Por Cecilia Miano.

Persistencia: Sobre la institución “Escuela”

NI ALUCINADOS NI OBSCENOS

…”La escuela es el lugar en el que hay tiempo para detenerse, donde se producen oportunidades distintas de aquellas que provee la vida cotidiana, oportunidades para conocer las preguntas y las respuestas que la humanidad ha construido, para aprender a preguntarse, para reflexionar, para adquirir herramientas y para dominarlas, para afirmarse como sujetos capaces de adquirir conocimientos de todo tipo, incluido un mejor conocimiento de sí mismos, de sus deseos y de sus capacidades de proyectar y realizar”, Cecilia Parra

Dicho así, el mundo de la educación escolar resultaría un espacio lleno de ideales, perseguidos de manera incansable por todos sus responsables: el escalafón completo de autoridades educativas, propuestas e impuestas por puntos, concursos y decisiones políticas.

Esta nota refleja mi mirada, respeto otras. Nos veo distantes de caminar hacia el ideal, donde se abrirían para todos las puertas de espacios abiertos al devenir de incontables propuestas creativas y amplias. No se puede actuar sobre el presente sin un horizonte. Así como perderse en ideales resulta un poco alucinatorio, caminar sin el fondo de un ideal revela una obscenidad de pragmatismo. Chicos formados como seres independientes, sólidos en sus capacidades y seguros de sí mismos. Seres de pensamiento autónomo.

GRIS DESCASCARADO

ceci mianoGETACHEW BERHANU5694911680615851El andar va por otro lado. No me voy a detener dentro de las aulas. Lugar sagrado para mí. Voy a recorrer el encuadre de las aulas, los vericuetos insondables que abarcan las decisiones educativas.

Estoy con el día puesto encima, las miradas me recorren y las voces se entremezclan, no sé si son ilusiones o palabras salidas de humanos reales.

   Estoy en una sede de asuntos docentes, en un pueblo lindero al mío. Es una casa antigua, majestuosa en otro tiempo, cuando sus habitantes poseían otras ilusiones. Hoy la recorro con ojos ávidos de horizonte y encuentro el gris impregnado en el aire, en las miradas cansadas de los chiquitos que esperan en la vereda no sé qué, en las paredes tan descascaradas como las promesas del horizonte en la educación pública. Vengo a tomar un cargo directivo ofrecido por la inspectora, influida por sus deseos y  los míos por hacer algo mejor.

Ahora me pregunto, ¿esos deseos eran compartidos? Seguramente no.

Como decía, el gris del aire y el de las paredes se mueve lento, la gente en el recinto respira y habla, casi como si esto fuese una necesidad imperiosa de llenar espacios vacíos. No somos muchos, la secretaria de asuntos docentes, dos interesadas en el cargo, una amiga que me acompañó- envuelta en panza con bebé- y tres o cuatro, no recuerdo bien, representantes del gremio que cortejan a la interesada Nº 2. La Nº 1 sería yo, el burro adelante para que no se espante. No cuento el personal asomado al lugar, tampoco se bien para qué.

QUE NO DECAIGA

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El acto público donde se realiza la toma de posesión de un cargo es algo sencillo, poco ostentoso y muy rápido. La secretaria hace un breve resumen de la situación escolar de donde surge la vacante, no sé qué más dice porque me distraje pensando en lo feo de trabajar  en un lugar tan gris, con aire gris. Retomo la escucha, cuando ella comienza con el listado: ese orden de mérito permite al que se encuentra primero, elegir. Hasta aquí todo bien, todo legal, todo esperado.

La Nº 2 toma el cargo,  por qué le puse 2 no sé, ahora no quiero cambiar de número, puede ser porque llegué primero, sí.

Aquí comienza mi duda existencial con el sistema y con las personas que lo conforman. Las palabras me llueven como descolgadas de una parra en verano, se mezclan los hechos con metáforas descosidas. “Que no decaiga”, la inspectora de cabello uniforme y saco azul propone esta selección de sonidos, sin sentido para mí, a modo de ¿aliento? Yo no debo decaer sólo porque no tomo un cargo. Entonces, comienza el ruido dentro de mis pensamientos: toques de campana atienden a una señal potente que me dice: esto no funciona bien, algo en el camino se distorsionó mucho como para que no tomar un cargo pueda hacer decaer a una docente.

LA TAPADORA DE BACHES

Lo que decae es el sistema horrible en el que un cargo directivo es ejercido por el beneficio de un mejor sueldo, con la promesa de una mejor jubilación. Llamadas durante dos meses hicieron que mi cabeza pensara en la posibilidad de tomar otro rumbo en la educación, en acompañar desde otro lugar al horizonte. Fuera del aula. Esto implicó noches de pensar en el desafío, días de dudas, miedo mezclado con ansias, pases de funciones mezclados con desarraigo. Sentí mucho, mientras el sistema no siente, no deja de dormir, no se preocupa, no se pregunta qué es lo mejor para mí y para los alumnos. El sistema va tapando baches y sigue indemne.

En el acto de designación todo transcurre con normalidad, léase “normalidad en el sistema educativo”. Sin embargo, nada es como imaginé, nada es como dicen las autoridades. Todo resulta peor que la vida real.

Acá todos nos defendemos de algo.

Que no decaiga.

MAGNIFICO

persistencia

En el borde de una pileta del campo, la tardecita se acerca sin estorbar. Dos cuarentonas tomamos algo fresco. Los árboles añejos vuelan las palabras que enredan idiomas diferentes.

-¿A qué te dedicas?-

En un inglés para mí poco entendible y en un castellano inglesado por las ganas de charlar, se afinaron punterías y, al final, se entiende: soy docente.

 

Los ojos de la extranjera se agrandan casi imperceptiblemente. Yo estoy acostumbrada a la compasión, a ese “qué poco importante”, a ese trato hacia una casi desahuciada social que, a falta de otra cosa para hacer, cae ahí, en una escuela, con chicos y esas cosas. Entusiasmada y acostumbrada, defiendo mi hacer.

Y esa es la costumbre, la defensa.

La extranjera, casi en una reverencia, gesticula con alegría. Una alegría que se me había enredado en el revés de la lucha, en lo importante de ser educador. Ahí reencontré esa otra mirada de lugares lejanos que viene a redescubrir  el horizonte de mí hacer, la magnitud de mi tarea.

Ahora, casi sin darme cuenta, la defensa se esconde, se esfuma entre comentarios importantes de haceres en lugares distintos, de horizontes que continuarán como dirección del andar, de un andar con otros. Sí, aunque ahora estén lejos, voy a seguir para acercarme.

El día no decae. Atardece. Y, en la noche, se gesta- clandestina- la luz nueva.

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