Claroscuros: entrevista a Tomás Méndez

Entrevista: Alicia Lapidus, Isabel D´Amico, Lourdes Landeira, Estela Colángelo, Pablo Soprano, Gabriela Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppelman
Fotografía: Diego Grispo

“El punto de una estrella blanca aún tiembla/ en lo hondo
de esa luz amarilla del día que se agranda/ tras montañas de púrpura”
“Prometeo liberado”, Percy Bysshe Shelley

 

En el revés del mito, Prometeo rompe el candado de los arcones del tiempo y lo ofrece en manos de los hombres. Algunos dicen que logró tentar la codicia divina con ríos de sudor humano. Otros, que entregó fósiles de horas y años quebrados, envueltos en brillante grasa. Sin embargo, las dos versiones coinciden en que a los supremos se les hizo agua la boca y, aplastados por el propio poder que ejercían, confundieron hambre con rapacidad y sed con locura. Por eso se cargaron ambos rumores a la bolsa y descuidaron los portales de la eternidad. Qué había detrás de esa entrada secreta era un misterio, cuyo mayor sentido consistía en distraer al mundo con especulaciones sin límites, mientras los dioses nos zarandeaban de lo lindo, entre urgencias y terrores.

Pero quebrar el hechizo no fue cosa de solo llegar al pie de lo prohibido. Grande fue la sorpresa de Prometeo, al ver que el supuesto tesoro no era reluciente ni infinito, sino un simple amontonamiento de posibilidades, estrechadas contra las paredes húmedas, en una prisión de tiempo. En un bucle, un poema intentaba despegarse de la velocidad de la luz. Más lejos, una sombra combatía con el ritmo insistente de cierta verdad. Y el humor, pegoteado a la vieja madera de los arcones, buscaba el matiz de una veta para no morir de tristeza. A los ojos de Prometeo, ardió el espectáculo de un gran ovillo de prisioneros cautivos en sus transcursos. Una curva se partía en la rigidez de una línea. El amor boqueaba al fondo de la pila, sin más aliento que un mero ocurrir y ocurrir. El deber, encima de todos, amenazaba con buchonear cualquier asomo de atrevimiento, ante los guardias de la inexistente eternidad.

Raúl Cañestro.
Raúl Cañestro.

Entonces, Prometeo, lleno de una furia vieja y reavivada frente a tanta evidencia, renunció a su semblante de héroe y decidió convocar a una asamblea. Así, llegó el tiempo de la traición y de la amistad, el de la codicia y el del abrazo. Después, continuó la historia. Aunque, justo en esta parte,  todos los manuscritos del mito se borronean o aparecen chamuscados. Algunos dicen que esa picardía fue obra del fuego, para evitarnos caer en la tentación de la profecía. Otros opinan que todo es un gran juego de la ilusión. Pero ambas versiones coinciden en la imperiosa necesidad de refundar un tiempo impregnado con palabras y silencios. Un tiempo que haga de la acción un modo de no escondernos entre los otros. Uno, donde el calor de la confianza vuelva a tener sentido. Ahí, a la llama de ese fuegito, nos encontramos con Tomás Méndez.   

 

 ROCKY Y RAMBO, LA SECUELA

 

                        Toda ruina es un aposento recuperado por el caos”
Osadía”, Ángel Darío Carrero

¿Es posible pensar en medio de la urgencia?

Depende de a qué llamemos pensar. Para el sistema de hoy, pensar sería tomarse al menos diez minutos para saber si lo que hacés está bien. Yo ya tengo mucho oficio. En Córdoba, tenía tres programas de televisión y era mucho más esclavo que acá, en Buenos Aires. Hay que adaptarse para no enfrentar al sistema de golpe, cosa que hice varias veces y me fue muy mal. Una locura. Hay cosas que no me imaginé que pasarían, porque yo no soy así. Creo que necesitaría ser un psicópata, como dicen mis viejos, para que me resbalen algunas cosas. Sin embargo, me hace mucho mal el sistema, me identifico mucho con las personas. En esta vorágine, no podés parar ni siquiera a razonar. Yo, en vacaciones, me leo como cinco libros por día, es cuando tengo el tiempo para nutrirme. Durante el año, no hay forma, estoy bloqueado, no puedo, todo el tiempo estoy ocupado en cómo hacer mi trabajo. Lo que Buenos Aires le suma a esta locura es el rating, el gran disciplinador, que te dice qué está bien y qué está mal. Yo lo he vivido en carne propia. Cuando nosotros hemos acelerado alevosamente con investigaciones serias, que podían haber comprometido a muchos, nos ha parado la cucaracha (1).

