Rituales: sobre mis  15
Por Milena Penstop

ESO NO

Algunas cosas estaban claras: no quería salón, ni velitas emotivas y dedicadas, no quería vals, no quería vestido blanco, no quería llorar, no quería muertos en el video, no quería llenar la fiesta de gente con la que no tengo relaciones muy cercanas, no quería invitar a todos mis conocidos, a todos mi compañeros de la escuela, a todos mis compañeros de la vida, a todo el barrio, a todo el mundo, solo para decir, ¡mirá cuánta gente vino a mis 15! Tampoco quería zapatos, ni estar incómoda, ni morirme de hambre mientras mis invitados comían. Para peor, no quise ir a la modista: algún vestido que me gustara tenía que haber en algún negocio. Menos que menos quería estar seis horas en la peluquería ni que me maquillaran, al punto de que ya nadie supiera si era yo o alguna inexistente hermana mayor la que cumplía años. Tenía una negación rotunda a bailar toda la noche  por obligación y quería que nadie se sintiera presionado a bailar o a hacer ninguna cosa de la que no tuviera ganas. Ah, algo más: de ningún modo, quería que los invitados se vieran forzados a venir con una ropa especial.

Así las cosas, me quedaba saber que sí quería. Para eso, partí de esta idea: no creo en los 15 como un momento de transformación de la “niña en mujer”, ni que el 15 sea un número clave ni mágico para la vida.  Es un ritual instalado entre las chicas de mi edad y yo quería aprovecharlo para hacer un cumpleaños un poco más especial.

Milena. Fotografía: Diego Grispo.
Milena. Fotografía: Diego Grispo.

ESO SÍ

El verano fue un poco extraño. Mamá, que no es una mamá utilísima, hacía todo el tiempo souvernirs. Los anartistas conspiraban en ensayos secretos que se hacían en mi jardín, durante los cuales yo debía estar encerrada con mis amigas en mi habitación. No es que sufríamos, simplemente, fueron todas una vacaciones de expectativas. ¿Con qué se vendrán estos? Un poco la culpa es mía. Ante tanto no, mamá me insistía con que aclarara que sí quería. Teatro, dije, yo. Y música. No se la hice fácil. Los anartistas no son actores, pero ahí estaban, metidos en una obra, divirtiéndose a mis espaldas.

Mi mamá no paraba de freezar alimentos en enormes cantidades. Había cajas de vinos, packs de bebidas, muchísimos palitos helados, cotillón, vasos, manteles, las bolsas se acumulaban como sin límite. La verdad estábamos todos entusiasmadísimos. La previa fue muy divertida. La fiesta se haría en el jardín de mi casa y si llovía le haríamos frente.

TÍAS POSTIZAS.

Caro, Vivi y Lourdes son amigas de mi mamá. Pero esta vez actuaron como familia.  Durante varias tardes, fuimos a mirar ropa y zapatillas para esa única noche. Como finalmente compramos el primer vestido que habíamos visto, mi conclusión es que estas salidas eran una excusa para ir a merendar, siempre a lo grande. Mientras ellas se ocupaban de la ropa, la gran party planner, Isa, pensaba en  todos los detalles de decoración, daba instrucciones sobre el orden de las comidas, y craneaba, craneaba ideas para que todo fuera bellísimo.

Milena. Fotografía: Diego Grispo.
Milena. Fotografía: Diego Grispo.

A los ensayos venía otra “tía”, July, que siempre llegaba con la valijita feliz. Hermosos colores de maquillajes, un montón de pequeñas pinturas y pincelitos. Me probaba y me sacaba, me probaba y me sacaba. Grossa, July, le puso todo.

Carlitos, Adri y Alicia no faltaban a los ensayos. Hacía calor, no importaba. Ahí estaban. Se hacía de noche, no importaba. Ahí estaban.

El novio de mi mamá se ocupaba de las luces, Varelita preparaba una sorpresa para  la mañana de mi cumpleaños. Pobre, lo habían designado de “bachero”. Y, con toda alegría, vino a lavar los platos toda la noche.

Hubo más amigos que  hicieron de mozos, de cocineros,  de ayudantes y decoradores espontáneos. Podríamos decir que, cuando la fiesta estaba por comenzar, casi todo el staff estaba reventado de cansancio.

LA ESPERA

Mile y Pau. Fotografía: Diego Grispo.
Mile y Pau. Fotografía: Diego Grispo.

Una mención especial merece “Dieguito”, el súper fotógrafo anartista,  a quien nadie le dio de comer ni de tomar en toda la noche y que laburó como una bestia. Primero, me hizo una sesión inesperada de fotos y, durante la fiesta, se ocupó de capturar aquellas imágenes  imprescindibles. ¿Cuáles? Por ejemplo, nos  sacó a todos al mirar el video. Nadie se ve mirar, nadie se ve observar a otro. Dieguito estuvo ahí.

Otra que estuvo, cómplice total, fue Paulita, “mi dama de compañía”. Debió bancarse mi ansiedad y mis nervios, a la peinadora, a July maquillándome, a Diego, meta sacarnos fotos a las dos.

No sé muy bien qué es un ritual, pero si sé que es lindo que la gente te quiera acompañar.

LA MUCHACHA PERONISTA

Me dijeron, “andá lento”. El Moncho, otro tío postizo, se ocupó de la música. Ni bien escuché el tema de Lennon elegido, empecé a bajar. A nadie le di bola. Ni al fotógrafo ni a todos los consejos previos. Le di con todo y entré. Estaba muy emocionada, muy feliz y solo quería abrazar a todos.

No se puede contar una fiesta como realmente fue, la tenés que vivir. Y tampoco puedo dejar de escribir sobre ella. Rescato, entonces, algunos momentos: mi querida profe de flauta tocó con los chicos de la querida banda “Mano a mano”. Belén cantó acompañada del bello piano de Martín. Mintcho me regaló su música brasilera y un mortal carnaval carioca. Los amigos de teatro actuaron y después me invitaron a improvisar con ellos. Mis amigas dijeron palabras hermosas al micrófono. Y, aunque mi familia es chica, no faltaron mi tía y mi tío y ¡hasta mi abuelita, que nunca quiere salir del geriátrico, se vistió hermosa y vino! ¡Qué más puedo pedir!

Como si esto fuera poco, se largó a llover. Y parte de bailar bajó la lluvia, mi amiga Paloma se tiró a la pileta, mientras cantaba la marcha peronista.

Milena. Fotografía: Diego Grispo.
Milena. Fotografía: Diego Grispo.


EPÍLÓGO

Una vez que los adultos se fueron, largó la pijamada. Ya todos nos pusimos cómodos y a descansar un poco los pies y los cuerpos. Las que no descansaron fueron las mandíbulas: nadie paró de comer. ¿Dormir? Casi nadie.

Cuando a la tarde del día siguiente, se fue la última invitada, me parecía que todo pasó muy rápido, pero también fue muy intenso. Estaba felizmente cansada.

No importa qué significan los 15 para otros, yo tuve exactamente el ritual que quería.

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