Vermeer. "La joven con el arete de perla."

La sospecha: Sobre las malditas de siempre.
Por Patricia Tombetta

 

LA HORMA DEL ZAPATO

No encajar en lo esperado puede ser el primer puñal que clava una sospecha. Luego, casi no importará la primera premisa. Esa, la de no encajar. Un montaje de excusas puede hacerte culpable de que nada te venga como anillo al dedo. Y esas- las excusas- pasarán al plano principal y la inquietud hará lo suyo. No se discutirá la forma del anillo, sino tu dedo.

Nunca creí demasiado en las sospechas, antes bien, siempre me resultaron certezas carentes de ínfulas para imponerse. El clima de época me llevó a pensar en sospechoses y sospechantes y, de ahí, fue sólo un click hasta remontarme -digo bien, remontarme- en vuelo hasta las primeras sospechosas de la historia: las brujas. Nunca tuve la intención de volar tan atrás, pero es difícil controlar la escoba y su destino que, en reversa, se confunde con el origen. En fin.

 

UNA TOGA PICANTE

Con un poco de imaginación, emprendo un vuelo. Puedo percibir sobre mi cuerpo algún tipo de ropaje oscuro y áspero- tan áspero como mis manos- arrastrarse sobre un piso pedregoso del año 906 d.c. Es el año de la publicación eclesiástica del “Canon Episcopi”, con su posición acerca de la brujería. Estoy agachada, guardo mi short de jean, la remera y las zapatillas en un trapo y dejo esa especie de bolsa atada a mi escoba. Agradezco haber encontrado esa toga picante porque no hubiese podido explicar mi atuendo, desde ya, sospechoso. Veo una cortina bien decorada con importante pasamanería. Alguien habla del otro lado. Me atrevo a espiar: un tipo con atuendos clericales y otro, con jubón desabrochado y calzones a media pierna. Confieso, al principio, entiendo poco. A medida que la conversación avanza, me doy cuenta: hablan de sortilegios, carnes débiles, vuelos. Brujas, hablan de brujas y sostienen que creer en ellas es una herejía. Me sorprendo, ¿no las queman? No. Es muy temprano en la historia, estoy en la Antigüedad. La idea de la evolución como línea de progreso se empieza a enredar. No me siento bien, estoy un poco mareada, los olores son fuertes y me asquean. Las axilas comienzan a enrojecerse.

Van Dick. "Diana y una ninfa sorprendidas por un sátiro. "
Van Dick. “Diana y una ninfa sorprendidas por un sátiro. “

El tipo del jubón desabrochado sale y casi tropieza conmigo. Es una suerte que no haya luz. Va con una mano sobre el estómago. No está mejor que yo. Da unos pasos hasta una mesa atiborrada de vajilla y, de entre sus ropas, saca un recipiente metálico pequeño, bebe un poco y espera. Vuelve al recinto y grita: “Lo impío es recurrir  a prácticas que se supone develan el porvenir o pretender domesticar potencias ocultas. Es contrario a la confianza debida a Dios”. El otro asiente. “El Canon Episcopi contiene tus dichos. Es sublime, ¡vivan Regino de Prüm y el arzobispo de Treveris!”. Discuten, el religioso parece contrario a la idea de la existencia de brujas o no quiere contradecir al supremo. El otro no  está tan convencido, dice algo de reuniones de mujeres, del demonio, de brebajes y recetas, no oculta una animosidad hacia su propia mujer, a quien considera la encarnación de la diosa Diana.

 

UNA RARA MANZANA

Tengo hambre y sed, ya algo más acostumbrada al olor, me sirvo una manzana que me sabe rara. Salgo a la calle y la oscuridad es total. Mis ojos se encandilan por la cantidad de estrellas. “Algo se gana y algo se pierde”, me digo resignada. No voy a dar con mi escoba por más estrellas que alumbren. Entro en una especie de taberna, nadie me mira, excepto la mujer que sirve las copas y la comida. Me sonríe curiosa. Me propongo el silencio para resultar menos extraña, aunque también le sonrío. Un hombre de pie tras la mujer me observa desconfiado. Ella me toca el cabello y admira mis dientes. Después de un rato largo, me indica un rincón para echarme. Él no está de acuerdo, pero se duerme enseguida. Sin esperar el clarear, encuentro mi escoba. No sé dónde ir, sólo levanto vuelo y, a poco, aterrizo con violencia.

