Deseantes: Entrevista a Luis Scafati

Entrevista: Carolina Diéguez, Gabriela Stoppelman
Fotografía: Diego Grispo

 

 “Como un pájaro/ la lengua/ vuela en arcos de palabra escrita…”
                     “Las Palabras II”, John Berger


Un día encontrás un pájaro muerto en el jardín. Ponele, un benteveo. Apenas lo cruzás con la mirada y ya te das cuenta: el cuerpito aún está lleno de adherencias de su propio canto. Sobre esos ecos, deambula un festín de hormigas que, ni bien el ojo se dispersa, es devorado hacia el interior del pájaro. Pero, en su trayecto, las hormigas han dibujado un trazo, una fina línea sobre el plumaje aparentemente inerme, donde ellas creían devorar y, sin embargo, eran devoradas. Misterioso efecto: todo lo que toca la superficie de esta muerte, reverbera en persistencias. La música, en eco. El pulso que trazó la línea, en vibraciones. Ahora el ritmo de ese pulsar se circunvala, se ovilla benteveo adentro hasta vaciarlo de ausencias, transparenta la piel del pájaro a pura fuerza de torsiones. Y, de pronto, la maraña de grafito y tinta se contrae y dilata en un embrión de vida, un texto primordial, perdido en el laberinto de un castillo sin ventanas, donde la mirada sólo accede a trasluz. Adentro, hay siluetas que fugan, retazos de voces que, al pasar, hilvanan el comienzo de una historia, el devenir narrativo de un cuadro, la confluencia de huellas cotidianas en el océano nunca final de un libro. Y si uno avanza por el pasillo vacío de este cuerpo dibujado y viviente, muy al fondo, contra el rincón más íntimo, está la biblioteca. Allí se desordenan cientos de ejemplares, en otra maraña de subrayados: coágulos del tiempo hechos verso, miradas refugiadas del imparable transcurrir obstinadas entre dos páginas, entre dos párrafos, entre dos palabras. Ahí, dentro esa maraña de letra y trazo, despuntan las formas. Desde allí parte la mano que lee de Luis Scafati. La lectura comienza en un impulso de la mirada, la mirada se enmarca en un detalle, el detalle aumenta hasta encerrar vacíos dentro del cuerpo de la letra, el cuerpo se hace texto, el texto se anima hasta adquirir volumen, y así, llega la noche. Y entonces la magia vuelve al origen: el vientre arrorró de una línea.

Scafati y su biblioteca. Foto: Diego Grispo.
Scafati y su biblioteca. Foto: Diego Grispo.


UN VACÍO LLENO DE MARAÑAS

“Su ventana daba a un desierto, en el cual se fundían indistintamente
el cielo y la tierra igualmente grises”.
“La Metamorfosis”, Franz Kafka


Cuando uno hace una introspección de su propio trabajo se mueven muchas cosas. Hay momentos oscuros a veces, donde estás con toda la buena, pero cuesta mucho verse. Es bárbaro lo que ustedes hacen, las lecturas del trabajo de otros. Mirá, una vez estaba en una entrevista para televisión, con todo el set preparado y las cámaras, y el entrevistador me pregunta ¿Y vos, qué hacés? Otra vez, yo hice un trabajo sobre “La Metamorfosis”, y, obviamente, nombré a Kafka. Estábamos al aire y una chica muy bonita que me estaba entrevistando, me pregunta “¿Y vino Kafka?”. Fue algo muy difícil, para ella…

Scafati. “La metamorfosis”, Kafka.
Scafati. “La metamorfosis”, Kafka.

Nos imaginamos.

Yo dije que Kafka andaba por ahí, por el aire…

¡Qué maraña para la entrevistadora! Justamente, una de las cosas que siempre me llamó la atención de tus dibujos es lo que llamo la araña, esas líneas abigarradas, ansiosas y enredadas, que aparecen metiéndose en los cuerpos, como si estos fueran transparentes y esa filigrana los atravesara.