¿O sea que, a nivel televisivo, el periodismo puede ser independiente de todo menos del rating?

Obviamente que el periodismo no es independiente de nada. No existe la persona independiente. Quien dice eso está mintiendo. El periodismo le ha mentido mucho a la gente. De la Guerra Fría a esta parte, hemos crecido odiando a los soviéticos. Rocky y Rambo, en los 70, y la ficción que plantea Carrió ahora, todo se mezcla, todo se hace lo mismo y el consumo que tiene el televidente de ficción y realidad es prácticamente el mismo.

¿Buenos Aires no te resulta peor que Córdoba, en cuanto a esta locura del sistema?

Hasta ahora no, porque en Córdoba yo me jugué todo. He logrado que se condenara a prisión a policías narcotraficantes. Pero los jueces, en mi cara, me cambiaban mi testimonio y les daban sólo dos años de prisión. Recién hace muy poco, desde Buenos Aires, les han comunicado que son nueve los años de condena que les corresponde. Los tipos están libres, me hacían inteligencia y yo, con mi mujer y mis hijos, tenía que andar con chaleco antibalas y vivir con la Gendarmería dentro de mi casa. Estábamos muy desprotegidos. En Buenos Aires, las cosas ya no son así. En aquellos tiempos nosotros hemos comprado en Paraguay mil kilos de droga para demostrar cómo se hacen esos manejos. Después, lo llevábamos al Juzgado como prueba. Pero, a veces, uno quedaba expuesto a que si, en el medio, me hacían una operación y la policía entraba a mi casa, yo tenía droga de nuestra investigación en mi propio domicilio.

 

CÓMO VOLVER A LEER AL PATO DONALD


“hay un país  (pero no el mío)/ donde la noche es sólo por la tarde/ (pero no el nuestro) /y así canta una estrella su tiempo libre”

Susana Thenon

Tomás Méndez. Fotografía: Diego Grispo.

Quiero volver al pensamiento. En varias entrevistas hiciste muchas referencias a la filosofía y me pregunto cómo se puede vivir diez meses sin parar y pensar recién en las vacaciones…

Pero así es como vive la mayoría de la gente. Es difícil decir que no cuando, en el canal, me plantearon hacer tres días por semana ADN. Eso o nada. En Córdoba yo me peleé en serio con el sistema. Me metí con la policía, con la política, con el periodismo, con el poder judicial, con todo. Cuando el sistema se me plantó, se me complicó muchísimo, me armaron diez causas sin asidero, obviamente. En una de ellas fui a declarar con un abogado vestido de Pato Donald, porque era tan escandaloso lo que me estaban haciendo, que trataba de exteriorizarlo de esa manera para que no fueran más grandes los abusos. En un momento, cuando habíamos agarrado a un narco, conocí a Berni, en ese entonces, Secretario de Seguridad. Sin conocerme de antes, me dijo “Vos tenés fecha de vencimiento, pibe. A vos te matan”. Yo le había dejado los teléfonos del narco y le dije que me los devolviera, se los saqué. Al narco lo sacamos al aire. Entonces, en un momento de alta vulnerabilidad, mi viejo me dijo: “¿Te van a matar? Hagamos una cosa: hacé un partido político con el nombre ADN y presentate. Eso te va a dar espalda”. Bueno, armé el partido, me presenté y casi ganamos la elección. Eso fue lo que me salvó. Pero en Córdoba no voy a hacer nunca más nada.

¿Te pidió disculpas Berni?

Nunca. Es más, me dijo “Loco, yo te dije la verdad. Si no te gustó es problema tuyo”. Berni fue un tipo muy sincero conmigo, me estaba aconsejando, me estaba previniendo. El tema es que, el día de la elección, entraron a la casa de mi viejo, rompieron la puerta blindada, rompieron todo, estaba con mis hijos, un desastre…

¿No te convendría vivir en Buenos Aires con toda tu familia?

