Ultraviolento: Sobre los sitios preferidos de las moscas.
Por Ramiro Gallardo
Fotografías: Enrico Rovaletti y Ramiro Gallardo

 

MUJER CON LOS BRAZOS LEVANTADOS
New Kapiri, Zambia, abril de 2001.

03 Mujer con los brazos levantados

Mirá la sombra de esta mujer que se queja: igualita a la tuya. Si entrecierro un poco los ojos, casi que podría dibujarte dentro de ese perfil horizontal con los brazos levantados. Mirá ahora todo lo demás: la palangana, los bidones amarillos, la casa de palos, el chiquito escondido detrás de la madre. ¿Por qué ya no te reconozco? Es lo que me pregunto a cada rato por estas tierras. Y, de tan obvia, la respuesta aburre. De tan obvia, la respuesta no aburre.

CORAZA ANTI JAMBO
Nairobi, Kenia, mayo de 2001

03 coraza anti jambo

Los chicos de la calle son unos jodidos, te parten el alma los muy turros. Hay que hacerse el duro y poner cara de nada. Llegan corriendo para darte un abrazo. ¡Jambo! Clavan sus ojos, mendigan one shilling. Es apenas una moneda, pero vos vas para adelante, te hacés el enojado y seguís y te sentís para la mierda cuando por fin se van.

Algunos son muy persistentes, caminan pegados a tu lado y, si estás distraído, agarran tu mano y no te la sueltan por cuadras y cuadras. Andan así, esquivando piernas y portafolios que vienen contracorriente por la calle. Todos en la suya en esta ciudad de locos llena de chicos que te obligan a tratarlos con indiferencia. Si dejás escapar una mínima mueca de ternura, te sacan la ficha y se acercan a los saltos mientras vos cambiás tu cara por tu mejor orto de cara, sintiéndote víctima de estos niños pesados. Víctima. Pesados.

Hoy volví a ver a aquel pibe. Supongo que era el mismo del otro día, aunque no puedo asegurarlo, no me atrevo a mirarlo. Cobardía. Un segundo fugaz y nos reconocimos. Una foto mutua. Pasos más adelante un tipo cruzaba la calle apoyándose en un pie y en una mano, retorcía su cuerpo, difícil describir su andar. Ahora, mientras escribo en Heshima, típico bar de la esquina- celeste por fuera naranja por dentro-, me acercan la caja de pajitas. Straws. Desde la calle llega una voz agresiva, siempre lamentos en esta ciudad: un viejo con turbante y palo al hombro. No entiendo qué dice, habla en swahili. Nadie le presta atención. Tampoco yo: cuatro días en Nairobi alcanzan para que se te apaguen los sentidos y no escuches más de lo que ves, ciudad superpoblada de gritos, gritos violentos, gritos violentos: y es que tanto dolor termina por partirte en dos, mil, pedazos. Entonces, te cubrís para poder andar sin sentir a estos chicos que te miran en silencio: porque esta violencia ciudad gritos no se oye: salta a la cara y rompe cualquier escudo cada vez que uno de estos ángeles te ve y corre hacia vos y te abraza y te sonríe y junta sus manitos con las tuyas para no despegarlas hasta que le pongas tu mejor peor cara, tu coraza anti-niños, coraza anti-mutilados, anti-enfermedades, anti-miseria, anti-jambo, anti-jambo.

Aunque no funciona. Cada jambo me recorre y estalla y no tengo defensa. Dejarse atravesar, esa tal vez sea la única coraza posible, la única que quiero. La que me protege de escudos, de esos que te impiden escuchar a estas manitos que se te pegan, a las sonrisas que intentan conseguir unos shillings y no saben cuánto me dan cada vez que me quiebran.

CHOCLO QUEMADO
Addis Abeba, Etiopía, junio 2001

03 choclo quemado

Está quemado, no hace falta decirlo. También un poco duro y le falta sal. Ni hablemos de pedir manteca para que se derrita cuando todavía está calentito, imposible por acá… Pero viene servido con sonrisa, ¡es el más tierno de todos los choclos! Los granos son puro néctar, grandes y graciosos y jugosos y sabrosos y todos los “y”. Me encanta, riquísimo: es que estos chicos etíopes cuando te regalan su alegría no se dan cuenta de todo lo que te dan: se creen pobres porque viven en chozas precarias y andan mal vestidos y sus padres no tienen auto o están enfermos o porque comen lo mismo todos los días. Pero son inmensamente ricos. Tienen algo re lindo y, como son generosos, lo comparten con vos y te regalan un poco. Entonces, por un momento, yo también me vuelvo rico, en ese y a cada instante en que recuerdo tantos y tantos regalos que me dio esta tierra negra, cientos de sonrisas que lo transforman todo, que te llegan al alma y que hacen de este el más rico choclo que nunca probé.

Quiero otro…

MUJERES DE CARGA
Etiopía, junio de 2001

03 Mujeres de carga

Miran hacia adelante, por fuera de la foto. Y yo los pongo dentro de este 10 x 15 brillo color diafragma 8 tiempo 60 y me parece que van a quedar así, para siempre. Pero no me refiero a lo estático de una imagen, no. La foto no fija la escena: son estos dos chiquilines que van anticipando los pasos que darán cuando sean grandes. Es ella la que carga. Tal vez mañana la compañía sea otra y el peso diferente, pero seguro ella lo llevará. Es así en esta y en todas las fotos, en Etiopía o en Bolivia, en Addis Abeba o en la Paz: mujeres que, desde chiquitas, ponen la espalda. Mujeres de carga.

MOLAN LAS MOSCAS
Dessie, Etiopía, junio 2001

03 Molan las moscas

Si recorro la sonrisa de uno cualquiera de estos 20 o 25 chiquitos, veo labios veo hoyuelos veo muecas veo dientes escondidos veo piel veo ternura veo moscas, una mosca y otra mosca al lado y al lado de las dos primeras otra mosca, las tres bien juntitas charlan como tres señoras coquetas, seguro hablan de otras moscas, de esa que siempre anda de comisura en comisura o de aquella que revolotea sobre la llaga del labio. Ah, sí, porque me olvidaba: veo llagas veo labios secos veo resquebrajados veo pegajosos veo más moscas. Una mosca camina apenas y por fin reposa en ese huequito acogedor en la unión del labio superior con el labio inferior, parece ser que este lugar es el preferido de las moscas que, aunque parecen encontrarse cómodas en las partes secas, se agolpan en estos lugares tal vez mas calentitos, tal vez en busca de un poco de sombra, aunque para sombra no hay mejor opción que los ojos de este uno cualquiera de estos 20 o 25 chiquitos que en su Mirada guarda sonrisas guarda tristeza guarda ganas de jugar guarda el regalo de su Mirada Linda y fresca guarda moscas, una y otra y otra y otra y muchas más otras que allá abajo en el labio, mejor acá, tenemos sombra, tenemos más espacio para más moscas y tenemos lagaña fresca de lo mejor, no nos falta nada y para colmo estos ojos no pestañean, parecen pegados párpados inmóviles y acogedores para nosotras las moscas y linda vista, che, hasta espejo, me veo reflejada en el vidrio del lente de la cámara de este barbudo que se aproxima a admirar de cerca nuestra belleza mosca, inmejorable panorama, de acá no nos mueve nadie y vengan, vengan, vengan moscas, llegó la moda mosca, Mirada Mosca pero mosca posta, nada de Bono ni moscas en la sopa ni atrás de la oreja y quedate mosca, carpusa, moda mosca posta.

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