Anartista Juvenil
El cuerpo: sobre los cambios en el cuerpo
Por: Milena Penstop

LA NIÑA, EN FOTOS

Ahora, a los 14 años, ya ni me acuerdo de cómo era mi cuerpo cuando era chiquita, sobre todo en jardín. Lo bueno es que tengo muchas fotos y, cuando me pongo a mirarlas, se me vienen a la cabeza algunos recuerdos. ¿Serán recuerdos o la foto me convence de que las cosas eran así como se ven? Estoy segura: tenía rulos y pelo corto, cosa que ahora se me hace extraña de imaginar, con el pelo más bien ondulado y largo. Me pregunto en qué momento habrá crecido tanto mi pelo. La cosa fue así: con el pasar de los años, todos me decían: ¡cómo te creció ese pelo! Pero, al mirarme al espejo, yo me veía siempre igual. ¿Cuándo habrán decidido mis rulos hacerse ondas? Misterios insondables de crecer.

 

 Dibujo de Quino
Dibujo de Quino

Otra cosa vinculada con mi cuerpo es la mente. Para mí, el cuerpo y la mente no están separados. Por eso, al crecer y cambiar de gustos, también cambian mis hábitos y todo lo que hago con el cuerpo- ideas. Cuando era más chica, jugaba con muchos juguetes o corría por la casa para divertirme. Ahora, soy más tranquila (según quién lo vea), y ya no juego con los juguetes. Esto no significa que los haya tirado, al menos no a todos, ya que muchos de ellos son recuerdos de mi infancia… Y a otros los conservo porque todavía me gustan, aunque no juegue con ellos. Si por algún motivo me pusiera a jugar, seguro me divertiría. No creo que me vuelva a hacer niña ni que pierda nunca el gusto por jugar.

¿LOS HUESOS SE ESTIRAN DE NOCHE?

¿Por qué hago esta pregunta? Me la hice muchas veces en mi vida. Desde que soy chiquita hasta ahora, que soy una adolescente. Como dije antes, cada vez  que me miraba al espejo, me veía igual que hacía un año, (excepto cuando me cortaba el pelo, recién entonces, se notaba más), aunque todos me insistieran en que había crecido un montón. Dicen que los huesos se estiran de noche, entonces, para comprobarlo, una noche me quedé despierta, a la espera de  que se estiraran. Pero no pasó nada. Al día siguiente, empecé a sentir dolores en el cuerpo, aunque no creí que el motivo hubiera sido el estiramiento de mis huesitos. Pensaba que los huesos tenían sus secretos: no hacían sus cosas en pleno día, sino que esperaban a que me durmiera y, entonces, sí podían estirarse en paz. Ahora que soy más grande no creo que los huesos “esperen” por así decirlo, pero sigo sorprendiéndome cada vez que me dicen que crecí sin que yo notara nada.

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ME TIENEN LOCA EL FRIZZ Y LOS OVARIOS

Cuando era más chica, no me importaban mucho el pelo, la ropa ni el maquillaje. En cambio, ahora, estoy un poco “obsesionada” con mi pelo y con cómo me visto. Ya lo dije, de chiquita tenía rulos, y ahora, ondas. Muchas de las personas que tienen rulos, tienen frizz. Yo no los tengo,  ¿cuál es el problema, entonces? Bueno, que  personas, como yo que aunque no tengan rulos, tienen frizz. Esto me lleva a aclarar que, no porque me preocupe más mi ropa o mi peinado, significa que me importa lo que piense la gente de cómo soy. Esto de arreglarme lo hago porque a mí no me gusta verme un poco despeinada, o con cualquier ropa. Ya me estoy desviando. La cosa es que me molesta mucho el frizz. Encima tengo muuuucho pelo y, si no me pongo una crema, se pone infladísimo y eso se me hace muy incómodo. Así es como, de vivir tranquilamente con los rulos al viento, me he vuelto una clienta fanática de las cremas para peinar. Con el tiempo, mis gustos y hábitos empezaron a cambiar, por lo que yo hago con mi cuerpo y por lo que él hace conmigo.

Mafalda, Qino
Mafalda, Quino

Otra cosa que antes no molestaba, y ahora sí, son los ovarios. Los hermosos ovarios que tenemos las mujeres que, una vez al mes, vienen a jodernos. También hay que tener en cuenta que, gracias a ellos, podemos tener hijos, cosa que NO es obligatoria, pero que muchas mujeres desean. Acá la cosa es que, claro, también depende de los cuerpos, cómo se siente ese dolor o molestia que, sumado a todas las cosas de la escuela y las actividades que hago, me frustra mucho. Esto no significa que cuando las mujeres estamos de mal humor es porque nos duelen los ovarios, como muchos creen y bromean de eso. Las mujeres también podemos estar frustradas. Lo que quiero decir es que, al menos a mí, cuando estoy de mal humor, es cuando más extraño mi niñez: en esa época no tenía que preocuparme por si se me notaba la toallita o por si no me podía concentrar en una clase por la molestia que sentía.

Aunque estas últimas cosas que dije hacen que parezca que odio mi vida, querido lector, quiero aclararle que no es así, sólo me divierte un poco la exageración. Todo lo anterior se puede solucionar fácilmente. Lo que quería mostrar es cómo, de mi niñez a mi adolescencia, mi cuerpo fue cambiando y cómo fui cambiando yo a partir de eso.

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