El azar: sobre los días en pandemia.
Por Nora Lomberg

 

Z LUNA LLENA

Murieron
María Laura, neonatóloga,
y el enfermero Jorge Aguirre, los dos del Hospital Rivadavia,
Martin Arjona, enfermero del Hospital Posadas,
y Julio Gutiérrez, del Durand,
Armando Lastra, del Hospital de Lanús,
y Silvia Chiappa, del Hospital Eva Perón de San Marín,
Mónica Albornoz, del Hospital de Pacheco.
Falleció tambiénun Médico del Same.
En Facebook, muchos postean su tristeza y, sus elogios:
– “buen compañero, trabajador”.
– “No lo conocía, pero no puedo dejar de mirar su foto, ojos grandes, sonrisa leve, un cuerpo erguido y fuerte. Se contagió el virus y no sobrevivió, no pudo. No le alcanzó el piolín”.
– “Se me murió”- dijo la trabajadora de salud.

Me enteré ayer que falleció el Padre Bachi, un curita villero que trabajaba con lxs pibxs de La Matanza, contra el flagelo del paco, contra la pobreza. Construyó una casa y les alojaba, supo ser hóspito, armó lugar.
Murió Miguelito Federico, el hijo de un amigo, que movió cielo y tierra para apurar el plasma salvador:
– “Papá, mejor conseguime pulmones nuevos”- le dijo.
La lista sigue y estamos un poco más solos.
¿Cómo se escriben estos días? ¿Qué forma deben tener las letras? La tristeza con zeta, zumbido inquietante y la muerte, con una tremenda T, y el tiempo que transcurre
lento,
pesado,
ensimismado.

https://youtu.be/t-F8xPk8YM8

Z CUARTO MENGUANTE

Los días y las cosas me encuentran accidentalmente. Por ejemplo, voy a prepararme un mate, y allí está esa pila de apuntes viejos por revisar. Toco el amarillo de las hojas, releo notas al pie: parece que mi caligrafía por entonces era más redonda. La forma de las palabras como identidad, pienso. Con su hermosa letra, mamá escribía mi nombre en las etiquetas de la escuela.
Me dejo llevar, floto en un tiempo sin conciencia.
Cada día, arranca a la deriva, ya desde el cepillado de dientes. “Pasta dental”, anoto en la lista pegada en la heladera, esta vez con letra de imprenta mayúscula. Sin embargo, el hoy es efímero. Un instante dura. Al rato, la cruel melancolía anula lo conquistado. Vuelta a empezar con el repunte, me junto con las palabras para que hagan su magia en cursiva y desmesuren mis pasiones. ¡Tanta prudencia! Es una enfermedad la prudencia, tibia, solitaria, mayormente insincera. Se escribe en letra pequeña y pareja.
Muchas veces, no tengo nada para decir. Tal vez son cosas mudas, impensadas, aún sin tono. O toner. Frases silenciosas.
Y de pronto, surge un agujero en el día, un desarreglo, un llamado que pide ayuda, con signos de admiración, un olvido tirado por ahí, algo se escapó o se cayó. Por ejemplo, saltan fotos de las cajas, bordean la tarde de recuerdos y sobreviene el vértigo, que entonces estremece, con acentos.

 

Z CRECIENTE

Salgo a caminar y el banco roto de la plaza me detiene, como todos los días. “Qué raro, bien pintadito de verde oscuro, le falta una de sus maderas”. Las cosas se rompen de a poco, se desgastan. Decido sentarme, de todas formas. Es imposible saber qué ha sucedido, me dejo estar, en su falla, en esta incomodidad que permanece, con P mayúscula.

Noche estrellada. Trazo
Noche estrellada. Trazo

Las sensaciones son cambiantes o, más bien, zigzagueantes, (la Z me trastroca) y algunas no concluyen, se transforman de alegría en llanto, de pena en euforia. Otras veces me sobrevienen opiniones diversas sobre un mismo tema, y conviven un rato. Luego, las olvido. Ya no tengo perspectivas únicas.
Encontré palabras mantra que se repiten sola:
Silencio.
Calma.
Esas se escriben en los márgenes, y creo que me reconcilian con el tiempo, con el día.

MANDARINAS

La espesura destella
liviandad en las palabras.
Sin sus ojos, escucho los infinitos
bocinazos en la avenida Santa Fe.

Cada pregunta despide certezas
Y un silencio es pausa y sosiego.
Blanca y silencio, negra y silencio
Taa, ta.

Pierre canta a la luna en ladrido inquieto
Y un gato negro se cae de una estrella en el temblor del jaleo.

¿Quién está a salvo?
Mejor, mandarinas esta noche.

 

Marina Frecha. Abrazos
Marina Frecha. Abrazos

 

Z LUNA NUEVA

Pienso en las enfermeras que hoy tomarán tu pulso, controlarán tu fiebre, te saludarán detrás de un vidrio, “vas a estar bien, estamos acá”. Tanto sufrimiento, tanta catástrofe, hacen marca, nos desamparan. Y nos estalla con Z que, al final, es la última letra que nos queda.
Cómo alojar el dolor de tantas vidas arrasadas, vidas que no se duelan, vidas por las que no cayeron lágrimas. El desafío, en la desventura, es bocetar, trazar un pictograma, otra geografía inquieta. Hacer algo con esta angustia del aire, con estos monstruos.
Ofertar la escucha como una audacia, demorar el tiempo y detenernos en la palabra, en los encuentros. Alojar lo diferente, en amorosa distancia. Iluminarnos.
¿Será posible, entonces, inventar significados nuevos a las viejas palabras? ¿Construir otros modos de vida colectiva? ¿Lograremos esa costura y devenir en sujetxs planetarios?
Si fuera así: ¿qué mundo resultará?

Arte urbano, grafitis
Arte Urbano, Grafitis

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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