Rituales: sobre agrotóxicos y otros contaminantes.

Por Alicia Lapidus

EN LA “COCHINCHINA”

Cuando mencionamos a Vietnam, es imposible que en la mente de quien nos oye no aparezca, casi como sinónimo, “guerra”. Cuesta mucho dejar de lado ese calvario que vivieron los vietnamitas para conservar su nación unida, su cultura y la decisión autónoma sobre su gobierno . Vietnam es hoy un país que avanza, con habitantes que reciben a los turistas con notorio placer. Budistas convencidos, sus templos huelen a incienso y flores. Por miles, los visitan a diario.

Pero la guerra dejó sus secuelas. No olvidaremos a la “Niña de napalm”. El fotógrafo Nick Ut se encontraba en una carretera con su cámara, cuando vio aproximarse a PhanThị Kim Phúc. Quemada y sin ropa, la niña corría. Así, Ut tomó una de las fotos de guerra más conocidas, por la que obtuvo el Premio Pulitzer. PhanThị Kim Phúc debió someterse a 17 intervenciones y pasar 14 meses en el hospital antes de poder volver a casa.

niña napalm

 

NARANJA, AZUL Y EL FIN DEL VERDE

En Vietnam, el ejército de EEUU mantuvo dos guerras: una contra el Viet Cong y otra contra la naturaleza. En esta última, los militares estadounidenses usaron millones de litros de herbicidas contra la selva donde se escondían los vietnamitas del norte y los cultivos de arroz que les alimentaban. El agrotóxico más usado fue el agente naranja. Una revisión de diversos estudios muestra que, 50 años después de que dejaran de rociarlo, todavía hay restos tóxicos de este defoliante en suelos y sedimentos, desde donde entra en la cadena alimenticia.

Cuando miramos una foto aérea de campos de Vietnam, la imagen parece un atardecer de ensueño: campos naranjasAgente naranja con el sol derramado sobre ellos. Una triste ilusión óptica.

Pero vamos al comienzo: Los primeros herbicidas llegaron al sudeste asiático en enero de 1962, en una operación que acabaría llamándose “Proyecto Ranch HandAllí se usaron diversos compuestos químicos, muchos  desarrollados durante la guerra mundial para destruir las cosechas de alemanes y japoneses.

Distintos informes de las Academias Nacionales de Ciencia de EE UU (NAS) y agencias gubernamentales como la USAID estiman que, en la Guerra de Vietnam, se rociaron más de 80.000 millones de litros de herbicidas. El más usado fue el agente naranja, un defoliante. Un trabajo recién publicado en una revista especializada en suelos muestra que el 20% de las selvas de Vietnam fueron fumigadas al menos una vez. Pero hasta el 40% de los herbicidas se usaron sobres cultivos, como arroz y otros productos. Aunque los militares quisieron diferenciar entre arrozales de amigos y enemigos, unas 10 millones de hectáreas fueron rociadas con agente azul, que acababa con la cosecha en horas.

El tercer principal objetivo de los herbicidas fue el de acabar con todo el verde en los alrededores de las bases militares estadounidenses, para crear un perímetro de seguridad.

Naranja

LOS PECES Y EL SUELO

El agente naranja era, en realidad, un compuesto a partes iguales de dos herbicidas. Son reguladores hormonales del crecimiento y se decía que, en unos días, dejaban de actuar. Pero lo que no se sabía entonces -y si se sabía, nosotros jamás nos vamos a enterar- era que el agente naranja contenía una dioxina altamente tóxica, la TCDD. Para acelerar la producción, se elevó la temperatura unos 5ºC y el cloro presente en el compuesto a altas temperaturas generó entre 6.000 y 10.000 millones de veces más TCDD que en condiciones normales. Esta sustancia carcinogénica no se disuelve en el agua. Tampoco se absorbe, sino que se adsorbe: queda pegada como una capa a las hojas que, al caer, llevan la dioxina hasta el suelo. Por su parte, la naturaleza se encarga de propagarla.

Uno de los autores que investigó este tema comentó: “Los peces y camarones que se alimentan en el fondo atrapan los sedimentos contaminados y la dioxina se acumula en sus tejidos. Peces más grandes se comen a estos peces y los vietnamitas a ellos”.

