La confianza: sobre la acción colectiva de cantar canciones de cancha.

Por Nico Sada

 “Somos figuras de una fábula”

JORGE LUIS BORGES

 

 “OTRA VEZ EN PRIMERA VAN A VER A PAPÁ” (reza una canción)

Las canciones retumban cuando estamos cerca de la cancha. Los platillos y bombos exponen su potencia. El barrio descansa en partes, en otras no. La plaza del barrio se completa de pibes. Las vallas irreales, en las inmediaciones de la cancha, nos separan de la vuelta de la esquina y tenemos que dar todo un giro innecesario para poder entrar. No hay hinchada visitante.

Estamos adentro y veo como Valen ya ingresa a puro canto, agitando los brazos, es un momento único que resuelve todo los males.

Las canciones de cancha tienen ese íntimo no se qué, poseen por un lado la particularidad de ser poco elaboradas y una copia de copia de un original que muchas veces ni sabemos cuales es su origen, pero también por otro, demuestran una minuciosa complejidad de variedad de música y rima destacándose además, por su perfecto contenido que son dignas de obtener un premio grammy.

Las temáticas que aparecen en el discurso de la hinchada no tienen que ver estrictamente con el deporte, sino que de forma frecuente asocian a lo futbolístico cuestiones ideológicas muy diversas, como la política, el sexo, el poder, la discriminación (racial, religiosa, nacionalista) y determinadas valoraciones éticas y morales.

 

espectaculo. BLOG DE RICKY

El fútbol, como sabemos, es un deporte con una amplia convocatoria. Y la masculinidad al palo. En su libro “Cuestión de Pelotas”, Pablo Alabarces sostiene que ” es el mayor fenómeno de la comunicación de masas en el mundo” y “una de las prácticas de identificación más fuerte de los sectores populares en la mayoría de los países de Latinoamérica”.  En la Argentina, en torno al fútbol, se configura una parte importante de la identidad,  el rito de los sábados a la tarde –  es el caso de mis hijos y el mío  –  dónde se forjó como un hábito de concreta pertenencia, así como también se forjó en el interminable e inabarcable cancionero tribunero.

 

¡CANTEN AMARGOS!

 Me voy a principios de siglo XX, cuando nacieron, quizás, las canciones de cancha. Es un mito que se va reconfigurando a medida que pasan los años. Al principio fueron de aliento muy simple y hasta burlón, si se quiere, cuando los “leemos” con la mirada de hoy. Tenían la clara intención de dar ánimo a su equipo.

Como es el ejemplo de Kurt Lutman ex jugador, todoterreno y leproso hasta la médula, cuando le consulté y al instante, sin dudar me respondió:

“veni, veni, canta conmigo que un amigo vas a encontrar / que de la mano, del loco Bielsa todos la vuelta vamos a dar.” Año 90/91/92 de su glorioso Ñuls.

Con el correr de los tiempos, los trapos y los goles, las canciones se complejizaron en sentimientos de amor, odio, tristeza, alegrías. También de desolación y del anhelo de que mañana, “si ponemos ma`huevo”  vamos a estar mejor.  Recordándole incluso a los jugadores que por supuesto la camiseta es más importante que ellos mismos.

Luego, también, aparecieron alusiones de actualidad política, (marchas) cuestiones sociales, todo se construyó en un cuerpo de expresión ideológica típica del futbol, con sus propios códigos, limites y territorios de referencia.  La música se convierte entonces en amarga anatomía del silencio. Existen melodías que van mutando en tiempos, goles, glorias y derrotas de quienes las invoquen, superando así hasta las propias rivalidades.

Le consulté sobre el tema a Agustín Lucas, ex jugador de fútbol y poeta, uruguayo y comprometido con la causa, con una vasta trayectoria en el fobal charrúa, por alguna canción de cuando él era protagonista. Rápidamente,  se le vino a la mente aquella que cantaba justamente cuando jugó acá, en el ascenso argento para “Comu”:

“y dale alegría / alegría a mi corazón / lo único que te pido es salir campeón. Tenes que cambiar la bici por un papel / tenes que fumarte un porro por los carté. Ya vas a ver a todos los pibes juntos drogándose”

Como dijo el antrCanciones de canchaopólogo francés, Christian Bromberger“el fútbol como una fiesta, una guerra simbólica y una guerra materializada. El fútbol como espejo de la sociedad, como productor de realidades sociales”

 

 

NO ES MÚSICA PARA MIS OÍDOS

 “… a veces el fútbol es una alegría que duele…”

Eduardo Galeano

 

 

“la concha de tu madre All boys/ la concha de tu madre all boys/ le vamos a quemar floresta/la reputa madre que los re parió…”

Este preciso repertorio se configura dentro un menú de opciones adaptadas según quiénes sean los emisores de tamaña melodía. Incluso cabe destacar que esta canción en particular trascendió a la tribuna para convertirse en un “amuleto” de íntima liberación personal fuera de la propia cancha. Traspasó de manera impensada las fronteras del tablón más genuino.

