzas, de las loras y de las mariposas, con el lejano zumbido de las abejas recorriendo las flores del café, con los mugidos y el olor de los animales en el establo, con los colores increíbles de las guacamayas, con las plumas irisadas de las soledades, con el sonido de las hojas de teca cuando caían al sendero de tierra, con el bochorno de la tarde y la frescura llena de rocío de la mañana.”
ANTONIO:

“Recordar es como un abrazo que se les da a los fantasmas que hicieron posible nuestra vida aquí. Han pasado tantas cosas en esta tierra, en esta casa grande, blanca y roja, rodeada de agua y de verdor. Verde, verde en todos los tonos, inmensas montañas verdes, y la oscuridad del agua del lago donde no se refleja el cielo azul y blanco, hacia arriba, sino las peñas negras y verdes que parecen más altas que el cielo, y que suben hacia Jericó, el pueblo donde nacieron mi papá y mis abuelos y mis bisabuelos, los dueños de esta finca, los que la abrieron tumbando selva, moviendo piedras y quemando monte, que antes era lo único que había aquí desde el principio del mundo.”

PILAR:

Vivo aquí con él desde hace casi diez años, con mi marido, mi único amor, mi primer novio, el único, mi único hombre.

También él tiene su manera de ser silencioso. A él lo beso y lo muerdo y lo pruebo todavía, pero ni aun sabiendo a qué sabe entiendo bien por qué lo quiero tanto. No sé a qué sabrán otros hombres, porque a Alberto es al único que yo he probado, pero deben de saber parecido, seguramente, así como todas las tierras del mundo se parecen. Pero esta es la mía, y la que más me gusta, así como Alberto es mi hombre, mío y solo mío, y yo de él solamente.”

bota

 

EL HASTÍO DE LO IGUAL

La lectura activa sus ruedas y acecha a la torpe y despreocupada rutina. Ella anda resolviendo, – el gerundio denota la no conclusión de la acción-, como si nunca tuviese fin, como si ella se propusiera ocupar todos los espacios de la acción. Tal como enuncié al comienzo, esas preguntas sencillas nunca encuentran el tiempo suficiente para entrar en escena. Esa escena hoy la quiero disfrazar de proezas cumplidas con sueños planificados. Tal como Eva en “La Oculta”: “Aunque después no volví a querer nunca como antes a La Oculta, y ahora quiera venderla definitivamente, reconozco que el paisaje de esa región es el que más me conmueve de todos los que he visto en el mundo, y que vaya donde vaya lo llevo conmigo. No se me olvida. Quizá no sea el más bonito, puede haber mejores, más amenos o menos dramáticos, pero es el paisaje que tengo metido en la cabeza. El paisaje que le iluminaba la cara a mi papá cada vez que llegábamos a la finca. Una vez, estando allá con él sentados en la misma hamaca, mirando juntos el lago y las montañas, me di cuenta de que ese sitio, esa tarde, con esa luz, en ese momento y en esa compañía, sí era el lugar más hermoso del mundo. Y es algo que he vuelto a sentir otras veces allá, en instantes luminosos que solo se parecen al éxtasis que se siente en ocasiones con ciertos cuadros y con cierta música,

(Cuaderno secreto de una lectora: Cuando el hastío se quiebra todo comienza de otra manera. La oculta no es la muerte. La oculta es la más explícita. La oculta es la perra rutina)

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