El cuidado del otro: sobre el reverendo policía.

Por Ramiro Gallardo, 2001

Tengo una fascinación especial por las peluquerías, hechizo con el que cargo desde un viaje a Bolivia. En África, lo que me atrae especialmente son los dibujos que las decoran.

Peluquerías africanas. Kenia y Zambia.
Peluquerías africanas. Kenia y Zambia.

En Harare, Zimbabwe, esta curiosa manía hizo que conociera a una serie de personajes poco comunes. El primero fue Garikai Muchabayiwa, peluquero con máquina propia y secadora tipo campana de señora coqueta. Llegué a su barbery con Shephard, un amigo de Brillant que me acompañaba a sacar fotos a todos lados. Me había pedido que le hiciera una sesión de naked fotographies con su novia, cosa a la que accedí gustoso, no así su novia. Mi modelo porno se cortaba el poco pelo que cubría su cabeza con tal de ser tomado por la cámara mientras Garikai enjugaba la cabeza de una chica encorvada sobre una palangana situada en la vereda. Vereda, bah… Posaba contento y sin sombrero a espaldas de un grotesco cartel con diferentes cortes y peinados que hacía las veces de fachada de su precario salón de belleza. Por supuesto, Shephard también posó delante del cartel, esta vez sosteniendo una calabaza.

Garikai y Shepard. Budiriro II, Zimbabwe.
Garikai y Shepard. Budiriro II, Zimbabwe.

Volviendo y casi como al pasar, en el transcurso de una charla diáfana, Shephard deslizó un pequeño dato que para él carecía de importancia. A mí, en cambio, me dejó estupefacto: su amigo era profeta.

–He is a profet.

Atraído por esta insólita y milagrosa combinación fue que este último domingo, 15 de abril, fui con mi cámara y mi cuaderno a presenciar la ceremonia que precedería este iluminado peluquero. Tenía su permiso para sacar todas las fotos que quisiera.

* * *

Lo encontré temprano en la peluquería, llevaba la ropa del día anterior. Jeans, zapatillas, una remera.

–¿Vas a ir así nomás?

–Sí, no hace falta ninguna ropa en especial–. Me sorprendió su respuesta, pero evidentemente se trataba de un prejuicio mío. Al fin y al cabo, ¿cómo debe ir vestido un profeta? ¿Túnica y sandalias? ¿Sombreros exóticos? ¿Dibujos en la piel, máscaras, huesos?

–Bueno, let´s go–, y ahí vamos el actor porno, el profeta y yo caminando hacia la church. Son casi las dos de la tarde y hace mucho calor, frenamos a tomar una naranja en un kiosquito. Para mi sorpresa, lo atiende un cana. El policeman, con su uniforme, me sonríe. Edmond Tsoka. Mucho gusto. Seguimos. No parece haber un clima muy santo en torno a nosotros, desconfío de este improvisado profeta, mi actor porno y el cana, que camina también en dirección a la misa.

–He is a reverend-, me dice Shephard, señalándolo. A reverend, ¡qué lo parió! El milico que va ahí adelante es reverendo, el peluquero que va a mi lado es un profeta… La cosa promete.

* * *

Llegamos con la celebración ya comenzada. El profeta se sentó en el piso, como cualquier hijo de vecino. Había algo que no cerraba. Resultaba evidente que mi precario inglés me había jugado una mala pasada. No le di importancia, al fin y al cabo había llegado a este lugar poco común gracias a este malentendido. Me entretenía sacando fotos a las mujeres cubiertas del sol con sus pañuelos blancos o con paraguas, y a los tres tipos que gritaban enfurecidos ininteligibles prosas en yona que la pequeña multitud, sentada en bancos improvisados con ladrillos, recibía con esmerada atención. Saqué una, saqué dos, se me acerca un tipo y me pregunta qué estoy haciendo sacando fotos, le pregunto ¿no se puede? vine con Garicai y ahí aparece Garicai. Hablan un poco, no hay problema, y sigo con lo mío. En eso estaba, foto tras foto, cuando lo veo al profeta en primera fila, cabeza gacha, sermoneado por un anciano. El arrugado sacerdote hace un gesto con la mano y automáticamente la ceremonia se detiene. En ese momento veo a Shephard, paradito junto al peluquero, los dos ahí al frente. El vetusto predicador dice cosas que no entiendo, pero es obvio que algo hice mal. Todas las miradas se posan sobre mi tímida persona. La corto con las fotos.

Hoy no hay fotos. Me quedo ahí sentado con mi cuaderno…

En esta explanada de cemento, bajo el sol, mujeres con sus niños a la izquierda y hombres a la derecha cantan y dan forma a un gospell´s lindo como pocos. Cantan. Bailan. Mujeres sentadas sobre telas en el piso se cubren del sol con pañuelos blancos, madres de plaza de mayo negras y descalzas escuchan atentas a estos pastores que gritan y se posesionan en nombre de dios.

Ahora una mujer, repentinamente y sola, canta. Osana. La siguen, todos, de a poco, se suman a su melodía, cada uno en una voz distinta componen cánones y la acompañan en su fuga. Esta mujer tiene una voz que me llega, linda. Baila. Baila y no para. Sigue. Los pastores la esperan, la dejan y ella sigue, sigue. Esto está bárbaro.