Peces

Hace poco los investigadores oficiales analizaron los suelos de la base aérea de Bien Hoa y sus alrededores. Fue una de las principales bases desde las que partían las misiones herbicidas y allí se acumularon los bidones sobrantes, cuando se suspendió Ranch Hand. “La mitad de las muestras recogidas tenían niveles de dioxina por encima de lo permitido para el uso de la tierra del Ministerio de Defensa Nacional de Vietnam“, comenta el profesor estadounidense. La persistencia de la TCDD es tal, que varios de los aviones usados para rociar el agente naranja tuvieron que ser retirados de una subasta e incinerados: 30 años después de volver de Vietnam, aún tenían la dioxina pegada. Los siguientes informes añadieron nuevas patologías relacionadas con la exposición al herbicida.

A nadie le importó, eran épocas en que la palabra ecología apenas se oía. Sin embargo, los que usaron el agente naranja tenían suficiente información como para suponer lo que podría ocurrir. Son lAgente naranja muerteos famosos “daños colaterales” de la guerra.

Aunque se estima que hay todavía tres millones de vietnamitas que sufren los efectos de los defoliantes, ellos no tienen un seguimiento como los veteranos estadounidenses. “Los efectos negativos sobre la población y los veteranos vietnamitas nunca se determinaron bien y tampoco se han llevado a cabo estudios con la suficiente potencia estadística”, asegura Jeanne Stellman, investigadora del uso militar de los herbicidas.

PESADA HERENCIA

Según Vietnam, 4,8 millones de sus ciudadanos se vieron expuestos a la dioxina y “cientos de miles de víctimas han muerto, mientras que otros cientos de miles tienen que convivir con enfermedades mortales”. No solo quienes se vieron expuestos directamente, sino sus hijos y sus nietos, la segunda y la tercera generación, sufren aún secuelas y malformaciones. Y el ciclo sigue: según explica el vicepresidente de la Asociación Vietnamita para las Víctimas del Agente Naranja (VAVA), Nguthe-human-cost-of-agrotoxinyenTheLuc, aún quedan 28 lugares en el sur contaminados con la dioxina. Y se han detectado ya casos de discapacidades en la cuarta generación, los bisnietos. “Lógicamente, es posible que se sigan repitiendo casos durante generaciones, a perpetuidad”, explica Nguyen.

FOTOGRAFIA PABLO PIOVANO

Paremos un instante para imaginar a los vietnamitas mirar al cielo y a los aviones que lo teñían de naranja, sin un lugar donde protegerse, sin ningún escape. Cuando convertimos los números en individuos, la dimensión del mal adquiere una nueva significación. Eso es lo que hizo la fotografía de la tragedia de la “Niña de napalm”.

 Fumigando naranja

“LA BODA DEL DIABLO”

En 2018 el gigante farmacéutico Bayer, entre otros negocios, compró a otro gigante: Monsanto. Esta es la llamada “boda del diablo”.

Uno de los novios era Bayer: fundada en Alemania en 1863, inventó la aspirina, pero también, a principios del siglo XX, vendió heroína, entonces utilizada como sustituto de la morfina y como medicamento contra la tos. Durante la Segunda Guerra Mundial, con su compatriota BASF, Bayer formaron el conglomerado químico IG Farben, tristemente célebre por haber suministrado a los nazis el Zyklon B. utilizado en las cámaras de gas.

ProtestasMonsanto, el otro novio, fundado en 1901 en Saint-Louis, Missouri, produjo primero la sacarina, un potente edulcorante y, en los años 1940, se lanzó a la agroquímica con su defoliante, el “Agente Naranja” ya mencionado.

Su herbicida estrella y polémico, el Roundup, cuyo principio activo es el glifosato, fue lanzado en 1976. En los años 1980, Monsanto lanzó la primera célula de planta genéticamente modificada antes de especializarse en los Organismos Genéticamente Modificados (OGM). Es de notar que la semilla de soja transgénica es la única que resiste al Roundup. Negocio garantizado, semilla y agrotóxico en un combo imposible de separar. Ese es otro matrimonio non sancto, entre parientes. La invitación sería: Monsanto lo invita a la boda de por vida entre su semilla y su herbicida.

Llamada “Monsatán” o “Mutando” por sus detractores, la firma ha sido cuestionada tanto por los OGM como por los efectos del glifosato (Tan graves son las cosas que el gobierno francés se comprometió recientemente a dejar de utilizar esta sustancia en 2021, aunque sin incluir aún la prohibición en la ley). Tampoco podemos obviar lo ocurrido en EEUU, donde en agosto del 2018 Monsanto fue condenada por parte de un tribunal de California a pagar casi 290 millones de dólares por daños a Dewayne Johnson, un jardinero estadounidense con cáncer tras la reiterada exposición al Roundup. Se considera que este caso podría sentar jurisprudencia, ya que al menos 4.000 casos similares están siendo procesados ante los tribunales estadounidenses.

