Lo inesperado: Entrevista al escritor Eduardo Lalo

Entrevista: Viviana García Arribas, Lourdes Landeira, Gabriela Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppelman

 

                                                           “La luz no era de fuego ni de luna, y tampoco le estaba destinada. Nanahuatli comprendió que esa luz no la buscaba ni la requería. Sin embargo, caminó hacia ella (…)”
“Los días del fuego”, Liliana Bodoc

“Siempre que Bor miraba los establos quedaba abatido durante largo tiempo. Lo único que conseguía sacarlo de su quietud era la decisión de reconstruir algunos fragmentos de los códices para ponerlos a salvo bajo la piedra rectangular. Entonces lavaba sus manos como siempre lo hacían los astrónomos para trabajar con las tintas sagradas, y recomenzaba su doble labor de escribir en un pliegue lo falso, lo cierto en otro pliegue. “Aquí nosotros, los Primeros Viejos, escribimos para nadie. Decimos que una vez la magia fue noche y día, mitad por mitad. Escribimos en predicciones; por eso escribimos para nadie. Lloraríamos si nuestro llanto pudiera hacer que la serpiente mantenga unidas su cabeza y su cola. Pero aunque lloremos nosotros, los Primeros Viejos, la serpiente se hendió al medio.” Los códices preservaban la memoria y la sabiduría; aquello que permitía a los hombres hacerse verdaderos a sí mismos. La memoria y la sabiduría se escribían con tinta roja, con tinta negra, sobre delgadas láminas de corteza que luego se plegaban con perfección.”
“Los días del fuego”, Liliana Bodoc

 

Sudado por la pluma u obligado por un pujo desde  la herramienta hasta la página, un manchón de tinta ostenta su capricho ante la mirada. De pronto es una isla oscura, rodeada por una inmensidad muy blanca. De pronto,  brillo de obsidiana, lujo azorado en medio de la ausencia. Por esas cosas del deseo o de la memoria, en los bordes, el tiempo no se resigna a detenerse. Casi en secreto, la tinta prueba más allá de sus límites y, en ese obstinarse, desfleca filigranas. Así, mientras en las fronteras todo parece audacia y desafío, manchón adentro, la materia se arrebuja en grumos, ovillos y forrajes. Hay una espesura que, cerca de la raíz, se parece a la letra. Pero, al llegar a la copa, resuelve en trazos. El tránsito de la caligrafía al dibujo corre paralelo a la ruta de la savia. Cuando asciende, se hace verso. Cuando baja, acuarela. Si el ojo se libera de impaciencia, entre tanto ir y venir, relumbra un chispazo: luz entintada, runa sin huella, llama fugitiva de toda gramática. Y, aun entre toda esa noche, se ilusiona  un anhelo de  vigilia: “Ay, si al menos yo tuviera una casita en lo oscuro. Ay, si yo alcanzara la modestia de lo tachado”. Justo al doblar una curva, por azar o por  un súbito fuego, la ilusión se hace pedazos. Fragmentitos de sombra resbalan desde las manos. Y caídas muy cerca del corazón de la mancha, estallan contra la piel de la tinta. Los ecos llegan hasta la orilla, en la playa. Ahí, en la frontera difusa, un poco escrita y un poco contorneada, un fueguito -ardido a leña de caracoles partidos- juega  entre los pliegues de la tinta. En ese borde, encontramos a Eduardo Lalo.

 

Willem de Kooning.
Willem de Kooning.

 

COCA COLA, QUERIDA SEÑORA, ES EL SÍMBOLO PERFECTO DEL AMOR

“(…) una vez yo fui arrestado/ por haber sido acusado
de matar a mi papito/de clavarle un cuchillito/pero el juez me perdonó/ pues mi inocencia probó/soy culpable ya lo sé, /más no merezco gayola/lo maté porque papá me negó la Coca Cola/ (…) Coca Cola refresca mejor/Coca Cola elimina el dolor/Coca Cola querida señora/
es el símbolo perfecto del amoooor(…)”
“Coca Cola refresca mejor”, Jorge Schuscheim


Nos interesó el tema de la ilusión. Hay muchas referencias en tu texto a cómo la apuesta a la ilusión puede ser una trampa. En Necrópolis, por ejemplo, “Este es el país que aterra la ilusión/ certera de la palabra”. O en “La inutilidad”: “He llevado una vida gris y  he aprovechado esta condición para desprenderme de muchas ilusiones”.