Yo trabajo con elementos muy simples: la línea, la mancha y muy poquito color, que generalmente acompaña lo que estoy haciendo. No pretendo ser pintor. Con esa maraña que mencionás, intento acercarme al volumen de la cosa, a la corporeidad. Es verdad que se trata de algo abigarrado, obsesivo por momentos. Y es que yo soy obsesivo mientras estoy laburando, hay allí una cosa desatada de la cual no soy muy consciente, digamos.

Scafati. “La metamorfosis”, Kafka.
Scafati. “La metamorfosis”, Kafka.


A su vez, así como buscás el volumen, el material es por momentos como inconsistente, deshilachado, lo contrario del volumen…

Totalmente. Son líneas. Más gruesas o más finitas, pero son líneas. Muchas veces pensé en hacer cosas con alambres porque tienen algo para marcar el cuerpo, la geometría, para hacer sentir el espacio y lo corporal, hice intentos con eso… Podría hacerlo de otra manera pero me sale eso de la línea.

Scafati. La bella y la bestia. Tinta y aguada.

¿Y los cuerpos vacíos que se ven por transparencia?

Nosotros, como individuos de época, estamos muy guiados por la fotografía. Nuestra visión- nuestra concepción- es parte de la fotografía. Eso ha marcado contundentemente el tema de las artes visuales, tanto al tipo que pinta, como  al tipo que dibuja. La pintura y el dibujo dejaron de ser un documento, dejaron de interesarnos como aproximación a un parecido, porque está la fotografía. Es absurdo que un tipo te encargue un retrato para quedar registrado en la historia, como lo hacía Inocencio, en la  época de Velázquez. Entonces, el cuadro era el documento que iba a quedar de esa época. Ahora no.

¿Es una liberación también?

Claro. Y, al liberarte de eso, tratás de ver cómo miramos y qué nos transmite la imagen. Los cuerpos vacíos son, a veces, formas que pasan. Vos hacés foco en algo y lo de atrás sale más borroso. La fotografía lo expresa de un modo. El dibujo, de otra: a veces vacía el cuerpo, o recalca un detalle. Otras, deja que quien observa arme también la cosa.

Eso que sucede al pasar es algo que te interesa bastante…

Sí, es la parte gestual de la cosa. Me gusta ver el instante del dibujo, ese  accidente, porque allí hay más potencia. Trato de que eso esté, esa huella del pasar de algo por ahí.

Y eso que pasó, ¿es mejor cuanto más inconsistente, entonces?

Sí. Y, por momentos, hay también un contrapunto entre algo muy trabajado y algo muy deshecho. El contrapunto entre líneas orgánicas y formas puras geométricas es algo que me gusta trabajar, meter el elemento geométrico dentro del dibujo.

 

Scafati. “El gato negro y otros cuentos de terror”. Edgar Alan Poe.

 

HUELLAS DE LA MIRADA

“sé que caen las palabras (…) como nieve en un jardín (…)
las flores se ocultan, y todo es así”.
“Dónde no se lee”, Spinetta y Los Socios del desierto


Hablabas de la singularidad de la mirada de nuestra época y, en este libro donde ilustrás canciones de Spinetta, hay un montón de imágenes que tienen enmarcada la mirada. En la tapa, para empezar, pero te diría que también un 80% de los dibujos señala algo particular en los ojos.
 

No voy a decir ninguna novedad, pero los ojos son la ventana por la cual yo siento que uno entra en las personas. La mirada es como un lugar vulnerable en el que podés acercarte al otro.

Scafati. “Luis Alberto Spinetta”

En la cara de Spinetta hay también una gran huella dactilar.

Es la mía. La voy ampliando con la computadora y luego la imprimo. Las huellas dactilares son un dibujo ya hecho. Yo uso mucho eso, el collage. Recorto una foto, la pego y así. Me encanta.

