UNA ÓPERA EN TRES ACTOS

Sobre: La entrevista

UNA ÓPERA EN TRES ACTOS

Por Gabriela Stoppelman

Las ya viejas pretensiones de Wagner, por lograr una visión unificada de las artes, han caducado. Es vox pópuli: toda unidad, por grandes que abramos los brazos para abrazar al mundo, es un recorte. De todas maneras, aun en lo más parcial de un resultado, hay  una intención de portal, de abrir el juego, de ampliar el territorio, de empujar al horizonte más arriba, más adentro y más adelante. En ese sentido, transcurre la entrevista.

En sus tres actos,  despliega la escritura entre interiores y exteriores. Avanza como una ermitaña indecisa, que disfruta tanto de  la reclusión, como del campo abierto; tanto  de la pareja estable como de las aventuras. Así se retira y se ofrece esta deseosa dama.

fot-1credito-pablo-varela-y-daniel-bouixACTO I:

INTERIOR, NOCHE MUY ADENTRO

El primer acto arranca con sobreabundancia de siluetas. Con la llegada de internet, el asunto se ha vuelto mucho más grave. Es ahora el barroco de la lectura,  la exuberancia, la ambición romántica del imposible, la investigación al detalle. Hay que encontrar todos los textos, leer todas las entrevistas, todas las declaraciones, todos los audios.

Todo es lo único posible.

Ya a mitad del asunto, la orquesta no cabe en el escenario, el proscenio es una mezcolanza de actores y textos. Demasiado presuntuoso el deseo. Tanto se vuelve nada. Entonces, al director se le bajan los humos. Mejor leer poco y bien intenso. Tres libros, dos entrevistas y un video. Y escribir. Escribir mientras se escucha, se mira o se lee, escribir aunque sea para transcribir. Porque al transcripción alienta a continuar con lo leído, a reformular lo pensado, a  examinar entre la vacilación y la duda. Así prefigura los contornos de los interrogantes. Interrogantes: no exactamente preguntas. Interrogantes: asuntos, hilachas desde donde deshilvanar, propuestas de conversación, alicientes, ánimos, móviles. De esa manera, desplazarse fuera de lo policial, lejos de la lógica seca en las preguntas categóricas.

“Hablemos de…”, “pensémoslo juntos”. Y, con esas líneas, cierra el primer acto.

ACTO II

EXTERIORES: EL DÍA TAN ANSIADO

El primer acto, por exuberante que se presente, es cuestión de soledades. Soledades puestas en lectura y escritura; soledades entre trazos y voces de los otros. Pero soledades al fin. El acto central es otro asunto. Es el único que, de verdad, se desarrolla en un escenario con todas las de la ley.

Ahora, tiempo y espacio son pura ostentación de inmanencia. Cada instante, cada centímetro, depende mucho de azares y circunstancias.

Salen a escena:  El humor de cada quien, las urgencias del futuro, las potencias disponibles y los deseos, lo acuciante del pasado, la piel, la entonación de la voz, la luz, las interferencias del suelo, los caprichos del cielo, las irrupciones desde las puertas, los grumos de los encuentros, las sospechas, los cuerpos en expansión y contracción, la presión por hacer valer el primer acto como padre y como causa, el olvido del primer acto, el eclipse de lo real sobre lo planeado.

Todo puede brillar o arruinarse en cualquier momento: gajes de la espera, esa especialista en tender trampas. Aliada incondicional de la ansiedad, a dúo, suelen hacer unos líos bárbaros en el terreno de las desilusiones.

Mejor dejarlo ser, andar sin objetivos del todo fijos.

Una dirección, sí.

Un horizonte, sí.

Cumplimientos, no.

piedra-agua3ACTO III

LA NOCHE INFINITA DE LA EDICIÓN

Lo bueno es que siempre hay un después. El tercer acto es la calma tensa. El entretejido de tres lanas en una prenda final. La forma definitiva dependerá de la elección del punto, de la apertura de la trama, de la holgura de la prenda.

La solitaria vuelve a la cueva. Despliega  ahora la memoria y la lectura sobre la mesa. Hace intervenir la aguja sobre los mejores tramos del material, separa lo dañoso, lo que se sale de ruta; deja para recuadros algún complemento (un guante, una gorra). Cose texto con vivencia, eco con voz, reverberación con subrayado.

La noche de la edición es  vastísima en retiro y en decisiones; infinita, en la potencia de su recorte.

Antes de la caída final del telón, el entrevistado corrige, enmienda, propone.

Y, entonces sí, llega el largo día de los otros. Piedra lanzada en ondas sobre la superficie del agua. ”Patito” audaz, que no  se detiene, hasta quedar cara a cara con el horizonte.

rosasusaeta2

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