DOLOR DE CINTO

La lucha: sobre un chico de la favela.

Por Eugenia Casetta Buenanueva

favelas y niñxs

 

“UN PUEBLO ESCONDIDO EN LA CIMA” (*)

Luis abrió los ojos, como impactado por un rayo. Los ladridos cercanos interrumpieron su sopor. Se sentó y sus manitos fregaron sus ojos anubarrados de sueños inconclusos. Trepó por encima de sus hermanos y fue a buscar a su madre, pero no la encontró en la cocina ni en el patio, tampoco en el bañito de chapas. Resolvió sentarse en la puerta de su casa a esperarla, mientras se entretenía en observar personas, perros y caballos sobre la calle de tierra. Entonces, comenzó ese dolor en el medio de su pancita. Apenas tenía 3 años y ya estaba acostumbrado a ese arder casi permanente. Lo llamaba dolor de cinto. Una vez, para que no cayeran de su cuerpo delgado unos pantalones de herencia fraterna, le pusieron un cinturón demasiado ajustado. Dolía en el mismo lugar.

En eso, se iluminó su pequeño rostro casi blanco, los rulos desbordantes se abrieron y la vio. Corrió a abrazar a su madre, quien apenas podía sostenerlo entre sus brazos cargados. El pan caliente se desvaneció entre la turba de niños hambrientos. Luis salía siempre a jugar descalzo, sus pies no conocían el calzado. Corría sobre hierbas, tierra, piedras y hormigas, sin sentirlas ya.

Entre atardeceres con caballos y algunas bananas robadas, transcurrieron 2 años de aquella mañana. Un día, Luis observó el ir y venir de su familia al guardar las escasísimas pertenencias en bolsas plásticas. Se iban de Pernambuco.

Subió al camión que los arrastraría durante 13 horas, envuelto en espanto y curiosidad por el padre que conocería al final del viaje.

niños en la favela

 

“SOY UNA FÁBRICA DE HUMO”(*)

Durante el trayecto, calmó su “dolor de cinto” con agua y papayas secuestradas de una finca a la vera de la ruta. El caserío multiforme y variopinto se extendió frente a sus ojos: fábricas, escuelas, nada de esto había visto antes. Casi el espanto troca en felicidad, ante el paisaje atiborrado de golosinas y niños en zapatillas colorinches. Más tarde entendió que esas golosinas brillantes, con promesas de dulzor infinito, no eran para él.  Se agotaron los colores, el sol y el entusiasmo y ellos se adentraron en un pantanoso poblado de techitos a pura chapa y perros flacos como él.  Arribaron a Guarujá.

TECHITOS DE CHAPAS

 

“EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE CÓLERA”(*)

El primer zamarreo de su padre sobrevino a los pocos meses de llegar. Luego, los gritos de su mamá bajo la pesada mano del estibador.

En las callecitas empinadas y a sus 7 años, ya había descubierto un buen refugio contra el hambre y la tristeza: las papayas, que caían en sus manos, por gracia de fruteros muy distraídos.

Ese día, al llegar a su casa, escuchó los gritos más penetrantes que otras veces. Petrificado frente a la cortina/puerta, vio salir a su hermana mayor envuelta en llanto. Detrás, venía su madre con el bolso.

– ¡Vamos, crianças!

Así, en tropel, se alejaron para siempre de esa casa de gritos destemplados. Una tarde bordada en su memoria, el inicio de la lucha inexorable de su mamá, una batalla desigual y perversa contra lo establecido, contra todos los rostros de la sumisión.

“LA SANGRE DENTRO DE TUS VENAS” (*)

De tanto lustrar zapatos, a los 13 años obtuvo su primer empleo en una fábrica de suelas. Después, por recomendación de un profesor de tornería, lo contrataron en una metalúrgica.  Sus brazos torneados, su espalda triangular por las extenuantes jornadas laborales, algunas reuniones gremiales – que a los 16 aún observaba de lejos- y unos rulos rebeldes fueron buenos aliados para ganar el consuelo entre bellas adolescentes.

El accidente laboral irrumpió sus 17: una máquina demasiado vieja soltó la cuchilla sobre su mano. El dedo meñique descuajado del resto del cuerpo, la sangre sobre la tierra y sus arterias desbocadas: otras de tantas venas sangrantes de América Latina.