Otra de las cosas que nos llamó la atención es lo híbrido de tus personajes, como si fueran un manifiesto contra la pureza. Todos están hechos de partes de cosas distintas.

Sí, y no es un invento mío. En el siglo XIX los caricaturistas, sobre todo los franceses, metieron al animal en situaciones humanas. Hasta en la literatura está, en la fábula. Pasa que nosotros nos olvidamos de los animales. Es común escuchar que alguien diga “Los domingos me gusta acercarme a la naturaleza”, como si uno fuera de plástico el resto de la semana. Vemos al animal en la mascota, pero la naturaleza está en vos, incluso a pesar de vos mismo. Yo soy eso, tengo vísceras y cosas como las tiene un sapo o un caballo. La otra vez leí que habían abierto la importación de carne de perros, las carnicerías las iban a instalar unos chinos. Una cosa tan loca, con los perritos colgados, eviscerados… Pero una vaca es también un animalito, pobrecito, más grande que el ser humano y difícil de matar. No sé, entramos en lugares que son como telarañas de costumbres que a veces nos impiden ver. Entonces, de repente y mientras trabajo, a una situación muy normal le meto un sapo humano o un tipo con cara de perro.

 

ÉRAMOS TAN JÓVENES

“Tú sabes las guaridas donde en tierras lejanas/ El celoso Dios
guarda toda su pedrería”.
“Letanías de Satán”, Charles Baudelaire


En muchos de tus escritos, al referir a tus comienzos, decís que el periodismo te puso en contacto con “lo real”, pero que después lo advertiste: eso no era todo lo real, ¿de qué hablamos al  hablar de  “lo real” en un dibujo?

Scafati. Foto: Diego Grispo

A ver. Yo salí de Bellas Artes y, a pesar de que siempre tuve inquietud social- milité en un montón de lugares: el PC, el FAUDI y otros- cuando entré a trabajar en el periodismo, donde tenía que ilustrar cosas, vi otras realidades, asuntos que nos involucran a todos, más crudos, más reales, si querés. Y, a pesar de mí, eso se metió en lo que yo hacía. Digo a pesar, porque eso era más difícil de vender y, en aquel momento, vender me importaba. Era más fácil vender una pintura que quedara bien en el comedor. Yo tenía una serie que de trabajos sobre Trelew. El 22 de agosto era el cumpleaños de mi viejo, estábamos comiendo y ahí me enteré acerca del asesinato de los presos políticos. Hice una serie de dibujos. Más adelante hice una muestra en un teatro y se vendieron prácticamente todos. Una vez, mientras hablaba con un empresario que me había comprado dos de esos trabajos, el tipo me dijo: “Mire, tengo un gran problema. Usted sabe que yo le compré dos cuadros, pero los quiero vender porque no los puedo tener en mi casa… Le propongo algo: se los doy y usted me da dibujos que sean más vendibles”. Esa cosa era tan grave, tan grave…  ¡El tipo no quería perder la oportunidad de hacer un canje por aquello que definitivamente no le gustaba. Se ve que los compró siendo más joven…!

Era más zurdo.

Claro. Y después ya quería cambiarlos.

 

LA ETERNIDAD DE UN CASTILLO
 

“… El castillo, allá arriba, ya extrañamente oscurecido, que K. esperaba alcanzar todavía ese mismo día, volvió a alejarse. Pero como si, con motivo de esa provisora despedida, aún hubiera de darle una señal resonó allí una alegre campanada; fue el sonido de una campana que, aunque sólo por un instante, le estremeció el corazón, tal como si se cerniese sobre él la amenaza — porque ese toque también doloroso— de la consumación de aquello que inciertamente anhelaba. Pero pronto enmudeció esta campana grande,
para ser relevada por una monótona campanita, que asimismo replicaba acaso allá
arriba, 
o que tal vez ya sonaba en la aldea”.
El castillo”, Franz Kafka

Scafati. "El castillo" de Kafka
Scafati. “El castillo” de Kafka

Eso es lo real en el periodismo. Después, en otra entrevista decís que “lo real” lo encontrás en la ficción.

