Cabeza loca - Viviana García Arribas

La lucha: sobre Serena Joy, la esposa de “El cuento de la criada”.
Por Viviana García Arribas

 

SANTA MATERNIDAD

La Sagrada Familia - Miguel Ángel
La Sagrada Familia – Miguel Ángel

Por ahora, solo las mujeres sabemos qué se siente al engendrar un hijo. Hasta tanto la ciencia pueda insertar un embrión en un organismo masculino, somos nosotras quienes llevamos “una nueva vida” en nuestros vientres. Esta es una verdad incuestionable. En la actualidad, podemos pensar familias: nucleares, monoparentales, homoparentales o compuestas, según sus miembros sean de uno o diferentes sexos, en pareja o solos. Sin embargo, quien lleva adelante un embarazo, quien mezcla su sangre con el niño por nacer, quien lo alimenta intra útero siempre es una mujer. El organismo femenino está preparado para eso. Casi forma parte de sus instrucciones de uso. Desarrollo mamario, menarca, ciclo menstrual, menopausia, todo gira alrededor de la posibilidad de dar a luz un nuevo ser. Esta condición -tal vez mucho más que otras funciones corporales, en las que apenas pensamos- nos acerca a lo animal. Así, defendemos a nuestros hijos como leonas, parecemos Mamá Ganso perseguidas por los pequeños o guardamos bajo el ala a nuestros polluelos.

Cada mes, el cuerpo le recuerda a la mujer su condición de máquina gestante. Lo hace en forma manifiesta a través del sangrado menstrual pero, en su interior, silencioso e imperceptible, el útero se prepara para recibir un embrión. De manera independiente a nuestra voluntad, todo el engranaje se acomoda, se aceita y se pone en marcha para dar lugar a un embarazo potencial y esto se repite a lo largo de treinta años o más de nuestra vida activa.

 

BENDITO SEA EL FRUTO

El cuanto de la criada
El cuento de la criada

Hoy, cada mujer joven en condiciones de engendrar, puede -al menos en teoría- plantearse como opción la posibilidad de ser madre o no. A pesar de esto, no se han apagado del todo las intenciones de quienes pretenden encerrarnos en el rol de exclusivas “dadoras de vida”. ¿Qué sucedería si la sociedad nos colocara, compulsivamente y con toda la fuerza de la ley, en ese lugar en forma excluyente? De esto trata la serie “El cuento de la criada”.

Esta fantasía distópica, basada en la novela de Margaret Atwood -ya comentada en nuestra revista (El mito de Raquel: la deseante)– imagina una tiranía cuya organización social pone a las mujeres en una posición de esclavitud, con el único objetivo de la reproducción. Mediante un sistema de castas bien diferenciado, las mujeres fértiles estarán obligadas a parir y a entregar a sus hijos. Y las esposas infértiles deberán recibir a los niños gestados por otras como si fueran propios, en realidad, convencidas de que lo son.

Así, en el hogar de los Waterford permanece prisionera la criada destinada a darles un hijo. La esposa solo desea que ese embarazo se produzca, que el hijo llegue y que la amenaza representada por la criada desaparezca. Sabe que la capacidad de engendrar es un atributo que nunca podrá tener e intuye el poder que, en una sociedad como Gilead, implica poseer ese potencial.

 

MENOS TU VIENTRE

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El cuento de la criada

¿En qué se transforma una mujer cuando su principal objetivo dentro de un grupo social es ser madre? ¿Qué sucede con ella cuando su cuerpo le niega esa posibilidad?

Serena Joy es la esposa del comandante Waterford. En el pasado fue una intelectual conservadora, activista en pos del nuevo orden y luchó, codo a codo y junto a su esposo, para conseguirlo. Cree firmemente en los principios de ese mundo loco y desea cumplir con la misión de criar el hijo que no ha gestado. Su mayor frustración: no poder engendrarlo ella misma. No manifiesta otro deseo, no parece conmoverse por ninguna otra cosa. Es capaz de las peores maldades para conseguirlo y somete a la criada a todas las vejaciones concebibles con tal de procrear. La violación “oficial” por parte de su marido, el castigo cuando el embarazo no sucede, o empujarla en brazos del chofer, todo vale en su catálogo de fecundidad.