Como bien dices, es un gran tema. Todas las culturas están llenas de supersticiones que no son otra cosa que ilusiones. Más allá de las culturas nacionales de cada quien, hay una supracultura que nos ha dominado por siglos, Occidente: y esa  también está basada en toda una serie de supersticiones. De pronto, en la Europa renacentista, ciertos personajes  hicieron el acto mágico de pensarse como en la Antigüedad Clásica. El único problema es que habían pasado ochocientos, novecientos o mil años y, durante ese período, la cultura europea había destruido lo que restaba de la Antigüedad Clásica para seguir unos modelos totalmente otros. Así se crea esta idea de los griegos como una especie de súper cultura, una cultura única: el milagro griego y todo eso. La cultura europea queda, entonces, como su continuación. Eso tiene bases, pero también mucho de superstición, de ilusión y eso mismo ha permitido a Occidente expandirse por el mundo en sus proyectos imperiales y coloniales. También le ha permitido crear lo que, desde hace mucho tiempo, define al mundo contemporáneo: el colonialismo político, cultural y mental. La mentalidad colonizada es una forma de enfermedad mental.

Rufino Tamayo. "Niños jugando con fuego."
Rufino Tamayo. “Niños jugando con fuego.”

Y, si lo llevamos a lo cotidiano,  la trampa de la ilusión también se da en las relaciones afectivas entre individuos. Allí es una apuesta medio suicida: “si no se me cumple, si no consigo tal novio, tanto dinero, seré infeliz”.

Sin duda. Toda la industria de la publicidad de nuestro tiempo se construye sobre eso. “Bebe Coca Cola y serás feliz”, “cómprate este carro y vivirás como el presidente de la Compañía”. Ese tipo de cosas…

Y también: “Sé artista y serás feliz con la escritura”

Así es, sobre todo, con el arte más comercial.  Es casi la idea de la tribu, de que los seguidores de tal artista o grupo forman una especie de cofradía universal y especial.

EXORCISMOS EN EL VACÍO

 “Algo profundo: un ojo, /la boca desdentada de la noche.”

“El vacío y su ruido”, “13 poemas de Arnau Pons”


Vos sos escritor, trabajás con las palabras. Así como en la ilusión hay una trampa, habría trampa en las palabras también. En un momento, hablás de palabras sinónimas y palabras antónimas…

Entiendo la literatura de una manera un tanto particular, una manera que no es sólo mía. En todo caso, puedo aspirar a ser parte de una tradición, a la que considero muy prestigiosa. Literatura no es necesariamente lo que encontramos en las mesas de novedades de las librerías. Allí, la mayor parte es derivativa, no cuestiona en nada a las formas ni al medio literario, da por sentadas todas esas supersticiones. Para mí, en cambio, la literatura es una disciplina de la duda y tiene un gran enemigo que es la impostura. Creo que, a través de literatura, se piensa. Es una disciplina de pensamiento como lo es la filosofía y como los son otras. ¿Cómo piensa la literatura?, a través de lo que podríamos llamar una palabra literaria, que es un uso muy particular de la palabra, que no se emplea en cualquier otro uso, donde la palabra no duda de las palabras. Así, el primer deber de la literatura es dudar de las palabras, de qué nos dicen, de cómo se han leído. Dudar de las lecturas que se han hecho. En la medida en que eso se haga, se puede llegar a un verdadero pensamiento.

Antonin Artaud. Dibujo.
Antonin Artaud. Dibujo.

Quizás en mi libro “Intemperie” es donde más claramente está expresado: pensar, para mí, no es sinónimo de actividad cerebral- que puede ser complejísima y para la que hace falta un gran desarrollo-  pensar es una actividad mental y también de todo el cuerpo. Por eso, este pensar es hacer dudar de las creencias y, por eso, la frontera del conocimiento cambia, se  mueve, se desplaza todo el tiempo. Y eso es doloroso, porque nos damos cuenta de que estábamos engañados. Lo mismo pasa al contemplar Occidente, al contemplar lo súper macro, que en lo micro: si uno tiene una compañera o un novio o alguien, con el tiempo, uno puede descubrir que esa o ese no son quien uno pensaba que eran. Eso es un acto de pensar en el que, usualmente, media una cuota de dolor.

Nombraste “Intemperie”. Hay dos figuras que aparecen mucho, nos solo en ese libro, sino  en toda tu producción: la intemperie y el vacío ¿Estar consciente del vacío y la intemperie no será un modo de exorcizar la impostura, de la que hablabas antes?

