Los exilios: sobre la utopía en Fernando Birri

Por Pablo Arahuete

 

You may say I´m a dreamer, but I´m not the only one”

John Lennon

PALABRA DE UN HOMBRE CUALQUIERA

Fernando Birri
Fernando Birri

¿Qué miraría aquel señor de barba larga y paso cansino desde la ventana en uno de sus tantos exilios? Tal vez, sus ojos buscaban utopías, piedras que brotan de la siembra en un campo arrasado. Don Fernando Birri era un patriarca de los pájaros sin pájaros, un niño que jugaba a ser grande por esa “pasión estúpida –según sus propias palabras– de hacer cine”. Sus documentales -“Tire die”, “Los inundados”, entre otros- reflejan una sensibilidad en retratos de verdad, a pesar del dispositivo de una cámara. Porque para saber ver primero hay que saber escuchar. Entonces, los exilios creativos, en otra medida que los forzados, son también interesantes de conocer. En este caso, exiliarse sería retirarse de la chatura de los discursos intelectuales y sumergirse en el valor de una palabra de un hombre ordinario. Por ejemplo, en un campo o en un aula de escuela humilde, en la acotada -pero a la vez rica- manera de ver las cosas desde el llano del sentido común. Parte de esa mayéutica a las apuradas, reconoce en Birri la paciencia de la escucha y la urgencia de la acción transformadora cuando -de golpe- en ese laberinto dialéctico, aparece la síntesis de la mano del corazón que vence la vergüenza de la razón y la arrogancia del dogma.

 

PREGUNTAR LA ISLA

Birri y Fidel Castro
Birri y Fidel Castro

¿Por qué renunciar a los sueños si uno nace pobre?, indaga el documentalista en una interpelación a un interlocutor, durante una de sus tantas charlas con una cámara de por medio. Pero quizás la savia de un árbol plantado en el desierto sea la respuesta a otra pregunta más incómoda, ¿por qué aceptar un mundo injusto?

Seguramente, Fernando Birri vivió con esa pregunta a cuestas. Y la ventana de aquella habitación en la escuela de cine y televisión en San Antonio de los Baños (Cuba) lo llevaba una y otra vez a repreguntarse, como un niño, acerca de otros tantos porqués. En ese refugio de la isla, demoró nada menos que tres décadas para encontrar el proyecto de identidad de un cine latinoamericano, que se conectaría con tres continentes. Otra utopía desde el aislamiento: trascender con el arte de la imagen y el sonido. El mensaje y el medio no se encontraron en las autoridades de la tan admirada Escuela de San Antonio de los Baños, a la que muchos directores -entre ellos Francis Ford Coppola- se acercaron para dejar su huella. No obstante, mensajes en paredes corroídas y los cambios en el tiempo terminaron en una estatua de Birri, afrenta que él no toleró, porque el bronce es la prueba de la quietud del espíritu.

 

MILHOJAS y ECOS

Birri 1Ata tu arado a una estrella”, es una frase para acercarse a la idea de utopía, recogida en el derrotero de Fernando Birri, cuando se embarcaba en un proyecto por encargo para la televisión europea, con motivo del 30 aniversario del asesinato de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia. Para ello, el fundador de la Escuela de Cine del Litoral (Santa Fe) partió hacia Argentina. Hizo escala en Rincón, su refugio personal en un “rancho” santafesino, con la premura de encontrar respuestas a otra pregunta difícil: ¿con la muerte del Che también murió la utopía? Basta una cámara y un reducido equipo para organizar una película. Y basta el pretexto de la pregunta para un reencuentro durante el rodaje con viejos amigos: Ernesto Sábato, Eduardo Galeano, León Ferrari y, para cerrar el cuadro de notables, Osvaldo Bayer. Muchos fantasmas en la pantalla, incluso Fernando Birri, fallecido el 27 de diciembre de 2017. Muertos que hablan de un muerto, pero todos vivos a partir del rescate de la problemática de la utopía. Problemática crucial en tiempos de crisis, como dice en una charla informal, ante Birri, Ernesto Sábato durante 2007. En un interesante mano a mano en la casa de Ernesto, o, en Santo Lugares, en el rincón del escritor de “Sobre héroes y tumbas”, Birri le pide a Sábato que repita lo que le acaba de decir sobre las utopías para darle forma en su película. Y Sábato, entre sorprendido y un poco rezongón, se lamenta al creer que esa charla informal con su amigo estaba siendo registrada. Entonces,  le recrimina a su amigo de la vida no haberlo pactado antes. Pero Sábato no sabe que hay otra cámara presente

Birri y Sabato
Birri y Sabato

en el encuentro, que registra la realidad de la realidad. Esa cámara es la de la cineasta Carmen Guarini, quien participó en calidad de testigo de la experiencia de acompañar a Fernando Birri para dejar, en su documental, “Ata tu arado a una estrella”, una emocionante película. Allí se lo puede conocer en múltiples facetas y etapas hasta los últimos años de su exilio en Roma.

 

IMAGINE

El documental de Carmen Guarini, que arrastraba un proyecto trunco llamado “Compañero Birri” y que la realizadora tenía intenciones de estrenar en algún momento, mutó para dejar el legado del padre de la Escuela del Litoral en un testimonio cinematográfico vital y necesario. Birri, en tertulias con amigos, se atreve a exponerse sin tapujos ni poses y, en todo momento, le da a Carmen Guarini ese lugar de directora testigo de una pequeña parcela de vida. Ese Birri que camina cansino siempre deja una huella. Más aun, cuando se encuentra cara a cara con la vida, la naturaleza, la injusticia. Eduardo Galeano lanza otra frase reveladora en el documental de Guarini y, como siempre, se preocupa por la cadencia de las palabras para decir que, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no aparece el más importante: el derecho a soñar. Y, ahí, Lennon se cruza en otro tiempo con otra frase para buscar cómplices en la aventura de la utopía.

En su ventana del exilio cubano, ¿habrá pensado Fernando Birri en la canción donde Lennon imaginaba un mundo sin fronteras?

El viaje no es el exilio. Es la utopía de Fernando Birri y su poesía, la búsqueda de ese viaje.

Birri 2

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