Luis Ignacio Lula Da Silva perdió su dedo. Pero, en una batalla desigual y perversa en oposición a todo lo establecido, ganó la mano cercenada que lucharía de forma inexorable contra todos los rostros de la sumisión.

“LA OPERACIÓN CÓNDOR INVADIENDO MI NIDO” (*)

 

lula obreroLa mutilación de la democracia y del dedo coincidieron. Mientras se recuperaba del accidente, se produjo el golpe militar. En pocos meses, se perdieron exiguos derechos laborales.  Se adentró en un mundo gremial laberíntico: más exigían, más lejos del objetivo se hallaban. Sin embargo, Lula era reconocido por obreros, era el hombre que transformó el miedo en manifestaciones y huelgas generales.

Así, corría 1978 y Lula y todo Brasil quedaron estupefactos cuando, en pleno junio, la selección brasilera fue eliminada de la copa mundial por un gol de Argentina. Unos días después, el continente observó cómo el presidente de facto, Jorge Rafael Videla, levantaba la copa dorada a unas cuadras de un campo de concentración clandestino.

Ya en 1979, el apodo “Lula” tomó fama a nivel nacional por desobedecer la ley que prohibía paros laborales. En medio de una débil democracia, Lula fundó el “Partido de los Trabajadores” y rompió con el histórico bipartidismo. En 1980 sería encarcelado por primera vez a la mitad de una huelga de proporciones siderales: 41 días de paro.  Impensado, en una Latinoamérica asolada por el plan Cóndor.

A finales de los 80, otra vez, Luis despertó como impactado por otro rayo. Se restregó los ojos anubarrados de injusticia y decidió que sería presidente de Brasil.

América Latina no lograba soltarse de las garras de la miseria y de la muerte. Y Brasil hacía desfilar, uno tras otro, presidentes de derecha, sectarios y racistas.  Un morboso despliegue de hambre para los países “centrales” o del “primer mundo”. Tal vez, producto de la colonización cultural, los brasileros no votaban un candidato vestido de obrero.  O, tal vez, no era el momento para Lula. ¿Cómo hubiese sido su presidencia en una Latinoamérica fragmentada?  Por suerte, no lo sabremos.  En 2003, se vistió de saco y corbata y accedió por fin a la presidencia de Brasil. Unos meses después, en Argentina, Néstor se puso al frente de la integración regional, un sueño oculto durante casi 200 años.

“GOVERNAR COMO MÃE, VIGIE OS MAIS FRACOS” (**)

Gobernar como madre, proteger a los más débiles”, así definió Luis Ignacio Lula Da Silva qué significaba la redistribución de la riqueza y combatir el hambre en Brasil.  Estaba al frente de un gigante hambreado, carcomido, sangrante.  Desocupación, inflación, analfabetismo y desnutrición eran gangrenas esparcidas a la velocidad en que se enriquecían los mercados estadounidenses con los hidrocarburos sudamericanos.  Aun así, se deslizó con habilidades insospechadas entre los más disímiles mandatarios. Por ejemplo, ante la presión por aceptar el ALCA, de parte de George Bush, Lula respondía que podría aceptar integrar tan prometedor tratado comercial, cuando las ganancias resultaran más equitativas para Brasil. Fue el primer bofetón sonoro que recibiría el imperio del norte.

Por su parte, la salud pública brasileña estaba contaminada por una concepción esclavista, no todos eran dignos de un médico, de una radiografía y, menos aun, de una cirugía. El dedo meñique se lo recordaba: el médico de aquel día había pretendido hacerle entender que “un peoncito no necesita 10 dedos “. Esa anécdota la contó entre risas, mientras inauguraba una flota de 650 ambulancias para las favelas de San Paulo.

Otro episodio fue la presión de Estados Unidos  sobre los países latinoamericanos para lograr agrandar el ALCA. El asunto culminó en el año 2005.  Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Lula da Silva protagonizaron un acto que bordaría la memoria de las luchas bolivarianas.

Así, Luis Ignacio con su mano cercenada ayudó a incorporarse al gigante latino, lo pobló de universidades públicas, de hospitales y de equidad en los rincones olvidados de Brasil.