Sí, claro. La impostura no es eliminable de manera absoluta. En todo caso, yo propongo otra impostura, más crítica quizás, pero no me puedo salir del orden de las palabras, aunque lo he intentado. Hay un libro que seguramente ustedes no conocen porque no hay edición argentina, es “El deseo de un lápiz”, un ensayo fotográfico, basado en los graffitis de lo que era la cárcel principal de Puerto Rico. Ahí, hacia el final del texto, hay una página manuscrita con una escritura que ya no dice nada, una escritura abstracta, pura imagen. Es como salirse de la frontera de la lengua, que es también una forma de lenguaje, y después regresar. Como los alpinistas que suben al reino de la muerte donde no hay oxígeno, donde se mueren poco a poco y, luego, si tienen suerte, logran bajar, descender a la zona de la vida. En ese momento, casi ni el lenguaje queda. Pero la literatura aún puede señalar que ahí hay algo, un vacío repleto, una forma también de materia.

¿Cuál es la relación entre ese vacío lleno con lo poético?

La poesía busca, en gran medida, eso: acercarse lo más posible a esa experiencia intransmisible y, como si señalara, hacer un gesto al lector: “Mira, eso está ahí, a ver si lo ves, porque yo no te lo puedo deletrear, no te lo puedo decir en toda la palabra”. Esa experiencia, como de chispazo iluminador que tienen muchos poemas, implica  justamente llevar a la experiencia concreta ese descubrimiento de las cosas.

PALABRA AL FUEGO

“Silvina querida, te dejo los fósforos a ver si escribís otro cuento (por favor) con y acerca de y cerca del fuego. (“vivir ardendo / e non sentir il male” dice -y perdón por las faltas- la adorable Gaspara Stampa). Y luego: “Que no haya más finito ni infinito. Que solamente el amor vuelto fuego perdure.”
Tuya, A.”

De una carta escrita por Alejandra Pizarnik


En un momento de “Yuké”, dice: “Somos la humanidad (…) Somos los animales que hablan y usan el fuego, los que conocen que las dos cosas que más se parecen son el fuego y la palabra.”

Jackson Pollock. "The flame".
Jackson Pollock. “The flame”.

Ahí hay una concepción de varios pueblos originarios de América y de otros sitios, una visión quizás más orgánica de la existencia. En cierta medida, como el personaje mismo de Mácocael. A mí me costó mucho trabajo poder expresar esto, porque él habla de una manera muy particular, con la que yo debía transmitir la concepción de este hombre. Para él no hay interior ni exterior, él puede entablar una relación con una piedra, con el viento, con una persona, con el pasado o con el futuro. Esa concepción de la palabra es muy diferente a la occidental, que tiende a ser fundamentalmente utilitaria.

Que nombres la poesía como un chispazo me llevó a pensar en el fuego, el uso de la palabra como fuego. En ese sentido- desde el punto de vista de la poesía-  no son tan ajenas las concepciones.

Claro. Obviamente, eso atraviesa a la cultura humana desde que hay seres humanos. Nuestra época, en cierta medida, marca un empobrecimiento de esa dimensión que ha estado por siempre.

En ese sentido, en Argentina estamos por el top del ranking del empobrecimiento.

Nosotros les estamos haciendo una competencia feroz. Estamos luchando a ver quién es el subcampeón.

EL MANOESCRIBIDOR

 “Una hormiga ha escalado/mi bandeja de tinta.”

Masaoka Shiki

Hablabas del dibujo. En tu libro de poemas hay algunos que van transformando la letra en dibujo y otros que son dibujos.

Salvador Dalí. "Júpiter (Zeus)."
Salvador Dalí. “Júpiter (Zeus).”

Sí. Hay tres libros visuales, donde aparte del texto hay un ensayo fotográfico y dibujos grabados. Para mí un texto es lo que puede aguantar una página, lo que puede suceder en ella. En ese sentido, dados los límites tecnológicos de nuestro momento, sobre una página de papel puede haber una fotografía, un dibujo, algo escrito a mano, pero no pueden haber todavía sonido ni imágenes en movimiento, aunque eso sí es posible en medios digitales. Quizás, en el futuro, haya una nueva forma de libro en pantalla, donde se puedan utilizar todos esos recursos. No se trataría de hacer una peliculita, eso resultaría completamente banal, porque ya existe el cine. Pienso en elementos como lo que hoy denominamos arte sonoro, por ejemplo…                                     

¿Y qué aportarían esos recursos?

