Reflexiones acerca de la miseria: Entrevista al Ruso Verea.

                                                           Entrevista: Nicolás Sada, Gabriela Stoppelman

                                                           Edición: Nicolás Sada, Gabriela Stoppelman

                                                             Fotografía: Diego Grispo

 

“He oído que el contar de muchos años y muchos años tendrían que atestiguar un cambio. La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo.”   

                                                                                                           Dylan Thomas

 

Desovillalo, desovillalo hasta que se deshaga el último rayo del sol. Y que la voz abierta venga con la noche, acurrucada dentro de la pequeña Spica de la abuela. Que entonces la voz se expanda firme y con peso. Y que luego se entrevere a la noche con los primeros acordes de “A song for Jeffrey”. Quién sabe cuándo fue que ese ovillo se escurrió del tacto de una tía, o de la mirada de una madre. Y tan sólo por andar comenzó a pavonearse en filiaciones. Ya de movida ató 118 cabos de parientes, hizo punto cruz en el paisaje del sur y punto nido en ecos de la tía Nélida. No se privó de ascensos delirantes, atajadas inolvidables, fantasías en diagonal orientadas siempre al calado del horizonte, a la permanente tarde que no quiere ser sin luz. Pero no vaya a creer que es cosa fácil ser ovillo obstinado en desenvolturas. Entre los tramposos y los pícaros, se cuela la gambeta del servicio, esquiva el tacle miserable de los acumuladores de lana- esos que nunca ni un solo pulóver- y se hace cargo de encender los nombres de las letras- Bioy, Cioran, Macedonio- en los territorios de la música. No se detiene y, con una finta casi imperceptible, infiltra cadencias inesperadas en la solemnidad de algunas letras. El ser del ovillo es dejar de ser, mientras desenrolla la delgadez de su materia, hace una pausa, gira, levanta la cabeza al desnudo y busca al compañero mejor ubicado, pero la superficie pinta difícil para el juego, la marca es férrea entre máscaras ásperas y superpuestas, ¿dónde está el compañero para repartir el corazón de la lechuga?, ¿y el verde que rueda el alimento en la luz de la tarde? dónde,  un latir al unísono, dónde, ahora que el ovillo es prácticamente una ínfima línea, letra extendida en voz, en música y, en la profundidad del área, aquella enorme bola que soñaba ser pulóver en la cesta de la tía es ya una fina hebrita con ganas de marcar el ritmo de la Spica, está en la línea de gol, se perfila para el remate de su vida, “ovillo, hoy te convertís en héroe”, sin vacilar, con su pierna más hábil, tensa el deseo de gol, erguido, saca el imponente zurdazo. Y, en una volada inolvidable, ataja con dedos de acero el Ruso Verea.

 

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CAMAROTE VIP EN EL TITANIC

                                  

Nunca se me había ocurrido en todos los años de cárcel que la liberación era algo que podía conjugarse en singular.”

                                   Miguel Benasayag, “La vida es una herida absurda”

 

Te cuento que nosotros no somos periodistas, somos un grupo de lectores y escritores. La idea es mandarte esta entrevista editada para que la revises.

Me parece tremendamente respetuoso. Por lo general, cuando doy notas, parto de la confianza. Así es como me criaron. El tema es que hoy hay una búsqueda de títulos, por lo que las ediciones oscilan todo el tiempo entre la buena y la mala leche. Creo que lo importante es cómo se llega a algunas cosas. A lo largo del tiempo uno va eligiendo con quién habla y con quién no, más allá de que tengas más o menos cosas en común.

Ahora tenemos mucho cuidado porque las cosas están muy calientes.

Es cuando más tenemos que hablar, el problema es que no nos queremos escuchar. Hace rato que pasa eso de que el otro no quiere conversar con vos sino convencerte. Es como el levantar la voz. Hace tiempo que dejamos de hablarnos, nos gritamos. Y después,- y no sólo en los lugares de privilegio- se ve un súper ego o, una especie de “te lo digo yo”… ¡Puta madre!, ¿desde dónde me está hablando este tipo? A veces pasa con el fútbol, ves la falta de respeto en algunas comunicaciones. Y ni hablemos del error: no te podés equivocar… Te lo traslado a un campo de juego: el que compite conoce al adversario porque no lo transforma en un enemigo. Cuando te convencen de esto último, sos un idiota. El adversario, cuando te gana, te enseña que algo hiciste mal o que es superior. Entonces tenés dos caminos: o mejorás lo que hiciste mal o hacés muchas cosas más para poder lograr alcanzar al que fue superior. Eso acá está roto, porque el “cómo” no importa. Entonces, nos abrazamos a la trampa. La vida es un campo minado, esa cloaca donde no sabés qué hay abajo, mientras no metas la pata…

Hay un punto donde el otro se puede transformar en un enemigo.

Está bien… En nombre del éxito, con rivales de la selección nacional hemos hecho cosas aberrantes en el fútbol. Y eso se vendió como viveza. En nombre del éxito, cualquier cosa. Pero el hijo de puta es un hijo de puta, no es un vivo. Al vivo lo elegís, al hijo de puta, no.

Bueno, a veces lo eligen…

Creo que las opciones son cada vez menores, hay cada vez más hijos de puta de un lado y del otro. Me parece que hace rato dejamos de tener la posibilidad de la representatividad. La democracia usa un muy buen léxico, pero no una buena expresión en el día a día. Es simple, nosotros no tenemos necesidades básicas cubiertas y, en la disputa ideológica, todos perdimos el camino, perdimos todo. Y ya no es el “sálvese quien pueda”, sino llegar a tener el mejor camarote del Titanic. Es adonde arriba aquel que tiene una merma muy grande de todo, que no le molesta ni el semáforo ni qué pasa en el contexto del semáforo y tantísimas otras cosas que son señales desde hace mucho tiempo. Hace veinte o veinticinco años que nos enrejamos, que perdimos la calle, las plazas. Hoy las calles se usan para usarnos, no son nuestras.

 

HASTA LAS MANOS DE AMOR CON LOS CHORROS

 

                                               “Además que el ladrón no gusta de ser preguntado. En cuanto se le pregunta algo, tuerce el gesto como si se encontrara frente a un auxiliar y en el despacho de una comisaría

Roberto Arlt, “Conversaciones de ladrones”,  de “Aguafuertes porteñas”

 

Pensaba en la elección de la AFA. Cuando dijiste “trampa”, “no nos escuchamos”, “la ventaja”, “nadie nos representa democráticamente”,  recordé el famoso empate 38 a 38.

