El azar: entrevista a Modesto “Tito” Vázquez.

Entrevista: Estela Colángelo, Lourdes Landeira, Gabriela Stoppelman, Esteban Massa, Nicolás Sada
Edición: Nicolás Sada, Gabriela Stoppelman
Fotografía: Ana Blayer, Milena Penstop

 

Una tarde envuelta de incertidumbres con olor a encierro. Nos sacudimos la desdicha y nos sumergimos en la aventura, como pelotita que viaja firme, precisa y serena, esquiva la red y da comienzo al peloteo.
Afuera se detuvo el ritmo de las páginas. Y las páginas, al sucederse, rompen la monotonía de lo imperfecto. Nos asomamos al vértice de una de ellas. Allí, se obstina una pelotita desplumada de tanto pegarle, pegarle, y pegarle. El juego es simple: no hay puntos, ni reclamos, ni dobles faltas.
Transcurre la tarde sin pedir permiso. Pero una interferencia nos incomoda. Damos vuelta otra página de los 130 cuadernos, ese recorte modesto de la biblioteca universal. Esa porción de deshoras y olvidos. Los cuadernos tienen hojas finitas, frágiles, casi imperceptibles al tacto. Aquello que los circula se afirma, avanza, se fortalece.
De pronto, en el repaso de las páginas, nos sorprende la imagen de una bota de vidrio. La enfrentamos “como un tigre absorto que contempla un bambú”. La bota transparente deja pasar la luz y el lenguaje, mientras se libera de toda función utilitaria. Es una bota para leer y mirar. No la uses. No vaya a ser que la bota estalle en astillas.
Así, los cuadernos reúnen el pulso de una escritura hecha de memorias de vidrios, exilios de espejos, fragmentos de instantes. Claro, también rumorean tenis. Pero un tenis que se atreve a registrar el vuelo de un pájaro, una tarde verano, y habita más allá de las orilleras líneas de fondo. Un tenis trotamundos.
Entonces, lo imaginario toma consistencia, la tarde se completa en noche. Modesto “Tito” Vázquez conversa con nosotros, camina sus huellas, se extiende desde el ombligo del pulpo.

Cuaderno de Modesto “Tito” Vázquez

 

CONTINUIDAD DE LOS PARQUES

 “Tengo buenas y malas noticias para vos/ La belleza es lo que te da la felicidad/
Si todo gira en el Shoping – Disco – Zen/ tu belleza es de Shoping”
“ Zen”,  Patricio Rey y sus redonditos de ricota

En “El ombligo del pulpo” leímos: “En ese instante decidí ver, indagar en el azar, tratar de descifrar los diferentes fantasmas que influenciaron mi forma de ser…” ¿Cómo se indaga el azar?

Probablemente, indagar sea una continuidad del azar. Indagar viene siempre después. Al azar mismo lo veo, por ejemplo, en el modo en que llegué al tenis. Yo me enfermé jugando al futbol en la calle y mi padre me lo prohibió. Un club de tenis le ofreció hospitalidad y eso fue el inicio de mi carrera como jugador de tenis profesional. No son cosas buscadas, sucedieron, y han sido factores importantísimos en mi vida. Indagar en el azar también se da en haber tenido la fortuna de viajar en avión dos veces por semana, sin mayores responsabilidades que participar en torneos de tenis. Semana a semana, me confrontaba con cosas nuevas, con culturas diferentes. Eso te coloca en un presente continuo, estado bastante difícil de lograr, si no es con ayuda. Por ahí, si te tomas un ácido o te fumas un porro, lo conseguís. En esa época estaba en un estado de curiosidad y aprendizaje constante. Como decía Spinoza, buscaba “aprender para indagar”.

Recién hablaste de un presente continuo. En muchos de tus poemas hay una insistencia en el instante. “La quietud florece en primavera, cada piedra realza en su lugar.” ¿Sería como un recorte de ese presente continuo?