Tiene que ver con la concepción de “Necrópolis”- el libro de poemas que ustedes leyeron- y, en gran medida, con la concepción de mi escritura: un dibujo es un texto, un texto es un dibujo. Al usar el alfabeto, al usar un teclado, abstraemos la escritura, porque la escritura es una gráfica también. Quizás, por mi bagaje como artista visual, yo escribo todo a mano y con tinta. No hay nada más ágil que una tachadura o una flecha al margen y no puedo reproducir esa agilidad en la computadora. Cierto es que nunca me gustaron los teclados, ni cuando había máquinas de escribir. La parte que más odio del proceso de escritura es cuando, por primera vez, tengo que pasar al teclado el texto manuscrito. Luego de eso, disfruto las etapas de edición. Pero la mecánica de pasarlo apretando los botoncitos del teclado me resulta muy tediosa.

Luis Scafati. "Credo."
Luis Scafati. “Credo.”


Tipear y escribir a mano son dos relaciones distintas entre cuerpo y escritura, pero en ambas participa el pulso, incluso en el teclado. ¿Qué hay de diferente en esa cosa manuscrita?

Creo que es una cuestión de historia personal. Hay gente que es increíblemente hábil con el teclado de una computadora, que ha crecido en eso Yo vengo de otra época.

La escritura en el teclado borra toda huella del error, que en el manuscrito está materializada.

Pienso que, al escribir a mano, uno ve el texto de una manera más cercana, casi microscópica. La pantalla es ya una abstracción. Es ágil en términos de rapidez, pero no tiene la pericia de meterse en las palabras de manera tan inmediata. Yo doy talleres de escritura en la Universidad y trato de convencer a los estudiantes de que pasen a mano lo  escrito en la computadora. Lo doy como ejercicio, a ver qué les resulta. Algunos se dieron cuenta de que había un procedimiento interesante ahí. El resultado fue un texto más logrado. Algunos psicólogos hablan de la importancia de la escritura a mano como proceso cognitivo, aparentemente, desarrolla ciertas áreas del cerebro.

Escribiste: “La tinta es el color de la melancolía, pero esta es implacablemente vital”, ¿cómo es tu relación y tu valoración de la melancolía?

Collazo Lloréns. "Locus Rackets Hypnotic."
Collazo Lloréns. “Locus Rackets Hypnotic.”

He vivido toda mi vida en una colonia, condición suficiente para la melancolía. En otras palabras, aquí se vivió una trampa de la historia. No es la única, ustedes han tenido sus gravísimas trampas también. Todos tenemos una trampa donde quedamos presos, es la condición humana,  ¿no?, es parte del derecho a vivir. La melancolía no es lo mismo que la depresión. Es quizás la toma de conciencia, aceptar lo que sea en la situación de vida en que te encuentres, individual y colectivamente. En ese sentido, es quizás una forma de manifestar genuinamente el amor. Usualmente, la condición humana nada tiene que ver con el éxito. Eso viene de lo que intenta vender la palabra publicitaria, a la que aludía hace un rato: en la realidad, el carro que usamos es el que podemos pagar, no el que nos lleva a ser felices. Y, si a uno lo hace feliz un carro, pues no tenerlo debería producirle mucha melancolía o, más bien, depresión. Es decir, la melancolía no es para nada un sentimiento que le chupe a uno la energía. Al contrario, puede ser también una forma de encontrar la belleza en la vida. La belleza tiene que consternarnos y, usualmente, eso viene o comienza con una conmoción melancólica.

MODESTAMENTE, INFINTA

 “Mi cuaderno se trasformó en tierra, y me quedé viendo cómo se alejaba.”

Del prólogo de “Elisa, la rosa inesperada”, Liliana Bodoc

De todas maneras, escribas en la computadora o en el cuaderno, siempre está la instancia de las notas, de la libreta que tanto mencionás. ¿Qué te ilusiona de las libretas?

Antonin Artaud.
Antonin Artaud.

De las libretas me ilusiona su inmediatez y su modestia. En algún momento, un texto fue una libreta vacía. Hay una potencialidad latente ahí. Me gustan el papel y la tinta, la capacidad de poder, en cualquier momento y circunstancia, meter la mano en mi mochila, sacar la libreta y anotar algo. Me acostumbré a trabajar así porque no he tenido nunca un tiempo del estilo, “dedico las mañanas a escribir”, nunca tuve esa mentalidad de horas de oficina. Me acostumbré a las libretas porque tenía que trabajar, en algún momento, tuve a mis hijos pequeños y otras tantas necesidades. Bueno, esta misma semana he hecho tres presentaciones de  libros, he dado dieciocho horas de conferencias en dos Universidades. Ahora me voy a la Facultad de Derecho donde tendré una conversación con el prisionero político que más años pasó en la cárcel en la historia, Oscar López Rivera, que participé en la campaña por su liberación. Tengo que prepararme para ir a una ciudad del sur a presentar mi libro, tengo que preparar una columna que sale mañana y también clases, tengo hijos, esposa… Pero, para volver a las libretas: yo, durante mucho tiempo, escribía cuando tenía la oportunidad. Ahora mismo tengo en mente un texto que no es fragmentario, con capítulos más largos y que  presentaría algo de investigación: es un ensayo sobre el Caribe. Tengo la posibilidad de hacerlo, pero no tengo tiempo.

