Los exilios: Entrevista a Norman Briski.
Entrevista: Estela Colángelo, Pablo Soprano, Gabriela Stoppelman.
Edición: Gabriela Stoppleman.
Fotografía: Diego Grispo.

                                              Y no sé entonces dónde cae la piedra. No sé dónde cayó. Pero de ese lugar, gloriosamente, emergen pájaros colorados. Muchos pájaros colorados. Tantos que el cielo se nubla por segundos. Un pequeño eclipse. Un vaticinio de que todavía andamos preguntando.”
“La quinta pata del mármol”, de “Cuentos para el Coco”

 

Y no importa dónde caiga la piedra, allí rebota en arcos, “hace patito” en las huellas sembradas por el paso de otros pájaros. Pájaros vaticinio, pájaros advertencia, pájaros misterio y pájaros fantasma. ¿Qué hay adentro de los pájaros para querer anunciar con tanta fuerza la primavera? (1), se pregunta el eco de un loro trasplantado a la Reserva Ecológica de Buenos Aires. Al eco responden voces de pájaros migrantes, aves exiliadas, gorriones sin pasaporte, enrojecidos de tanto preguntar por su origen, al color del ocaso. Uno de esos gorriones se envalentona a la superficie e intenta calmar su sed. Toma agua sin gusto de un charco, no comprende cómo es que su piquito y su canto dependen del rédito de una planta purificadora. Entonces, llega otra vez la voz del loro trasplantado, que le explica  cómo es el negocio de envenenar el agua para luego limpiarla. Pero nada de lo que repitan los loros le dará una pista de su origen ni de su sed. Al final de cuentas, el gorrión siente un gran desafío en este sitio, donde el aire enfantasmado le estimula el canto y el aleteo. Esa atmósfera en apariencia aletargada puede, con un leve movimiento, incendiarse en claveles. Rojos, por supuesto. Como si una mecha latente y escabullida en sombras, se desbordara de pronto en fuego, en fogosas consistencias. Es entonces, cuando estalla la cascarita tenue de lo invisible y se ve la corriente ondear por las palabras, volverlas imprescindibles. Vagos mayores, bandadas de vagos mayores arrecian el horizonte, con ganas de gastar, con ansias de derroche. No los detiene el entrecejo del vetusto déficit fiscal. Ellos cantan nomás, desbaratan el orden de los senderos, condimentan con caos el caldo de los caminos. Y es precisamente en ese término -“caos”- donde el gorrión sin pasaporte advierte una filigrana de alivio acerca de su origen. Pero ese comienzo de respuesta le llega en mal momento, un problema más grande acecha: debe lidiar con un enorme pajarraco rojo sangre, que se arroga el papel de representante de toda la pajarrada. Fuera de libreto, el gorrión pequeño lo sacude al grandote con un leve aleteo.

Puede contra el advenedizo, gracias a la fuerza de todas las derrotas pasadas que tiznan su plumaje. Mejor ir en busca de otras patrias chicas y sumar vuelo, mejor ponerse al día con el misterio y dejar de pagar perversas cuotas. Mejor, apostar a un territorio, donde cada quien pueda dar vuelta el odio del lado del ruedo y se reinvente en otros rumbos. Donde, ya podrida de su propio piar, la pajarrada se  pruebe en las armonías de los otros. Y, entonces sí, preguntemos a coro: ¿Qué hay adentro de los pájaros para querer anunciar con tanta fuerza la primavera? (1). Y repreguntemos una y otra vez. Para que la piedra no deje de “hacer patito”.

 


DE BOLICHE, EN BOLICHE (NO PASE POR RECTORÍA)

                                                           “El arte no es lo que se ve, el arte es la brecha” Marcel Duchamp

Hemos hecho un rastreo por algunos de tus libros.

Un rastreo que me hace subrayar lo que no he subrayado nunca en mí mismo. Yo hago, escribo, pero no estoy pensando “mirá qué buena frase o cómo se repite”. Lo que hacen ustedes inaugura esta vinculación con la propia obra. En general, este tipo de entrevistas vienen de afuera, de algún alemán, de algún francés, no sé… la investigación parece ser una propiedad de ellos. Igual, en Argentina, el tema académico también ha progresado, a pesar de los gobiernos. Acá hay facilidad para hacerlo, este es un país único. A pesar de tantos inconvenientes, estudiar aún resulta muy dócil: vos querés hacer una maestría de teatro o cine, y es gratis ¿a dónde es así? Por eso se llena de venezolanos o colombianos que vienen a estudiar. Probablemente, Cuba sea un lugar como Argentina, con puertas abiertas en las universidades. Puan es como un boliche, casi. La sala de profesores no es esa cosa aristocrática, ahí se escuchan algunas cosas muy solidarias… Yo, sin querer queriendo, voy muchas veces por ahí.