Si vas a querer cambiar lo que ya se institucionalizó como lógico, sos un imbécil. Lo más fácil es que el poder se muestre dejándote entrar primero y luego tirándote abajo del tren. Te explico: Cantero había sido elegido por la gente de Independiente por tres razones. La primera es que la gestión anterior resultó nefasta, se habían recaudado más de cien millones de dólares, se tiró abajo la cancha y se empezó a hacer otra. La reinauguraron tres veces y era un esqueleto. Resultaba tal la vergüenza del hincha de Independiente… A eso hay que agregar que creció allí un personaje nefasto como el Bebote (1). El hincha un día dijo basta y votó a un tipo común que tenía el mejor mensaje. Después- ineptitud más, ineptitud menos-, la realidad es que- metido en este quilombo- el poder lo dejó entrar y lo tiró bajo el tren. Agrego: a Cantero lo hicieron reunir con el Ministro del Interior, Randazzo. Lo hicieron reunir con el Jefe de Gabinete, Abal Medina. Le dijeron que tenía una aceptación pública del 80%, que su futuro estaba en la política. Le prometieron veinte, treinta, cien palos para salvar a Independiente. Y es el presidente del descenso: “con Cantero nos fuimos a la B”. La sensación en el ambiente es que no te podés pelear con la barra porque te vas al descenso. Pero la barra es la institución, la barra es ese “38 a 38”, el barrabravismo estaba en la dirigencia.

¿Y cómo salís de ese círculo en el que a Cantero se lo comen los leones y el hincha después va y vota a Moyano?

¿Por qué el hincha de Independiente votó a Comparada (2)? Porque era el empresario joven, adinerado, que supuestamente nos iba a salvar. Es el recomendado, puesto por el mismo Grondona. Comparada era el joven empresario con el que Matilde Menéndez pasó sus vacaciones en Centroamérica, en el Caribe. Cholo Comparada, su padre, era socio de Barrionuevo y de Grondona en temas de seguros y sepelios. Hay que marcar esto. El juego del poder es hacerte sentir todo el tiempo que ellos lo tienen. Desde afuera, hablar del poder es facilísimo.

Pasa que nosotros, como ciudadanos, tenemos una formación política lamentable, al punto que no podemos identificar al enemigo. La persona más sabia de mi barrio es mi verdulera, que me dijo: “Obrero no vota patrón”. Todo el resto del barrio, con más formación, escuela, universidad, no podía identificar eso y están ahora llorando por los rincones por las facturas de los servicios. No vieron al enemigo. El enemigo es el que busca tu extinción, quiere que no tengas lo que tenías, que la pases mal. De ahí en más, tendremos un montón de adversarios. No tenemos que tener miedo a ser violentos por decir la palabra “enemigo”.

Cierto. Yo te hablaba del fútbol. Te lo llevo a la vida. El enemigo es el que miente. El mayor enemigo sos vos si te enamorás de los ladrones. Pero ahí viene otra cosa que no es sólo de formación. Construida como está hoy, la vida es la entrega por la entrega misma y la sumisión por la sumisión misma, porque avanzan sobre vos infinidad de obligaciones y cada vez menos posibilidades de derechos. Y te guste o no te guste, tu vieja abrió las patas y apareciste. Y las luchas son muy grandes en lo que parece pequeño y es lo más grande: tu familia, vos mismo, tu entorno y, después, el conjunto. Y en el conjunto entra a tallar algo más terrible, que es el poder. Se somete al poder la destrucción de lo que vos creés que podés construir colectivamente. Porque, en esa construcción colectiva, el poder te deja afuera. Y otra vez volvemos a mirarnos todos y decirnos “¿Qué somos?, ¿una pandilla de boludos? ¿No nos dimos cuenta que este tipo nos cagaba?”. Y nos volvieron a cagar y nos volvieron a entregar. Entonces, las falsas izquierdas allanan el camino de las más crueles derechas. Hay una construcción durísima vinculada con todo lo que amolda al entramado que sostiene al poder. Y la idea de la revolución, que es fabulosa, está sustentada en la continuidad de la vieja expresión “la revolución permanente”. Y si la revolución es permanente, tu juego con los demás es entregar el poder y que aparezca otro. El problema es que no todos tienen la misma capacidad. Y ahí es donde el de mayor capacidad desestabiliza al de menor capacidad y ya dejamos de ser compañeros. Es hermosamente contradictorio, sería fabuloso que esto se discutiera entre las cabezas que podrían ayudar a resolverlo. El problema es que no lo queremos discutir. Y volvemos a ese otro lugar, donde se acomodaron quienes pueden llegar a pensar en hacerlo mejor y se dedican a cagarnos.

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DE TRAMPAS SOMOS

 

La desgracia constituye la trampa de todo lo que respira; pero sus modalidades han evolucionado: han compuesto esa sucesión de apariencias irreductibles a cada instante a creer que es el primero en sufrir”  

Emile Cioran, “Supremacía de lo adjetivo”, “Breviario de la podredumbre”

 verea7, foot, monólogo teatral poético

En muchas entrevistas que te hicieron el tema de “la trampa” y “la viveza” aparece una y otra vez.

Es un gran dedo en el culo que le meto al hincha argentino, porque estoy harto.

Pero no sólo en el fútbol. Citás un hermoso cuento de Bradbury que es “Un hombre cuidadoso muere”.

https://solocienciaficcion.blogspot.com.ar/2007/08/un-hombre-cuidadoso-muere-ray-bradbury.html

Allí, al tipo- un hemofílico- lo viven trampeando. Y hoy parece que todo el tiempo nos estamos defendiendo, que ocultamos nuestra parte débil para que no nos destruyan y no queda espacio para la ofensiva. ¿No hay ahí también una trampa?

Puede ser. Yo me lo planteo con mi vida, desde lo más humilde y remoto. Cuando entré al medio, lo hice como un ex futbolista y como un tipo que llegaba a conducir un programa de rock, de heavy metal, con el espíritu de que fuera divertido. Porque notaba una solemnidad tremenda en el medio. Nosotros mirábamos por arriba del hombro al guitarrista a ver cómo tocaba, y yo no toco una nota. Evaluábamos eso: qué actitud tenía o no tenía, quién era músico de verdad; quién, de mentira… Entonces, en la Rock & Pop, que a esa hora no medía un carajo, yo pensaba cómo hacer para que resultara un programa divertido. Bueno, le quité solemnidad y pasé a ser un vendido.

¿Hubo algo de revolución ahí?