 

¿Y POR CASA CÓMO ANDAMOS?

El boom de la soja en la Argentina, el principal producto de exportación del país, está relacionado con el uso de semillas transgénicas. Del agente naranja deriva el glifosato, que se usa a raudales para matar todo vegetal que no sea la soja transgénica y que, según estudios y denuncias nunca escuchadas, produce tantos daños como el agente naranja. Algunos se plantean que quizás el Roundup no sea tan distinto al agente naranja, lo que no sería de extrañar frente a los antecedentes de la empresa.

El glifosato se utiliza para fumigar las plantaciones de soja. Esa planta se hace resistente gracias a una alteración genética cuyas consecuencias serán sólo visibles con el tiempo.

Monsanto tiene la propiedad intelectual tanto del agente naranja como del glifosato y cobra los royalties por ambos productos. A la vez, vendió y estimuló el uso de DDT durante medio siglo al punto que en los comienzos se pulverizaban las ciudades desde aviones. El DDT se acumula en las grasas y ha aparecido hasta en los animales de la Antártida. Es cancerígeno y fue prohibido tras medio siglo de uso irrestricto.

FUMIGACIÓN CON GLIFOSATO

Monsanto, que siempre presenta sus productos como innovaciones científicas dignas de admiración y como tecnología de punta, debió pagar 80 millones de dólares en indemnizaciones a cientos de veteranos del ejército americano. Y es posible que deba pagar a las víctimas cada vez más numerosas del glifosato con que son regadas las pequeñas poblaciones entrerrianas- incluso niños en las escuelas- ante la indiferencia de las autoridades encargadas de controlar.

PRISIÓN DOMICILIARIA

En Basavilbaso, el 7 de setiembre de 2018, y tras no haber resistido su última internación, murió Fabián Amaranto Tomasi, el ex trabajador fumigador, símbolo de la lucha contra los agrotóxicos en Argentina y el mundo. Su caso ya resulta emblemático del daño causado a los obreros por los agrotóxicos. Fabián trabajó durante años en tareas de carga y bombeo en una empresa de aplicación aérea. Los graves daños del glifosato lo obligaban a estar postrado en su casa con solo 52 años:

 

Fabian Tomasi 2- Pablo Piovano
Fotografía Pablo Piovano

Me envenenaron y me metieron en una prisión domiciliaria”, señaló hace un tiempo a un medio litoraleño. “Mi vida transcurre en mi casa. Me jubilé por incapacidad y me detectaron polineuropatía tóxica severa, la ‘enfermedad del zapatero’. Es aspirar los solventes que traen las sustancias, que son todas similares y afectan el sistema nervioso periférico (los nervios de brazos y piernas). Ahora también me está afectando la conciencia. No sabía que el veneno modificaba el ser consciente. Estoy perdiendo la vida”, decía.

Fabián Tomasi

Su imagen se hizo mundialmente conocida cuando, en 2014, el fotógrafo Pablo Piovano lo retrató para su exposición, “El costo humano de los agrotóxicos”, una cruzada por el noreste argentino en busca de visibilizar el lado más oscuro del agronegocio.

 

¡APOYE, PRESIDENTE!

En el marco de la campaña política de cara a las elecciones en Entre Ríos, Mauricio Macri visitó la ciudad de Gualeguaychú. El Presidente brindó una conferencia de prensa, en la que repitió las frases características de su campaña electoral . Sin embargo, también desató la polémica, cuando se expresó con la cuestión de los agrotóxicos en la provincia. Una de sus definiciones se salió del discurso general y se dirigió a un público particular, el campo.”Es irresponsable el fallo por las distancias de fumigación“, sostuvo. Se refería a un fallo judicial que obligaba a los productores agropecuarios a utilizar herbicidas a 100 metros de distancia terrestres y a 500 metros de distancia aéreos de las escuelas rurales.

Según el mandatario, el fallo es irresponsable porque “pone en riesgo más del 20% de la capacidad agroindustrial de la provincia”, (cuestión que no es cierta). Sin embargo, también sostuvo que él lleva adelante políticas para mejorar el medio ambiente, pero que esta medida judicial “no se basa en ningún rigor científico“.

Glifosato-1Según datos del CONICET, en Argentina se arrojan 15 litros de glifosato por hectárea por año, lo que ubica a la Argentina en el primer puesto a nivel mundial. En los alrededores de Gualeguaychú, donde se encontraba el Presidente, se arrojan 50 litros por habitante anualmente. De hecho, el municipio prohibió su utilización cerca de centros urbanos en 2018.

