El olvido: sobre la obra “Hacela corta, Beckett”

Por Viviana García Arribas

 

ENCANDILADOS DE VER

“Hasta que al fin llegó el día, al fin llegó

el fin de un largo día. En que ella se dijo a sí misma,

 a quién sino es hora de parar de ir y venir”

Canción de cuna

 

En tren de buscar líneas de poética varios anartistas nos dispusimos a seguir a Jessica Schultz y Carlo Argento en otra de sus aventuras teatrales. Fuimos a ver “Hacela corta, Beckett”, un espectáculo, sobre seis obras breves de Samuel Beckett, adaptado y dirigido por Rubén Pires.

La expresión “ir a ver” es un eufemismo, cuando se trata de piezas del autor irlandés y, sobre todo, de esta puesta que, por suerte, se puede disfrutar en este momento en Buenos Aires. La trama intermitente, el recurso de la repetición, lo trágico y lo grotesco llevados al límite ofrecen una experiencia de la que es imposible salir sin huellas. Las imágenes, los sonidos, los tonos de voz, algunas situaciones se cuelgan de nuestras conciencias y golpean -sin aviso- durante varios días.

vip3 Pistoletto Michelangelo
Almalé y Bondia

Miro de reojo la edición de la entrevista de Gabriela Stoppelman sobre “Réquiem” (1) y veo que propone la idea de un espejo verosímil, ese que no refleja todas las partes. Sólo omite, expone agujeros y olvidos, que otorgan consistencia a lo visible. Si bien la capacidad de mirar eso que falta y el coraje para advertir lo que no está no son habilidades muy frecuentes, los personajes de Beckett desarrollan una aptitud inversa: solo son capaces de ver la ausencia. Destacan la falta -descarnada-, la exhiben, aunque no puedan resistirla. En este sentido gozan de una lucidez que constituye, al mismo tiempo, el umbral de la locura. Una locura provocada por la forzosa revelación de la falta. Tal vez, por ese motivo, sus ojos sean tan grandes y sus ojeras tan pronunciadas: solo de esa forma se puede mirar de frente a la muerte.

 

LA CORNISA

“Solo ojos. No mente.

Abriéndose y cerrándose sobre mí.

¿Estoy como para…?

¿Estoy como para… que… me vean?”

Play

 

Los géneros del grotesco y del absurdo siempre trabajan sobre un borde filoso y cualquier error provoca el desbarranque de toda la puesta en escena. En el caso de “Hacela corta, Beckett”, esa tensión está llevada al máximo, desde el vestuario -lúgubre o sumamente exagerado- hasta el maquillaje que acerca a los personajes a lo fantasmático. Así también -y esto merece ser destacado- son las actuaciones. Los actores componen personajes exaltados, víctimas de la alienación, a un paso de la demencia. Y lo hacen de una forma extrema, al límite. Sus performances están ajustadas para no caer nunca del lado del ridículo, aunque siempre con el disfrute de torearlo.

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Pisadas

Estos personajes en el linde con la locura se encuentran asomados a una cornisa -otro punto de contacto con “Réquiem”-. Un hombre explora el halo de luz que ilumina débilmente su cuarto desde el lugar donde comienzan las sombras e intenta borrar sus recuerdos. Una escena de la vida es revivida una y otra vez por una mujer, en tanto, recorre una porción mínima del escenario (y de su casa), un pasillo tendido entre la luz y la oscuridad. Tres cabezas, suspendidas en hilera, parlotean, discuten, se superponen, mientras intentan contar su versión de una historia de amor y traición.

No solamente esta disposición espacial habla de la cornisa. También los temas abordados plasman personajes que rayan el límite, coquetean con el precipicio, palpitan el fin. Así sucede con la mujer que espera la muerte en su mecedora y ruega por “un poco más”. Ella es tan agónica como los dos hombres que leen un libro con la certeza de que nada queda por contar. O con el anciano que contabiliza 30.000 noches desde su nacimiento.

 

LUCIDEZ INEVITABLE

“Nacer fue su muerte”

Pieza de monólogo

 vip2descargaEste posicionamiento en los bordes no constituye un acto de escapismo sino, por el contrario, una manifestación de irreductible lucidez. Estos personajes esperan su propia muerte y la miran, directamente, en tanto la esperan. Sus ojos, grandes y hundidos en las órbitas, revelan la profunda fatiga que les provoca ese saber.

Esta incapacidad para la ceguera los expone al escrutinio de la hipocresía. Tanto en Jorge Palant -autor de “Réquiem” – como en Samuel Beckett lo hipócrita puede funcionar para los demás pero, en algún momento, se fisura y se hace visible a los personajes. Ellos no se dejan engañar ni por la mentira piadosa, ni por la fábula bienintencionada.

Las tres mujeres de “Va y viene”, sin embargo, hacen gala de una gran falsedad. Protagonizan un reencuentro de viejas compañeras después de varios años. Se saludan, se cuentan algún secreto sin compartirlo entre todas y se despiden. Mientras, sus ojos -esos ojos que en el resto de los personajes se destacan- permanecen ocultos a la sombra de unos enormes sombreros volcados sobre sus caras. Si bien parecen negar lo dicho en el párrafo anterior y no se comportan como el resto, ponen en evidencia lo engañoso de su alegría, la comedia de la amistad eterna.

