El cuerpo: sobre la salud psicofísica

Por Alicia Usardi

LA CUARTA PARED

Los hospitales antiguos, los de la primera mitad del siglo XX y los anteriores también, todavía se mantienen en pie un poco descascarados y tristes. Cuentan con salas de internación para 4, 6 y hasta 8 camas. Techos altos y ventanas hacia el exterior, a la calle -en algunos casos- y, al interior de los pasillos y parques, en otros. También hay lugares con puertas y ventanas más herméticas, más cuidadas, con personal especializado: el área de psiquiatría.

Estos hospitales tienen pasillos anchos y galerías con techos y tres paredes, porque la cuarta es el parque interno, con bancos por donde pasean los pacientes con permiso para hacerlo. Toman alguna gaseosa, fuman mucho cigarrillo y se agencian algo de comida. Esta casi ceremonia de rutina ocurre entre ellos y con sus familiares cuando son visitados.

EL TACTO QUE HABLA

Cuenta la doctora que, cuando hacía sus primeras armas en psiquiatría –ella tiene ahora 90 años-, caminaba con sus colegas y su jefe por esas amplias galerías, mientras se discutía y decidía sobre tratamientos adecuados para tal o cual paciente -internado o ambulatorio. Cuenta que había códigos, palabras para caracterizar el grado de peligrosidad de esos pacientes. Eran épocas de electroshock, de altas dosis de medicamentos, de “planchar” al paciente para que no se excitara de forma inconveniente y otras yerbas. Había un lenguaje alrededor del tema y no se interrumpía por ninguna creencia ni experiencia diferente. Sigue la doc: en una de esas recorridas, delante de ellos, caminaba un hombre con la edad perdida, vestido con cierta negligencia, producto de esa hospitalización. Le dijeron que se trataba de un paciente psicótico, sin visitas, medicado, muy medicado. “El hombre no habla”, agregaron. “No hace contacto con nadie”.

Nuestra doctora se apartó del grupo académico y, pese a la negativa del jefe de servicio, buscó acercarse. Había un protocolo que cumplir, pero ella decidió escuchar a su intuición por sobre los protocolos. Así, puso sus manos en los bolsillos de la chaqueta que la identificaban como médica y comenzó a caminar al lado del paciente. No hablaban. Pasados unos instantes -ella no sabe cuántos-, lo tomó con cuidado y cálidamente del brazo, sin percibir ninguna resistencia. Un momento después, puso su mano sobre el hombro del paciente y caminaron sin decir una palabra. Quienes venían atrás, los que saben sobre conductas y patologías, seguían con perplejidad y temor el devenir de ese extraño vínculo, establecido en pocos minutos entre ese hombre y la doctora inexperta y desafiante de lo establecido.

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HACER CONTACTO

Esta historia escrita en forma de retazos, en algunos de sus libros, y contada también, como recortes de su experiencia, a quienes pudimos capacitarnos con ella, tiene mucho más contenido anecdótico, imposible de escribir en el espacio de una nota. Sin embargo, el desarrollo de la patología del paciente no es una anécdota. Después de ese primer encuentro al aire libre, ese hombre abandonado a su locura fue por años paciente de esa doctora. Redujo cantidad y calidad de medicación hasta lograr integrarse a un grupo terapéutico.

¿Qué pasó acá? Esta gran psiquiatra y psicoanalista dice, “hubo contacto”. El cuerpo y el psiquismo, por brevísimos minutos -tal vez segundos-, se integraron y se pudo trabajar.

“El loco” dejó de estar tan loco y “los cuerdos” aprendieron algo más en eso de integrar el cuerpo a la sanación. O, dicho de otra forma, no hay sanación sin la presencia del cuerpo.

Entonces, ¿cuál es la importancia del cuerpo? Para esta doctora que hoy es maestra de muchas y muchos profesionales de la salud, de filósofos cultores de la filosofía occidental, la importancia del cuerpo integrado y entero radica en no pensarnos como partes escindidas, o como partes en disputa, donde una manda y otra obedece. Propone resistir el pensamiento binario y hacernos amigos de la complejidad.

PELIGRO, ZONA DE EXPERIMENTOS

Las formas que adquieren hoy cierta partes de la ciencia, remiten a los aspectos ideológicos que disputan una concepción de la vida, una forma de construir también la muy manipulada subjetividad. La neurociencia, con su maravilloso desarrollo basado en nuevas tecnologías, hoy tiene la posibilidad de servir a todo ser humano en el pronóstico temprano y posterior solución de patologías cerebrales. Pero también arriesga decirnos cómo y qué emociones debemos tener frente a cada estímulo. Y, si lo pensamos a la inversa, llegaríamos a concluir que, al provocar ciertas emociones obtendríamos determinados resultados Peligroso, ¿no?

Todo este proceso requiere de un lenguaje acotado a la ciencia, que produce estímulos a la espera de una dada respuesta. Pero existe otro lenguaje, el corporal. Este, en muchas ocasiones, contradice el lenguaje verbal. Un discurso racional bien armado no siempre se acompaña con el involuntario lenguaje corporal. En el área de la comunicación se dice que el cuerpo no miente. Pero, en la era de la posverdad parece que todo puede ser, hasta que la chamuscada verdad se recupere de sus cenizas y nos devuelva la palabra en toda su potencia.

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UN SALUDO, CADA 9 LUNAS

El cuerpo –tema que nos ocupa en esta nota- responde con su lenguaje a emociones que recorren otro camino. El cuerpo habla cuando se encuentra con una caricia, con una sorpresa, con una agresión. El placer se lee en la piel. Por supuesto, interviene el sistema nervioso y el cerebro porque somos una unidad. No hay un terreno en disputa. El terreno en disputa siempre  sirve al poder que lo abona. Pretender tener emociones separadas del cuerpo atenta contra la salud individual y social. Y vuelvo a la experiencia de nuestra maestra, mencionada al comienzo: Ese enfermo, “el loco” destinado por “los cuerdos que curan” a no tener otra posibilidad que permanecer en su cárcel, fue rescatado desde el amor, al reconocerlo como un ser con cuerpo físico y cuerpo psíquico.

Ese ser biopsíquico goza, desea, tiene placer. Sufre, se resiste, cierra sus ojos, embaraza la vida y la saluda cada nueve lunas. Todavía somos esto, a pesar de los esfuerzos del poder y la tecnología para convertirnos en algoritmos.

Por estos días en que se alumbra un nuevo ejemplar de esta revista, alrededor de “el cuerpo”,  asistimos -y algunas lo militamos en todos sus espacios y decimos-:

educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”

ali4el embarazada, Tatiana Loy

 

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