Lucía Vidales.
Lucía Vidales.

Mirá, yo en Córdoba llegué a un techo. Córdoba tiene una idiosincrasia muy complicada, es un pueblo muy conservador. Es otro país, en serio. Muy fácil de manipular y muy difícil para la gente que piensa. Es muy triste. Yo, al menos, con mi programa me siento satisfecho porque le doy algo a la gente. Entendí que la política es también una mierda, no podés hacer nada, pero no lo digo porque estoy afuera, estoy adentro de eso y es una mierda. Si querés hacer las cosas mal, hay plata para hacerlas. Pero, si las hacés bien, nadie te las reconoce y, encima, el sistema te mata. Entonces, lo mejor es salir de ahí y volver al periodismo donde, al menos, podés trabajar en algo, en un cambio. Yo me tomo las cosas a pecho y hago lo que puedo hacer.

 

FILOFELIZ

“Pero queda, una cosa sin nombre/ arrinconada en la conciencia/ como si el ser pudiera soportarla.” 

“Alicia en la tierra baldía”, Ann Lauterbach

 

Los periodistas hoy, en general, no cuidan las palabras pero vos sí. ¿Cuál es tu relación con el lenguaje oral y el escrito?

No me gustaría ser injusto, ni siquiera con Macri. No siento la necesidad de tener que mentir para decirte qué está pasando. No puedo hacerlo. El cuidado de las palabras no lo racionalizo y, mucho menos, al aire, digo lo que tengo que decir, me sale así. Simplemente, hay un límite: la ética.

¿Escribís?

Mikalojus Konstantinas Ciurlionis.
Mikalojus Konstantinas Ciurlionis.

Poco, en realidad. Ahora vamos a empezar a hacer portales, pero…

La escritura tiene otra velocidad, por eso te preguntaba. Además, no es tan común que un periodista cite a filósofos al hablar de lo cotidiano. Y te vimos muy contento el día que lo invitaste a Darío Sztajnszrajber…

Es que me da mucho placer escuchar a Darío. Además, es un tipo muy inteligente y muy formado y yo me siento muy conectado ideológicamente con él. Eso me hace feliz.

Pero los periodistas podrían incorporar estas cosas. Pienso en Guarino, por ejemplo, que inicia el programa con esas parábolas literarias y filosóficas…

Hoy no me siento capacitado para eso, sinceramente. Hay que prepararse.

¿Qué leés en el verano?

Filosofía, política, de todo. Incluso algunos libros que me repugnan, pero es bueno saber cómo piensa el otro.

¿No se satura el cerebro con tanta data?

Me satura la información de lo cotidiano. Hoy, a las once y media de la noche, después del programa, tengo que atender gente.

¿Con qué descansás?

Me cuesta descansar. Me encantaría jugar al fútbol cada tanto, que es donde me desconecto de todo, pero no dispongo de tiempo y el poco que tengo se lo dedico a mis hijos. Cómo vas a pensar en otros si no pensás en tu familia, ¿no? Ahí siento mucha culpa a veces. Ellos están en Córdoba.

 

POEMA MUERTO DE RISA

 

                                                           Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias”.”
“Rayuela”, Capítulo 68, Julio Cortázar


En la entrevista con Benjamín Ávila conversábamos sobre lo habitual que era la relación con la poesía en los militantes y periodistas de los ´70 y lo lejana que es la relación con lo poético hoy. ¿Cómo te llevás con el lenguaje poético y qué sería, para vos, lo poético en el periodismo?

Tomás Méndez. Fotografía: Diego Grispo.
Tomás Méndez. Fotografía: Diego Grispo.

