La Orfandad: Entrevista a Moira Millán.

Entrevista: Lourdes Landeira, Isabel D´Amico, Gabriela Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppelman

 

                                   “Como decimos aquí: las heridas de la boca se curan con la propia saliva. Ese es el servicio que prestaremos aquí, tú y yo, de uno y otro lado de las palabras. Yo doy la voz, tú la escritura. Para salvar a Luardo-Chão, el lugar donde aún continuamos naciendo. Y para salvar a nuestra familia, que es el lugar donde somos eternos”
“Un río llamado tiempo, una casa llamada tierra”, Mia Couto

¿Quién o qué tañe sonidos de antes del tiempo en el tiempo?, ¿qué desborda a las esbeltas mayúsculas, a las gráciles consonantes?, ¿quién o qué se le atreve, incluso, al prestigio musical de las vocales? Ecos de un retumbo que inicia el mundo a cada bautizo del día: cuando la luz admite el desabrazo del último jirón de la noche y gatea hacia el altísimo mediodía. Cuando los vientos refuerzan puntos en el sentido y el caos de las ráfagas. Cuándo se bienviene el embrollo de los sueños junto a los primeros pestañeos de la vigilia, como quien deja entrar a su casa un ovillo de tiempo para jugar. Allí, en lo primordial de iniciarnos en cada vez lo otro, en lo inaugural de posibles curvas y recodos, contra los caminos de la impostura y el hastío, ahí, justo ahí, suena. El río le hace contrapunto por el costado de los transcursos y pliega el tiempo en formas, que dejan bizca a toda geometría. El cielo se inclina con ganas de llanear más cerca de las raíces y prueba los jugos de superficie, se amamanta de meseta y se enyuya de aromas la nariz. Por los márgenes, se desbarranca el paisaje. Un cuerpo cae acribillado en los brazos de una montaña, un zorro es arrastrado hasta un umbral, en un infructuoso plan por tornar su pacto animal con la tierra en burdo disfraz de amenaza. La fuerza insiste, el cuerpo resiste. El lago deja leer las formas de un relato, donde violaciones, humillaciones y saqueos remojan la sangre vertida en atentas parcelas del agua. El caserío se amucha alrededor de lo que late, mientras la empresa se expande en latifundios silenciados.  

 Juan Carlos Carrilaf
Juan Carlos Carrilaf

Justo al centro de lo que resta como casa vuelta cuerpo, se deja ver una silueta de mujer, con brazos, piernas y rostro a punto de envientrar. Es sólo cuestión de paciencia, de permitir que la mirada se escurra en otras velocidades. Entonces, sucede: en la esquina, donde decaen las horas, lentamente, el tiempo se circunvala en colores, combina historia con atuendos, tejidos con sabores. Al final, la silueta de mujer se llena de mujeres. Ahora el territorio depende del modo en que cada una sea capaz de atender a aquel o a aquello que en ella resuene. Entre ellas, una, Moira Millán, toma la palabra y la conversa con el sonido de nuestros nombres. Es cuando ocurre algo así:


LA MATRIZ LIBERADA DE LA VOZ

“Los vivos son voces, los otros son ecos. Estás entrando en tu casa,
deja que la casa entre dentro de ti.”
“Un río llamado tiempo, una casa llamada tierra”, Mia Couto


A veces sucede, y esto lo veo en particular conmigo y con otras mujeres indígenas de otras culturas, que hay errores en la forma de pronunciar ciertas palabras, hay confusión de conceptos, porque en realidad estamos instituyendo un mundo, un mundo nuevo que Latinoamérica no conoce. Entonces, es como partir de cero explicar cosmovisión, formas de entender la vida que tenemos. Yo ando mucho por los territorios, pero también vengo bastante a Capital. Tengo que estar acá el 1° de junio, para el Parlamento de mujeres, vendrán alrededor de doscientas mujeres indígenas desde los territorios, más las hermanas de las ciudades, más todas ustedes. El día 21 será cerrado, sólo para mujeres originarias, allí vamos a hacer un diagnóstico y una propuesta. Y el 22 las invitamos a todas ustedes, queremos proponerles un entramado de lucha con agenda bien concretita. A veces caemos en el error de hacer sólo catarsis. Nuestra idea con el parlamento es juntarnos a ver cómo nos unimos y cómo nos vamos entramando para encontrar soluciones.