Sí, sí. Hace unos tres o cuatro años leí “El Castillo” de Kafka. Me angustió tanto… era una cosa asfixiante. Eso que sucede allí es un fondo que nos sucede siempre, a todos, en toda época. Esa intensidad nunca la sentí ante noticias, por grosas que sean. Es rarísimo.

Vos sos como el ilustrador de los escritores. Todos tus dibujos parecen salir de conmociones de lenguaje en algún texto, en la escritura ¿Cómo es esta relación entre el dibujo y el texto? 

En un momento quise tomar un camino: ser escritor. Era una época muy particular de la escritura. Se había publicado “Boquitas pintadas”, un collage como los que a mí me gustan hacer, pero con palabras. Estaba “Rayuela”, “La montaña mágica”, pero también sonaban  los Beatles con “Submarino Amarillo”. Todo un territorio artístico en el que yo quería expresarme, como fuera. Una vez alguien me dijo que yo tenía el problema de querer hacer muchas cosas y que quien mucho abarca poco aprieta. Mucho después, empecé a ver otros tipos que hicieron eso: David Lynch, John Berger, Günter Grass: ellos escriben, pintan, hacen cine… En mí, el dibujo tiene que ver con la literatura, uno cuenta cosas con la imagen. Puede ser que el pintor haga un cuadrado rojo, un cuadrado azul y dentro de eso un círculo y con eso exprese algo profundo de él. Pero el dibujo siempre relata algo.

Scafati. Dibujo de “la saga de los confines”, Liliana Bodoc

El dibujo estaría más cerca de la prosa y la pintura, del poema.

Claro, puede ser.

 

POWER, ON

 

Ya no es desviada por otras emociones, yo trabajo la forma en que una vaca pasta”.
Käthe Kollwitz

¿Y qué es lo poético en un dibujo?

Difícil de decir. Es lo que uno no puede atrapar, una sustancia de incertidumbre… ¿Y qué sería lo poético en la literatura? Para mí, “El juguete rabioso” es muy poético. Pero ¿dónde está lo poético?

La experiencia que contaste de “El castillo”, que te dejó conmocionado, ¿podría trasladarse a un dibujo?

Käthe Kollwitz.
Käthe Kollwitz.

Yo lo he encontrado en otros dibujantes. Hay una mujer, Käthe Kollwitz, que hizo todo. Metió todo en su obra. Ella perdió a su hijo y al nieto en la guerra. El marido era médico, vivían en zonas rurales porque eran socialistas y militantes. Sus esculturas, vos la ves y tienen una potencia impresionante. Una  me recuerda a “La pietá” de Miguel Ángel, pero en ésta, ves a la madre con el soldado. Es terrible la fuerza en el trabajo de esa mujer. Pasa el tiempo, miro algo de su obra y de nuevo empiezo a sentir esa cosa que excede al dibujo. Y mirá que me cuesta mirar dibujos, porque voy con la actitud del dibujante más que con la de un observador. Pero en la obra de Kollwitz puedo sentir esa conmoción.

En una entrevista dijiste  que, a veces, entre una serie de tus dibujos elegís uno por un “no sé qué” ¿podríamos vincular ese no sé qué a esa experiencia de correspondencia poética?

No. Eso más bien se vincula al momento de calentura en que lo estás haciéndolo. Ahí evaluás el esfuerzo, lo que te costó hacer esa mano o aquel gesto. A lo mejor, pasado un año, lo ves con otra distancia, como un objeto terminado y te cuestionás la elección. Durante un largo tiempo yo laburé en el periodismo, donde no tenés tiempo de reflexionar. Muchas veces me pasó de entregar dibujos que después seguí trabajando, lindas ideas que no había tenido el tiempo para cerrarlas. Otras veces, ni el tiempo para pensar eso tuve, porque ya estaba dibujando otra cosa, obligado a entregar.

