La intensidad: sobre aferrarse a la vida.
Por Liliana Franchi

 

SECRETO A VOCES

Desempolvé el cuaderno de adentro de una caja. En realidad buscaba otra cosa, pero me llamó la atención el cartel, pegado a mano en la tapa, y escrito con la letra de mi madre. Al principio creí que se trataba de uno de los cuadernos donde ella escribía en su trabajo. Así y todo, antes de deshacerme de él, intenté darle un vistazo. Todo estaba ahí, un par de hojas inanimadas, subrayadas en múltiples formas, se atropellaban en ciertas partes. Un poco más allá, un libro autografiado intentaba llamarme la atención. Entonces, comprendí todo. La persistente negación de mi madre a ser tratada por su enfermedad regresó a mí en esos objetos. Sin embargo, mantuvo el secreto durante largos años. Decidió no entregarse a ningún procedimiento, lo cual sumó años a mi terapia y a mi incomprensión. En realidad, me sorprendió el hecho que ella supiera y no lo compartiese, mucho más que su previa resolución. Fueron dos largos años de no hablar del tema, mucho menos, era posible mencionar el nombre feroz de su dolencia, todo era silencio implícito. Así las cosas, todos cumplíamos con su deseo, “de esto no se habla”. Pensé: qué osadía hacerle frente al final sin pelea, dejarlo al arbitrio del tiempo, fuera corto o largo.

En todo este tiempo la pregunta no ha sido el porqué, sino el para qué. Vivir entera, sin quejas ni lamentos, o ilusiones vanas. Hacerlo intensamente hasta su partida. Mostraba una energía que la hizo luchar en cada tramo de su vida, envidiable fortaleza para elegir más allá de otros. El empeño con el cual desafiaba cada meta, la negación vivida, quizás en años, hizo que ese empecinamiento persistiera. Cuánto vigor para apostar. Tal como fue su vida, pasión.

 

LO QUE PRECEDE

Trabajar en el mismo lugar que ella resultó ser agotador y divertido. Control, perfección, los esfuerzos invertidos por ser yo misma y no la “hija de”. Tantos años en la conducción hizo que yo fuera su sombra. Mas nunca me pesó. Lo acepté, le daba la ventaja de un tótem lleno de poder. Mujer temperamental, solidaria, independiente, trabajadora, posesiva, creativa y socialista. Rompía reglas, transgredía lo inimaginable del poder. Quedé sin pausa y sin hombre, como si mi padre se hubiera quedado por la eternidad, después de su pronta partida. No siempre superamos en tiempo los mandatos, a veces sentimos que se solidifican hasta hacerse cemento. Aun así, los gastan las constantes lluvias. Paradoja infinita de amar lo heredado y sentirnos empobrecidos a la vez. Presiento que criticarte era amarte. Sabías que se pondría feo en algún momento, cuando la dictadura pisaba nuestros talones. Pero tu inevitable intensidad de perseverar en la familia pudo más. Proseguimos, entonces, negamos el peligro, a pesar de las advertencias e hicimos placenteros los momentos compartidos. ¿Hay vida más allá ? ¡Claro que sí! ¡Claro que sí! La esperanza por encima de la tragedia, maravilloso.

RESISTIR DOBLADO, ANTES QUE VOLAR

Nada puede repararse después del fin. Solo valoramos lo que dimos y cómo lo hicimos, hoy perdonamos esa insensatez de olvidos y omisiones. Mi madre vivió como quiso y partió de igual manera. Hasta el final, presente con la humorada irónica sobre su propio cuerpo, apenas firme, casi vacío. No querer volar, permanecer y agarrarte a la tierra con las uñas. En el fondo fuiste y soy consciente de que el dolor, pequeño o inmenso, nos acerca a lo humano, a aquello descriptible, tangible. ¿Qué esperaba antes de acelerar su vuelo? Nadie deja este mundo sin despedirse, solamente hay que saberlos escuchar en la mirada, con eso basta.

Muera el ardor del apetito intenso,
porque la voluntad al centro vuele,
capaz potencia de su bien inmenso.”*

 

TRIBUTO A LOS JAZMINES

Este libro, un poco destartalado, fue hasta la cumbre misma de la memoria. Después, aterricé en lo obvio: dolor, sabiduría y jazmines. El hermoso homenaje sobre flores blancas perfumadas. Yo, que tantas veces transité el borde mismo, me sentí desolada, al no haber descubierto la magnitud de su silencio y la vehemencia de su intensidad al avenirse al suelo seco. “Cómo convivir con cáncer”, se titulaba el ejemplar. Fuimos ilusos, descreídos y arrogantes.

Caminabas dos pasos delante de nosotros. Te llevaste mi “rol” para siempre. Lo extraño porque te extraño. Unas luces a lo lejos contornean tu figura y se ríen, fuertemente, para despertarnos de vez en cuando, alguna noche, antes de que entristezca el día.

*Entro en mí mismo para verme, Lope de Vega

 

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