Sí, es un presente. Dicen que ese presente tampoco existe. Es dejar de ser. Pero, en el poema, el instante sucede, no se busca. Yo empecé a escribir poesía tarde, a los 18 años. Mis padres eran sacrificados, sin estudios y con pocos pesos en los bolsillos. Yo jugaba al tenis, no leía libros. Eso, hasta que me regalaron “Tortilla flat”, de John Steinbeck. Lo leí y nunca más dejé de leer. Empecé escribir mientras estaba en una cultura diferente a mi cultura originaria, andaba en soledad, no fue sencillo. A mis padres no los veía durante un año entero. Esa soledad me llevó a escribir. Y escribir un libro fue rever todos esos instantes. Miren, tengo 130 cuadernos de apuntes. Los compré en una librería de Bélgica, vienen con unas hojas muy finas. Claro, uno podría escribir hasta sobre una servilleta. Pero los tengo y, entonces, en ellos pego imágenes, dibujo, hago un poco de todo. Quizás, el hábito universitario de tomar tantos apuntes se me hizo mecánico.

Pintura de Modesto “Tito” Vázquez.

En tus poemas recurre mucho el sentido del tacto. Por ejemplo decís: “la consistencia del aire, el aura del tacto”.

La parte sensorial es fundamental para todos nosotros. Algunos sentidos se desarrollan más que otros, por ciertas razones biográficas de cada quien. Jugar al tenis te hace desarrollar una sensibilidad extra. El espacio de la cancha, sentir la raqueta, pegarle de manera diferente a la pelota. No para pegarle fuerte, como estos jugadores de hoy, sino para desarrollar el sentido del tacto. Para mí siempre fue muy importante la percepción. La filosofía zen me gustó y me enseñó mucho sobre otra sensibilidad y sobre la conexión entre las cosas.

 

(CASI) “DOS DE ENERO” Y LOS SOCIOS DEL DESIERTO

“Era una mañana clara
cuando en el mirar del día, comprendí
que mi amor era ese cielo
y mi alma era su nido, sin querer
y no entiendo así porque razón
los barcos vienen y se van…”

Modesto Vázquez
Luis Alberto Spinetta

Hay un verso tuyo que me impactó: “la a se une a Dios y se despide“. Luego asocié ese verso con un dato: a vos te anotaron una semana más tarde cuando naciste. Nos surge la idea de que todo comienzo fuga. ¿Qué pensás de esto?

Yo nací un 23 de diciembre y mi padre me anotó el 1 de enero. España estaba muy complicada después de una guerra civil y otra guerra mundial. Mi padre había hecho el servicio militar durante tres años y quería que yo fuera de la generación del ’49 para entrar un año más tarde. Por otra parte, el tema de Dios está muy relacionado con mi madre, que era muy creyente. En el pueblo donde nací, Rabal, hay solo dos casas. Y, entre esas dos casas, separadas por un metro, aparece una virgen, la Virgen de la Armada, abogada de la cabeza. Mi abuelo era cartero, se caminó todo Galicia. Y también cuidaba a la virgen de la Armada, en una capilla frente a mi casa. La anteúltima vez que fui a la iglesia, habré tenido 9 años. Luego, años más tarde volví a ir en EEUU. Tenía que jugar una final de dobles y mi compañero Jaime Fillol de Chile era muy devoto y me llevó a la iglesia. Le pedí ganar y me cagaron a pelotazos. No volví más.

En esa conciencia de la fugacidad, ¿qué importancia podía tener ganar o perder?

La fugacidad es lo que queda atrás, sea una mujer, un torneo o una aventura. Luego, viene una sucesión de ideas, lo que uno puede llegar a percibir a la velocidad en que se dan las cosas. Por ejemplo, de muy chiquito, yo ya había ganado demasiado: fui número 1 argentino a los 12, 14, 15, 16, 17 y 18, en las categorías menores. Me acostumbré a ganar, lo cual te da confianza como persona, sin dudas. Aparte, yo venía de una familia muy humilde y jugaba en el club más aristocrático del país. Después, llegó mi estadía en EEUU, donde me empecé a involucrar en un montón de instancias que yo no conocía y había toda una contradicción fuerte ante un mundo nuevo. Los años ’60 explotaron. Era un exceso de música, moría Janis Joplin, Jimi Hendrix, iba a la Universidad, había una gran excitación política, le pegaban tres tiros a Robert Kennedy, a 10 cuadras de mi casa, todo al mismo tiempo. Entre los hallazgos de ese tiempo, empecé a leer a Castaneda. Fue un deslumbramiento muy fuerte. Por esa época, empecé a acaparar cosas: conocimientos, objetos, instantes, culturas, libros. No sé por qué. Yo venía de una familia humilde… Pero voy a tu pregunta, ¿qué es ganar? Siempre que estás ganando, a la vez estás perdiendo algo. “Qué es ganar” era el título que la editorial quería ponerle a mi libro. El pulpo es muy popular en Galicia el lugar donde nací y yo preferí como metáfora personal “El ombligo del pulpo” porque refiere a mi vida, a mi historia, a los 8 tentáculos, los 8 caminos.