 

DE CUANDO EL CABALLERO SCAFATI SE COLOCÓ SU ARMADURA

 

“¿Nunca os ha sucedió, leyendo un libro, que os habéis ido parando continuamente a
lo largo de la lectura y no por desinterés, sino al contrario, a causa de una gran
afluencia de ideas, de excitaciones, de asociaciones? En una palabra, ¿no os ha pasado nunca eso de leer levantando la cabeza? Es sobre esa lectura, irrespetuosa, porque
interrumpe el texto, y a la vez prendada de él, al que retorna para 
nutrirse,
sobre lo que  intento escribir”.
“El susurro del lenguaje”, Roland Barthes


Parece que te gusta ilustrar textos, pero en otras notas que te han hecho recalcás el modo en que está devaluada la idea de ilustrar.

Hay toda una serie de prejuicios (y perjuicios) respecto del ilustrador. No es casual que una crítica, tirándote para abajo, diga que algo es muy ilustrativo. Así que yo, para contrarrestar eso, empecé a definirme como ilustrador, me puse la armadura. Hay cosas extraordinarias que se han hecho y que se siguen haciendo. Ahora estrenaron “Zama”, muchísima gente va a estar en desacuerdo con la película porque, aparentemente, película no tiene mucho que ver con la novela. A mí me pasó con los poemas de Spinetta. Y allí fue muy difícil, porque las canciones del Flaco ya están en el imaginario colectivo y cada uno tiene su dibujo de ellas.

Pero, en arte, ¿quién no está haciendo una lectura de algo? Me parece que el ilustrador es más explícito: “Yo hice un dibujo de un poema de Spinetta”. Pero el tipo que para escribir toma un fragmento de su vida y un fragmento de algo que ha leído tampoco está partiendo de la nada.

Claro. Nadie parte de la nada. Es una ilusión pensar que es así. Ningún artista es propietario de nada, pero puede mezclar. Pasa lo siguiente: el oficio del ilustrador lo hacían pintores, a quienes no les alcanzaba el talento para más y tenían que comer. Pienso que viene de ahí ese modo de bajarle el precio a la ilustración. Ahora es al revés, se ha puesto de moda: como cuesta vender un cuadro, se hacen ilustraciones. Todo el mundo quiere ser ilustrador.

Scafati en su taller. Foto: Diego Grispo.
Scafati en su taller. Foto: Diego Grispo.

Pero en vos hay una elección. 

Sí. Yo he dado muchos cursos de ilustración y me llama la atención ver cómo, a veces, el aspirante no tiene algo que para mí es muy importante: el amar a la lectura. Tenés que tener adentro el mundo de aquello que vas a ilustrar, para ver las posibilidades que allí se ofrecen. Para ilustrar “La metamorfosis”, yo había leído los “Diarios de Kafka”, había visto montones de fotos de los lugares donde él vivió, de sus hermanas, del papá, de todo su universo. Cosas que no usaba como material, pero estaban dentro de mí. Por eso creo que la lectura es una materia importantísima, pero la gente te pide que le enseñes la técnica. Eso lo podés aprender en cualquier libro: “Cómo usar la pluma y la tinta china”, y te ahorrarías un montón de guita.

O sea que no se puede aprender a dibujar sin aprender a leer, que es como aprender a mirar.

Eso creo.

 

CONTINUIDAD DE LOS DIARIOS
 

“Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último
encuentro en la cabaña del monte”.
Continuidad de los parques“, Julio Cortázar


¿Nunca escribís?

Tengo cantidad de escritos y todo se me mezcla un poco. Ficción, cuentos, poemas, y  diarios, que para mí son fundamentales. En el año ’98, charlaba con Piglia que, como saben, escribió un diario de la puta madre. Él me preguntó por qué no dibujaba  mis propios diarios. Así que empecé a hacer diarios dibujados. Te muestro uno:

Scafati y sus "diarios". Foto: Diego Grispo
Scafati y sus “diarios”. Foto: Diego Grispo.