“EL JUGO DE MI LUCHA NO ES ARTIFICIAL”(*)

lula3

Por fin, me pude encontrar con Tania. Se vino a vivir a Buenos Aires en el 2017. Ser brasileña y militante del PT bajo la presidencia del derechista evangélico, Jair Bolsonaro, no fue una agradable mixtura. En un muy buen castellano aportuguesado y mientras se le atropellan las palabras y la emoción, cuenta. Hablar de Lula le hace brillar la tonada carioca:

Antes de militar en el PT, desde el 2003, lo hacía en el gremio petrolero. Fui delegada del programa nacional de políticas para las mujeres. Al militar y trabajar para Lula, me formé muito muito. Pude acceder a lugares de la política a los que jamás imaginé siquiera acercarme.

Parecías feliz con Lula de presidente.

¡Oh, por supuesto!, Lula ha sido el mejor presidente de Brasil, Lula es el padre de Brasil. Trabajé como su asesora y vi de cerca la obra política de este hombre. Sé lo que te digo. Él pensaba y piensa en un desarrollo social de manera integrada, inclusiva. Luchó contra todo prejuicio, contra la falta de oportunidades, luchó para que toda la nación accediera a buenas escuelas, a buenos trabajos.  Mira, te voy a contar algunos programas de su gobierno;

  •  FIES – Fondo de Financiamiento Estudiantil 
  • PROUNI – Programa Universidade para Todos 
  • Mi Casa Mi Vida
  • Hambre Cero 
  • Farmacia Popular 
  • Agricultura Familiar 
  • Más Médicos 
  • Luz para Todos 
  • Ciudad Digital. 

Hay más programas, te voy a mandar el link. ¿Sabías que redujo la pobreza en 75%?

No, desconocía esa cifra. Sí sé que vos, acá en Argentina, militas en el comité de “Lula Livre”, ¿cómo te sentís con esta militancia?

Es lo lógico, ¿qué iba yo fazer? Era la más grande injustica: Lula preso. Él trabajó toda su vida por un país más justo. Antes de él nadie había pensado realmente en los desposeídos, en los brasileños sin oportunidades. Dio batalla contra el imperio estadounidense, no regaló nuestros recursos como todos los otros presidentes. No hubiera sido justo que yo no hubiese luchado por su liberación. Militar por Lula Livre era lo único correcto.

Con Tania, es fácil perderse entre palabras y callecitas de nuestro continente, es fácil hablar horas sobre el Plan Cóndor y concluir que el imperio maldito nos sobrevuela una vez más. Le hice la pregunta que me pierde, entusiasma, la pregunta más real:

¿Que sentís con Lula? No qué pensas, no qué sabes, ¿qué sentís con Lula?

Me hace sentir con energía para la lucha. Tiene 74 años y sigue luchando por justicia, por los desposeídos. Siento que me ilumina, es nuestro faro, nos une. Su amor por todos, por grandes, por niños, trasciende los límites de Brasil. Hay pocos líderes como él, con esa fortaleza. Me hizo sentir orgullo por mí, por él, por mi Brasil, por mi Latinoamérica.

“UN PUEBLO SIN PIERNAS, PERO QUE CAMINA” (*)

condor

Aún atrapada en la tonada carioca de Tania, me dieron ganas de ir a brasilear. Pero, me dije, mejor a este Brasil, no. En apenas 48 horas, abandoné el sueño de nuevamente Lula presidente, por el desvarío de un continente sin oxígeno. Los sueños de justicia social se desangran en arterias desbocadas, como los afluentes que nos cruzan: cauces de agua dulce, ríos con muertos que preguntan su nombre. Somos un mapa de sangre, que algunas veces se ilusiona en conservar el resplandor, con niños que corren en zapatillas colorinches, con poblados sin techos de chapa.

Nos debatimos en un fango de derrotas, hasta mutilados a veces, y nos levantamos luego. Compartimos la sangre destinada a luchar, aquella que se derramó. Compartimos líderes que nos iluminan. ¿Cuántas veces Estela de Carlotto se habrá batido en el fango de la injustica y el horror? Lula, ¿imaginó desistir? Tal vez Evo Morales hubiese preferido quedarse en su casa y poder sacar a pasear a su perro. Cristina podría haber permanecido de luto. Pero, no. Somos de esta tierra que clama por justicia.

Referencias:

* frases extraídas de la canción Latinoamérica (Calle 13)

** frase extraída de un discurso de Lula.

 

Link sobre las políticas públicas de la presidencia de Lula Da Silva:             http://www.fao.org/3/a-i3023s.pdf

 

Película :  “ Lula, el hijo de Brasil”   https://youtu.be/b_8y6g8oOSk

 

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