 

ESPEJOS NEGROS

“Inmersos en quien sabe que agujeros negros de…la mente.

 Intercambiar palabra llegaron a ser uno solo.”

Ohio Impromptu

Como en “Réquiem” -donde el enfrentamiento de los dos personajes propone un juego de espejos-, en “Hacela corta, Beckett” el reflejo se hace evidente en cada una de las piezas. La mujer que se mece a la espera de la muerte hace espejo, con la voz que se repite, monótona, en una letanía sin fin. Lo hace también May, con sus gritos desaforados contra la madre, invisible, pero presente. En forma casi involuntaria, un hombre cuenta su historia a la luz de una lámpara agónica y apenas puede mirarse en las fotografías arrancadas de su pared -esos, que casi llama “seres queridos”- en un intento de ignorar el reflejo. Reflejo que se hace evidente en los dos hombres iguales y enfrentados: uno mudo -demanda y escucha-, mientras el otro lee un libro que no termina, que no debe terminar.

vip1hombre espejos_thumb[1]Hasta aquí, espejos de dos. Pero esta selección de obras realizada por Rubén Pires también ofrece espejos de tres. ¿El más claro? Las mujeres de “Va y viene”, casi idénticas en sus vestimentas, movimientos, posturas, forman un cuerpo-trío. Se cruzan y descruzan de piernas al mismo tiempo, se toman las manos, se sientan juntas y todo lo que vemos es su imagen repetida y capaz de repetirse al infinito. Pero esta triada se rompe cuando una de ellas sale de escena y, quiebra el espejo: las posiciones cambian, los cuerpos se despatarran y solo recuperan la aparente armonía al volver la mujer que ha salido. El espejo se restituye y funciona solo al estar presentes las tres.

 

VIDA Y MUERTE

“Luz de fantasmas. Noches de fantasmas.

 Habitaciones de fantasmas. Tumbas de fantasmas.

 Fantasmas… él casi dijo amados fantasmas.”

Pieza de monólogo

 

En la entrevista con el autor y los actores de “Réquiem” conversamos sobre la dialéctica que propone la obra, entre riesgo y sacrificio, encarnada en sus dos protagonistas, Milena Jesenská y Kevin Carter. La muerte, presente pero fuera de campo, planea entre dos personas de diferentes épocas durante este improbable encuentro.

Canción de cuna
Canción de cuna

Los personajes de Beckett, en cambio, no están muertos. Dialogan con la muerte. Se enfrentan a ella, se rebelan o le coquetean, pero nunca la dejan de mirar. Están a la espera, la provocan y hasta tienen la dolorosa certeza de que nacer es morir. Es la muerte puesta en escena, inevitable, insoslayable, puro hecho consumado.  Aunque los personajes no se someten fácilmente, sino que ponen en evidencia su rebeldía sin dejar de enfrentarla nunca. ¿Qué otra cosa es el grito de “más, quiero más” lanzado desde la mecedora? ¿Y qué, el monólogo interminable a la luz mortecina de una lámpara? ¿Cómo entender, si no, la ruidosa obstinación de May contra su madre, quien no la dejaba salir, ni cantar, ni bailar? Sin embargo, la muerte avanza. Beckett la instala en la escena y la impulsa. Es un hecho consumado.

 

DESENCUENTROS

“Arriba y abajo en busca de otro

Otro como ella

Un poco como ella”

Canción de cuna

En busca de los parecidos, me encontré también con algunas diferencias. El grotesco y el recurso de la repetición, característicos en Becket, no aparecen en la obra de Jorge Palant.

Almalé y Bondia
Almalé y Bondia

El significado de la palabra grotesco varió a lo largo de la historia: desde su uso para definir -en la arquitectura del S. XVI- el estilo considerado irregular, con construcciones monstruosas o desproporcionadas, hasta llegar a la actualidad, en la dramaturgia, a la idea de un distanciamiento del mundo real mediante la utilización de elementos cotidianos y familiares mostrados como extraños. Un arte provocativo que mueve a risa para así llegar hasta lo más profundo del drama. Rubén Pires suma, en una apuesta decidida por el grotesco, la utilización de máscaras. Se trata de un maquillaje muy pronunciado -asombroso trabajo de Analía Arcas-  una borradura de los rasgos, un dibujo de sombras sobre rostros cadavéricos, que bien podrían ser trazas de descomposición o huellas de angustia y sufrimiento.

“Todo ojos /por todas partes /arriba y abajo /en busca de otro /otro ser como ella/Un poco como ella /Yendo y viniendo /Todo ojos /Por todas partes /Arriba y abajo en busca de otro” (Canción de cuna). Me preguntaba mientras escuchaba la voz en off que acompaña el balanceo de la mecedora en “Canción de cuna” de cuántas formas diferentes se pueden decir las mismas palabras, cuántas voces brotan de la misma garganta y cuántos significados podemos encontrar en ellas.

Todos estos recursos combinados, sumados, superpuestos, imbricados, brindan una experiencia que perdura en el cuerpo. Ver “Hacela corta, Beckett” es, sin duda, una experiencia física. En ella lo corporal y lo mental forman una unidad inseparable.

 

(1) Réquiem: Libro: Jorge Palant – Actúan: Jéssica Schultz, Carlo Argento

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