Yo nací y a mi viejo lo habían secuestrado. Yo siempre negué la situación de mi viejo y él nunca habló de esto porque le hacía verdaderamente mal. Estuvo mucho tiempo fuera de casa y por eso quizás no hubo una conexión más profunda en ese sentido. Él trató de sacar lo político de nuestra vida. Es decir, nosotros crecimos en un ambiente donde no se hablaba de política, de ideologías. Yo creo que fue para cuidarnos: mis viejos, muy asustados con la realidad, nos aislaron absolutamente de esos temas. En ese sentido y volviendo a lo que decías de la poesía ligada a la gente de aquellos tiempos, por este clima que se vivía en casa, yo siempre estuve alejado de lo poético, no siento a la poesía como algo mío. En cuanto al periodismo y el lenguaje poético, creo que la voracidad del sistema hace que los periodistas confundamos nuestro rol y pensemos que, al tener más presencia, podemos estar más instalados y nuestra palabra puede llegar más. Yo no tengo lenguaje poético, no porque no quiera, sino porque no me siento- insisto- capacitado para incorporarlo. Salvo que me guione. Antes me guionaba. En Córdoba, hicimos cosas rarísimas con las malas palabras, a partir de lo de Fontanarrosa, cosas muy buenas. En un segmento del programa y con un compañero que había sido juez federal -de ochenta y pico de años-, aplicábamos las malas palabras a los discursos políticos y la gente lloraba de risa. Pero eso era puramente guionado, ahí tenía un tiempo para escribir. Ahora no. Y, además, eso ya no se hace en televisión.

¿No sería bueno aprovechar la masividad que te da la tele y darle más vuelo al lenguaje periodístico?

El problema es si la gente valora eso. Se podría entrar a través del humor. Hice una tesis importante de análisis lingüístico del lenguaje humorístico, que empezaba en la retórica clásica y terminaba en Freud. Para mí el humor es poesía.

¿En qué sentido?

Lo que pasa es que uno piensa en el humor de hoy, pero hay humores de alto voltaje en Breton, en donde busques. Si yo me guiono, soy muy bueno en el humor. En eso me siento muy capacitado ¿ves? Me conecto, creo que el humor sirve de conexión.

 HUÉRFANOS DEL VACÍO

“Es mejor estar cansado y colapsar
por la tarde. /Es mejor despertar claro en la mañana/
a la primera luz, levantarse bajo el cielo inamovible, /ignorar el agua infranqueable /y alzar la nave sobre las olas/ hacia la siempre recurrente costa del sol
.”
“Viaje “, Ingeborg Bachmann


El otro día te hemos visto entrevistar al fiscal Delgado y un poquito te sacaste ¿Qué cosas te sacan de quicio?

Ese día me sacó que me dijera que yo era irresponsable, cuando le estaba mostrando pruebas que abalaban lo que yo decía. Pero, en general, antes me irritaba la hipocresía. Sin embargo, cuando empezás a entender que es parte del lenguaje cotidiano, cuando empezás a familiarizarte un poco más con esto, comprendés cómo va la vida en general. Yo soy un tipo que siempre me aislé mucho, me enojaba mucho. Al laburar, entendí que son cosas propias del ser humano. Hoy me enoja la falta de humanidad, el no poder armar grupos. Eso lo viví mucho en la política y es tremendo. No hay militancia real, es muy poca, muy escasa.

¿Eso te da una sensación de orfandad?

Tomás Méndez. Fotografía: Diego Grispo.
Tomás Méndez. Fotografía: Diego Grispo.

Absolutamente, pero no de tristeza. Ahora ya lo entiendo, ya está, por eso estoy solo con mi familia, no busco compañía. Si puedo defender a una señora -que quizás sea mala en otro ámbito, pero que perdió su casa por el crédito UVA-, lo hago, me pongo al lado de ella porque es víctima. Pero no busco más compañía que la de la familia. Antes, sí, me daba una sensación como de vacío que ya no tengo.

¿No te da un poco de tristeza que soñemos tan chiquito?

Sí, pero son abstracciones. Vos no podés pelear contra una nube. Si está nublado, no vas a poder hacer que se despeje.

Seguís denunciando cosas que te ponen, aunque no tanto como antes, en cierto peligro.

Bueno, hay que tratar de que las cosas cambien en algún momento, depende de que la gente pueda abrir los ojos…

¿Cómo fue que llegaste a involucrarte tanto en Córdoba en el tema de los narcos?