 

POLLERA SOBRE CRINOLINA

Goya. "Aquelarre"
Goya. “Aquelarre”

Es un lugar mucho más poblado, podría ser el mismo, añares después. Veremos. Mis axilas están al rojo vivo y hace mucho frío. Escondo la escoba, no se parece a ninguna de las de alrededor. Camino entre las personas, los olores vuelven a inundarme y regresan los mareos. Una vieja se acerca y otra vez me toca el cabello y otra vez me sonríe. Lleva un gran bulto en sus manos y saca un atuendo: una pollera larga, voluminosa sobre una crinolina, me ayuda a calzarla y completa con un soutien y un chal de abrigo. Por último, esconde mi cabello en una cofia y continúa con su trabajo. Acomoda frutas y verduras en un carro, quiero ayudarla pero me indica que siga mi camino. Se la ve más temerosa que a la mujer del 906. Sí. Tiene razón. Hace seis años, el Papa Inocencio VIII  derogó el “Canon Episcopi” y publicó, en su lugar, la bula “Summis Desiderantes Affectibus”, donde reconoce- oficialmente- la existencia de las brujas y su capacidad enorme para el daño. Tres años después, en 1487, Enrique Kramer y Jacob Sprenger publicaron un libro, una bomba atómica sobre las cabezas de las mujeres: “Malleus Maleficarum”. Al parecer, Kramer- quien se hacía llamar Henricus Instintoris-, tenía una marcada obsesión por los hábitos sexuales de las mujeres.

Victoria Frances.
Victoria Frances.

Obsesión, que le valió ser expulsado por el obispo de Innsbruck, cuando se le fue la mano con una acusada. Poco tiempo después, escribió el libro y dio rienda suelta a su gusto. De fuerte contenido misógino, mis oídos no dan crédito a las lecturas que escucho aquí y allá: las mujeres son criaturas inferiores y fácilmente corruptibles por el demonio. Peligrosas por su sexualidad, a pesar de ser necesarias para la reproducción. Insaciables, en su apetito carnal. Crédulas, malignas y embusteras por naturaleza. Contaminan al tacto y es mortífero vivir con ellas. Son capaces de volar, arruinar plantaciones y causar tormentas. Tienen una particular habilidad de crear impotencia sexual en los varones y hasta pueden arrebatarle el miembro viril. A esta altura, ya casi me olvido de mis molestias axilares y me sumo a un grupo alrededor del fuego, encandilada por una historia  que alguien lee del “Malleus”:

Cierto ciudadano de Spires, bien nacido, tenía una esposa de índole muy obstinada. Si bien trataba de complacerla de todas las maneras, ella se negaba casi siempre a cumplir con sus deseos y lo perseguía con injurias y denuestos. Sucedió que, al entrar un día en su casa, y su esposa atacarlo como de costumbre, con palabras oprobiosas, él quiso salir para evitar la pendencia. Pero ella se le adelantó con rapidez y echó llave a la puerta. Y ella juró en voz alta que, si no la castigaba, no había en él honradez ni fidelidad. Ante estas fuertes palabras, él estiró la mano, sin intención de herirla, y la golpeó con suavidad, con la palma abierta, en la nalga. Él, de pronto, cayó al suelo, perdió el sentido y guardó cama durante muchas semanas, aquejado de una gravísima enfermedad. Resulta evidente que no era una enfermedad natural, sino provocada por alguna brujería de la mujer. Y han ocurrido muchos casos parecidos, conocidos por muchos.

 

GOLPE DE GRACIA

John Ken. "Arte oscuro".
John Ken. “Arte oscuro”.

Poco a poco, el libro se convertía  en un best seller. No tanto por su éxito entre el clero- donde encontró algunos detractores-, sino por su aceptación en las cortes. Esa sería la contaminación final, el golpe de gracia. Iglesia y sociedad civil, esa mezcla me suena conocida. Entre el frío, la incómoda pollera y las animosidades reinantes, no hago otra cosa que anhelar mi escoba. Cuando llego cerca, un variado grupo de hombres la rodean curiosos, no la tocan. Ojos entre afilados y temerosos buscan el origen del artefacto. Uno apenas se anima a moverla con el mango de un látigo.