Me interesó eso que decís: cuando uno gana está perdiendo algo. En cuanto al tenis, ¿qué pierden esos tipos que hoy son de elite, por ejemplo Federer?

Roger, tenísticamente, es un poeta. ¿Qué pierde? Perderá muchas cosas, pero gana un montón de otras que nosotros ni llegamos a conocer. Puedo hablar desde mi punto de vista. De los otros, no tanto. Conocerse a uno mismo ya es muy complejo. Por ejemplo, cuando vivimos juntos con Guillermo Vilas, yo venía de siete años de estar en California y él venía de Mar del Plata. Él también escribió mucho, pero eligió el tenis, darle una dedicación total. Entrenar poco, dormir mal, salir de viaje, ser bohemio, enamorarse de una mujer, esa fue mi parte. Y a medida que pasaba el tiempo y jugaba menos, empecé a jugar peor. Todo tiene un costo.

¿Lo sentís como una pérdida o como una elección?

No pérdida, no, es sacrificar algo por otra cosa. En la vida tenés opciones, y elegir significa dejar de lado, no podés hacer todo.

Frente a toda esa fugacidad y a la errancia, en algún lugar, dijiste que el tenis te daba seguridad. ¿Qué tipo de seguridad?

El tenis era algo que yo sabía hacer, con eso podía ganarme la vida. Incluso, podía tomarme meses sin jugar y luego retomaba y otra vez tenía ingresos. Eso me daba confianza, no tenía miedo al futuro. Buscaba crecer y aprender, avanzar por la vida hasta el día en que viniera el encuentro final. Tratar de estar en paz para el momento de entrentar la muerte que es el momento real de la verdad.

“¿Qué es ganar?” no hubiera servido como título, tiene tres palabras y vos solés ponerle cuatro palabras a los títulos de tus libros.

Si, tenes razón. Los dos primeros títulos fueron casualidad. Los otros fueron buscados. En la poesía escribo en tercera persona, como el observador observado. Como esa persona que se ve a sí mismo, como otro. En cambio, cuando comencé a escribir la novela, se trataba de indagar en mí, de ver qué le había sucedido a ese tipo que yo era. Por eso escribí en primera persona. Porque, fijate, casi todos los jugadores que jugaban conmigo a los 20 años se metieron en entre los primeros 10 del mundo, desde Roscoe Tanner hasta Guillermo Vilas, por ejemplo. A todos esos yo les ganaba cuando tenía esa edad. Pero, bueno, quizás por eso del azar, yo fui el más bohemio de todos. No era mi objetivo estar entre los 10 mejores del ranking. La vida te lleva. Y, si te dejas llevar, a veces conocés a gente extraordinaria como Torben Urlich, el padre del baterista de ‘Metallica’, una persona excepcional que tuvo influencia en mi persona. Él me regaló “Zen en el arte del tiro al arco” me llevó al conocimiento de la filosofía zen, a conocer ese estado de trance.

Torben Ulrich icono del tenis contracultural.

Tito, nombraste a Roscoe Tanner, y se me vino el saque a la cabeza. Te iba a preguntar si le devolviste algún saque, pero no te voy a preguntar porque me vas mentir.

¡Te contesto! Tengo una anécdota muy divertida. Con Roscoe, jugamos una final de dobles en San Fransisco. Jeff Borowiak fumaba marihuana todos los días antes de jugar, aparte de tocar el piano y la flauta traversa. Nos tocó jugar una final contra Roscoe Tanner y Sandy Mayer en San Francisco, ambos ‘top ten’. Borowiak llegó un rato antes para entrenar y, en la cancha auxiliar, sacó un porro de Vietnam inmenso. Me dijo: vamos a fumar esto antes del partido. La cancha era rapidísima. Durante los primeros saques de Roscoe, te confieso, ni vi la pelota. Fue tremendo. Pero ganamos en 5 sets. Te respondí.