Fue azaroso. Toda mi carrera lo fue. Empecé muy chico en el periodismo y nuestro programa comenzó, más que nada, al modo de una propuesta humorística. La gente lo vio como algo sincero. En eso, me cayó la primera denuncia que era en contra del gobernador de Córdoba, que robaba energía eléctrica. Muy inocentemente, yo lo hice público. El tipo se vino abajo, una cosa tremenda. A partir de ahí, empezaron a llover las denuncias: “Che, este tipo vende en aquel lado” ,“¿Y vos me ayudás? ¿Podés comprar?”, “Sí”, “Bueno, ponete esta cámara”. Me acuerdo de la última cámara oculta de narcos prófugos. Nosotros llegamos a estar dentro de la casa, mientras ellos decían “Che, cuidado porque acá puede estar ADN”, una cosa de locos. Era como la transformación de ADN en la policía. De hecho, ¿sabés por qué comenzó el levantamiento policial en Córdoba? Porque, después de que nosotros sacamos el narco escándalo, la policía se quedó sin guita en negro. De los quince mil agentes, siete mil cobraban plata del narco. “¿No me das más la plata en negro? Yo no puedo vivir”. ¿Y cómo de un día para al otro no podían vivir?

 

GENÉTICA DEL AZAR

                                               En algún lugar del gran muro inconcluso está la puerta,/ aquella que no abriste/ y que arroja su sombra de guardiana implacable en el revés de todo tu destino./ Es tan sólo una puerta clausurada en nombre del azar
“Detrás de aquella puerta”, Olga Orozco


Siendo tan importante el azar en tu carrera, ¿por qué tu programa se llama ADN, que refiere, justamente, a una determinación genética?

Max Ernst.
Max Ernst.

Nosotros empezamos llamándonos “Sociedad Anónima” y, como cada año, nos censuraban, nos sacaban del aire, mutábamos el nombre. Pero mirá cómo es el sistema. Entremedio de esa censura, yo hacía programas de humor periodístico solapado, bajábamos línea a través del humor. Y el Martín Fierro me lo gané por un programa de estos. Nunca te lo dan por lo periodístico. Te muestran cuál es el camino, ¿no?

Ayer dijiste algo interesante. ¿Lo que vivimos se trata simplemente de negocios o la intención es embarrar la cancha?, ¿cómo es eso?

Son las dos cosas. Lo podés leer como que el negocio de ellos es embarrar la cancha. Hoy está todo muy complicado. A estos momentos yo les tengo miedo por los modos que puedan elegir para embarrar la cancha. Nosotros, si imaginamos- por ejemplo- que la semana próxima pueden hablar de Nisman, nos anticipamos.

¿Cómo hiciste para entrar a ese departamento?

Nos costó muchísimo. Tuvimos que poner a un conocido, porque a mí no me lo quisieron alquilar. Igual es muy feo el lugar, una energía muy oscura. Imaginate ir al baño…, hay dos baños. Pero estaban las mismas sábanas de cuando murió el tipo…

El tema de este número es claroscuros. Algo dijiste recién de lo oscuro. ¿Qué ves como lo más luminoso de este momento?

Lo oscuro, aunque es muy abstracto, es la manipulación social de la cual es también responsable la propia sociedad, del no querer razonar. Lo más luminoso pasa por eso de que uno espera ser lo más masivo posible. En realidad, es una utopía…, o una boludez. La sociedad está segmentada. Hay un análisis extraordinario, que lo hizo Clinton y después se aplicó mucho, sobre todo, en las ciudades grandes: las sociedades eligen en base a tercios. Y uno de esos tercios elige en base a cómo fue el padre en la familia. Por ejemplo, si fue muy presente y con la ley bien marcada, mucha gente- sobre todo, en los pueblos-, elige líderes fuertes. El otro tercio es el padre totalmente democrático. Y el último tercio es el de la indecisión, el boludo que no sabe qué va a votar. Esto es científico, eh. En los últimos quince días de las campañas, se trabaja para el último tercio. Esa quincena es la más fuerte, donde hay más mentiras. En cuanto a lo más luminoso, bueno, siempre hay gente dispuesta a pensar y con la cual uno se siente identificado, no importa el porcentaje. Yo siento que es un treinta por ciento y yo me siento, en este rol periodístico, contento y lleno, porque puedo llegar a esa gente.

Y si este fuera tu tope con respecto a la masividad, ¿estaría bien?

Sí, sí. Estaría ya.

 

PROMETEO EN CANA

                                   Pero es el caso que, para mis cuitas,/ no hay término fijado, hasta que llegue/ el día en el que Zeus pierda su imperio.”
“Prometeo encadenado”, Esquilo

 

Lo de la imposibilidad de parar a pensar parece como un círculo cerrado al vacío.

