CINCUENTA VUELTAS A LA NOCHE

3
722

eeditorial4 zenderogluVamos juntos desde que no recuerdo.

Vos, con la memoria de mi origen y yo, con la mirada en el horizonte. A veces parece que hiciéramos una buena dupla y, otras tantas, se abre entre nosotros un abismo ideado, imposible.

Vos, con las huellas de mis gateos, de mis primeros pasos, con la mirada de mi madre joven. Y yo, con la memoria de los transcursos.

Recuerdo la primera vez que te reconocí. Ya nos habíamos mirado mucho al espejo, aunque no terminábamos de encontrarnos. Literalmente, te me viniste a las manos, con piernas, torso, espalda, cabeza, con todo el contorno que encerraba entonces mi pequeña altura. Debí abandonar el libro que me sostenía, porque me obligaste a leerte. Lo más impresionante fueron los vacíos que dejaste entre los dedos. Aunque te habías abalanzado completo, no pudiste o no quisiste cubrirlos. Y viste cómo son las manos, cómo les gusta contagiar y andar entre adherencias. Cuestión que los vacíos comenzaron a invaginarse cuerpo adentro y hasta hoy viven entre la mancha y la escondida, entre el desgaste y la consistencia.

No puedo, no pude nunca lograr que nos encontremos del todo. Cuando decidí moldearte, afinarte y pulirte, te apareciste en una silueta extraña. Cuando me abandoné a pensar y disputar las palabras, me rescataste en puntadas y dolores. Pudo ser que tuvieras razón y aún la tengas, que el camino me haya hecho olvidar, de a ratos que, aunque te sienta completo en las palmas, vos latís también en ancho y altura.

Ay, queridísimo: es difícil atenderte en todas tus dimensiones y, a la vez, no aturdirme con tu enigma que repregunta: ¿qué misterio circunscribió mis formas?, ¿qué órgano reclama entre mi brazo y mi cintura?, ¿cómo se me ha metido el territorio y el cielo entre las piernas, a punto de haber sido capaz de envientrar amor, durante los fabulosos nueves meses donde gesté a mi niña?

Hoy cumplimos cincuenta, querido. Y todavía nos empeñamos en la mirada niña, todavía no terminamos de comprender la obscenidad de las disciplinas, los abismos y los hastíos de los enamorados, el agotamiento imbécil de los deberes a montones, la economía de hiel y cuentas que saquean el día entre el debe y el haber, entre pálidas cronologías y audaces excepciones.

Fuimos de escuela en escuela, sólo para llenar los vacíos con la urgencia de desaprender. En el tamiz, quedaron pequeñas hilachitas de abrazos inolvidables, de sonrisas apenas atisbadas, que reiniciaron el tiempo como en una promesa. O lo acribillaron en un furioso combate.

editdescargaY aquí estamos, los dos juntitos. Hay días en que no dan las horas para agradecerte que me lleves, cuando el sueño y la exigencia me derrumban. Hay días de abandonos y desprecios que, si no fuera por tu tenaz esqueleto de lealtades, me desmoronaría como una ameba. Y hay otros, ay, esos otros, en que te volvés liviano, maleable, apetecible para mis escasas palabras. Entonces me sugerís versos, me despejás la mirada de nieblas ajenas, me canturreás al oído como un amante en campaña. Y ahí sí parecemos uno, o una multitud que avanza ante el azoramiento de los escindidos, de los cortados de raíz y de cielo.

Querido: yo no sé hasta cuándo nos dará la tela. Yo no quiero una muerte sin esta vida. Yo no quiero dejar de estar sin seguir juntos. Yo no quiero un porvenir sin este goteo de las vidas que hasta acá llevamos, de las que –incipientes- despuntan entre tu amanecer y mi sombra.

Yo no parto, yo no me parto. Vamos juntos. Multiplicándonos hasta la noche. Y, después, que se sume ella también. Si se atreve.

 

Print Friendly, PDF & Email

3 Comentarios

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here