-Demos gracias, ahora serán las cortes laicas las que juzguen este flagelo.

-Hablas como si no confiaras en la santa iglesia.

-No me fío de nadie que ande con polleras.

Por un momento, se distraen con una bebida, que parece vino. Los tomo por sorpresa y desaparezco.

 

AKELARRE

En menos de un click, aterrizo en otro tiempo, en otro lugar. Hablan en euskera, el idioma de los países vascos, el territorio de Euskal Herra. La escoba traduce y cambia mi lengua. Todo es alboroto y nadie repara en mí. Están por ejecutar a doce mujeres de la aldea de Zagarramurdi. Las acusan de brujería o de pacto con el demonio, es lo mismo. Hubo cuarenta detenidas, pero sólo doce no se arrepintieron, sólo doce negaron las acusaciones, sólo doce no se doblegaron. Ya veo cuál es el “delito exceptum”, tantas veces escuchado en este viaje. Estamos en 1612 y mañana las quemarán, según dicen. También entiendo de dónde salió la palabra aquelarre. “ake”: macho cabrío, “larre”: prado. Al parecer es un lugar cercano a esta aldea donde se supone se reunieron las acusadas y donde un macho cabrío aún pasta. Vaya herencia. Mi atuendo comienza a llamar la atención y la forma de mi escoba, más. No voy a quedarme para ver este final tan triste y mezquino. Tampoco quiero terminar así. Compruebo que aquella asociación de iglesia y tribunales se ha producido efectivamente. Ahora ya son los civiles quienes condenan. Dejo que las fuerzas de los vientos me den la nueva dirección. Supongo que las lágrimas también participaron, porque bajo suavemente, cuando rueda la cabeza de Ana Göldi, la última bruja. Es 1782, es Glarus, en Suiza. El público murmura la historia: la acusaron de haber embrujado a la hija pequeña del Dr. Tshudi. La familia, sobre todo la cuñada del Doctor, dice que a la niña le salieron agujas por la boca. Otros hablan de una relación sentimental entre Ana y el Dr. y agregan que él se la quiere sacar de encima porque es una amenaza para la paz familiar.

-Eso le pasa por dejarse seducir por el Doctor.

-Claro, como si la pobre chica pudiera elegir.

-Calla, mujer, ¿no querrás ser la próxima?

-Con tres meses de tortura, una termina por confesar cualquier cosa, es raro que no la hayan perdonado.

-Es que la chica no venía sola, el Doctor ha dejado su semilla.

Ya no hay tantos olores, sin embargo, los mareos vuelven a aparecer. No me arden más las axilas, las telas se han suavizado. El alma. Me arde el alma. Tuvieron que pasar doscientos veinticinco años para que Ana fuera exonerada por el mismo tribunal. Ahora un monumento lleva su nombre.

 

LETALES ATRIBUTOS

Podría irme al futuro, pero el futuro no existe. Sólo me resta llegar a casa. Estamos a finales 2018 y acaban de sobreseer a los acusados por el crimen de Lucía Pérez, la adolescente de Mar del Plata ¿o, debería decir por “la muerte” de Lucía? No. El crimen. Se trata del crimen de una chica de dieciséis años, carácter fuerte y experiencia sexual previa. Perfecta combinación de atributos para suponer que a ninguna mujer así puede pasarle algo que no quiera. Se disculpa, entonces, a cualquier adulto varón víctima de los influjos de esa mujer.

Henry Fuseli. "La pesadilla".
Henry Fuseli. “La pesadilla”.

¿Cuánto hemos avanzado desde el año 960 d.c.? Parece que no mucho. Continuamos sin entrar en la horma del zapato. Inquietud insoportable, mejor transformarla en sospecha. Miro mi ropa, tal vez sea aún inapropiada. Andar en shorts por la ciudad, ¿a quién se le ocurre? Fuimos y somos las sospechosas de siempre, el dedo que no entra en el anillo ¿Las escobas se usan sólo para barrer? En algo tuvieron razón: el vuelo es sólo femenino.

Print Friendly, PDF & Email

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here