Tomás Méndez con el Anartista. Fotografía: Diego Grispo.
Tomás Méndez con el Anartista. Fotografía: Diego Grispo.

Creo que hemos perdido la racionalidad y no la vamos a encontrar. En uno de los casos más importantes, el de Nisman, yo no podía entender cómo Cristina había dicho que a él lo habían matado. Pero es porque no tenía a nadie al lado, porque la mujer se sintió acorralada y porque no pudo pensar. La política es pensamiento. Si no podés pensar en la política… Y ojo, yo no hablo de resignación. Pero,  lamentablemente, si yo tengo que parar y mi hija no tiene medicamentos o la posibilidad de ir a la escuela, es como que me da miedo, ¿no? Y a veces, por ese miedo, te tienen agarrado. El sistema es así.

Pero si hubo gente que pensó, aun en los campos de concentración, ¿estamos nosotros absueltos de pensar porque estamos apurados o amenazados?

Lamentablemente, parece que es en los únicos lugares donde uno puede pensar. Creo que, en determinados encierros, uno piensa todo: si está bien el sistema, si la vorágine está bien, si el camino está bien, si… Y, cuando te abren la puerta, empezás a perder eso.

Estás en un lugar muy importante, desde donde sugerir la posibilidad de pensar, aun apurados y amenazados.

Max Ernst.
Max Ernst.

Es que la televisión se ha convertido en un problema. Ya no existen en la tele los espacios para pensar. Algo se puede hacer en un portal o en la radio, por ejemplo. Yo soy licenciado en comunicación y mi especialización es en radio. Ahora bien, es muy complicado decirle la verdad a la gente, le produce rechazo. Por ejemplo, en el ámbito más simple, ves a alguien y pensás: “Pero es más petiso de lo que pensé, es más gordo, está hecho bosta”, sin embargo, no le vas a decir la verdad en la cara al tipo, porque lo hiere. Cuando hablás con verdades, las verdades hieren a las sociedades. Si le decías a alguien, “Che, ¿vos no te das cuenta de que tu gobierno te está haciendo pelota?”,  le estás diciendo que es un boludo. Después, está el asunto de tratar de generar condiciones para que el otro piense. Creo que en el programa lo hacemos, no sé si lo logramos en la medida que queremos o deberíamos. Pero también, del otro lado, no sé si hay gente con tiempo para capitalizar eso. El tiempo es fundamental y nos lo han robado.

¿Y cuánto tiempo se puede estar así?, ¿no se ha generado angustia en la gente por esto?

Es difícil porque es parte de la cultura. Te roban el pensamiento, te roban la capacidad de razonar. La mayoría no se da cuenta que nos robaron el tiempo.

Pensaba en lo del Pato Donald, ¿eso no te obligó a frenar un poco?

Qué sé yo… Yo no he podido frenar, la verdad, en política ni en nada. Capaz que esa ansiedad es un poco el producto de no haber hablado en la familia de las cosas graves que habían sucedido. Por ahí estoy muy contaminado de eso y así terminé. Creo que el tiempo va a causar estragos en los que vienen.

 

REFERENTES DE LA VOZ

 

                                               Siglos y siglos que vienen gimiendo en mis venas/ Siglos que se balancean en mi canto/ Que agonizan en mi voz/ Porque mi voz es solo canto y sólo puede salir en canto/ La cuna de mi lengua se metió en el vacío/ Anterior a los tiempos/ Y guardará eternamente el ritmo primero/ El ritmo que hace nacer los mundos/ Soy la voz del hombre que resuena en los cielos”/ Que reniega y maldice/ Y pide cuentas de por qué y para qué” “Altazor”, Vicente Huidobro

¿Te permitís algún silencio cada tanto?

Tomás Méndez. Fotografía: Diego Grispo.
Tomás Méndez. Fotografía: Diego Grispo.