 

¿QUÉ ES GANAR?

“Querer ganar en el juego sin ninguna carta en la mano, ni buena ni mala. Sin ánimos, tampoco, de ser espectadora. Sin ánimos, ni siquiera eso, de confesarme que me hastían el juego, las cartas, los jugadores y los espectadores.”
Alejandra Pizarnik

¿Cómo sería un ejercicio vinculado a esa filosofía zen que aprendiste?

Eso lo hice hace unos años con un amigo. Jugamos con una sola pelota. Ese peloteo duró 1 hora y 15 minutos. Sentía la respiración, el cuerpo, el sonido de la pelota en las cuerdas, solo se trataba de mantener la pelota en juego, no errar, ni ganar el punto. Le pegamos más de 2000 veces a la pelotita. Tengo una foto de la pelota toda peluda. Me quedó lesionada la muñeca por seis meses. La cuestión zen es relacionar la parte pasiva con la parte activa.

Pelotas, una de 2103 golpes.

Me llama mucho la atención: por un lado, hablaste de acumular objetos y encuentros y, por el otro, está la filosofía “zen”, vinculada a disolver el yo, al desapego. ¿Cómo se dan esas dos partes tuyas?

Sí, tenés mucha razón. ¡Y por suerte paré de acumular! Tengo de todo, muebles, cuadros, libros, CD, Vinilos, VHS, ¿me habré querido transformar en un pequeño burgués? No sé. Pero, salvo por alguna cosa puntual, dejé de acumular de manera voraz. Me aislé.

¿Qué libertad te dio despojarte, desprenderte?

Me voy despojando de a poco. Con los objetos me pasa que, al mirarlos, me acuerdo de dónde los traje o en qué circunstancias los compré. Tengo cosas de la India, de Irán, máscaras de Venecia. Todo me trae una infinidad de recuerdos. Será herencia para mi única hija. Me cuesta desprenderme. Y, a propósito, te cuento un secreto: vivo en Palermo, en la casa que fue de mis padres. Le compré la mitad de la casa a mi hermano, la reciclé y, en un momento dado, esto era como una especie de mini museo. Entonces, pensé en hacer un segundo piso minimalista, todo japonés, con una escalera interna. Dos pisos completamente opuestos.

 

EL FIN ES AÚN

“Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así”
Miguel Delibes

¿Qué diferencia encontrás entre el momento del saque y el momento de la hoja en blanco en la escritura?

Para el saque tenés unos 30 segundos de borrón y cuenta nueva. Empezás a respirar, buscás claridad mental y fuerza. En ese proceso, vos ya sabés a dónde vas a sacar y a jugar la pelota que sigue. Así que no es un momento de tensión. Aparte, es el arma más importante y el único tiro que podes hacer dos veces. Tenes un error y te dan otra oportunidad. Respecto de la hoja en blanco, no tengo el cliché de la hoja en blanco. Sin embargo, son experiencias diferentes escribir novela o escribir poesía. En la poesía, con una frase, tenés un comienzo que luego construye, fluye. En una novela, releo lo anterior y eso quizás produce cierto hartazgo. Porque, al releer, ya empiezo a corregir. Es complicado, me paso mucho tiempo en el mismo punto. Pero lo cierto es que la escritura te da esa constante oportunidad. Diría que, en este caso, son más de dos saques. En la novela que ahora estoy escribiendo, voy por la página 220 y todavía no entró lo que quiero contar. Yo pretendía hacer una novela corta de 150 páginas y ya parece una novela a 5 sets. Ojalá la pueda terminar y regresar a la poesía.

Cuaderno de Modesto “Tito” Vázquez.

No puedo dejar de pensar en esto que decís del presente continuo. La poesía, esa cosa que se resuelve en poco tiempo. Y, la prosa, el transcurso.

La poesía es una carrera de 100 metros y la novela, un maratón. La poesía me resulta más placentera. La novela es el momento de elegir la palabra adecuada, es mucho más laboriosa.

¿Qué es lo poético para vos?

