El cuerpo: Sobre el lenguaje de los cuerpos.
Por Nora Lomberg

 

SORORAS

Son tantas que es imposible no verlas: coloridas, pintadas de verde en los párpados, en los rostros, en las uñas, entre los cabellos. Con carteles, pancartas y pañuelos. Son “las sororas”, movimiento de las mujeres en Argentina. No se parecen unas a otras, vienen de partidos políticos diferentes, de clases sociales diferentes y de historias diferentes. Se juntaron en las calles, en los encuentros, en los colegios, en las universidades y en la lucha. La última vez que se encontraron fue por la legalización del aborto. Son las “ni una menos”, las “nos queremos vivas”, las “el patriarcado se va a caer”. Se dan abrazos largos, con los ojos bien cerrados.

“Revolución feminista
¿Le gusta a usted, le gusta a usted?
Y ahora que estamos juntas,
Y ahora que sí nos ven
Abajo el patriarcado se va a caer, se va a caer
Y arriba el feminismo, que va a vencer, que va a vencer.”

Hay amor por la vida, por la libertad de los cuerpos. Cuerpos insumisos, insurrectos, impuros. Presentes y activos. En la sororidad se trama hermandad, confianza, fidelidad, apoyo y mujeres valientes:

“Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar.”

Cantan y bailan. Pañuelean de verde las calles.

  

ESTADO MURGA

Mami, ¿puedo ir a la murga?
Pero, hija, falta mucho para el carnaval.
No importa, má. Amo la murga.

Hay ternura y alegría en los cuerpos que saltan, giran y piruetean. Y ella, mi hija, de pronto, se desborda, se eleva en risa y entra en estado murga, mágicamente, se une a otros cuerpos en ritmo, sonidos, poesía y repiques. La fiesta de la calle, del barrio, de la escuela. No se pierde, se identifica, se amasa a sí misma. Y yo la veo así, asomarse, tan otra. Su cuerpo indócil desafía, alumbra tramas y cuestiona viejas fijezas.

Murguerita
Murguerita

 

ROPAJES Y ESPESURAS

En pleno verano, Aníbal llega al Centro de día con polera y campera. Expone su desmesura. Él padece esquizofrenia y su relación con el cuerpo es caprichosa. No acepta quitarse el abrigo. Está bien así. Dice que se levantó muy temprano y hacía frío. Ya van 32 grados y aún el abrigo lo envuelve en una espesura que narra su cuerpo. Aníbal vive un largo invierno.

Dos días después, lo trae un short. Y lo acompañan remera y ojotas. Anda de mirada sonriente, menos espesa. La palabra señala y marca. Agujerea el cuerpo.

                              

MARCAS

tatuajesSilvia se acaba de tatuar un delfín en su hombro. Dice haber pagado una buena cantidad de dinero por ello. Porta su marca, la muestra. Inclusive, en pleno frío, exhibe en manga corta su relato. Fue después de separase de Juan -separarse es una forma de decir, porque Juan siempre fue casado-. Promesas más, promesas menos estuvieron así varios años y una hija. Para olvidar es necesario recordar. Y así Silvia oferta su presente a un pasado amoroso. Memoria y olvido. Y ya que hablamos de memoria y olvido, de esa otra mujer se trata: la escritura, la que une el cuerpo con la palabra. Somos escritos por el cuerpo, o narrados. Escribimos cuerpos. Cuerpos con huellas que inscriben una pertenencia. Escritura que transforma ese brazo en un objeto de diseño, erótico, pero también en un objeto de singularidad: cuerpo tatuado que busca decir, dar a ver un enigma. Provocar una pregunta, un interés. El cuerpo es ahora espacio de proyección de imágenes, donde Silvia  se reconoce, se identifica.

 

CUERPE A TIERRA

El cuerpo es siempre en construcción, un más allá de lo biológicamente dado. En su invención han intervenido innumerables trazas, lazos, lugares, deseos, dolores, ausencias. Así, todo cuerpo porta el haber atravesado un trabajoso camino. Y, en ese andar, encuentra su diseño. Por otra parte, cada sujeto tiene una particular relación con su cuerpo. Como sea, el cuerpo es una realidad, una disputa, una encarnadura, una morada. Tiene torsiones, gestos, pliegues, reversos y constantes transformaciones. Repito: la escritura une el cuerpo con la palabra. Lo habla. Y digo hablar, como quien marcha entre silencios. Seres hechos de silencio… Pero, ¡cómo hablan los cuerpos!

Dalí

 

 

 

 

 

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