Sí… Mirá, este de un pajarito que encontré.

“Esta tarde encontramos este pájaro muerto en el jardín. Creo que es un benteveo. Muerte misteriosa. Hondazo no, porque está entero y sin heridas. Un gato se lo hubiera comido. Marta piensa que tal vez se envenenó con una fruta con pesticida. A lo mejor murió de viejo ¿dónde van los pájaros cuando mueren? Se lo estaban comiendo las hormigas. Lo puse en una bandejita y lo traje a mi cueva, ahora descansa sobre la mesa de dibujo. Es un buen modelo, no se mueve. De vez en cuando sale alguna hormiguita satisfecha del festín a la que trato de aniquilar…”


Primero hago encuadernar los dibujos, meto papeles diferentes, dibujo y escribo. No es una ilustración.

Es como si el texto continuara al dibujo y el dibujo al texto.

Mirá, acá hay un momento en que se muere un amigo, Roberto Páez, un dibujante extraordinario, esto salió sin querer. Dejé de dibujar durante un tiempo, fue muy fuerte… Mirá, este lugar que dibujé se llama Mingo, está al lado de la tumba de Goya. Ahí te dan nada más que pollo y sidra. Una fonda, capaz que Goya iba alguna vez a comer ahí… Entonces, lo pegué.

Es como un libro de artista, habría que considerar otro género aquí.

Y, sí… Hago muchas experiencias porque sé que nadie las va a ver. Lo hago con ese criterio, entonces, no me preocupa si me equivoqué.

Scafati. "Imagen de sus diarios". Foto: Diego Grispo
Scafati. “Imagen de sus diarios”. Foto: Diego Grispo

O sea que la escritura forma parte de tu vivencia cotidiana.

Es que en la imagen estoy contando cosas que no puedo expresar con la escritura. Pero con la escritura digo cosas que no están en el dibujo. Las cosas se van armando.

Está clarísimo que los dibujos hablan y las palabras dibujan. 

Esto es un laboratorio. Pruebo muchísimas cosas que después salen o no.

Publicaste dibujos con tus propios textos. 

Sí, “Drácula”, por ejemplo. Hice también un librito chico que se llama “El cadáver exquisito”, que reúne un montón de textos y alguna historieta. Tuve momentos desaforados de escritura también.

La vez pasada Miguel Ángel Estrella nos decía que le encanta escribir, pero que no lo hace porque le saca tiempo para tocar. En vos parece que no es tan así.

Es que lo he unido. Tengo la idea de hacer una novela gráfica. La empecé muchas veces, pero no la concreté nunca, tal vez porque era desmesurada. Un quilombo de cosas. El hilo principal es el príncipe que es un sapo. Pero, en realidad, tanto jugar con esa idea básica, elemental, la fui transformando. Al final, tiene que ver con los desaparecidos, con historias bastante densas.

 

BAILAR CON LA MÁS BRAVA
                                          

“Rabia, rabia contra la agonía de la luz”,
“No entres dócilmente en esa noche quieta”.

Dylan Thomas

Scafati. Dibujo de la serie “Morite muerte”
Scafati. Dibujo de la serie “Morite muerte”


La idea de la muerte, de vos peleándote con la muerte, aparece mucho.

Hace poco me hicieron un estudio del cuore y me encontraron un pequeño problema. Me decía: “En tres años no voy a estar”… No es que no me lleve bien con la muerte, lo he trabajado durante mucho tiempo, desde chiquito, pero esto empezó casi como un juego. Yo de pibe era muy tímido, en aquella época en los bailes uno tenía que sacar a bailar a una chica, si no, no pasaba nada. No se bailaba sólo en la pista como hacen ahora. Ponele que me gustaba una chica y ella estaba ahí sentadita. Entonces, para darme valor, me decía a mí mismo: “La vida es una cosa efímera, me juego el todo por el todo, total…” Cuando yo llegaba a tomar la decisión, la mina ya estaba bailando con otro ¿viste? Eso empezó así, como un juego. Después fue creciendo como una cosa muy angustiosa, pasé por un montón de lugares: religión, orientalismo, el tarot, la militancia, el I Ching… Y, de todo eso, quedó algo. Ya no lo vivo con angustia. Pasa que hay cuestiones vinculadas a la muerte que nosotros, en realidad, por cultura, no tenemos trabajadas. Los mexicanos, por ejemplo, es algo maravilloso cómo elaboraron la muerte, como la incorporaron.