¿Sabés? La revolución más grande de todas es que, dos años después, a las nueve de la mañana, sonaban Motorhead o Sepultura. Eso era el gran triunfo. Mirá, la primera vez que puse “Sepultura” en el “Heavy Rock & Pop”, los metaleros tradicionales decían “Eso es una pelea de perros, no es música”. Tres años después, “Sepultura” metió cuatro Obras. Y un padre vino y me dijo: “Soy de Purple, Ruso, de las melodías, de Richie Blackmore, de Ian Gillan, de la voz, del chabón que se tira el pelo atrás y tiene una estética. Soy de eso y vengo con mi hijo que está muerto por estos tipos… ¿Querés que te diga una cosa, Ruso? Me rompieron el culo”. Esto era lo maravilloso, porque eso era la “Heavy”. Ahí es donde está lo otro: hasta dónde el adiestramiento termina teniendo un fin, un logro y una sustancia desde donde dar. Cuando yo aparecí en los medios, era el tipo que venía de estudiar Derecho, de jugar al fútbol. Vi que el medio era una cosa de locos, que se masacraban. Me terminé yendo prácticamente de todos lados. Del único lado que no me hubiera ido, me echaron. Cuando ESPN me ofreció “Hablemos de fútbol”, me sentaron en una mesa de un restaurant y me dijeron: “Ruso, esto es así. Víctor Hugo se va y nosotros tenemos que rodear a Perfumo. Va a estar el Polaco Caimi para toda la cosa periodística, el Rulo Taquini que va a ser el conductor, un gran dador de cartas, y vamos a seguir agregando gente. Pero, de entrada, necesitamos una voz pesada, la tuya. El problema es que te tenés que disfrazar, de saco y camisa.” En esa época ya no tenía pelo, pero había llegado a tenerlo bien largo… Le pregunté si aceptar el traje implicaba que, después, tenía que aceptar el “de eso no se habla”. Me contestó: “Venimos a buscar al Ruso Verea. Si yo te digo eso, te vas. ¿Te creés que no averiguamos que ya te fuiste de todos lados? Te fuiste de América cuando tenías el cuarto sueldo más alto y recién empezabas en los medios…”. Yo, en América, comentaba los tres partidos de la B Nacional. Se armó un programa que se llamó “El pelotazo”, donde estaban Menotti y Bonadeo padre. Un día, mi viejo me sentó frente al televisor blanco y negro, donde mostraban a Bonadeo padre y me dijo: “Mirá esto. Estos son los monos que dicen cosas. Estos son los que están formados. Mirá, habla y no repite una palabra. Con un francés, habla en francés; con un inglés, en inglés; con un alemán, en alemán…”. Mi viejo era un obrero, tenía sólo la primaria. Mi vieja era mucho más “gillette” que mi viejo: si no la sabías manejar, te cortaba.

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A SONG FOR NÉLIDA

 

                                             No veo lo que no quiero ver, / no escuchas lo que no digo, / No seré lo que yo no quiero ser. / Sigo mi camino.” 

                               “A song for Jeffrey”, Jethro Tull

 

Nosotros reivindicamos a tu tía Nélida.

Ella es la que me incentivó el tema del arte. La que, de nene, me hizo conocer personajes.

Contás que el primer tema de rock que te impactó fue de Jethro Tull, “A song for Jeffrey” .

Me mató, me hizo mierda. Yo escuchaba desde Roberto Carlos hasta Carlos Bisso y su “Conexión 5”; desde “Cano y los Bulldogs” a “Pintura Fresca”. Eso sonaba en la radio a mis once años. Y no te olvides que vengo de una familia, donde mis viejos bailaban el tango, mi abuela venía con el mate en la mano y, cuando pasaba frente a la radio, se quedaba cantando un tango y se olvidaba del mate, se colgaba. A mi casa siempre vino mucha gente: miércoles, Copa Libertadores, televisor blanco y negro. “Pirucha, hoy juega River por la Libertadores” “¿Y? ¿Qué pasa, Tito?” “Nada, Pirucha… ¿Hacemos un asadito?” Tito tenía una tienda a media cuadra de casa. “Está la parrilla, Tito. No me preguntés. Hablá con Berto, compren la carne y decime cuántos son que yo preparo las ensaladas”. Esto era mi casa. En el medio de todo esto, mi tía y un padrino: Juan Perono de “Calderas Perono”, que competían contra las calderas Galimberti. Otro personaje imparable. Pero volvamos a mi tía. Hay algo que me pasa cuando escucho “A song for Jerffrey”, que es como el amor. Algo muy difícil de explicar. El día que sepa por qué me enamoré de mi mujer me tengo que ir de su lado.

Cuando leemos tu trayectoria, nos parece que hacés lo mismo que tu tía. A los pibes que sintonizaban la radio para escuchar rock les hablabas de Artaud. Metías un montón de literatura en un ámbito que es para otra cosa, igual que tu tía.

Bueno, en una gran parte soy mi tía. En otra, mi vieja. Y, también, otra parte grande viene de mi papá. Sostengo con mi espalda- más allá de la plata- un montón de cosas del esquema familiar. Y mi viejo era eso. Tengo un gran legado familiar. Lo he visto a mi viejo hablando con mi vieja por lo bajo, diciéndole: “Me acaban de cagar tres categorías porque no me subo a los camiones”. Yo era un nene. Después supe qué significaba no subirse a los camiones. Y mi vieja decía: “Y lo que es peor, si supieran que no somos ni gorilas ni antiperonistas”.

¿Todo eso recordás?

Como si fuera hoy. Mis dos abuelas: La paterna, Dominica Tomasa, era una señora toda de negro, nariz aguileña y muy rigurosa en algunos temas. Ella preparaba el café. Y yo hoy lo preparo como lo hacía ella, con el filtro de tela en el que se ponen unas cuatro cucharadas de café, un chorro de agua fría para no quemarlo y, después, va el agua hirviente. Primero en el centro y después alrededor. Mi mujer se caga de la risa porque está la cafetera al lado. Pero para mí el café tiene que ser así. Claro que no soy muy cafetero. Sólo con el café con leche, cuando lo tomo. No soy de esos del pocillo. Mirá, cuando empecé a tener mucha notoriedad, mi viejo ya tenía complicaciones con el Alzheimer. Muy joven, sesenta y poquito de años. Entonces íbamos juntos a la cancha y me paraba la gente, me pedían autógrafos, se querían sacar una foto conmigo. Y mi viejo preguntaba por qué hacían eso. Mi mamá le decía “¿Viste que el otro día lo vimos por televisión?”. Un día, cuando mi papá ya había muerto, mi vieja me dijo: “¡Si tu papá estuviese vivo y pudiera sentir el orgullo que yo siento!… Cuando hago un trámite, digo mi nombre y me preguntan si tengo algo que ver con el Ruso Verea…”. Eso es muy fuerte, tiene que ver con algo clave: que ellos se sintieran orgullosos de mí. Yo me siento muy orgulloso de mis viejos. Mi vieja daba inyecciones y no cobró nunca un peso. Mi viejo se levantaba a las cuatro de la mañana para ir a laburar. Y, si había que poner una inyección a las dos de la mañana. Él ponía el despertador a esa hora y cruzaba la calle con mi vieja para acompañarla, estuviera inundada la calle o no, porque nosotros vivíamos en Gerli, que se inundó durante muchísimo tiempo, culpa de los políticos que no hacen las cosas que hay que hacer. Claro, mientras te piden todo el tiempo que vos construyas y toda la bola. He visto a mi viejo cruzar con las botas de lluvia para ayudar a los de enfrente a levantar los muebles. Todo eso es muy fuerte en mí.