No lo digas muy fuerte porque van a querer hacerla desaparecer también.

Norman Briski. Fotografía: Diego Grispo.
Norman Briski. Fotografía: Diego Grispo.

Va a ser muy difícil. Hay una historia muy potente de la Universidad en Argentina. Y ya se pasó por muchos avatares. Las puertas abiertas del conocimiento en la Universidad es una de las causas por las que uno podría pensar en querer volver a la Argentina.

Hay un personaje de una de tus obras, dice que hay instituciones malas y otras peores ¿reivindicarías a alguna institución?

La Universidad, en tanto, es poco institucional. Ha tenido épocas gloriosas, aunque después se pinchó muchísimo. En el Conservatorio Nacional, por ejemplo, donde todavía un cartel dice “rectoría”, ¿vos podés creer que, en Argentina, en el lugar donde se estudia teatro, música y todo eso haya un lugar que se llame “Rectoría”? Parece “Vigilar y Castigar” eso… A mí me da risa.

Hay pocas instituciones para rescatar, entonces…

Es que lo institucional se define como irrescatable. Cuando atrapás a un conocimiento, lo matás.

 

MIRÁ QUE ESTÁ LLENO DE LOROS

“No bastará con la poesía:/habrá que tener, además,
los huesos livianos de los pájaros”
                               Laura Giordani

Nos llamó la atención cómo aparecen los pájaros en tus obras: pájaros y palomos rojos, en tus cuentos. La ornitología que amaba Rosa Luxemburgo, en “La conducta de los pájaros”. Y los pájaros se presentan con sentidos muy diferentes, como un buen vaticinio o como un aviso de que nos estamos oxidando. También hay pájaros vinculados a la poesía, al misterio…

No lo había advertido. En este caso, al construir el personaje de Rosa Luxemburgo, vienen a cuento porque los pájaros han sido su especialidad. Ahora estoy con las flores. Pero tengo unos conceptos sobre los pájaros: se meten en la ciudad, están esperando en lugares que no son de ellos… Mirá, por ejemplo, está lleno de loros. Yo tengo mucho contacto con el afuera, con lo que se llama “la naturaleza”, un término que siempre me divierte. Por ejemplo, voy a la Reserva y está  llena de pájaros y de árboles que no son de ahí, ¿no? tuvieron que implantar lo que no había. Los ceibales están ahí porque plantaron ceibos. No hay nada más artificioso que los paraísos plantados: los ceibos, los eucaliptos, todos plantados. Por no hablar del gorrión en la ciudad.

Joan Miró.
Joan Miró.

Es un poco conservadora la reivindicación de la naturaleza como cosa originaria.

Ahí está directamente el capitalismo. Lo destruye todo, construye de vuelta lo destruido e inventa una industria de la destrucción. Hace negocios con todo. Por ejemplo, con el agua: primero la pudre y después la purifica. En ese sentido estamos ya bastante al límite.

Hay otras figuras como los fantasmas, que también aparecen en tu obra.

A propósito de los fantasmas, ahora viajo a Escocia. Allá y en Inglaterra, tienen con los fantasmas una cosa especial. El fantasma tiene un valor material, como sucede acá con los desaparecidos. Los escoceses tienen una lucha muy grande y un poco entregada ya, no como los irlandeses con cuya causa simpatizo mucho. Irlanda está de pie y Escocia me parece que ya está digerida.

Matilde Marín. "Escenarios". Fotografía analógica, 2002.
Matilde Marín. “Escenarios”. Fotografía analógica, 2002.


FÓSFOROS EN ESTADO DE ALERTA

“A veces necesito la luz de un fósforo para alumbrar las estrellas.”
“Voces”, Antonio Porchia

Hablando de estos lugares que te gustan porque hay revuelta, ¿qué queda de esa conciencia revolucionaria tan fraterna, de la que hablás en tu libro “Mi política vida”?