No la pensamos como algo que está sucediendo ya.

Todo el mundo piensa en algún instante del día en algo que tiene que ver con eso, incluso a su pesar.

¿Y ese instante es potenciante para trabajar? 

Sí, y yo lo trabajo con un poco de humor. Son extremos. En el “Drácula”, por ejemplo, me interesó muchísimo el asunto del castigo que significa nunca a morir, todo a su alrededor empieza y termina, menos él.

Y  está condenado a una larguísima memoria. 

Claro. Por eso lo tomé. Después, está también el tema del erotismo…

 

HOMUS EROTICUS

                                               El erotismo está en la aprobación de la vida
hasta en la muerte”.
Georges Bataille

¿Qué es lo erótico en un dibujo?

Todo. He hecho mucha cosa erótica como argumento, pero más allá de eso siento que lo erótico está en todo. Creo que el erotismo es un sinónimo de la vida. Estás vivo, sos un ser erótico.

Scafati. Su mesa de dibujo. Foto: Diego Grispo
Scafati. Su mesa de dibujo. Foto: Diego Grispo

Tenés una relación muy erótica con tus herramientas y tu mesa de trabajo.

Sí, es verdad. Son una parte muy importante, como una prolongación de mi cuerpo. Yo trabajo con todo, meto las manos, se me mancha la ropa, la camisa…  No creo en eso de que la cabeza es el único órgano de creación. Estás con todo tu instrumento creando.

¿Elegís los materiales antes de empezar o te los pide el dibujo mientras vas trabajando?

Uso de todo: un disco para hacer círculos, porque es más confiable que el compás, plumas, cajas de colores, acuarelas, esa máquina que era de mi viejo… Yo tenía una colección de sapos de verdad, muertos. ¿Viste que se empiezan a secar? Algo muy lindo, me encanta. No sé, he hecho de todo…Y es que se me mete el día en el trabajo: la radio, cosas del día que finalmente no documento, aunque a veces quisiera, porque estos tipos del gobierno no tienen pudor.

Ya vimos tu dibujo de Santiago Maldonado. Me llamaron la atención las gotitas de tinta que le chorrean, también aparecen mucho en el espectáculo que hiciste con Soko.

Sí, es que tiene que ver con eso. Estaba acá haciendo algo y me vino de repente. Empecé a dibujar y salió. Las gotas tienen como una cosa violenta.

 

ÁNIMA MUNDI
                                  

“Tú tienes en tu canto como ecos de Océano; /se ve en tu poesía la selva y el león; 
salvaje luz irradia la lira que en tu mano/derrama su sonora, robusta vibración”.
Leconte de Lisle”, Rubén Darío 


¿Alguna vez dejaste de desear -o no deseaste- dibujar o escribir?

No puedo. Yo voy atrasado. Y es que tengo siempre muchas cosas para hacer: ahora terminé de ilustrar “El Hombre Invisible”, “El Escribiente”, hice “El Juguete Rabioso”, también estoy con la novela gráfica, que tiene una historia pero ni siquiera sé qué va a contar.

¿Y cómo es eso? ¿Escribís primero y dibujás después o al revés? 