La vocación de servicio y la generosidad con el otro.

Todo el tiempo, como la casa abierta. Hoy ya no la tengo porque vivo en un departamento, en Wilde. Pero soy de provocar cosas todo el tiempo, comidas y eso.

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Quería volver a esto del legado y la pertenencia. Ver cómo eso choca con la lógica del fútbol: sentís que pertenecés a tu barrio y amás esa camiseta por sobre todo, pero pueden comprarte del equipo del otro barrio, por ejemplo.

Hay algo interesante ahí: es el mundo que nos avanzó a nosotros y tenemos que comprenderlo. Antes, al barrio se le daba toda una cosa. Pero en el barrio hay, como en todos lados, un montón de hijos de puta, de sinvergüenzas, de buena gente, hay de todo. El tema es dónde se mueve uno. Una vez yo paraba en una esquina donde había gente que contaba qué hacía con una de las señoras más grandes del barrio, con una peluquera. Yo tenía trece años, con iniciaciones sexuales pura y exclusivamente manuales. Un día le dije a mi viejo: “Están hablando de tal cosa”, y mi viejo: “Te estás juntando con pelotudos, de las mujeres no se habla así, Ruso”.

 

DEPORTIVO SOCIAL VEREA

 

          “El prejuicio extrafutbolístico hacia el fútbol disminuyó y eso es, al mismo tiempo, una buena noticia y una mala noticia. Es producto de la fuerza de legitimación del fútbol a toda costa. El fútbol tomó una dimensión social tan enorme que es muy difícil vivir de espaldas a lo que significa”

                     Eduardo Sacheri, entrevista para “El Enganche”, por Ariel Scher

 

Leí por ahí que eran ciento dieciocho en tu familia. Y se juntaban todos. 

Bueno, eso es otro quilombo de parte de mi vieja. Ojalá hoy, con todo lo que hay de redes sociales, se pudiera construir algo como en aquellos encuentros. Nunca éramos los ciento dieciocho, porque siempre la familia se pelea. Pero, volviendo al barrio, lo que uno hace es jugar con los que tiene ganas de jugar. Un día pegás el salto de calidad. Puede pasarte con tu hijo, si lo llevás a jugar al fútbol. A esa edad no se le puede romper el hecho lúdico. Y ahí está tu intervención. Tu hijo tiene que seguir yendo a jugar. Donde vaya sólo para ganar, se lo comieron los hijos de puta. Después, está la otra: aun yendo a jugar y mostrando más condiciones que otros, seguramente, van a aparecer quienes le digan “Escuchame, ¿venís a jugar para “Parque”? Te damos una luca por partido”. El nene va a pasar a ser un sostén en la familia y a llevar a casa, el sábado o el domingo, lo que el padre no gana en la semana. A eso sigue lo otro, el mundo que nos rodea, la tentación. Con sesenta años, a mí me bombardean todos los días. Me mandan publicidad desde una campera hasta propaganda de un auto. Ante ese bombardeo, es muy factible que a tu hijo vengan y le digan “Me enteré que querías las zapatillas de Palermo. Tomá”. Eso hoy está, no digo que sea irrefrenable, pero está. Después, existe la competencia. Los padres siempre trasladaron sus frustraciones y postergaciones en los chicos. Pero hay algo mucho más terrible: hoy el padre pierde el rol de padre y asume el rol de hincha de su hijo. Y, como tal, es un energúmeno que se reputea con otro padre, con el entrenador y con el árbitro y queda absolutamente roto todo lo que rodea a ese pibe. Entonces, ese pibe vive llorando o acongojado o vive la felicidad de la Copa: “ganamos”, porque el éxito es todo. Esa copa la tengo y un día me acuesto con catorce copas y lleno de obligaciones y digo “No quiero más esto, ¿y ahora qué?”. Porque, cuando vos tenés condiciones y crecés y las seguís teniendo, la cosa se empareja cada vez más. Hay gente que no está preparada para el salto de calidad y hay otros que lo encuentran un tiempo después. Por eso los dejan libres en un lado y terminan apareciendo en otro.

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Esto de la competencia incentivada institucionalmente se ve en las escuelas, con las clases de gimnasia, matemáticas o lo que sea. El error está castigado y no es un lugar de aprendizaje.

Tal cual. Pasa en los entrenamientos, en ese patético creer que si reprimís, enseñás algo. Cuando yo entrenaba era así. Y, si vos lo discutías, te hacían callar la boca. Ese “callate la boca” estaba también en tu casa, pero ante algunas otras razones. Y es una condena que yo no viví tanto. Para volver a lo que planteabas de la pertenencia, creo que hoy, para el tipo que quiere hacer un deporte o cualquier otra cosa, la clave es su preparación. Pasa con el periodismo, por ejemplo: a mí me están llamando para dar charlas en escuelas de periodismo, en universidades. Yo no me preparé para esto. “Pero Ruso, los pibes hablan de vos, sos una referencia.” Entonces, lo primero que hago es decirles que yo no me preparé, que me enfrento a esto de dar charlas con muchísimo temor y muchísima humildad. Y no se los digo para quedar bien, sino porque supongo que en ellos debe haber una llama encendida para querer ser periodistas, que por eso se preparan. Yo primero me encontré con la posibilidad de conducir un programa, era una aventura, iba a poder pasar la música que amaba, entre muchas otras cosas. A tal punto, que el primer día puse un blues en un programa de heavy metal. Entonces, cuando doy charlas, les digo a los pibes: “Me imagino que en ustedes debe haber una fuerza sagrada, ¿o quieren ser famosos?”.

 

NIÑO ENVUELTO EN JAMÓN CRUDO, JAMÁS

 

“En cuanto a este fracaso en el escribir, se debe a esta rareza de no poder escribir seguido, sin pensar en nada. Si yo hubiera pensado antes de escribir, lo que tampoco es oportuno, apenas se notaría. Mas el lector me descubre pensando mientras escribo, nota estos intervalos de silencio y ya comprende que soy un pobre diablo- lo que sería preferible que no se advirtiera tan pronto” 

Macedonio Fernández

 

¿Vos escribís?