Para mí es duro. Esa conciencia está. Es una latencia de todas las comunidades. A Irlanda fui en un momento en que estaban todos los fósforos prendidos. Creo que hoy los focos están, aunque los fósforos quizás estén guardados. Pero la gente es muy de contagiarse. Creo que todos los fenómenos sociales son muy contagiosos. Ahora se les dio por conservar y, como no sabemos qué hacer, habrá que referirse a lo bíblico: vendrán siete años de vacas flacas, después siete años de vacas gordas. No sé, habrá que dedicarse a poetizar algo para poder atrapar alguna idea, porque la mayoría de las cosas son inatrapables. En cuanto a la revolución, hay una latencia en todos lados. Tocás esto, lo dividís por dos, me llevo cuatro y chau: salieron a la calle. Como los kurdos hoy, ¿de dónde salieron estos kurdos que ni siquiera hablan del Estado? Yo siempre protesto, soy un defensor de los palestinos. Pero, ¿pero para qué otra vez fundar un Estado?, ¿no tenemos bastante con Maquiavelo?

¿Cómo te llevás con esto de que “mejor con democracia que sin”, como una resignación instalada, un no cuestionar los fundamentos?

Norman Briski. Fotografía: Diego Grispo.
Norman Briski. Fotografía: Diego Grispo.

Me acuerdo de Portugal. Nadie pensaba que podía pasar algo en Portugal, con ese dictador, Salazar, todo apagadito. Y, de pronto, salieron los claveles. Después se pinchó porque la revolución es una discontinuidad. Luego de un tiempo, se dogmatizan. Pero hay una latencia permanente. Lo digo por las personas. A una persona que parece conservadora la agarrás en el colectivo y te sorprende al romperle la cabeza a otro, que le quiso insinuar que nada va a cambiar. Las individuaciones de las personas son otro misterio. Tenemos tendencia a institucionalizar, a decir que esto más esto da un resultado inequívoco. Freud colaboró bastante con eso de atrapar conductas.

 

¿CUÁL ES LA ONDA?

“Y las rosas de la electricidad se abren aún
En el jardín de mi memoria”

“Tuve el valor de mirar hacia atrás”, Guillaume Apollinaire

¿Qué tiene de singular el teatro como espacio para que la conciencia revolucionaria se dé el gusto?

El teatro debería estar hablando todo el tiempo de imposibilidades, de imprevisibles, se tiene que dedicar a eso: a lo escondido, lo que no se puede decir, a lo que no se ve, a lo que está detrás. Todo eso es el campo vital del teatro. Pero no es el teatro que se hace, es el teatro que definiría la mejor historia del teatro: Pavlovsky, Beckett…

Lo invisible aparece mucho en tus obras.

Juana Gómez. "Cultivo".
Juana Gómez. “Cultivo”.

Eso sí. Me parece que me ayudó mucho ser técnico electromecánico, porque yo soy recibido en la escuela industrial y era muy curioso. Cuando el profesor me hablaba de la corriente, yo le preguntaba, ¿dónde está la onda de la corriente, que yo no la veo? El tipo me miraba, tenía anteojos gruesos además. ¿Qué podés ver vos con eso?, decía yo. Yo soy de esa. Y Rosa Luxemburgo era de esa también, quería saber cómo era lo de la taxidermia, estaba con la curiosidad científica de querer ver lo que no se ve.

Algo tiene que ver con lo poético.

Por supuesto. ¿Qué definición de poesía tenés donde no está la materia y donde no está lo escondido? Me parece que sería un grave error que, por otra parte, no cometen los grandes poetas.

¿Qué importancia tuvo lo poético para vos?

Un poco, me doy cuenta. Creo que, en el momento virginal de mi carrera, Lorca importante. Me parece que fue en un jardín donde íbamos a hacer teatro, que su música me contagió. A partir de ahí, doy la vuelta con mi carnicería, digamos.

¿Y lo poético, más allá del poema?

La vida. La vida como un hecho estético. Eso es Tato.

 

LA FUERZA DEL CAOS

                                                           No querer traer sin caos/ portátiles vocablos.”
“Días contra el ensueño”; Alejandra Pizarnik

“Mi vida política” está armado también como una obra, en actos.

Ese libro me lo agarró un editor que me hizo un papel grande, donde decía qué cosas debía incluir ese libro para que él lo editara. Me fui de ahí. Era como un negociante, un especulador.

Natalia Goncharova.
Natalia Goncharova.

Se ve que no investigó mucho con quién hablaba.

