Ausencia: sobre no instalarse en el accidente.
Por Noemí Pomi

 

ALFOMBRA

Transcurría una tardecita. El mes, agosto. Sí, justo en la etapa del año que preanuncia la primavera, se extienden los días y los rayos del sol entibian con sus puntas de luz semillas y ramas. Era la tarde del catorce, en el cruce peatonal de una avenida del sur de la Provincia de Buenos Aires, cuando -de repente- un golpe sobre el lado derecho elevó mi cuerpo y después lo hizo caer vencido, a un metro del frío asfalto. La acera me pareció la superficie de un glaciar. En esas condiciones, me debatía entre el dolor, la confusión propia del golpe y las indicaciones de algunas personas que se acercaron. Temí convertirme en la alfombra de los vehículos peligrosamente cerca de mí. El bálsamo llegó con la pálida voz de Bruno: ¿má, cómo estás? Ya en el sanatorio, radiografías, consultas entre traumatólogos. Al final, un clínico, luego de auscultarme, resumió el panorama: fractura en el tobillo izquierdo, rotura de menisco derecho, seria afección de músculo pata de ganso y rotura total de la musculatura del hombro derecho.

 

A RODAR

Desde el vamos supe que la inmovilización sería decretada por etapas y en varios frentes. Primero, los miembros inferiores. La operación del miembro superior, quedaría para los despueses. En el mientras tanto, cantidades de calmantes, la limitación en la movilidad de mis piernas y mi silla de ruedas. No obstante, entre la somnolencia propia de la medicación, una frase me alumbró:
“Si nos cortan una pierna, no tenemos menos libertad, tenemos otra libertad”                                                                                                                                                         Jean Paul Sartre

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Henry Fuseli, “La pesadilla”

Luego de los momentos iniciales, con la fuerza inspiradora de ese dicho, se abrió un abanico de posibilidades. Privarme de manejar el auto fue una frontera importantísima, eso me impedía hasta hacer las compras, con independencia del peso   transportado. Entonces comencé a armar listas de artículos y a depositarlas en manos de algún integrante de la familia. El fanatismo de las clases presenciales de literatura fue reemplazado por la enseñanza vía Skype. ¡Jamás me hubiera privado de ellas! Así, a cada impedimento, surgió alguna reacción. Ese tiempo lo dediqué a lecturas o relecturas. Sí, me reencontré con algunos clásicos. Entre ellos, el que nos enseñó a leer novelas, el ingenioso hidalgo “Don Quijote de la Mancha” y su locura, quien bien podría ser visto, además, como un frenesí poético de Don Miguel de Cervantes Saavedra.

"Sauce llorón", Claude Monet
“Sauce llorón”, Claude Monet

 

RUEDAS EN LA SANGRE

“Quien tiene algo por qué vivir es capaz de enfrentar todo los comos”                                                                                                                                                       Friedrich W. Nietzsche

Alex Zanardi amaba las competencias automovilísticas. También él sufrió un embate. En 2001, su coche de carreras se quedó varado a media pista y una fracción de segundos fue suficiente para que otro automóvil lo partiera en dos. Zanardi perdió ambas piernas. Él no solo encontró su “otra libertad”, sino también el “como”. “Cuando me desperté y me di cuenta de que no tenía piernas, no me pregunté: ¿qué voy a hacer sin piernas?, sólo pensé: ‘Bien, ¿qué debo hacer para poder hacer todo lo que quiero hacer sin piernas?”.

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Alex Zanardi, Askanews

Vaya, ese campeón de carting en su niñez y adolescencia, sí tenía pasiones. Luego del accidente, Alex no podía estar sin rodar y centró su actividad en el ciclismo de mano, deporte con el que ganó el Maratón de Nueva York en 2011 y logró tres medallas en los Juegos Paralímpicos de Londres. Pero no eran esas las ruedas que circulaban por sus venas. Así, entre giro y giro, en el año 2014, decidió su regreso al automovilismo.

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Alex Zanardi, con su auto adaptado. Automundo Argentina

Y sí, la ausencia de sus piernas no le impidió el regreso. Bastaron las prótesis y modificaciones en su auto BMW M4 DTM y BMW M8 GTE (2018-2019): palanca de freno manual, volante con aro para acelerar, cambio ascendente mediante paleta en el volante, cambio descendente a través de un botón en la palanca de freno, embrague centrífugo.

 

META REMAR

Eliminada la inmovilidad de mis piernas, quedaba resolver el tema de la operación del miembro superior con la indicación de quedar presa del cabestrillo por cuarenta días.
Específicamente, los especialistas llaman a las lesiones frecuentes en esa zona ´”hombro del nadador”, “hombro del golfista”, “hombro del lanzador de jabalina”, “hombro del tenista”, y no sé cuántos deportes más. Mi caso no encuadraba en ninguna de esas especificaciones, pero padecí todos los problemas propios del asunto al peinar el cabello, vestirme, llevar la mano al bolsillo posterior o encontrar una postura confortable para el brazo durante la noche. Simplemente, me ubiqué con esos inconvenientes, dentro de una categoría especial: ausencia de responsabilidad de quien conduce un vehículo en la vía pública y, simultáneamente, consulta a su celular. ¡Maldición, en medio de ese baile, otro obstáculo a vencer! Fue en ese período de pérdida de movilidad en el brazo derecho que recordé la historia de Bethamy Hamilton.

 

TIEMPO PARA PENSAR

Ella nació en Hawaii, quizás por eso no sorprende que, a los 7 años, ya surfeaba. Para Bethamy Hamilton el 2003 resultó fatídico, un tiburón tigre le arrancó su brazo izquierdo.

«Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace»                                                                                                                                                              Jean Paul Sartre

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Bethamy Hamilton, Protestante Digital.com

Valiente la chiquilina, mientras se recuperaba, se hizo dos promesas. La primera, que no iba a quejarse de su terrible desgracia. La segunda, que iba a volver a la tabla de surf. Transcurridos tan solo veintiséis días, retomó su desafío a las olas. Ahora se encuentra entre las cincuenta mejores surfistas del mundo. Y es un ejemplo para los deportistas con alguna discapacidad.

 

SALVAR DISTANCIAS

¡A utilizar la mano izquierda para cepillar mis dientes, tipear sobre el teclado, peinarme, y todos los etcéteras imaginables! No obstante, ni un halago para ese cabestrillo molesto: jamás lo miré con simpatía, pero sí supe que ese era el camino para recuperar el movimiento de mi brazo derecho. En medio de tales circunstancias, de pronto, también juega ese convencimiento: nunca te va a pasar nada, imposible que te suceda a vos. Y es entonces cuando comienzan a sucederte todas juntas. Claro y simple: no te ocurre igual que a los otros, ahora sos la otredad. En esos momentos la resiliencia hace su aparición. Sí, ahí mismito, advertimos dos caminos: nos reinsertamos como podemos o permanecemos inmóviles en la queja. Los tremendos ejemplos de personas poderosas ante accidentes me hicieron sentir como un sauce, un árbol que vibra en contra de la desilusión y de la desgracia. ¿Será este árbol el símbolo de la inmortalidad o de la resurrección? Árbol tozudo, los terrenos anegadizos le dan igual. Y, en ese aferrarse hasta el último aliento, renace. Entonces, mientras conservemos la vida, no poder moverte por un tiempo no es más que una cuestión a resolver.


 

 

 

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