Mencionabas el fragmento. El fragmentario es casi un género literario  de rescate, ante vidas con tanta falta de tiempo,  como las nuestras. Un recurso para escritores que no tienen tiempo para la relectura que demandaría, por ejemplo, una novela ¿qué potencia singular tiene el fragmento para vos?

Eduardo Lalo en la entrevista con el Anartista.
Eduardo Lalo en la entrevista con el Anartista.

En diferentes textos de mi vida, siento que he intentado casi una teoría sobre el asunto, ¿no? Yo no me releo, todo se me convierte en un único libro. Pero me parece que uno de mis personajes dice que en la libreta es donde la escritura está más cerca de la vida, es un momento en el que todavía no se sabe si se quiere mentir o no. Por eso, creo que hay un grado de autenticidad en esa escritura. O, por lo menos, la libreta te ofrece la estructura para que se construya esa autenticidad. Siempre me han gustado los escritores de textos de fragmentos. Por regla general, los buenos son extraordinariamente creativos y lúcidos. Eso puede verse en figuras como Nietzsche o Bataille y en tantos otros. También es como una escritura de taller, como un taller continuo, potencialmente es reproducible al infinito.

Y es más difícil fracasar ahí, no quedan más excusas. Ni el tiempo ni el argumento…

No creas, eh. En mi caso los libros llevan una reelaboración muy grande, mucha edición. “Intemperie” era el doble de largo en el manuscrito. Limé y limé, eliminé todo lo que no me parecía esencial aunque estuviera bien. Estuve como seis años para terminarlo. Son ciento y poquitas páginas. Pero, claro, se me metieron otros proyectos en el  medio, otros libros. No trabajaba todos los días en eso,  pero ese libro estuvo vivo en la mesa de trabajo durante mucho tiempo.

Eric Siebenthal. "Breath of fire."
Eric Siebenthal. “Breath of fire.”

Claro. Y no es lo mismo tener algo para limar que no poder seguir porque uno no tiene tiempo para releer. Son otras dificultades las que plantea el fragmentario respecto de una novela.

Sí. Porque es un libro de fragmentos. Incluso en una novela como “Simón”, por ejemplo, hay mucho cuidado respecto de los ritmos, no es sólo una unión de un fragmento detrás de otro, eso tiene un planteo de ritmo verbal y de pensamiento o en la acción según el caso.

 

 

BROTADA

 

“Menos que el silencio pesa el fuego, papay, /tu
gruesa sombra que arde/entre leños mojados; /menos que el silencio a la noche/y al sueño, /la luz que se desprende/de pájaros y ríos.”

Poesía mapuche, Jaime Huenún

Hablando de ritmos ¿Cuándo la prosa no te alcanza y necesitás el poema?

La poesía siempre ha estado presente. En mi caso pasa que, quizás, pide períodos particulares. Puedo pasar mucho tiempo sin un proyecto poético, digamos, puro. La poesía es la escritura que exige mayor arrojo y mayor disciplina y esas no son las cualidades más generalizadas. Estamos en medio de una avalancha de basura. Enfrentarse a esa avalancha de mala poesía hace que te pongas en riesgo de que no se te oiga, de que se pierda tu texto entre todo eso. He optado, en parte, por trasladar ese procedimiento a otros géneros, en donde la interlocución me parece más factible.

¿Qué es un buen poema para vos?

Es esa iluminación de la realidad. Un buen poema deja al lector la sensación de haber descubierto algo. Y, cuando lo descubre, es como si en la página algo hubiera brotado, algo que se acaba de dar en tiempo real y donde la lectura es iluminación.

En la prosa también puede pasar, ¿qué tiene de especial cuando esto sucede en un poema?

Lynne Taetzsch. "Fire and light."
Lynne Taetzsch. “Fire and light.”

En la prosa tiene otro ritmo y otra lógica. A veces, la prosa es sinfónica. También hay quienes creen necesaria una prosa como Wagner, necesitan cinco actos y cuatro horas para llegar a producir algo…Hombre, una canción lo puede lograr en dos minutos, no hay que exagerar tampoco. Dicho eso, no es lo mismo un poema que una prosa de diez o quince minutos. Hay un elemento composicional donde interviene demasiado el recalcular. Hay periodos bajos, períodos altos. El poema es a veces tan breve, que esos momentos no se perciben, aun si los tiene.