Ni idea tenía. Pero también nosotros nos mezclamos todo el tiempo con gente que no tiene ni idea. Por eso me sorprenden las preguntas de ustedes, el trabajo que se han tomado. Tampoco es que uno crea que está significando demasiado con lo que hace, sería un error creer que uno es importante. Volviendo al libro, no me había dado cuenta de la decisión de armarlo como una obra, en actos. Conozco las especulaciones del mercado. Trabajé en una agencia de publicidad. En esa agencia estaban todos: Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Piri Lugones, que inventó el slogan “Aerolíneas Argentinas, su compañía”. Todos estaban ahí para ganarse unos mangos. Nadie creía que eso era el Di Tella, obviamente. Estaba Jorge Michel, un vago mayor. Nos juntábamos en el baño a joder.

En ese libro hablás de un peronismo originario, sin Perón, quien estaba en el exilio. Un movimiento muy fuerte en ausencia del líder. En muchas entrevistas a políticos, ellos nos señalan la imposibilidad, hoy en día, de poder organizarnos sin un líder…

Es muy complicado eso. Pero, si un pueblo elige tener un líder en serio, bárbaro. Cuba tiene un partido único y, después de tantos años, con todos sus problemas, han logrado cosas fantásticas. Magnífico. Por supuesto, siempre que el modo de conducir le poder no sea tan representativo, porque ya sabemos: cuando entran las representaciones, se acabó la libertad. La representación en la Cámara de Diputados, la representación en Senadores… A mí no me representa ni la mitad de uno de quienes están ahí. Yo soy bastante amigo de Zamora y, cuando lo veo representando, me voy a pescar. Aparece una individuación mediocre o tonta. Por eso, para no equivocarme, no me meto en esas cosas. No porque no sirva, sino porque sé que me voy a arruinar.

¿Sentís alguna nostalgia de ese peronismo originario, de esa fuerza con que se juntaban sin el líder?

Norman Briski. Fotografía: Diego Grispo.
Norman Briski. Fotografía: Diego Grispo.

Claro. Vos lo ponés todo como que ya perdimos. Perdimos varias veces, sería lindo escuchar otra vez el discurso de los verdaderos compañeros cuando decían: ¿qué querés, que ganemos? ¿Querés una victoria? Estás loco, acá hay que seguirla y seguirla y habrá veinticinco mil derrotas más. El asunto es no entregar la bandera, no prostituirse.

Decías en “Mi política vida”: En la época de Montoneros preguntábamos qué hacemos con la vida y ahora nos preguntamos qué hacemos con la guita o con la tarjeta de crédito”.

Sería bueno reivindicar “Resumen Latinoamericano”, por ejemplo, el diario de Aznárez. Si está todo perdido, ¿cómo es que está ese diario, meta informar de esa manera, tan suya? ¿Cómo puede ser que un diario anarquista esté publicando cosas que parecen impensadas? Hay muchísimas cuestiones vitales en Argentina. Por supuesto, esas cuestiones tendrán que ver con la crisis del peronismo, que también tiene aspectos anarquistas, en términos de funcionalidad, de representatividad y de quilombo. La cosa de la aceptación del caos como una fuerza.

 

AGUANTE EL DÉFICIT FISCAL

                                               El término poesía, que se aplica a las formas menos degradadas, menos intelectualizadas de la expresión de un estado de pérdida, puede ser considerado como sinónimo de gasto; significa, en efecto, de la forma más precisa, creación por medio de la pérdida.”
“La noción de gasto”, George Bataille

¿Hay preguntas urgentes que habría que rescatar de su exilio?

Si duda. Más que preguntar, hay que seguir leyendo a aquellos que fueron extremadamente honestos y libertarios. Recuperarlos, porque no hemos superado a ninguno de ellos.

¿Por ejemplo?

Por ejemplo, Marx. Tiene algunas cosas que yo no aliento tanto, algunas cosas que sí están perimidas. Pero, dejémonos de joder, Marx no fue superado. Los que trabajan no son los dueños del sistema productivo. Y esto hoy es también discutible ¿por qué no pensamos en dejar de trabajar?

Sophie Winsor Clive.
Sophie Winsor Clive.

Yo lo intento, pero no me sale.