 

Pero, ahora bien, ¿hay algo más miserable y violento que meters23-a001 IMAGEN jOSE MASSAROLIe con la vieja y con el barrio? ¿Quemarlo, aunque sea de forma figurada, con la gente adentro o afuera? ¿Existen límites posibles para cantar esta canción? ¿Se canta a los ojos sometidos a la humillación de la desigualdad y de la impotencia? ¿Quién te dio tanta confianza para cantar eso?

La intertextualidad del cancionero incluye a una amplísima gama de insultos en forma de canción del momento, relacionados con la identidad social, o la posición socioeconómica marginal.

¿Qué agrega a la descalificación  y a la humillación, que sea colectiva y cantada? Entiendo que son canciones de tribuna y que existen diferentes versiones. (Admito, que soy hincha de All boys, pero intentaré que esto no pese en la crónica, sé que no lo voy a lograr) Pero en el medio existe un mundo: fútbol.

Le pido testimonio sobre este tema a Leonardo “tiki tiki” Di Lorenzo, quien además de jugador baluarte e ídolo de Temperley, es un futbolista comprometido con causas sociales y políticas. Me dice: “Hola Nico! ¿Cómo estás?  No sé si tengo alguna que me haya impactado. Tengo relación con las canciones de San Lorenzo en los ’90. Cuando iba a la cancha con mi viejo y mi hermano. Las que más me gustaron siempre fueron las espontáneas contra el rival. En esa época que iban visitantes a todos lados. Los idas y vueltas de los entretiempos eran maravillosos. Después, las mejores para mí, siempre fueron las dedicadas a Huracán”

Gracias a la respuesta de Leo, se me vino como torbellino un recuerdo maravilloso: cancha de Racing, cuando All boys disfrutaba de las prodigiosas mieles de la Primera y se entonó durante todo el entretiempo y de manera ininterrumpida. Cabe destacar que sucedió en el contexto de un partido  liquidado 3 – 0 abajo, fue una liberación , el resultado potenció reventar a puro canto. (Están los videos en la fuente inagotable que es Youtube… busquen y disfruten)

 Blanco y Negro yo te sigo yo te quiero / sos la droga que yo no puedo dejar / de chiquito me enseñaron a quererte / y que nunca en las mala hay que fallar…

Sabés que van pasando los años/ no importa los resultados/ yo te sigo adonde vas /porque a la banda de Floresta/no le importa una mierda si perdes o si ganas/ por eso te vengo a alentar / la banda quiere festejar y todos juntos vamo a dar la vuelta!!

Es una canción bien reconocida del rock argento, es una canción que tiene un sentido de pertenencia total con la primera infancia y cuando el sentimiento se fogonea desde chiquito, será para siempre. Y así fue. Puedo dar fe. Sobre todo porque es una canción que permite subir en intensidad entre una repetición y otra. Y así va ganado en emociones que la hacen única e inolvidable. Los entretiempos se configuran como un tiempo virtuoso en sí mismos.

Otra situación que se desprende del testimonio de Leo, es precisamente la ausencia de visitantes. Instancia que se naturalizó también con el paso del tiempo; el odio, la bronca hoy se exorciza simplemente cantándole al viento. No hay destinatario real de aquellas injusticias que se suceden dentro del campo de juego. (Pero no me quiero desviar; fantástica hebra que será re hilada alguna próxima crónica)

El fútbol no es solo fútbol. Acontecimiento que excede a veintidós tipos detrás de una pelota que va y viene, también es familia, amigos, conocidos de tribuna, ritual religioso de cada fin de semana. Donde asistimos con esa íntima y absoluta confianza de que todo estará bien y de saber que, al menos, la rutina de la vida no nos dolerá tanto.

Con los mismos valores e intensidades que seguramente tengan los de enfrente, o incluso el lateral derecho que quiere llegar al fondo a tirar ese centro épico que termine en la cabeza del (9) para abrazarnos todos en ese grito de gol. Porque el fútbol también existe cuando existen más abrazos.

 UNA CANCIÓN DESESPERADA

Así, el fútbol se configura como el arte de la postergación, de la angustia que provoca el fracaso, trasciende como un péndulo, va y viene, atraviesa las fronteras simbólicas, inicia, además – un grito que lo vincula con la eternidad más absoluta – una pulsión plena y trascendental que aparece, desaparece y se evidencia en el momento preciso según del lado de la tribuna que te encontrás.

Pero así y todo, aunque  la realidad del juego se desvanezca al momento de abrir las gargantas, esas primeras estrofas evidencian que permanecemos encerrados de manera ilusoria en el interior de una gran ficción, con el objetivo primordial de salvarnos, al menos, la tarde. De esa manera, la naturalización “folklórica” actual de cada canto colectivo tribunero cancela todo pensamiento crítico, da lugar a la convivencia profunda del sentimiento irracional y racional por partes iguales.

Escribo, mientras canto para adentro, – no puedo ser ajeno –  una y otra vez esa canción desesperada, hoy el fútbol también entró en esta cuarentena distópica, como heridas que flotan en el aire, entre revoluciones de encierros.

Ante todo esto, canto, canto esa canción de cancha para esquivar la realidad, para suspender el tiempo, canto para sentirme cerca de ese lugar feliz, ese lugar repleto de incertidumbres, de abrazos, donde el infame mundo exterior pareciera detenerse –al menos – durante esos indispensables `90 y pico de minutos.

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