¿Qué resulta ser lo poético con esta pandemia? Salir a caminar, tomar sol, un abrazo con un amigo.

Hay una imagen tuya que me condensó una imagen en lo poético, que es la bota de vidrio.

La bota de vidrio

Era una mañana incierta,
Mi paso tan de paso la encontró.
Estaba ahí, desnuda
En el interior de un anticuario.
Le recordó al poeta
El coleccionista aquel de los recuerdos.
Le encantó su forma frágil,
Su curiosidad tantransparente.
No dudó. Lo tentó la intrascendencia
La sensual posesión de la belleza,
El ministerio ineludible de la lluvia
Y el anhelo satisfecho para siempre.

Bota de vidrio. Trouville, Normandie, Francia.

A esa bota de vidrio, hace rato que no la veo. Estuve en la casa de Pablo Neruda, en Isla Negra. El tipo coleccionaba cualquier cosa, como yo. Allí había muchos objetos de vidrio. Me quedó esa imagen en la memoria y, una vez, caminado por Francia, vi esa bota de vidrio en una casa de antigüedades. La compré y, de ahí, nació el poema.

Pensaba, como bota es totalmente inútil, porque se rompería al primer paso. Y, a su vez, es completamente transparente…

Esa transparencia y esa inutilidad fueron los disparadores.

 

PULPO ENCUADERNADO

“Como descubrimos en el tren mañana nunca sucede. Es todo el mismo día”
Janis Joplin

Quería seguir la metáfora sobre el saque y el comienzo del poema. ¿Puede haber alguna analogía entre el desarrollo del punto y la escritura del poema? Y, por otro lado, ¿hay algo en la escritura de la poesía como el match point?

No creo que haya un match point. El match point es toda una adrenalina, sabes que ahí se acabó. Pero algo así me pasó con la novela, no sabía cómo terminarla, estaba envuelto en un círculo vicioso y saturado de repetir lo mismo de una manera diferente. Y, de golpe, apareció “Esperando a Godot” y me dio la solución, esa fue la clave del primer match point que encontré por azar. Yo era más poeta en otros momentos. Vivía en ese presente continuo, viajaba con estos libritos. Y todos los días escribía, siempre dejaba una impresión de algunos instantes en el papel.

En el tenis, se impone la planificación, no solo de partido, sino de los torneos, los viajes, los puntos de ranking. ¿Cómo la llevas a la escritura?, ¿existe tal planificación? ¿O solo te pones a escribir aquello que fuiste cartoneando?

Mira, justamente lo que intenté cuando escribí la novela fue salir del tenis. Es decir, cuando terminé “El ombligo del pulpo”, antes de corregirla, renuncié a la Asociación Argentina de Tenis. Yo defendí a Juan Martín del Potro, me peleé con el director del momento, y renuncié ese mismo día. Luego, Del Potro confirmó mi presentimiento y ganó solo la Copa Davis. Entonces, dejé atrás toda una vida en el tenis. Contrariamente a ese tiempo, con la escritura, me levanto, voy, vengo, anoto, borro, me dejo llevar por el personaje o por la idea que tengo. Es mucho más libre.

Dijiste una palabra que también aparece mucho en tus poemas, que es el infinito. Y la otra es la eternidad. ¿Tenes alguna experiencia del infinito y alguna experiencia de la eternidad?

La eternidad, desde el punto de vista humano, no creo que exista. Y, en cuanto al infinito, no sé. El LSD quizás sea la droga más impresionante que haya existido. Una vez que tomaste, no sos la misma persona. Y, cuando regresas del efecto, te decís, ¿qué pasó? ¿Es verdad todo esto? Eso es lo más cercano al infinito. Es un estado de no pensamiento. Es la eternidad del instante. Un segundo parece una hora.

 

TIGRES DE BAMBÚ

“La civilización es una causa perdida; la política, una absurda mentira; el trabajo, un chiste cruel”.
Charles Bukowwski

Regresamos a la cuestión de la acumulación. El deporte es acumular puntos, sets, ranking, torneos, trofeos. ¿Hoy podes pensar un deporte que no sea acumulativo?

Y tendríamos que sacar la red y olvidarnos de todo. En el tenis es más difícil inclusive, porque no hay ni empate. Pero eso no se da solo en el deporte. Desde chicos, por naturaleza, somos competitivos.