A mí tampoco. Pero, probablemente, estemos no trabajando y se puedan considerar ciertas cosas que hacemos sólo como algo a lo que estamos forzados… Creo que el hedonismo es la gran meta para las personas. Las religiones arruinaron mucho el campo humano, en el sentido de impedir dedicarse más al placer y al goce de la vida. Tenemos un planeta tan único, no conocemos ninguno que sea ni la mitad de este lugar. Pero vuelvo a la pregunta. Hay cosas que sí quedan en el pasado, por ejemplo la reivindicación del trabajo que el peronismo ha tenido: “de la casa al trabajo y del trabajo a la casa”. Eso de lograr que la gente trabaje una hora más para que reforzar el asunto fiscal, como si la cosa fiscal no tuviera que dar pérdida. Si no, ¿qué Estado tenemos?

 

IT´S UP TO YOU, NEW YORK, NEW YORK.

                                  Pero no, no son los pájaros, /porque los pájaros están a punto de ser bueyes; /pueden ser rocas blancas con la ayuda de la luna /y son siempre muchachos heridos /antes de que los jueces levanten la tela.”
“Panorama ciego de Nueva York”, Federico García Lorca

Este número de nuestra revista tiene como tema los exilios. Vos tuviste un exilio migrante: Perú, Madrid, París, Estados Unidos. Sos como un experto en exilios. En tu libro hablabas de “la universidad del exilio”.

Lo que tiene el exilio –y según cuál- es que pierde la capacidad grupal. Volver a crear esa capacidad afuera es un trabajo enorme. Entonces, el exilio produce la singularidad. Como en el amor, cada uno resuelve el tema en su forma singular porque está el otro, está el otro país, están las otras maneras. Cuando digo que fue una universidad, es porque me generó preguntas, ¿qué hago yo en medio de los indios en Perú?, ¿qué hacen?, ¿por qué cagan amarillo?, ¿por qué no usan cañerías? A no ser que te entregues y digas “Ma sí, que hagan lo que quieran”. Si no, te hacés preguntas y ves que hay otras maneras de encarar todo. Eso lo tuvo Manuel Ugarte, quien salió con una idea patriótica, de la patria grande y todo lo demás, y después se dio cuenta de que se trataba de la patria chica, que cada uno hace una patria chica muy consistente. Si sumás formas, maneras, costumbres, hábitos, se produce una forma original, distinta. Acá la penetración norteamericana es la democracia. Esa es la penetración. Entonces, si vos sos demócrata, podemos hacer negocio ¿eso es todo?, ¿por qué tenemos que ser demócratas? Es una forma colonial.

Norman Briski. Fotografía: Diego Grispo.
Norman Briski. Fotografía: Diego Grispo.

Vos también tuviste exilios del idioma, porque supongo que no es lo mismo ir a Perú o a Madrid, que ir a Francia o a Estados Unidos. Y da un poco de sorpresa que, siendo tan anticapitalista, te hayas asentado justo en Nueva York.

Ah, si yo tuviera que irme a vivir a otro lado, me voy a Nueva York. Porque Nueva York es mío, es de quien va. No hay ningún lugar así. Si vos vas a Nueva York, vas a encontrar un lugar que es tuyo. Los tipos, con tantas inmigraciones de judíos, negros y de todos lados del mundo, han aprendido a convidar eso. Después, allá vos sentís que estás haciendo un acto de entrega de lo que sabés. Puede ser utilizado o no, eso es otra cosa. Y aprendés muchísimo. Querés saber de los hindúes, de los italianos, de los chinos, de los irlandeses, tenés todos los lugares allí. Y a mí me gusta ese mercado. Por ahí es un defecto, qué sé yo. Pero me gusta ir el domingo a comer comida china, que ofrece como cuarenta y cinco mil platos y vos decís, ¿y esto de dónde salió? Nosotros comemos siempre la carne, el huevo frito, la papa frita, muy aburrido… Pero, para contestar lo del idioma, el inglés era ya mi idioma a los veinte años, porque yo me chupé todas las películas norteamericanas. Somos muy penetrados nosotros. De pronto, la Segunda Guerra hizo de Estados Unidos los héroes. Los héroes cinematográficos, ¿no? Porque los que murieron fueron los rusos, veinte millones.

Fernand Léger.
Fernand Léger.

Recién nombrabas a Manuel Ugarte como pensador de la patria grande. Creo que él y Jauretche vieron esto que vos comentás y no se pusieron en contra, sino que intentaron asimilarlo, pero sin dejar de anteponer lo nuestro.