MATRIA PROBLEMÁTICA

“mi patria está viva cuando escribo/
se sale por el lápiz/invade mi camisa/
muchacha/inventemos el amor con lo que queda/es necesario buscar/no perder tiempo/
mi patria tiene forma de poema/hay que llevarla crucificada al hueso/ayudarla a salir/amarla y desamarla/entonces algo pasa/se cortó el hilo de repente/mi patria es joven como yo/tiene sus dudas”
“Pedradas con mi patria”, Roberto Santoro.


Hay una serie de palabras casi parientas y muy recurrentes en tu obra: deambular, desarraigo y hogar. ¿Qué diferencia encontrás entre lo que podemos llamar hallar un hogar y arraigar?

No sé. Sí puedo explicarte la historia personal  detrás de esto y de mi predilección o mi preocupación por esos conceptos. Mi padre se exilió dos veces. Primero de la Guerra Civil española y luego, de la Revolución cubana. O sea, vengo de una familia en la que el exilio es manifiesto. Yo no nací en Puerto Rico, pero siempre me he sentido portorriqueño, vivo aquí desde los dos años. Aquí aprendí todo y me siento íntimamente ligado a este país. Pero, por otro lado, siempre he tenido la conciencia de una ausencia del lugar. Alguna vez me formé como psicoanalista y ejercí durante breve tiempo. Sin embargo, en el proceso de mi análisis, me di cuenta de que yo vivía como un exiliado. Yo llego de un viaje y, para irritación de mi esposa, no deshago la maleta. Cuando llego a un hotel, nunca se me ocurriría deshacer la mochila y poner las cosas dentro de un gavetero. Todo queda como si, en cualquier momento, yo debiera reanudar el camino. De todos modos, hay un lugar que, con todas sus insuficiencias es lugar de uno en el mundo. A mí me costaría mucho vivir fuera de Puerto Rico, a pesar de que vivir acá no es fácil, por el contrario, es cada día más ingrato. Y así y todo es un lugar, una luz, un olor, un mar que está asociado a uno de una manera única.

 

Luis Scafati.
Luis Scafati.

¿Qué te significa la palabra patria?

Es como la palabra democracia, o justicia o libertad. Las usa Videla o las Madres de la Plaza de Mayo. Ahí están las supersticiones de las que hablábamos. Patria es un término que existe para ser manipulado. Podría dársele un uso alternativo, pero está tan viciada su significación, que es difícil encontrarlo.

Vivo en cuarto-página. Ha aquí la intemperie

Ese cuarto-página es mi patria. No me hace falta la grandilocuencia pseudo nacionalista de los grandes oradores o de los grandes héroes. Uno pertenece a las cosas pequeñas. Todos somos seres pequeños.

En esta patria chiquita, escribís en tu lengua madre, no en cualquier idioma. Hablás bien el inglés, viviste en Europa…

Sí, viví del 77 al 81 en Nueva York. Conseguí una beca para estudiar en la Universidad de Columbia y por eso me fui para allá. Luego fui estudiante en la Sorbona un par de años. Trabajé también cerca de un año en Madrid, en la prensa y como traductor. Luego regresé a Puerto Rico y, desde entonces, vivo acá. La cuestión de los otros idiomas tiene que ver con la lectura. Leo inglés y francés con regularidad y es probable que hable mejor el francés que el inglés. Conozco bastante bien el idioma, pero no me consideraría gringo porque puedo pasar de un idioma a otro. De hecho, la mayoría de los puertorriqueños no saben inglés. Creo que esta cuestión de la lengua madre es problemática, por lo menos para mí. Y debería serlo para muchos latinoamericanos. No escribo en castellano. Por desgracia, la palabra que tenemos, “español” ,es totalmente inadecuada. Toco algo de guitarra y no me gusta llamarla guitarra española. Tampoco es el término adecuado, pero le digo guitarra clásica, porque hay que nombrarla de alguna manera. Ahora, la guitarra ya no es de España y la lengua,  tampoco. Queda esa superstición grandilocuente, acuñada por un imbécil, que era escritor y llegó a ser diputado en las Cortes españolas. El español que importaba era el de ellos, el de este señor. Lo que estaba implícito era que nosotros hablábamos una especie de creole. Y eso va en contra de todo el desarrollo de la lingüística moderna. No hay dialectos. De hecho, el creole en el Caribe francés, sobre todo en Haití, es una lengua relativamente reciente, de los últimos dos o tres siglos: Nacida de la esclavitud, puede convertirse en algo que exprese el mundo igual que el alemán, por ejemplo. No hay superioridades lingüísticas y tampoco hay que caer en las baboserías esas de elogiar la lengua española.Es una lengua como otras, una lengua que se construye sobre la destrucción de docenas y docenas de lenguas indígenas, en el caso de América. Y de otras regiones también, porque algo le cayó a África, algo le cayó a Filipinas. Ese tema de lengua materna a mí me es muy problemático. Igual que este concepto del hispanismo.Yo no me siento parte del mundo hispánico, en el sentido en que se entiende eso en España. No puedo sentirme parte de una idea que no me concibe o no me ve. Ese panhispanismo, a mí me da completamente frío. Por otro lado, esto no quiere decir que no sienta una total fraternidad con los pueblos que utilizan esta lengua, pero para eso no hace falta una palabra que aluda a un Imperio. A  lo mejor, esa palabra no hace falta porque en este momento tú y yo estamos en los dos extremos de América y nos estamos entendiendo perfectamente. No hace falta nombrar algo que es evidente y que nada tiene que ver con la meseta castellana.