Ahora el negro con delantal de médico y corbata ajustada pregona en yona: creo que toda esta ceremonia es en yona.

Hace calor. Los ancianos (old men) se fueron hace unos momentos a una choza, única construcción en este paraje con techo de chapa y paredes de ladrillos que no hacen de asientos. Los imagino con una vidurria, y escribo vidurria porque temo que al finalizar esta misa me pidan leer estas notas. Dudo que hablen español, de todas formas, y pienso ahora que si alguno sí lee va a entender, no “vidurria” pero sí todo esto que escribo.

Lo que suena ahora es sencillamente hermoso.

CEREMONIA_II

Así estaba, escribiendo al ritmo de estas loas, cuando me interrumpió Shephard.

–We have to go with the Old Men.

Dejé mi cuaderno y lo seguí hasta la casita. A pesar de ser diminuta estaba repleta de gente. Agrupados alrededor de una mesa, bien pegaditos uno al lado del otro, estos curas o reverendos o andá a saber qué me miraban interrogantes mientras escuchaban a Garikai que les hablaba muy aceleradamente, bastante nervioso. De más está decir que yo no me enteraba de nada. Entre otros, vestido de blanco, estaba el policía. Debí explayarme en mi precario inglés contando quién era, qué hacía allí y por qué quería escribir y sacar fotos, tras lo cual se mostraron todos muy amigables y hasta me invitaron a la ceremonia del domingo siguiente, en la que podría moverme con total libertad. Volví aliviado a la explanada de cemento que hacía las veces de centro ceremonial y seguí escuchando y disfrutando de la música.

La misa duró cuatro horas, o debería decir el concierto. De cantos y plegarias. Al finalizar encaré al personaje que más me había interesado, el reverendo- policía. Le dije de mi interés por hacerle una entrevista. Quedamos para el miércoles.

Reverendo Policía

Ramiro Gallardo, 2001.

Por las calles de Glen View anda un tipo de cara redonda, nariz gruesa, anteojos finitos y labios amables que vela por la vida y las almas de los vecinos del barrio. Lo conocí una tarde de muchísimo calor cuando me refugié a la sombra de una chabola. La atendía Edmond, vendía gaseosas y refrescos y llevaba puesto el uniforme de policía. Ese domingo, yendo a una ceremonia religiosa con Garikai Muchabayiwa, el cuter & profet que había conocido días atrás, lo reconocí. Me saludó con un apretón de manos, esta vez llevaba un guardapolvo blanco. Apenas nos dejó, Garikai me susurró: “he is a reverend”.

Peluquero-profeta, reverendo-policía. “La cosa promete”, pensé.

CEREMONIA_I

* * *

En los alrededores del Cemento Ceremonial se ubica la casita de los religiosos en la que vive. Edmond, cura y cana. La biblia en una mano y el código civil en la otra… a este punto quiero llegar en esta entrevista y voy de a poco. Se me aparece un tipo sencillo abierto a todo tipo de preguntas. Vamos pasando por su casamiento, su mujer y los tres chicos, las creencias religiosas, la vestimenta, los adornos ausentes… Just a watch. A los profetas los describe como iluminados a quienes Dios les da “cualifate”. Nadie les asigna su rol. Tienen visiones y advierten sobre choques, viajes, tragedias… Son pocos y entre ellos, en efecto, está Garikai el peluquero. No toman cerveza, chibuki o cualquier otra bebida con alcohol. Una vez al año beben vino, el 14 de abril, pero en realidad no es vino. Es tutti frutti.

REVERENDO_POLICIA_I

–Soy sacerdote por talento. Cuando tenía 14 años bebía, me divertía, fumaba mbange y nadie me decía que parara. Caía enfermo por tres días y luego otra vez. Hasta que tuve visiones y el Holy Spirit me dio poder: soy reverendo desde 1985.

–Policía desde 1986, necesitaba un trabajo y me reclutaron. Me pongo el uniforme de 20 a 23. Entre las 5 y las 14 trabajo en un hotel como supervisor de chef. Descanso entre horas.

Miro mi reloj, son las 4 de la tarde.

Lee la biblia y predica en nombre de Dios. Tiene un arma pero jamás la utilizó. De hecho, no lleva siquiera porra, apenas unas esposas o la Biblia, según el caso. Extraña paradoja la de este hombre que no dispararía aunque se encontrase en una situación comprometida. “Todo hombre tiene derecho a decidir y yo jamás le apuntaré a nadie”, dice intentando explicar lo que para él es normal pero que no me entra en la cabeza tratándose de un agente de la fuerza pública, el brazo de la ley, el brazo secular y uniformado de la ley.

–Soy amigo de la gente.

Mientras te escucho, Edmond, pienso en tanto cura y tanto cana e imagino que en mi país este mix tuyo daría como resultado un ser de miedo, terrible monstruo. Tu sorpresa ante mi interés por tu rara miscelánea revela que vivimos existencias completamente distintas. Sos un ser libre y estás lejos del abuso de poder que te podrían dar tus uniformes. No vendría mal que fueras a predicar un poco por mis pagos che.

REVERENDO_POLICIA_II

Edmond Tsoka,3403 44 Crescent, Glen View 4, Harare, Zimbabwe

Mayo de 2001

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