Me parece que es muy difícil de creer que acá venga acá algo de los Estados Unidos y no sea con intereses. Entonces, ya estás con el arma en la mano, sabes que te van a utilizar para sus intereses.

 

TERRITORIO FÉRTIL

                                               Luego de la retrospectiva de la belleza/acá nos tienen, mil veces desnudos/con una sed útil sobresaliendo/nuestros pasos dislocados/ramificados por el peso muerto/de un exilio anunciado/en la crepitación de lo blanco/seres espuma una misma partícula/de un rayo prematuro, toda la blancura que se escurre por los costados”
“Latitud 23 27´S”, de “Ese lugar fértil”, Jonatán Reyes, Puerto Rico

¿Te sentís exiliado de algo ahora?

Odani Motohiko.
Odani Motohiko.

Es una pregunta complicada… Si no estoy en el exilio, me puedo sentir incómodo, porque es un lugar que te da invenciones. No sé si será la potencia del resentimiento… si le pasó a Evita, ¡cómo no me va a pasar a mí!

¿Por qué?, ¿por lo ubicuo, por lo mezclado?

Por lo interesante.

¿Si no te hubiera pasado tener que rajar, igual hubiera estado bueno irte?

Sin duda. Pero hubiese sido de otra manera. Cuando un elige un lugar para irse, no es exilio.

¿Y qué pasó al volver?

Nadie me esperaba al volver. Absolutamente, nadie. Por eso, siempre y cuando lo veo, recuerdo a un periodista que está en el Cervantes, Maza creo que se llama, que se tiñe tres veces antes de salir, y está de funcionario en el teatro. Es el único tipo en toda la Argentina que, al año y medio de mi llegada, me dijo “Me gustaría hacerte una nota”. Pensá que a mí me sacaron de “Actores” por no pagar la cuota los años que estuve exiliado. Me mandaron la nota al exilio: “Usted debe tanto, debería ponerse al día”.

 

UNA RED EN EL AIRE

“cuando el aire se puebla estoy presente/canta la puerta el fuego la esperanza/conoces tu nombre y la sangre de su sueño/la tierra donde amanece el día/cuando la luz llega canta mi silencio” “Cuando el aire”, Edgar Bailey

Y, con respecto a los teatreros de Buenos Aires, con quienes contabas que tenías tantas diferencias antes de irte, ¿cómo te sentís ahora?

Yo siempre busqué la unidad, inclusive con gente que no era del palo. No me fue bien. En este mismo lugar, he reunido a veinte realizadores de teatro para ver qué hacíamos. Yo inventé la Universidad del Aire que, por supuesto, fracasó. Se trataba de repartir un rollo de papel, que se cortaba como un rollo de boletos del tren. De ese modo, se hacía un corte cada vez que vos tomabas una clase conmigo. Con ese mismo rollo, podías ir y tomar una clase con Bartis, o una clase de expresión corporal con tal o cual. Y así. Una red de maestros, de lo mejor que tiene este país, en términos de nuestra visión de las cosas. Y nadie se tenía que mover de ningún lado, nadie tenía que ir a una institución con baños, rectoría y esas cosas institucionales. Sólo había que estar seguro de que el tío que llegaba con el rollo, de verdad había tomado esa clase. Porque también existe en Argentina esto de la picardía de “Eh, viejo, yo tomé una clase con vos” ¡Pero si yo no te vi nunca…!

Norman Briski. Fotografía: Diego Grispo.
Norman Briski. Fotografía: Diego Grispo.

¿Y por qué fracasó?

Había que encargarse de hacer el rollo, de la administración. Y, en ese momento, ninguno de nosotros tenía una novia impulsiva que dijera “¡yo!”. Tenemos mucha dificultad en poder articular cosas así. Aunque esto no necesitaba mucho, eh. Es probable que alguien tome la posta en algún momento. Sucederá cuando queramos defender como se debe la política de un país, cuando haya una agrupación de gente más entendida en ese asunto. Gente que no piense, “quiero que estudien conmigo”, que sólo quiera que el teatro argentino marche para lo mejor que tiene. La televisión -a la que conozco bien-, ciertos aspectos del cine argentino y otros espacios están orientados a una especulación de mercado. Y así se distorsiona la formación. O, mejor dicho, el modo en que se nutre a la gente. La que nosotros tenemos no será la mejor, como se cree a veces. Pero hay maestros. Yo viví en Estados Unidos seis años, en los sesenta. Por eso también después regresé a EEUU. A los veinte, quería conocer dónde vivía Gary Cooper. Soy hijo del cine norteamericano, del peor y del mejor. Del de John Wayne, de quien yo ya sabía de chico que era un asesino. Pero también, del de Cassavetes. Yo fui a estudiar con ellos y después terminé enseñando allá. En Estados Unidos me consideraban “over qualified”. Allá. Acá no, eh. Acá no puedo enseñar en la Universidad, porque tengo que ser profesor.