Moira Millán
Moira Millán

¿El Parlamento es lo que vos llamás el trawün?

Sí. El trawün sería como un parlamento. Hay Parlamentos de los pueblos pero, ¿qué sucede allí? El patriarcado ha calado profundamente en casi todos los pueblos indígenas, entonces, las mujeres terminan por cortar las papas y picar la cebolla para que los hombres coman durante el Parlamento. Por otro lado, nosotras empezamos a entender que, si bien queremos la dualidad complementaria -no somos feministas sino anti patriarcales-, es necesario empezar a buscar nuestros propios espacios de consenso. Entonces, hemos hecho varias cosas, como la primera marcha de mujeres originarias. Fue decepcionante que no haya habido ninguna repercusión mediática. Era la primera vez que las mujeres indígenas entrábamos al Congreso, que no entramos a mendigar nada sino a proponer. Pero claro, era un tiempo de elecciones y no le éramos útiles a la derecha, a los los medios hegemónicos opositores de ese momento, entonces no nos reflejaron. Tampoco le servíamos al oficialismo porque éramos críticos al extractivismo, a lo que le están haciendo a la tierra, entonces tampoco el oficialismo lo visibilizó. Y en ese momento estaba acampando Félix Díaz, toda la atención estaba ahí.

Qué loco que las tragedias tengan que ser útiles para que sean visibilizadas.

Sí. Y entonces pasó desapercibida pero fue realmente algo… Ahora, cuando fui a México y les conté a las mujeres zapatistas, ellas no estaban al tanto de que esto había sucedido y, como mujeres indígenas, sintieron que fue un hecho importantísimo. Pensaba: ¡Qué ironía de la vida: en México quedan tan sorprendidos y valoran esa actividad más que en Argentina, donde pasó sin pena ni gloria! 

Al comentar en otra entrevista ese encuentro en Chiapas, decías que fue horizontal, que se sintieron seguras y libres. ¿La condición indispensable para sentirnos seguras y libres es la horizontalidad?

Juan Carlos Carrilaf. "Pintura machitun"
Juan Carlos Carrilaf. “Pintura machitun”

Creo que la condición indispensable es la libre determinación. Estábamos en un territorio liberado, eso es fundamental. No puede haber condiciones de horizontalidad, de reciprocidad, de respeto, de justicia en el contexto de los Estados-Nación serviles a los intereses de la corpocracia. Podemos hacer un millón de marchas, buscar la aprobación de leyes, nuevas legislaciones, pero si no cambiamos, si no transformamos, si no revolucionamos el planeta, difícilmente vamos a generar esas condiciones. Creo que el zapatismo, en sus territorios liberados, en ese ejercicio de la libre determinación que ellos llaman autonomía -porque libre determinación encierra el derecho a reconocerte en tu identidad y a construirte a partir de ella, y ellos tienen mucho de mejicanismo, mucho-, tienen una autonomía de hecho, resguardada a fuego de fusil. Pero, fuera de sus territorios,  el Estado mejicano está ahí como un contendiente que no se pueden sacar de encima. Es una autonomía limitada, pero es lo mejor que he visto en cuanto a autonomía.

 

HABLA EL NEWEN

Anda el silencio/creciendo como una fuerza irrefrenable,/organizando/cuadrillas de voces mordidas,/de basurero en basurero juntando el músculo y el fuego,/desde el humo de las barricadas/desde las bancas nocturnas desde sus frazadas de cartón,/rompe el capullo/y comienza su marcha./Para convertirse en un grito feroz/ha juntado todos los silencios en el último silencio/y quedado a la espera en primera línea/de la voz clandestina que llame al avance/ sin considerar ni una sola vez la duda/con el corazón limpio y latiendo/incendiando el miedo/venciéndolo desde el alma
“El silencio y el grito”, Emilio Guaquin, Chilhué.