No. Bueno, algunas cosas hay… Pero, mirá, todos los separadores de la “Heavy Rock & Pop” son míos. Escribí algo más, como “Ya las nubes no cargan agua, llevan radioactividad”, aunque siempre cosas para la radio. Pero vuelvo a lo que estábamos conversando: me parece que la mayor pertenencia parte de uno y uno es quien tiene que largarla y provocarla. Les digo a los pibes: “¿Cómo se enfrentan a un secretario de redacción que les dice: “Escribí como un hincha”? ¿Qué hacen?, ¿van a escribir como un hincha? Díganle: “Contrate a Di Zeo, viejo. Llamelo al Bebote. No me contrate a mí. Ayúdeme. Yo me preparé, pensé en ser mejor. Déjeme escribir cincuenta líneas. Corríjame, sacúdame. Pero que sean mis cincuenta líneas.” Pero hoy está la entrega. Vos llegás a tu casa y decís: “Me echaron” y la respuesta es “¿Qué hiciste?”. Nunca, “ ¿por qué?”. Y vos: “Lo que hice es decirle a uno que no, porque me pidió que escribiera como un hincha…” “¡Es un boludo! ¡Tuvimos un boludo!”. Puedo agradecer al “Frigorífico 266” porque pone plata en nuestro programa, va a estar la picada presente, atrás está el banner, no soy tan pelotudo. Ahora, si me tengo que envolver en un jamón crudo o ponerme un collar de salamines o longanizas, no puedo. No. No puedo. Bueno… por treinta, el culo es tuyo. Por cien, el culo es de ellos. Y, entre treinta y cien, la diferencia es cómo querés vivir. Todo esto, que es bastante complicado, me tocó de grande. Si te toca de pibe, es lo mismo que yo digo: no puedo hacer ningún juicio de valor sobre la juventud y la adolescencia.

En las antípodas de esto, recién hablabas de que no podés explicar por qué estás enamorado de tu mujer. ¿Ese indecible lo podrías asociar con lo poético?

Es que yo tengo un quilombo muy grande con las letras. Me ofertan hacer libros desde hace veinte años y no quiero. Tipos como Macedonio escriben libros, no yo. Tampoco he leído todo Macedonio ni todo Borges, pero creo que no puedo escribir un libro. Hay tipos que te dicen: “Saqué un libro” ¡La puta que te parió!, ¿te animaste a sacar un libro? Vos me preguntás sobre lo poético. Yo terminé bien el secundario, no me llevé ninguna materia, todo fenómeno, fui un alumno no ejemplar, pero del que decían: “Este no es ningún pelotudo”. Y, cuando empecé a transcurrir, empecé a leer cada vez más. Después, suceden otras cosas: en los lugares donde parás, viene uno y te dice “¿Leíste a José Sbarra?” “No”. Y uno va y trata de conseguir el librito.

Lo poético es para nosotros lo que genera una conmoción en el lenguaje.

Creo que tengo una manera de decir. Que me formé y crecí con eso. En la “Heavy Rock & Pop” había gente que no podía creer que yo no escribiese lo que decía cuando arrancaba los programas. Después, pasan cosas con gente que me conoce mucho. El tipo que produce programas de fútbol, me dice: “Ruso, la verdad, volví del laburo a la noche y me metiste en una obligación de, a las cero horas, poner “Radio Cantilo” y la puta madre que te parió. Me subo al auto, y digo “Esperá que está el Ruso”. Y no me pierdo esos cinco, siete u ocho minutos que hablás vos hasta que ponés un tema…”. Y ese tema ya no es como en la “Heavy”, cuando yo buscaba que la canción explotara. Ahora pongo otras cosas. Cuando dejé de hacer la “Heavy” me dije que eso ya no lo haría más. Porque en mi casa también viví mucho el hecho nostálgico. El tango es re-nostálgico. Y los metaleros, los rockeros, también lo somos. Yo no quería saber nada de eso. Se nos murió Malcolm Young de ACDC, ¿qué hacemos? ¿el homenaje típico?, ¡no! Yo arranqué con un tema de ACDC, pero sin hablar de lo que fue Malcolm Young. Hablé de lo que creí que tenía que hablar y, cuando terminé, dije: “Ah, uno de los nuestros se fue para arriba. Si lo dejan enchufar, convierte al cielo en un infierno”. Y salió ACDC.

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EL JUEGO DESCOMUNAL: EL ROSTRO AL DESNUDO

 

 “sólo hay ajenidad y te hago señas y alguna vez hay flores o espesura de sol qué lejos estoy dentro de mí nunca te dije: soy un infinito enmascarado de hueso corre corre búscate suelta a los dioses por el rastro corre corre engéndrate suelta a las furias por el rastro”

                              Susana Thenon, de “La mirada imposible”

 

Volvemos a la poesía. El lenguaje poético lo usás, por ejemplo, cuando comentás un caño de Riquelme. Mirá si los políticos pudieran romper un poco las rigideces con un poco de vuelo poético….

Creo que el político deja de ser él y se somete a su entorno. Y que, cuando crece y se transforma en alguien con ciertas posibilidades, pasa a ser pura y exclusivamente el objeto manejado por todo un contexto que juega el juego del poder para adiestrarlo y que el tipo siga sometiéndose a ese juego. A eso, sumale los dineros que se mueven.

Eso se da en el deporte, en la música y en todos los niveles.

No te enojes. Pero, cuando Messi engancha para adentro, no lo hace porque Guardiola le dijo lo que tenía que hacer. Eso es de él, es instintivo. Cuando tira la pared con Di María y este se la devuelve, en el medio del quilombo de que quedábamos afuera del Mundial y todo lo demás, Messi levanta el cuerpo y salta porque sabe que, cuando le pegue- cara externa, bien de rastrón- la pelota no se levanta, sabe que los arqueros van a levantar los pies. Entonces, si le pega en un pie, mala leche. Pero si no, va a ser mucho más fácil que le pase por abajo. ¿Por qué al Papu Gómez, el arquero de Perú, le tapa la pelota? Primero, porque baja la cabeza. Segundo, porque patea a lo que venga. Este hijo de puta de Messi, a doscientos por hora, levantó el cuerpo, tenía todo calculado y le metió un rastrón abajo. Pero eso no lo explica nadie. ¿Y sabés por qué? Porque no es el Diego, no nos sacó campeones del mundo, no putea a los himnos rivales, ¿me entendés?

En una entrevista decías: queremos la epopeya del Diego, tenemos el orgullo de tener a Maradona y a Messi y no los podemos disfrutar.

No podemos, porque Messi tenía que ser Falucho. Porque acá no lo vimos. No lo puteamos ni con Newell’s ni con Central, ni con Boca ni con River, nada. Se envolvió en la bandera y cayó barranca abajo. Tuvo un montón de actos heroicos: transformó equipos de mierda en selecciones competitivas, puso entrenadores cagones en lugares de privilegio. Pero ahora tiene que ser San Martín. Eso también lo vivimos con los políticos, el problema es que los políticos se la terminan creyendo.

Se les pega la máscara en la cara.

El hábito hace esa norma y ellos creen que esa norma es lo que se debe hacer. Porque, cuando te sacás la máscara, jugás al poder desde el peor de los lugares posibles: mostrás. Y no sé si toda la gente tiene ganas de ver eso que mostrás. Me acuerdo la cara de todos, en mi casa, cuando salió la denuncia contra Fontana, porque le había pegado a la Tiraboschi: “Fontana, ¡no puede ser!”. Otra cosa: La gente te dice “Maestro”. Y yo no tengo ninguna vocación didáctica. La otra es “Genio” y, que yo sepa, mamá abrió las patitas, no me frotaron para salir de una lámpara. Y así un millón de cosas que vos podés terminar consumiéndotelas.

