Deseantes: Sobre el universo de Phillip K. Dick, en Blade Runner

Por Pablo Arahuete.

MORIR LA LLUVIA, VIVIR LA LLUVIA

giphy (3)Es de noche. Un hombre arrodillado yace sobre el piso de una terraza, ante la mirada atónita de otro. La lluvia  envuelve al que yace y al que mira. Uno ya no la siente, porque hace instantes se apagó para siempre. El otro, salvado de una caída al vacío por aquel que ya no vive, ahora reconoce en la lluvia el tacto de sentirse vivo. No se conocían entre ellos, no tenían nada en común. El que ya no advierte la lluvia era una mutación genética con forma humana, inteligencia superior y una capacidad de raciocinio capaz de proporcionarle todos los elementos para llegar a la conclusión de que su creador no había practicado con él esa cualidad humana llamada bondad. Por el contrario, lo había creado con fecha de vencimiento y con el objetivo de esclavizarlo.

Existir implica desear y desear trae consigo la paradójica encrucijada de la trascendencia. Algo completamente incompatible con la vida, ¿o no? Ese es el corolario de la película inspirada en un relato de ciencia ficción del escritor Phillip K. Dick. Tal vez uno de los referentes obligados en el terreno literario y uno de los más adaptados a la pantalla grande. Sin lugar a dudas, su mayor proximidad con el séptimo arte lo marcó un clásico de culto dirigido por Ridley Scott, “Blade Runner”. En estos días, llega su secuela, “Blade Runner 2049”, a cargo del realizador canadiense Denis Villeneuve.

EL CANA ETERNO

Pasaron 35 años desde 1982, año del estreno de la originaria y año del fallecimiento del autor de la novela. La repentina muerte de Dick, a quien ciertos biógrafos atribuyen, entre otras cosas, haber experimentado delirios místicos, frustró sus deseos de ver impregnados en imágenes sus sueños de tinta impresa. Vivía de su producción literaria (40 novelas, cientos de cuentos y relatos), aunque el género de la ciencia ficción no contaba con el beneplácito del mundillo literario de su época. Sin embargo, cinco meses antes de su muerte, en una emotiva carta a uno de los productores del film, Dick escribe que estaba complacido y orgulloso por  esta nueva forma de ciencia ficción en el cine. Un soplo de aire fresco para  el demacrado género, sentenció en la misiva, fiel a su trabajo literario, que buscaba sembrar las preguntas incómodas de su tiempo y del futuro. Lo cierto es que, si se traza un paralelismo entre Blade Runner y su secuela, las ideas filosóficas prevalecen y la distopía planteada desde el imaginario del escritor norteamericano  dista muy poco del presente que nos atraviesa.

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Replicantes y humanos generaban para ese entonces el caldo de cultivo para dejar sembrada la semilla de la discordia. La incómoda falta de diferenciación entre unos y otros, por ejemplo, en lo que hace a la brutalidad o a la represión de las emociones, implicaba la reflexión sobre la libertad o el libre albedrío en un sistema totalitario. Un régimen que, bajo el pretexto del orden y del progreso, domesticaba conciencias. La publicidad holográfica, las tiendas que vendían sueños y un sinfín de placeres artificiales, en un punto, reconstruían distintas formas de falsos deseos. Entonces, aquellos con algún rasgo de humanidad ¿eran realmente libres?, ¿por qué no cuestionar al creador? Autoconscientes de su fecha de expiración, tan solo cuatro años, los Replicantes rebeldes se alzan contra aquel corporativo que les dio vida. Pero, un humano disfrazado de policía, un desencantado hombre analógico en un mundo digital, obedece las órdenes de cazarlos bajo el eufemismo de pasarlos a retiro por lo defectuoso de su accionar.

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EL SUEÑO, EL SUEÑO, EL SUEÑO

En el 2049, son los mismos Replicantes avanzados, como el protagonista K, (guiño y  homenaje directo al papá de esta historia) quienes cazan a los de su especie, los parias tecnológicos sobrevivientes a un gran apagón que borró todo tipo de memoria digital y rastros del pasado. K no tiene recuerdos, apenas deseos implantados por la compañía que lo creó. Mitiga su soledad de androide con emociones, frente a una silueta holográfica y perfecta que, al igual que él, expresa emociones y busca cuerpos de prostitutas para entrar en ellas y satisfacer las apetencias de su dueño: una réplica de una réplica de una réplica en un mundo de réplicas. Pero hay algo más allá del entendimiento de K, algo que excede su raciocinio y dolor, ligado al misterio de la fe. Misticismo versus religión se tensan en el universo de Blade Runner 2049: hay quienes creen en el nacimiento de un niño híbrido, en aquel blade-runner-eyepasado borrado por el apagón,  producto del deseo de un humano y una androide. Por otro lado, están aquellos fundamentalistas de la ciencia, dispuestos a terminar con el sueño de un mejor destino para las máquinas que un día pensaron y otro día desearon dejar de ser esclavos, esclavos, esclavos…

 

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