 

A MI MANERA

                                               “No se puede jugar a medias. Si se juega, se juega a fondo. Para jugar hay que apasionarse. Para apasionarse hay que salir del mundo de lo concreto. Salir del mundo de lo concreto es introducirse en el mundo de la locura. Del mundo de la locura hay que aprender a entrar y salir. Sin introducirse en la locura, no hay creatividad. Sin creatividad, uno se burocratiza, se torna un hombre concreto. Repite palabras de otro.” Eduardo Tato Pavlovsky


¿Qué te da la docencia que no te da la actuación?

La actuación es un viaje. No hay nada comparable.

Fernand Léger.
Fernand Léger.

¿Y la escritura?

Es la segundita, digamos. Después, seguirá la docencia. Pero cada una tiene su particularidad. En la docencia, el contacto con la realidad, el estar con jóvenes, saber qué están diciendo, qué piensan, aprender. Pero, por muy lejos, la actuación como actividad es la primera. Estar en un escenario, actuar, es algo para vivir intensamente, no es para otra cosa. Es vivir intensamente y del modo en que vos querés la vida.

Construir a gusto.

Sí, claro.

O a disgusto

O a disgusto, subís para tener cáncer, imaginate.

 

LA SOMBRA DEL LAUREL

                        Ella, Ella y ausente la siento. Vos, que has elegido la noche para hundir tu cuerpo en el agua oscura. Asumes, mi amor, la sombra terrible de la inmaculada luna” “Visión de los hijos del mal”, Miguel Ángel Bustos

Hay una cosa que me interesó mucho sobre tu retorno. Decías que llegaste a un país que estaba enfermo y vos también ¿cómo sanaste?

¿Sané? La llevo, digamos.

Los ausentes, los que siguen sin estar.

Son duelos. Aparecen los fantasmas, claro.

Umberto Boccioni.
Umberto Boccioni.

Pero en tus obras aparecen de manera muy vital.

Sí, claro. La verdad es que no sé qué hacer con eso, se te aparecen, hay mucho dolor, entonces, uno hace una fiesta, rebusques. Al tener más cultura, aprendés a usar la negación para poder sobrevivir. O apelás a recursos intelectuales: voy escribir un poema acordándome de tal o cual. Y después lo tiro, porque hay que joderse nomás. No hay recursos para semejante atropello o, al menos, yo no los tengo. Tal vez, el odio. Para mí es la gran materia de mis duelos.

¿En qué lo transformás?

En cosas. No sé si en obras de teatro. Porque no todo tiene que ser una artesanía.

¿Escribís poemas?

Sí, y los tiro. Hay que saber, ¿eh? Llegar ahí no es lo mío, tengo un enorme respeto para esa gente que ha podido.

Acá tenemos uno que termina “¿Dónde mierda está el laurel?”

Debo haber estado haciendo una sopa… Lo hice para un rol. Soy buen poeta de un rol, pero no soy buen poeta yo mismo.

 

ESE OLOR A CIGARRO CUBANO

                                                                       “¿sobre qué muerto estoy yo vivo, /sus huesos quedando en los míos, /los ojos que le arrancaron, viendo/por la mirada de mi cara, /y la mano que no es su mano, /que no es ya tampoco la mía, /escribiendo palabras rotas/donde él no está, en la sobrevida?”
“El otro”, Roberto Fernández Retamar

¿Qué situaciones te llevan a un poema?