¿Vos decís que es natural?

Hay una tendencia…

Vivimos en un mundo donde todo es acumular y ganarle a otro. No es raro que los únicos deportes que existan impliquen acumular y ganarle al otro… Hablo, concretamente, del capitalismo.

Ah, no, yo no estoy acumulando ni aviones ni autos, ni cosas de ese estilo. Si acumulo, es por placer.

En esta cosa de tener y perder, ¿qué importancia tiene para vos la comunidad, los otros, el poder hacer con algo con los demás?

Yo lo envidio. Pero no me gusta cuando dicen, de forma autoritaria, que somos todos iguales. Que el sistema se ocupe de aquello que se tiene que ocupar: de los jubilados que cada vez están peor, de la educación, de la seguridad.

Yo no me refería al gobierno. Me refería a formar comunidad. Por ejemplo, los anartistas formamos una comunidad de lectores y escritores. Hablo de la cosa chiquita, no de lo que dejamos en manos de los otros. De hecho, el titulo de tu libro de poemas es: “El otro es uno”.

La comunidad es mi barrio. Mi calles. Pero jugué al tenis, que es un deporte individual. Ayudo poco, me da vergüenza. ¿Qué hago? Dono ropa, dono cosas, pero no doy sacrificio personal de mi tiempo. Las cosas van cambiando, de pendejo, uno es siempre revolucionario, va en contra de todo. Yo quería hacerme una casa en Pereira, Colombia, en el medio de Centroamérica. Después, nació mi hija. Pero, sin dudas, hay momentos o personas que te incentivan, y vos te retroalimentas. Me pasa con el ciclo que hacemos con Gastón Varela, ‘Deliruim tenis’, o me pasó con el Flaco Spinetta, que fue una persona celestial.

¿Tuviste profesores en la escritura?

Cuaderno de Modesto “Tito” Vázquez.

Cuando empecé a escribir, le llevé algunos poemas a Luis Tedesco. Me dijo, “te falta mucho trabajo, pibe”. Ahí me di cuenta de que debía trabajar mucho. Pero no tuve profesor, no quería ser influenciado. Uno va mutando, no leía cosas similares a lo que escribía. Sí tuve la influencia de la poesía de Borges. También leí mucho a los ingleses. Y, en relación a la novela, se la di a una persona que la leyó y quedó shockeada porque, al principio, el texto era mucho más pornográfico de lo que es ahora. Entonces, la volví a corregir. Esa lectora me recomendó que contactara un coach, que resultó ser su hija, cosa que en su momento no me dijo. Entonces, leímos la novela por tramos. La coach me daba ideas y alguna devolución. Pero, en definitiva, yo hacía lo que yo quería. Luego seguí solo. Me hice amigo de un librero. En su librería, conocí otro escritor y también inicié un proceso de corrección, que tampoco terminé. Al final me di cuenta de que al único que le importaba realmente mi novela era a mí. Y seguí el proceso de corrección hasta la veinteava vez y ahí se la llevé a Luis Tedesco. Esta vez me dijo que estaba muy bien. Así fue mi aprendizaje y mi experiencia con la docencia de escritura.

Quería preguntar para cerrar, ¿qué te alivia la soledad?

Libros, de Modesto “Tito” Vázquez.

Viví mucho la soledad, en viajes, en el tenis, en el trabajo, en el comer solo. Y esa soledad la compartía con la lectura, con la música. Necesito la soledad, sobre todo, a esta altura de mi vida. El sexo, las drogas y el rock´n roll ya fueron, estoy más para un estado contemplativo, reflexivo.

Como tu “tigre absorto que contempla el bambú”.

Esa fue una experiencia increíble en Japón. Fue algo muy complejo pero maravilloso.

 

El teatro noh

el viento mueve las piezas
los arboles perciben la tormenta
la flexibilidad de una pasión
en la intensidad de la furia
las hojas murmuran gemidos
los cerezos vuelan en flor
la profundidad del color enloquece
la inquietud de la lluvia inunda el gris
un pez salta rabioso en el pond
un tigre absorto contempla el bambú

 

Modesto “Tito” Vázquez con El Anartista, entrevista virtual.

 

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