Sí. Soy mucho más silencioso cuando estoy entre dos, ¿no? En el momento en que te empezás a sentir solo en serio y responsable de los tuyos, digamos. Tengo los miedos lógicos, pero también sé que, en algún momento, llegan las cosas. Mirá, el tiempo y el sistema son tan crueles que, hace once años, me sacaron un tumor del acústico y, a los pocos días, empecé a trabajar, con la cabeza todavía en parte rapada. Eso que te contaba antes del Pato Donald fue por ese entonces, antes del narco escándalo. Hay que volver a caminar, ¿no?… Aunque también fue una satisfacción. Yo me sentía muy bien haciéndole bien a la gente, estuve muy cerca del pobre, muy cerca de la pobreza, amorosamente. Eran los únicos que no se comían el verso. Las clases medias y altas se comen todos los versos de los medios, a ellos no les podés entrar.

Pero acá a los pobres los convencieron de votar al enemigo.

Claro, pero porque no hubo un referente. En Córdoba, yo era un referente para los pobres. Les costaba muchísimo. Una vez planearon un crimen para matarme, eran unos tipos que pertenecían a una familia de criminales. Y la hermana de ese tipo fue a la justicia y denunció: “Lo van a matar a Tomás Méndez, mi hermano planea hacer eso.” Y lo pararon. Acá, en Buenos Aires, no hubo referentes de la pobreza. No hablo de un sacerdote en una villa acá y otro allá. Un referente masivo es alguien con quien los pobres puedan identificarse. Hoy, en el aeropuerto, había un tipo que me gritaba “Eh, Méndez ¿cómo andás? Lástima que seas de Talleres”. Nada más, pero es gente humilde que siente que vos estuviste al lado, es muy importante. Hace ya cinco o seis años que no estoy en Córdoba, y los hijos de esos tipos vienen y me dicen “¿Vos sos Tomás Méndez? Mi papá te quiere muchísimo a vos”.

Conseguiste en tu momento un caudal importante de votos, ¿qué pensás que hará esa gente ahora?

Carlos Gallardo. "Destiempos".
Carlos Gallardo. “Destiempos”.

Es muy difícil saberlo porque yo ya me bajé de las dos elecciones, me ofrecieron y medíamos muy bien, pero no tolero la traición. Ese partido se desarmó y la gente se sentirá defraudada, ya no es problema mío. Yo ya hice mucho. Alguien debería haber tomado la posta, no sé.

¿No armaron ustedes un aparato con dirigentes?

No, porque no hay nadie convencido. Y hay límites. ¿Sabes cuándo te das cuenta de que no hay nadie convencido? Cuando vos decís: “Che, loco, hay que entrar y agarrar a esta organización narco” y nadie se anima o no les importa. Yo entré a Paraguay, a la zona Cero, con un celular grababa a los narcos ¿Sabés lo que era eso? Es la selva paraguaya. Ahí te mataban. Tenés que estar convencido para meterte ahí. Todos queremos vivir bien, yo quiero que mi hijos vivan bien. ¿Sabés las veces que he pensado para qué tuve hijos, si soy una persona que siente la responsabilidad de esta manera? El sistema también nos lleva a pensar esas cosas…

Algunos hijos de los militantes de los 70 les preguntaban a sus padres por qué los tuvieron si pensaban asumir tantos riesgos. Y ellos contestaban “porque pensábamos darles un mundo mucho mejor”. La última pregunta sería, ¿cuál es tu miedo más grande y cuál es tu sueño más imperioso ahora?

Antes le tenía miedo a muchas cosas, pero ya lo perdí. Sabemos que estamos complicados, ya me lo han demostrado. Así que hago lo que me gusta, le doy para adelante. Mi vocación por las cosas que valen la pena es más fuerte, no hay manera de paralizarme. En cuanto al sueño próximo, es que la gente se pueda dar cuenta de que este sistema político nos hace mal, que pueda despertar de estos cuatro años.

Se dice que hay un capitalismo salvaje y otro humano, pero el sistema es el mismo en ambos casos. ¿Se puede en otra forma de vida emancipada de capitalismo?

Uno puede identificarlo, pero lo que no se puede es transmitirlo masivamente. No podés hacer un cambio, si empezás solo por dos, tres, cuatro personas. Eso no lleva a ningún lado. Habría que hacer un cambio masivo, buscar referentes masivos que puedan exteriorizar eso. Pero a esos referentes te los destruye el enemigo.

Tomás Méndez con el Anartista. Fotografía: Diego Grispo.
Tomás Méndez con el Anartista. Fotografía: Diego Grispo.

 

(1) micrófono mediante el cual la producción se comunica con los periodistas, durante la transmisión en vivo.

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