Antonio Berni

La intensidad: sobre la entrada de los militares a la UBA en 1971.

Por Alicia Esperante

 

BASTONES AMARGOS

Las casas de estudios no pueden, bajo nuestra legislación, ser intrusadas por ninguna fuerza represiva. Sin embargo, en el año 1969, se produjo un hecho aberrante contra profesores y alumnos en muchas universidades del país. Gobernaba el golpista, Juan Carlos Onganía.

Banksy

Ese atropello del ‘69, que pasó a la historia como “La Noche de los Bastones Largos”, inauguró una etapa negra, revivida en 1971, cuando las fuerzas militares y policiales entraron por sorpresa a la Facultad de Ciencias Sociales y dispararon una enorme cantidad de gases en el recinto cerrado del aula magna.

Aquellos fueron los años previos al regreso General Perón. Él volvió al país en 1973. El paso que había facilitado su llegada fueron las elecciones convocadas por Lanusse y ganadas por Héctor Cámpora. Apenas asumió, Cámpora llamó a nuevas elecciones que -entonces, sí-, entre los candidatos, incluyeron al proscripto durante 18 años.

 

UNA HARVARD CRIOLLA

Todo se desarrollaba de manera normal. Las comisiones de estudios, las charlas en el hall y los bares cercanos. Sin embargo, había una especie de inquietud. Un mirarse cómplice. Una espera que quería aparentar habitualidad. Y allí estábamos. A veces, sorprendidos, veíamos cómo se hacían trabajos de albañilería en algunos sectores, nada importante.

Entonces, llegó el momento. Después del café en lo del Gallego, poco a poco, nos posicionamos en el aula magna. Bulliciosos, aunque sin mucho “aspaviento”. Tranquis, diríamos hoy.

Nos sentamos y elegimos una comisión -¡qué pretensiones!- de tres alumnos que irían a hablar con el Director del Curso de Ingreso. Cuando los pibes salieron a tan delicada misión, nos quedamos en los bancos, a la espera de respuestas. Más que una asamblea de 1500 alumnos, el lugar parecía más bien un aula de Harvard un poco alborotada.

 

RUIDO DE PASOS

Antonio Berni

Más de una hora -o menos, no importa- y los mensajeros llegaron con una negativa. ¿Predecible? No, al menos, para nuestra inocencia. ¿Era una facultad de sociales, no? Ahí deberían haber tenido peso las palabras, lo ponderado, el diálogo. Mientras tratábamos de razonar porqué nos rechazaban pedidos vinculadas a los exámenes y a las cursadas -en ese contexto, qué solicitábamos era lo de menos-, nos sorprendió un ruido de pasos. Demasiado pesados para ser los habituales de esta casa. ¡Y de cascos! Pero si eso era un hall, ¿por qué galopaban caballos?

 

EL CAOS Y DESPUÉS

El silencio se apoderó de nosotros. No duró mucho. Eso sí, estaba lleno de desconcierto. Después, se transformó en temor; en seguida, en pánico. Y todos sabemos que, donde hay pánico, hay gritos. Ruidos de ventanas que se cerraban rápidamente y con estrépito. Vidrios quebrados por las culatas de las pistolas de gases lacrimógenos. Golpes, violencia, bombas que nublaban la vista y asfixiaban a los alumnos, que salían aturdidos del lugar. Algunos eran detenidos por los militares y otros lograban escapar de sus manos.

Aún huelo, aún escucho la estridencia de los temores de aquellos días. Tengo la suerte de poder recordar en la serenidad inquieta del después. Si tomamos en cuenta lo que pasó de 1976 en adelante, si nos detenemos en algunas de las siniestras imágenes que narran cómo la sangrienta dictadura de Videla arrasó con la juventud militante, relatar, memorar y poner en letra se vuelve un acto de resistencia.

Dibujos inéditos sobre la dictadura argentina de Antonio Berni

 

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