Lo que Macri llamó “fertilizantes”, en un intento de volverlos más amigables, son los agrotóxicos, palabra que, desde mayo de 2018, el director del INTA BA Norte prohibió en sus comunicaciones oficiales por su valoración negativa en el marco de un intento de presentar a los agrotóxicos como “alternativas tecnológicas”.

Así, al glifosato se lo intentó disfrazar de un herbicida biodegradable, inocuo e inofensivo para el medio ambiente. El mismo Ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, dijo en una declaración “que el glifosato no era más que agua con sal”.

Pero se pinchó el globo: análisis realizados por el CONICET, demostraron que el glifosato se encuentra presente en la tierra, en el aire y en el agua por años. Y que, a diferencia de lo sostenido por los dueños del negocio, el tóxico no es biodegradable, sino acumulativo. Esto genera que ríos y napas de agua potable se encuentren envenenados.

No sólo eso: el contacto cotidiano con el glifosato rompe las membranas celulares y destruye el ADN; genera mutaciones que devienen en cáncer, Parkinson y el Alzheimer, entre otras.

“El problema es que las víctimas son invisibles. Y en muchos casos, no se ven a sí mismas como tales, porque nadie las legitima. Ellos van al hospital y les dicen que la alergia que tienen es producto del polen del plátano y no que es una reacción química porque fue fumigado”, aduce la Doctora en Biología Alicia Massarini. Y también explica que en los centros de atención médica se niega sistemáticamente la relación entre los agrotóxicos y las enfermedades. “Esto se produce por una combinación de cosas, complicidad y desconocimiento. Hay médicos que saben y tienen miedo de asociar los síntomas. Hay otros que son ignorantes y no tienen información suficiente. Y hay otros, que son los más peligrosos, que se esfuerzan por ocultar el tema de forma activa, son tipos comprados, cooptados por empresas y laboratorios.”

FUMIGACIÓN CON GLIFOSATO1

En 2016, la Organización Mundial de la Salud, reunió una comisión de expertos especialistas en cáncer y agrotóxicos. Revisaron la literatura disponible y concluyeron que había que recategorizar el glifosato y pasarlo a una categoría de “alta toxicidad”, que es la segunda categoría en la escala de gravedad. En función de esa resolución, varios países revisaron su marco regulatorio y, en algunos casos, prohibieron el uso del glifosato. Así lo hizo México, donde el maíz se encuentra protegido por ley. En Colombia, cambiaron la regulación en cuanto a la cantidad permitida en la utilización. En Argentina, no pasó absolutamente nada.

 

¿DE QUÉ LADO TE TOCA?

En el hospital, empezamos a recibir demasiados embarazos con malformaciones raras. Notamos que venían siempre derivadas desde Entre Ríos y eso nos decidió a comenzar a realizar un mapa por localidades. Una migaja inútil. El lobby de esas empresas con extraordinario poder y recursos económicos produce escalofríos. Cada naranja, cada manzana, cada cucharada de harina que comemos ha sido regada con agrotóxicos. Cada niño de una escuela rural recibe sobre su cabeza cantidades ingentes de herbicidas. Desde el gobierno aliado del “campo” se estimula su uso sin barreras. Los ciudadanos no importan, sólo el negocio.

¿Cómo seremos en el futuro? ¿Tendremos dos comunidades: los “fumigados” y los que no lo fueron? Una serie de seres desprovistos de humanidad, muertos por cánceres tempranos, con hijos malformados, por un lado, y, por el otro habitantes de las ciudades, fabricantes y estimuladores del consumo de tóxicos. En el medio, un espejo aterido.

Glifosato Pablo Piovano

 Fotografía de Pablo Piovano

Fuentes

https://www.scirp.org/Journal/PaperInformation.aspx?PaperID=90675

http://anccom.sociales.uba.ar/2016/01/19/agrotoxicos-la-muerte-silenciosa/

http://el-galo.blogspot.com/  Blog de Patricio Eleisegui

https://www.tiempoar.com.ar/nota/abogados-calificaron-de-ignorante-a-macri-por-sus-dichos-sobre-fertilizantes-y-agrotoxicos

https://www.eldisenso.com/politica/la-censura-llego-al-inta-no-se-puede-mencionar-la-palabra-agrotoxicos/

https://www.iprofesional.com/politica/289907-herbicidas-entre-rios-polemica-Ecologia-y-elecciones-por-que-Macri-respaldo-al-sector-pro-fumigaciones

http://ecoscordoba.com.ar/el-consumo-de-agrotoxicos-en-argentina-aumenta-continuamente/

https://www.burnmagazine.org/essays/2015/08/pablo-piovano-the-human-cost-of-agrotoxins/

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