DAR LA PRIMERA

            pero ahora que no me llame nadie,/que no quepo en la voz de nadie,/que no me llamen,/porque estoy bajando al fondo de mi pequeñez,/a la raíz complacida de mi sombra,/porque ahora estoy bajando al agónico/tacto de un minero, con su media flor al hombro,/y una gran letra de te quiero al cinto./Y bajo más,/a las inmediaciones del aire/que aligerado espera las letras de su nombre/para nacer perfecto y habitable./Bajo,/desciendo mucho más,/¿quién me encontrará?/Me calzo mis arterias/(qué gran prisa tengo),/me calzo mis arterias y mi voz,/me pongo mi corazón de piedra en flor,/para que en un momento dado/alguien venga,/y me llame,/y no esté yo/ligeramente arqueada sobre mi corazón, para verlo./y no tenga yo que irme y dejar mi gran voz,/y mi alto corazón/de piedra en flor.
“Declinaciones del monólogo”, Eunice Odio,  Costa Rica


Es interesante lo que decís de la urgencia de nombrar todo, como si hubiera la necesidad de llenar un vacío que no es tal.

Eduardo Lalo en la entrevista con el Anartista.
Eduardo Lalo en la entrevista con el Anartista.

Sí. Y seguramente esto se lo inventó un ministro de cultura español para tratar de mantener una hegemonía o algo así.

En relación a las lenguas perdidas a causa del colonialismo, en Yuké inventás palabras como “reicristoros”

Las palabras que aparecen en cursiva son palabras reales, caribes o yorubas, pero hay muchas inventadas. Esta novela está ubicada en la década de 1530, cuando ya los españoles llevaban cerca de veinticinco o treinta años de conquista y colonización. Ya la conquista no era un fenómeno nuevo, ya se habían cometido gravísimos crímenes y matanzas y, por lo tanto, los indios no eran desconocidos para los españoles ni los españoles para los indios. Yo quería encarar la escritura, desde la perspectiva de aquellos cuya voz  la historia no recogió en primera persona: los indígenas y los africanos. Entonces para un indígena, ¿qué rayos significa España o español? No son conceptos asimilables. Son conceptos europeos. Lo mismo para un africano. Lo africano es yoruba o bantú. Y al africano lo montan en un barco, sobrevive a la travesía del Atlántico, llega al Caribe y ahí no sabe dónde está. Literalmente es la tragedia de esa novela. Él no sabe el camino de regreso, está atrapado de por vida. Yo quería que existiera esa perspectiva, que se escucharan que los indígenas de acá y los africanos, como cualquier comunidad humana, han inventado conceptos, palabras para referirse a eso. Tenemos una idea totalmente colonialista al pensar que estos pueblos no entendían. Seguramente, entendieron muy bien y lo expresaron a su manera. Claro, como esa memoria histórica está perdida, yo he intentado reconstruirla, de eso se trata Yuké.

SOFISTICADOS Y DECADENTES

                                   “Aquí en la tierra están jugando y gritan gol/Hay mucho samba mucho choro y rock’n’roll/A veces llueve y otros días brilla el sol/Mas yo quiero decirte que la cosa aquí está negra”
“Querido amigo”, Chico Buarque


Recuerdo haberte visto en la feria de editores en Buenos Aires, la misma semana en que el Senado argentino no aprobó la ley de legalización del aborto. Estabas con un pañuelo verde.

Juan Doffo.
Juan Doffo.

