VOZ DE VUELO

Por Anne Diestro Reátegui

ILUMINACIÓN EN LAS ALAS

1La huella de pájaro asoma desde la poética de Lourdes Landeira. Teje, a modo de huella imborrable, la sospecha. La transforma en un estado de la palabra. Sospechar no es un voto de desconfianza. Por el contrario, es el momento de atención e iluminación. Es “ese” momento, donde adviertes e intuyes, donde se trama un “algo” entre la niña, el pájaro y la casa.

En “Sospecha…” nos sentimos cuento. Pero la narración, en verdad, no está presente más que como amague. El poema fractura la columna de cualquier relato posible. Lo hace en rizos metafóricos y en alteraciones de la gramática; en desplazamientos en el espacio y en matices del sonido. Nidos, palabras amalgamadas.

Es este un libro que, desde un inicio, intentó ser un fragmento de historia familiar. Al probar la narrativa, descubrió la necesidad de recortar, perder y desacumular. El trabajo de vaciar el placar para reconocer un vacío trajo la sospecha sobre toda las prendas. Así, nació el verso.

NIÑAR UN CAMINO

2La niña es el puente (de flores preciosas) la fuerza-nudo, luz y lazo a la vez.

Esa melodía en niebla” – nudo
Un lazo ofrece aprieta” – fuerza

Y, entre lo que amarra y lo que trama, la niña devuelve camino en canción. Ancestralmente tararea, melodías sin saberes previos. Canto y caminos hunden en una raíz inhallable.

La niña es el rumbo a casa. Y la casa es el poema, el pájaro: el canto. Niña el sendero para entreverarse entre el silencio del poeta y el de sus otros que hablan. “El yo es otro” de Rimbaud hace eco en el poemario de Lourdes Landeira.

Incipiente3s hojas de árboles, de árboles hasta ayer secos
             se mueven lentas
                       suenan lentas
ignoradas

 

Retazos de imágenes advierten un lazo envejecido, donde el abuelo no envejece:
Ahí vas vos en la mirada abuela
en el silencio madre
En su vacío, él no envejece
¡Ahí va el abuelo!, húmeda ceniza.

La niña empieza a jugar la casa. Habla y la escucha, abre los diálogos y desterritorializa al lector.

¿De qué tipo?
Ese, el de cambiar al mundo, te respondo.

¡Cambiar el mundo!, (te parece pretencioso)

Y vuelve la sospecha a decir silencios. Pero la casa no se detiene en su canto. Te obliga a caminarla y a tararear una melodía con ella. En la encrucijada, entre la casa y la mujer, la identidad se disuelve.

                               ¿Quién,
yo?
Sí claro,
vos.

BARRIO, AL VUELO

4Esta no es la escritura de una niña. Es el contorno de juegos en una infancia infinita llena de preguntas a un posible teatro familiar. Las hebras de colores con que se tejen estos versos mutan su tono, como en un crisol alquímico. Raro crisol, donde punzan alfileres puntiagudos, justo en el borde de la llaga, donde se deshacen las preguntas.

¿Dónde habitar en voz baja?, ¿dónde refundar un patio, un afuera sin grietas?, ¿dónde canturrear una sospecha para que la intemperie se despliegue entre la estrechez de la jornada y la infinitud inabarcable del horizonte?

La niña, el pájaro y la casa son motores permanentemente encendidos: la casa es barrio de infancia y el barrio, infancia en la niña.

5

 

 

 

 

*Todas las citas en cursiva corresponden al texto: “Sospecha de Pájaro”.

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