A veces, viendo algún que otro programa de “periodismo deportivo”, tengo la sensación de que ya no sienten ni esa insoportable máscara.

Es que los periodistas deportivos creen que el deporte es importante porque ellos lo cuentan y que los partidos son lindos porque ellos los relatan. Y algo peor: si ellos no hablan de vos, vos no sos nadie. Pero, bueno, el periodismo deportivo tiene, como todo mundo, sus cosas. Entonces no podés planteártelo desde otro lugar que no sea ante la derrota, la destrucción, no la construcción. Y, ante el éxito, el “todo lo puede”. Y ante el “todo lo puede”, tengo que buscar algún quilombo. ¿Y cuál es algún quilombo? El que a mí me guste. Entonces, me cae mejor este que aquel. Y por ahí este lo que hace es plantearse un montón de cosas que otros no se plantean.

Y así estamos, cavándonos la fosa. Porque eso sucede de igual forma en lo social.

Sí. Nosotros no tenemos la más mínima idea del quilombo que se va a armar, dentro de tres o cuatro años, en el fútbol argentino. Dejá de lado el endeudamiento, que vamos a estar en default otra vez dentro de diez años; dejá de lado todo lo que ya sabemos que va a pasar. Ni la más mínima idea tenemos.

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OVILLO  JAPONÉS

 

ya comprendo la verdad / estalla en mis deseos / y en mis desdichas / en mis desencuentros / en mis desequilibrios / en mis delirios / ya comprendo la verdad / ahora
a buscar la vida”

                             Alejandra Pizarnik, “Solamente”

 

Vos solés decir que el rock es un sonido, a partir del cual se construye toda una cosa. Que, cuando uno escucha el Artaud de Spinetta, hay que ir a buscar quién era Artaud. Es como desovillar a partir de un punto, descubrir toda una biblioteca a partir de un disco, ¿reconocés ese movimiento en lo que hacés?

Sí. Ahora que me lo decís, me doy cuenta que me planteo eso todo el tiempo cuando hago radio. Construyo sobre algo y me meto en ese desovillar, que es mi vida semanal. “Radio Ruido” es eso. No es mi ego y yo solo al aire. Soy yo al aire dentro del ovillo de quilombos que es mi propia vida. Y, en el medio de ese quilombo, en el medio de mis fantasías, tengo ganas de poner música. Me siento muy cómodo de esa manera. Pero esto del desovillar me parece muy importante.

Y está también el azar.

Claro. Yo vendía discos, jugaba al fútbol y hacía un montón de otras cosas. Jamás en mi vida pensé en hacer un programa. Y, de golpe, vienen y me dicen “¿Te animás a producir y musicalizar un programa?”. Y,  a las 48 horas, me ofrecen salir al aire.  Fue una aventura en un momento de mi vida, justo cuando dejaba la aventura del fútbol. Yo no viví la frustración de dejar el fútbol, me la fue dando el cuerpo y mi limitación futbolística, digamos. Sufrí cuando el Japonés vino y me dijo que se había acabado, que yo era un Fiat 1500: seis de familia, tres adelante, tres atrás y las valijas en el techo. “Cuando vas a Mar del Plata, pará en Dolores, bajate, estirá las piernas, la gente va al baño, cómanse un sandwichito, cargá nafta de vuelta, mirá el aceite y hacé los doscientos y pico de kilómetros que faltan. Si querés todo de un tirón, se te funde el coche”.

Tenés que escribir eso.

 “Japo, no me podés decir esto”, le dije. “Daría la mitad de mi vida por un partido de fútbol. Me condenás al buzo gris, el diario bajo el brazo y a caminar en la plaza, a jugar a las bochas. Me quiero matar…” “Las rodillas no te dan más, Ruso”, me dijo.

Pero encontraste otra pasión.

Te repito, no me siento frustrado. Pero no te das una idea de qué es un partido de fútbol para mí: lo previo, llegar, el nivel de concentración, las cosas que pasan en el entorno. Todo el tiempo estás en frente de improntas, de azares, es un juego descomunal. Y, de golpe, aparece algo como una respuesta que me dio mi viejo. Yo había tapado un mano a mano, decisivo para el partido. Cuando llegué a casa, cenamos y mi viejo me dijo: “¡Qué pelota tapaste! ¿Sabés lo que decía la gente?: ¿Viste cómo le tiró todo el cuerpo?, le tapó todo el arco. ¡Un fenómeno Verea!”.  Me lo contaba orgulloso. Le dije: “Papá, tuve un culo bárbaro. Me tiré para el otro lado creyendo que lo iba a tirar cruzado. Él pateó para este, me pegó en la punta del pie y se fue al córner”. Mi viejo me miró y me dijo “Por qué no te vas a la puta que te parió”.  Un partido te somete a esas cosas todo el tiempo. Al minuto de juego, te equivocaste, te hicieron un gol y vas perdiendo 1 a 0. Y, atrás, durante cuarenta y cinco minutos, tenés la condena total porque la gente vive en una crueldad que, encima, disfruta.

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 LEER EL HUECO

 

 “Ladeados por el viento íbamos, / caminábamos para inclinarnos / sobre la zanja y la oquedad.”

                                           Paul Celan, “Tenebrae”

 

Lo que contabas del error y del perder uno a cero sucede como en la escritura. La diferencia es la velocidad. La escritura es lenta, podés volver sobre lo hecho, enmendar, no está el público puteándote. Pero el azar y lo inesperado tienen que ver con la escritura.

El fútbol es muy cruel.

El fútbol tiene sus ritmos, sus tonos, es orquestado…

Sí, pero nunca lo vi como un hecho artístico. Las variantes de ritmo marcan que un equipo juegue bien, toque bien, suene bien, para seguir con tu juego de palabras. Pero la realidad es que yo, como baterista, no enfrento a otra cosa que a mi capacidad y a mi creatividad. En un partido de fútbol, me someto a esas dos cosas, pero también a rivales que van a hacer todo lo posible para que yo no pueda. Esa es la gran diferencia, tengo un adversario, un rival con quien tengo un contacto físico, muchas veces perverso- como en los foules tácticos-, que son cosas que muchas veces discuto con los árbitros. Un foul táctico termina siendo tramposo para el juego. Y no es una trampa legalmente, pero ahora hacés un foul vos, después yo, después él. Y todo para pararlo a un tercero. Y nadie va amonestado porque le metimos una patada cada uno. Y él se comió cinco.

Como periodista, desde afuera digamos, ¿vos podés ver hoy ese ritmo en el relato, corriéndote del lugar de la locura?