Tenía la idea en la cabeza, intenté esa técnica pero no me funcionó, porque el dibujo se empezó a endurecer y mucho. Entonces decidí empezar a trabajar en otro formato: hago una cantidad de dibujos y empiezo a sacar algo de eso. Sin texto. Así hice el “Drácula”. Si bien  ahí ya tenía una historia del personaje atrás. Dibujé, elegí y luego dibujé lo que faltaba…

Scafati. “Drácula”
Scafati. “Drácula”


El dibujo se mete todo el tiempo en el texto y el texto en el dibujo y las imágenes siempre están rellenas de algo, parecen la memoria. Vimos un dibujo donde el teclado de una computadora se subía a la pared: las personas se meten en los mundos y viceversa.

Algo de eso hay siempre. Van en simultáneo pero el dibujo marca el ritmo.

Se podría pensar al dibujo como una forma de pensar que no necesita otra… 

Lo es. Totalmente.

 

LA DOCENCIA, O CÓMO LLEGAR DE LA KALIMBA A LA SANSULA


Algo que pugna por surgir/ como la mano del que se hunde en el mar.”
“Un oscuro mensaje”, Enrique Molina

Scafati y la sansula. Foto: Diego Grispo.
Scafati y la sansula. Foto: Diego Grispo.

 

Mirá, mi instrumento se llama sansula. Un engendro que hicieron los alemanas, agarraron la kalimba y la transformaron en esto. He investigado un poquito de cada cosa incluso a mi pesar. A todos nos pasa, creo. Quizás hay gente no deseante, gente que está como muerta, pero me pasa que tiendo a simplificar demasiado el mundo, creo que hay un componente artístico que está en todos, yo lo veo. Lamentablemente, pocos lo saben, porque si la gente se avivara de las cosas que puede hacer… A veces veo esos carteles rotos, que uno se los lleva a casa y los cuelga sin gastar un mango y ya tiene un cuadro que lo expresa ¿no? Ahí está la cosa, me parece.

 


¿Tratás de transmitir eso como docente?

Trato, pero he tenido serios conflictos. Ya no soy docente y, en realidad, nunca lo fui sistemáticamente. No pude. El dibujo te come mucho tiempo. Me gusta mucho el contacto con chicos porque yo también sentí esa necesidad. Recuerdo que, cuando estudiaba en Bellas Artes, tenía una amiga un poco mayor que yo (ella terminaba la carrera y yo recién comenzaba) a la que le pedía que me enseñara técnicas de dibujo. Ella pintaba, no tenía la más puta idea. Me decía “¿Por qué no probás pasar una vela por el papel y después le metés tinta?” Recuerdo eso porque hay tantísimas cosas que les puedo transmitir a los pibes. Pero hay ciertas paradojas. Mirá, yo soy de Mendoza. Allá hay una escuela de arte, de diseño, y raras veces me convocan. Han llevado de acá, de Buenos Aires, a gente muy improvisada, pero que en esa improvisación hablan su mismo lenguaje. Yo sé que lo mío es más conflictivo, no llevo una solución, es lo que pasa cuando querés cambiar algo. Creo también que un tipo hace cosas porque parte de un conflicto. Fui a hacer un curso en Bellas Artes de allá. El decano, amigo mío, me dijo que el gran problema es que, en Mendoza, algunos profesores creen que yo me quiero quedar ahí. ¡Claro que no! Me encanta la enseñanza gratuita y demás, pero no quiero porque tengo otras ideas, no podría además asumir el compromiso de quedarme instalado en un lugar. Puedo armar una cátedra, pero dejarla para que la sigan ellos. Hay una cuestión de competencia. Yo, al principio, no la entendía muy bien. Es rarísimo y me lastima un poco. Yo sólo quería algo muy simple: transmitir algunas cosas difíciles de comunicar. Vos ves el punto final en un dibujo, pero para llegar a eso, pasás, los obstáculos, por las ganas de renunciar, de cambiar…Es un proceso que tiene sus cositas.

Scafati y el Anartista
Scafati y el Anartista. Foto: Diego Grispo.

 

Scafati y el Anartista.
Scafati y el Anartista. Foto: Diego Grispo.
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