Su vida ha sido vaciada de otro sentido, solo le importa ser madre, y a eso se aboca con vital y, muchas veces, maligna energía.

 

PARIRÁS CON DOLOR

Henry Ford Hospital - Frida Kahlo
Henry Ford Hospital – Frida Kahlo

La señora Waterford parece haber dejado atrás su pasado intelectual: en Gilead las mujeres no pueden, siquiera, leer. Sin embargo, en la segunda temporada de la serie -cuando ya la novela que le dio origen sirve solo como punto de partida- las circunstancias la llevan, no solo a leer, sino también a escribir. Y no duda en pedir ayuda a su peor enemiga: la criada. De ese modo, comienzan a aparecer aristas en un personaje -hasta ese momento- de una sola pieza. Este giro inesperado aumenta el atractivo de esta mujer, contradictoria, inescrupulosa, cruel y, también, extremadamente frágil. El antagonismo con la criada -protagonista de la serie- la muestra mucho más interesante que a su rival. Frente a la heroína indiscutida, esa que parece no dudar nunca, se para esta mujer con pliegues y dobleces, capaz de pelear una lucha interminable dentro de sí, entre sus convicciones, sus deseos y su sentido del deber.

Pero su atrevimiento no pasa desapercibido para el esposo: muy pronto, llega el castigo corporal, que se repetirá, varias veces, a lo largo de la serie. En la mirada del espectador, esto la acerca, al resto de las mujeres de Gilead: criadas, sirvientas o prostitutas. Para el régimen, toda mujer debe ser pisoteada y sometida.

 

SAGRADA FAMILIA

La familia - Fernando Botero
La familia – Fernando Botero

A lo largo de la historia, se repiten estos avances y retrocesos de Serena Joy. Ora súper fundamentalista, ora casi revolucionaria, logra sacar de quicio a más de uno. Por supuesto, también son recursos narrativos para mantener la tensión y avanzar con la serie. Pero esa no es la única lectura posible. Hay un despliegue del personaje, un especial interés en mostrarla compleja, una intención de dar a ver el conflicto jugado en ella. Un personaje, en fin, que nos mueve a hacernos preguntas.

Finalmente, se produce el parto deseado. Los Waterford posan en los medios para presentar a su hija en sociedad. La típica foto de mamá, papá y descendiente circula por los periódicos y la televisión. La familia plasmada en una imagen icónica. ¿Cuántas guerras se pelearon en su nombre? ¿Cuánto hubo -hay- de ofrenda hacia el hombre en el nacimiento de cada hijo, pensado desde la familia tradicional? Imposible soslayar, en este punto, el pasaje bíblico donde el Arcángel Gabriel le anuncia a María que ha sido honrada con la simiente divina. Simbólicamente, nos presenta a un hombre que decidió quien sería la madre de su hijo. ¿O acaso le dio alguna oportunidad para negarse? En la sociedad de occidente, durante siglos, los matrimonios se armaban con mujeres “dignas de ser madres”. Las otras quedaban, tal vez, para el entretenimiento. Hoy, este paradigma parece superado. Ideas más abiertas dan lugar a una familia diferente. ¿Y si no fuera así?

 

MARÍA LUCHADORA

En la actualidad, muchos de nuestros compañeros están junto a nosotras en la lucha, pero no les es posible vivenciar lo intenso de las contradicciones que se nos presentan bajo el peso de siglos de organización social: ¿ser madre o no serlo?, ¿sola o en pareja?, ¿privilegiar la maternidad o lo profesional?, ¿decidir, en fin, por nosotras mismas?

Sin embargo, la dignidad del género, el objetivo de la realización personal, la maternidad o la ausencia de ella deberían ser, finalmente, una decisión singular de cada una. Aunque ciertas peleas nos desgarren, al final del camino, se puede hallar la paz de ser auténticas: no más solo madres, no más solo hijas, no únicamente esposas. Personas individuales capaces de decir “no” y, también, de decir “sí”.

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