En esa mesa de ahí enfrente, en este bar, estábamos el profe Pellegrini, el Gringo Cingolari, Della Paolera y yo viendo River-Lanús. Acá había seis personas más. Hay algunas cosas no vinculadas con ver lo que no ven los demás, pero el haber jugado te permite otra mirada. Te das cuenta adónde va la pelota, si se la van a sacar al otro. Y le gritás: “¿Pero no te das cuenta que te la van a sacar? ¡Girá para atrás!”. Sin embargo, al tipo le dijeron que fuera para adelante. Si gira para atrás, aparece la condena. Y, por otro lado, está el relator: “La tiene Víctor y vuelve a tocar, y la tiene María, y María para el Ruso, y el Ruso para María, y María para Pepe, ¡me aburro!”. Ah, ¿te aburrís? ¡Andá al cine, pelotudo! Yo no quiero tu juicio en relación a cómo te sentís. A mí contame qué está pasando, no digas más nada, flaco. Eso es ruido, no es música. Hay momentos en que ves al jugador y pensás “Está buscando un aliado”. Y nadie se da cuenta de eso, pero vos sí. Hay momentos en que le decís al 2: “No me la des, porque hoy soy un desastre, erro todo lo que me tirés”. O bien viene el 10 y te dice “Ruso, vos le pegás bien a la pelota. Cuando cortes un centro o agarres la bola, buscame en el hueco donde estoy y tirámela. De ahí, nos movemos”. El tipo estaba en el hueco y, después, todo depende de tu capacidad de hacérsela llegar. Pero ese tipo de situaciones tienen que ver con una complicidad, con una técnica individual y con un estado de equipo. Esa composición es maravillosa. Ahora, lo explicás así y la gente no tiene ganas de escuchar eso porque está habituada a Marcelo Araujo. El relato de televisión es un relato radial, por eso los británicos son lo que son. Mirá un partido de Inglaterra relatado por un inglés. “Watson….(pausa) John Collins… (Pausa)…. Oh…..! Fantastic!”, agrega él a lo que vos ya viste. Acá te dicen: “Cambia de frente con la izquierda, ¡qué pelota que le puso!”. No, no. Acá no necesitamos el adjetivo calificativo, acá decimos: “¿Viste lo que dijo Víctor Hugo?”. Víctor Hugo hace más lindo el gol de Maradona. Ponelo en silencio y nos paramos todos. Nosotros cuatro, sordos, vemos el gol de Maradona y no paramos de abrazarnos. No le quito ningún mérito, ¿se entiende? Y, después está la cosa de la viveza, donde vos necesitás que el relator sea cómplice tuyo y vos cómplice del relator: “Me contaron que Cristiano Ronaldo se desgarró” “¿Se desgarró Ronaldito? ¡Qué alegría! ¿El próximo partido no juega, no?” ¿Cómo te vas a alegrar de que se desgarró un tipo? “Pero va a ser rival nuestro” “¿Ah, sí? ¿Y por qué entonces no le matamos toda la familia a los contrarios?”. Yo tenía entrenadores que nos decían: “El 9 nos viene a sacar la leche de nuestros hijos”.

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MÍSERABLE  CORAZÓN DE  LECHUGA

                       

            “¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí la sed, / hasta aquí el agua?”

                                                           “Límites”, Juan Gelman

 

El tema de esta revista es “reflexiones acerca de la miseria”. ¿Quién es un miserable para vos?

Para mí la situación más miserable es la del hombre y el poder. Hablo del sujeto sin género, que juega poder, eso es lo más asqueroso y miserable. Yo tuve una parrilla. Un día venía de entrenar, serían las tres de la tarde, y me senté a comer algo. Los empleados estaban por comer y le pedí a uno una ensalada y un pedacito de vacío, ni media porción. Me trajo la ensalada y, mientras tanto, también se sirvieron ellos. Miré y mi ensalada era una ensalada. La de él, tenía el corazón de la lechuga. Yo no quiero que por ser el dueño de la parrilla me den el corazón de la lechuga pero, la puta que te parió, repartámosla. Comí, no dije nada. En un momento lo llamé y le pregunté a él solo, sin que escucharan los demás, si hacía eso mismo con los clientes, “Uh, no me di cuenta” “No, no tenés que darte cuenta. Lo que te estoy diciendo es que puedo comprar tres paquetes más de lechuga y te comés los tres corazones, pero quiero que entiendas…”. Bueno, otro tipo con poder, con el poder del dueño, actuaría de otra manera. Y esto me lo enseñó mi vieja manejando las cosas en casa. Mi viejo era más de gritar, aunque terminaba por ser un fuego que se apagaba rápidamente, se iba a laburar al fondo de casa.


ABRIR LA PALABRA

                                  

Escúchalas / sumarse / las palabras a las palabras sin palabra /
los pasos a los pasos / uno a uno”

                                                                          Samuel Beckett, “Letanías”

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¿Qué espacios quedan para descargar algo?

La masificación podemos discutirla. La descarga, no sé. Porque escuchás cosas como “Bueno, yo pago la entrada, tengo derecho a putear”. No, flaco, vos pagás una entrada para ver un partido de fútbol, no para putear ni para escupir. Mirá, cuando fui a encontrarme con managers ingleses, porque yo quería ser manager, me dijeron: “Nosotros tenemos tres o cuatro estructuras difíciles de explicar al mundo. La primera es que somos entrenadores, pero tenemos quienes entrenan por nosotros. Somos directores técnicos- porque uno decide qué equipo sale a jugar y uno es quien pone la cara en la cancha como manager general-, aunque también manejamos el presupuesto. La comisión directiva le dice que, para este año, debe generar treinta palos. Entonces, el objetivo, con treinta palos, es de la mitad de la tabla para abajo. Con cien palos, de la mitad de la tabla para arriba. Con trescientos palos, campeones o una copa. En ese lugar- me decía el tipo- yo me siento a arreglar el número con el futbolista al que le voy a exigir, al que lo voy a poner y a sacar. Esto es muy difícil porque ustedes no se mueven así, allá. Pero para eso hay también una Federación que avala un montón de cosas que ustedes allá tampoco tienen: “¿No te cerraron los números? Vas a la Cuarta División”. Otra cosa me agregó: “Acá los hooligans eran desdentados, borrachos de pub en una lucha de pertenencia. En el momento más tremendo de la desindustrialización inglesa,- con Tatcher de por medio-, el National Front y varios partidos de derecha- ultras- los tomaron como fuerzas de choque para jugar el peor de los juegos contra jamaiquinos, pakistaníes, hindúes, la mano de obra barata que necesitaba Inglaterra. Quedaban afuera ellos. Pero ninguno limpiaba el inodoro. Ahora, puestos en el fútbol, vinieron los quilombos, tuvieron dos matanzas. Se reunieron para ver qué hacer. Sacárselos de encima. No hubo vínculo de esto con la política. Acá, en Argentina, es todo lo contrario: a Cabezas lo mataron barras bravas junto a lo más granado del empresariado, lo más granado de la política y lo más granado de la policía. Veintipico de años después, a Mariano Ferreyra lo mataron barras bravas junto a lo más granado del sindicalismo, junto a lo más granado de la política y a lo más granado de la policía. Allá eso no estaba. Me lo dijo Bobby Robson: después del Mundial ’86, cuando Argentina ganó con el gol con la mano, lo encontraron a Bobby en México, en un bar, con un whisky con hielo en la mano, dijo: “A mí sólo me ganan con un gol hecho con la mano”. Para seguir con lo de los hooligans, después ellos hicieron lo que hacen los ingleses con este tipo de cosas. Decidieron: los hoolligans no pueden entrar a la cancha, tienen que ir a la comisaría, tienen que estar en sus casas. Cuando juega la selección de visitante, los hoolligans van, porque queremos que queden presos en otros lados”.