Me parece que es en la seducción, donde la poesía ha sido -tradicionalmente- una gran herramienta de trovadores. Eso de que la otra está en la ventana, yo tengo el pie plano y no puedo ir a la guerra y, entonces, voy y le digo algo. Como Borges: cabezón, no ve nada, da la impresión que tenía muchas dificultades para levantarse una mina,  ¿cómo no va a tener tiempo de leerse todo? Yo soy muy amigo de un tipo muy querido, que es Fernández Retamar. Él está dedicado a eso. Tengo una anécdota, que me emociona, porque llego a Cuba un poco por él. “¿Y dónde está Fernando?”, pregunto. Entro a la Casa de las Américas “¿Tú buscas a Fernando? Debe estar en la Casa de la Cultura” “¿Y dónde queda?” “En la Habana Vieja”. Entonces camino, qué sé yo, qué sé cuánto. De pronto, llego a un lugar que parecía la Casa de la Cultura, donde había ese olor tan rico a cigarro cubano, unas escaleras amplias, nadie por ningún lado, hasta que escucho voces, así, cubanas. Subo la escalera y allí estaba Fernando, leía un poema. Claro, es un poeta y estaba leyendo sus cosas. ¡Lo que era la platea…! Primero, en el salón cabían doscientas personas. Había siete. De los siete, cuatro estaban dormidos y los otros tres trataban de agarrar algo. ¡Y Fernando decía el poema con un entusiasmo…! Mientras, el ventilador del techo tac, tac, tac, tac. Ni me acuerdo qué decía.

Norman Briski. Fotografía: Diego Grispo.
Norman Briski. Fotografía: Diego Grispo.

 ( El anartista recomienda escuchar este fragmento de la entrevista en audio)

Norman Briski.     

Bueno, pero hay un coraje en el poeta.

¿Coraje? Ese era un Quijote. “Y acá está el compañero Norman, de Argentina”. Y yo quería hablar con el mismo tono grandilocuente “¡Bueno, sí! ¡Soy argentino!” y me cuadraba. Qué lindo. Este lugar, mi teatro, se llama “Caliban” por él, que lo tomó de Shakespeare. Y yo lo tomé de él. Tengo esos amores por esa gente. Retamar era amigo de Fidel, que lo llamaba para hablar y… de pronto ese despojo, ¿no?

 

EL MURMULLO OTRO

                                               “El silencio: única tentación y la más alta promesa. Pero siento que el inagotable murmullo nunca cesa de manar (Que bien sé yo do mana la fuente del lenguaje errante). Por eso me atrevo a decir que no sé si el silencio existe.”
Alejandra Pizarnik, en una entrevista realizada por Martha Isabel Moia, para “El deseo de la palabra”, Ocnos, Barcelona, 1972

¿Cómo venimos de lenguaje los argentinos, tanto a nivel político como en el lenguaje coloquial? Me refiero a los pudores, a la emotividad, a expresar la emoción.

Ahí está Tato otra vez, la idea del no lenguaje que es lenguaje, el murmullo, todas esas cosas, los titubeos, ese es el más vital de los lenguajes. En ese sentido, los americanos también han aprendido a tener un lenguaje muy chiquito, pero extremadamente intenso. A mí me gusta cómo hablamos los argentinos, nuestro idioma me parece menos penetrado que otros castellanos. Pero, por supuesto, cuando habla un brasilero te desmayás, lo que hicieron ahí con el portugués es impresionante. Por otro lado, a mí me pasa con el lenguaje que me gusta la enciclopedia. Debe ser por bruto, que me agarro compulsivamente del lenguaje que no conozco, casi como esnobista. Entonces utilizo palabras y la gente dice “¿qué te pasó?”. Me toman por surrealista y es muy probable que lo sea, pero no me dedico a eso. Tato me decía siempre que en lo mío había un sistema poético, claro, se reía de mí, pero a mí me subyuga. Me agarro de Gombrowicz, por ejemplo, y me digo ¡qué barroco es este tipo al escribir! Tiene su fuerza, su atractivo, pero es exótico. A ver, yo no soy del mundo de la literatura y lo soy. Tato decía: vos crées que no sos un intelectual, pero lo sos. Yo me río como se reiría Arlt, supongo. Él, que escribía con fallas ortográficas y todo lo demás que ya se sabe. El punto, también con el lenguaje, son los otros. Celebrar lo de los otros, lo que pasa con los demás. No hay nada más propio que el otro ¿qué haría yo con todo lo que estoy diciendo si no están ustedes? Te da existencia, te da potencia, más si sos un actor. Yo soy actor y, apenas siento público -por razones narcisistas, diría el psicoanálisis, aunque no creo que sea solo eso- me enciendo inmediatamente. ¿Cómo va a haber un héroe si no hay a quien salvar?

Norman Briski con el Anartista.
Norman Briski con el Anartista.

(1) “La conducta de los pájaros”, Vicente Muleiro y Norman Briski.

 

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