Llegué con mi esposa bien temprano ese día, en que comenzaba la larga votación. Por la noche, estuve con la gente de Corregidor en la manifestación frente al Congreso. Es sorprendente que la Argentina no tenga esta ley, ¡un país con una cultura tan sofisticada y liberal en tantos otros sentidos! Es verdaderamente chocante, además de sorprendente. Pero esto es una conquista, una conquista que no termina. El hecho de que un Estado se tome la libertad y piense que tiene el derecho de decidir sobre el cuerpo de otro- las mujeres en este caso- se parece a la idea de la esclavitud, de la servidumbre: se decide que el cuerpo de ese otro debe trabajar y obedecer, no ir a la escuela y vivir en un tugurio para beneficio de otros. Todo el aparato social se construye a partir de ese acto de conquista.  Es penoso, el mundo está dando un vuelco tenebroso. Por lo que he podido saber, en Estados Unidos el presidente nombró a un juez para tratar, entre otras cosas, de abolir el derecho al aborto en ese país. Imaginen ustedes lo que eso significará. Una ley que está vigente desde hace cuarenta años y que ahora se intenta erradicar.

Sumado a menos trabajo y derechos sociales, eso hará nacer un montón de miserables.

Exactamente. Estamos en ese proceso.

INESPERADA MÚSICA DE MONTAÑAS

“Lo dicho, imperfecto y suficiente, /
es un indicio de la espalda/que contagia lo que sigue. /Así, lo que se sirve en esta mesa/
es tránsito. /Apenas un ojal del movimiento (…)”
“Dicciones”, Sergio Sarachu

 

El tema de esta revista es lo inesperado ¿cómo se da esto en el proceso de tu escritura?

Juan Doffo. De la serie "Río de fuego."
Juan Doffo. De la serie “Río de fuego.”

Se da todo el tiempo, porque yo trabajo desde la improvisación. Obviamente, uno tiene una noción de qué le interesa y de qué quiere explorar, pero no tengo un mapita conceptual que voy llenando con la escritura. Nunca. En cuanto a “Historia de Yuké”, el origen del libro tiene que ver con mis hijos. Tengo tres hijos varones. Ahora los dos mayores son adultos y el menor tiene quince años. Cuando niño, al pequeño, yo lo llevaba por las noches a la cama y él  me pedía que le contara una historia. Por alguna razón, empecé a  contarle una historia de niños animales en el bosque, la típica historia infantil en que los animales se meten en problemas y alguien los salva. Había también una historia que era mucho más seria, que implicaba cierta violencia. Una vez se la conté y eso lo impactó mucho. Me pedía que se la contara una y otra vez. Pasó el tiempo. Hace unos tres años, me senté una tarde para ponerla por escrito, pensaba que iba a tratarse de un cuentito infantil, que no es para nada lo que me interesa pero, en honor a ellos, me dije “vamos a ver si se publica y se los regalo”. Escribí la primera oración y se me convirtió totalmente en otra cosa. Ahí me dije que esa iba a ser la historia de la montaña. La improvisación se me da casi en un sentido musical, si no seguís lo musical, hacés ruido. La escritura es improvisación dentro de una escala,  de un esquema, de un ritmo. En la escritura las construcciones no son tan evidentes, pero uno deber estar mentalmente abierto, de par en par las ventanas a cualquier idea, a cualquier estímulo. Eso implica desarrollar una capacidad de poder provocar y ocupar ese espacio mental, una capacidad no siempre evidente. Esto podría ser cierto también respecto de los ensayos y de los otros textos narrativos, y de la poesía.

¿Eso está vinculado al juego?

Sí, y obviamente uno disfruta el aspecto lúdico de esta actividad. Pero yo lo veo más como una actitud ante la vida, una actitud artística ante la vida si quieres, aunque también va más allá del arte. Es una forma de practicar la vida. Puedes verlo también en unos trabajos que están disponibles para ver en youtube, son más collages que video. Es un trabajo fílmico, incluso musical, textual, fotográfico. Eso también está construido desde  un despliegue de flujos, ritmos, improvisaciones que van cosiendo un texto. Pero yo no partí de un libreto. Esencialmente, salí a mirar, a vagar en la ciudad. Y, al regreso, después de  acumular material y luego al volverlo a ver, se editaba, se construía en el cuarto de edición, con compositores presentes. Eso se ha presentado incluso en Argentina en museos, en festivales del libro latinoamericanos.

https://www.youtube.com/watch?v=h7tDrU-ywRA

Eduardo Lalo con el Anartista.
Eduardo Lalo con el Anartista.

 

 

 

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