En la última entrevista que diste dijiste “El fútbol argentino necesita una revolución”.

No tienen huevos en el fútbol para hacer una revolución. Y, muchísimo menos, desde el estamento FIFA que, estatutariamente, tiene una cosa más perversa que todo lo imaginable. Entonces, vos estás sometido a sus reglas. La realidad es que acá hay un juego de poder brutal. Los equipos grandes son del poder. Los aun más chicos empiezan a ser de los poderes aleatorios y serviles y los equipos más chicos son o de las barras o de la política, a nivel intendencia, gubernamental o todo lo demás. Aparte, no hay cabeza. Don Julio era una cabeza, era lo más perverso del mundo y lo peor que te podía pasar, pero era una cabeza. Hoy sólo tenés urgencias. Y ahí es otra vez donde no se conduce, donde el juego del poder es lo más perverso. Miren, vamos a ser buenos sin que nadie se ofenda: cuando Don Julio rompe el contrato con “Torneos” y se une con “Fútbol para Todos” (FPT) a la política, al Estado, con la plata del Estado, el camino era uno sólo: el Estado controlador. Es decir, la plata bajaba. Cuando empezó el FPT, los clubes debían más de quinientos millones de pesos. Cuando terminó, después de repartir once mil millones, los clubes debían más de dos mil. Después, discutamos cómo usan la plata nuestra, que se la roban, que se la llevan a campañas políticas, que no está dentro del plan del 1% para los jubilados. No la usan, la meten toda en una bolsa y la distribuyen de otra manera. Y ahí tenemos otra discusión. Pero a ellos no los controlaron, les dieron la guita y los usaron como contra-propaganda y el vínculo con lo nacional y popular lo llevaron a los peores lugares porque arengaron a las barras, porque permitieron que armaran ONGs. Así los subieron a un lugar de privilegio: viajaban gratis, se cagaban en la justicia, en la policía y en todo. De lo peor…


Pasó algo parecido con ciertas universidades.

Cuando yo dije en una charla “La Universidad es inmaculada”, me miraban: “¿Por qué? ¿Te molesta la aparición política de la Universidad?” No, querido, la aparición política de la Universidad no me molesta. Ahora, si esa aparición política es para que la Universidad se transforme en un gueto de embanderamiento, no. La Universidad es inmaculada. Y también es inmaculada en cuanto a que vos no podés tercerizar contratos por la Universidad para lavar dinero o para aprovecharte de los laburantes a los que decís defender. Y no vamos a entrar en el juego por el cual el amor enceguece y el odio obnubila. Seamos de una vez por todas más o menos críticos y empecemos a mirarnos y ver un lugar de construcción. El 80% de nuestra pampa está inundada porque los dueños de la tierra hacen lo que se les canta las pelotas. Bueno, ahí hay un país y un país es un Estado. Todo tiene que tener un plan. ¿Y cuál era el plan? “Nos conviene la recaudación, nos convienen los commodities, bueno, saqueen todo”. Pero, flaco, mirá que los montes chupan el agua. Cuando empiece a llover, sin los montes, se nos va a inundar todo. “Dejame que, con la recaudación, hago cualquier cosa, no me importa nada”. Entonces el poder es Monsanto y los socios, la Barrik Gold y los socios, Chevron y los socios. Y, en el medio de todo ese juego, aparecen estos monos que nos gobiernan y te los tenés que comer, como si uno fuese un ser civilizado y tuviera que seguir siéndolo en pos de la democracia. Este es el juego perverso de siempre. Entonces, mirá qué nos pasa ahora. Si querés, discutimos la política de derechos humanos. Ahora, la política de derechos humanos es inviolable. ¡Estamos discutiendo la cantidad de desaparecidos! Hay un punto en que esto es decididamente re-loco. Yo siento hartazgo. No puedo… No es que no tenga energía. Pero, ¿qué me van a venir a decir? Yo no tengo toda la verdad, pero hay algunos lugares donde me voy a plantar y te voy a pelear hasta mañana. Encima, la gente responde desde la crueldad perversa y desde la ignorancia absoluta. Eso nos expone a todos. Creo que somos mucho más que eso, pero hoy ese es un lugar al cual fuimos y nadie se ruboriza ni se condena a sí mismo. Yo creo que no vamos poder arreglar el mundo ya, pero tendríamos que tener estas charlas todos los días, como en los viejos bares, donde Bioy, Borges, Macedonio- y otros con menos altura intelectual quizás- discutían cosas muy grandes. El discurso también es un acto inmaculado. Y el acto, antes del discurso, es tres veces inmaculado. ¿Y sabés por qué? Porque la norma es otra y todo el mundo está esperando tu quiebre. Esta es la típica cosa del barrio: “¿Qué hablás de mí, te miraste el culo?” Entonces, yo tengo el culo bien limpio y te lo voy a mostrar de acá hasta el final. En la política, los únicos cambios tras los cuales irá la masa tienen que ver con eso. El problema es que después se enamoran y caen rápidamente en el populismo y te hacen jugar el peor de los juegos desde su propio amor y se cae en esa cosa difusa entre lo popular y populismo. Y ahí vienen los otros grandes intereses y te hacen mierda.

 

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BONUS TRACK

Hoy nos contó una anécdota el esposo de una alumna que te encontró en un restaurant al que entraron unos chorros…

Ah, en el “Malevo”. Terminé hablando con los chorros. Les dije: “Tómensela, loco. Hace veinte minutos que nos están robando, va a venir la cana y se va armar un quilombo bárbaro acá…”. Bueno, uno de ellos me pegó con el fierro. No me lastimó ni nada, pero me dijo: “Loco, no me manejés el afano, la concha de tu madre”. Yo me saqué la alianza. Y Cristina, mi mujer, también. Tiré la billetera debajo de la mesa y dejé unos mangos arriba. Pero, lo que es peor ¡los del restaurant nos cobraron! Porque era el único que conservaba la billetera…

 

(1) Pablo Alejandro Álvarez, barra brava de Independiente.

(2) Comparada: Julio Comparada fue presidente de Independiente y uno de los testaferros de Grondona, partícipe de una estafa al PAMI a través de “El Surco” y de la mano del ex interventor del PAMI, Víctor Alderete.

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