Hablábamos de esto antes de entrar, porque nos preguntábamos cuál es la aspiración de máxima de ustedes. ¿La idea sería lograr un territorio liberado y autónomo?

Tenemos que ordenar un poco los conceptos: el pueblo mapuche generó un movimiento de lucha por su libertad que tiene cuatro expresiones. La primera es el integracionismo. Ustedes ven mapuche que son diputados, concejales, tanto pueden estar con la derecha como con los partidos populistas o más progresistas. Aceptan las reglas de juego del sistema, del Estado, y quieren generar disputas de poder dentro de las reglas de juego. Esos son los integracionistas. Los reformistas están más con los gobiernos de izquierda o progresistas y quieren modificar un poco la política de los Estados, dándole una pincelada colorido, de Wiphala, pero siempre adentro del juego de los Estados. Luego están los independentistas, ellos quieren constituir un Estado aparte, el país mapuche, volver a la Wallmapu, organizándonos como mapuche. Y luego estamos nosotros, la cuarta posición, que proponemos una revolución de conciencia, de pensamiento, porque decimos que no basta con constituirnos en Estado, que la unidad del planeta y de la madre tierra nos obliga a pensar no sólo en el buen vivir como mapuche, sino también en el de todos ustedes. Porque la contaminación no entiende de límites políticos y no entiende de emancipación de los pueblos, entiende de la vida. Entonces, es necesario constituir una nueva sociedad, una humanidad que se eleve, que eleve su espíritu, su conciencia y que eleve su compromiso con la vida y se organice planetariamente de otro modo.

Movilización mapuche, 1999 en Nueva Imperial  (archivo Azkintuwe)
Movilización mapuche, 1999 en Nueva Imperial (archivo Azkintuwe)

¿Cómo se organizaría esa comunidad políticamente?

Primero hay que consensuar, porque no podemos hacer política si no hay consenso. Y para establecer consenso debemos entender que lo fundamental para nosotras es la vida. Entonces decimos que la marcha de mujeres originarias por el buen vivir plantea la recuperación de la reciprocidad entre los pueblos y con la naturaleza. No puede haber un pueblo que se enriquezca a costa de oprimir y someter a otro. No puede haber humanos que destruyan la naturaleza para la acumulación de capital, de bienes o de lo que fuera. Esa reciprocidad no puede estar dentro del marco político organizativo de los Estados-Nación, para los cuales lo primordial y lo más sagrado la propiedad. Y en nombre de la propiedad y del respeto a la propiedad se permite que haya un señor que tenga un millón de hectáreas, se permite que haya empresas que destruyen la naturaleza. Este no es el contexto, primero vamos a consensuar cómo queremos vivir, cuál va a ser nuestra matriz civilizatoria, y luego vamos a pensar cómo lo vamos a llevar adelante, pero para eso primero hay que liberarse de este yugo opresor, de este sistema. Y yo creo mucho en el consenso de las mujeres, creo en las mujeres, creo que tenemos un espíritu que nos diferencia de los hombres que nos permitió, durante miles y miles de años y aún hoy y a pesar de la colonización, percibir la vida de otro modo, que tenemos un lenguaje perceptivo que todavía el hombre no logra acertar. Nos han reprimido porque nos tratan de locas, de esotéricas, de new age, pero nosotras tenemos una otra forma de conectarse con el cosmos. Cuando nuestros hijos están en peligro, lo sentimos. Cuando nosotras estamos en peligro, ese instinto, ese lenguaje perceptivo habita en nosotras.

¿Es algo físico, mental o ambas cosas ese instinto?

Creo que es espiritual.

¿Qué es el espíritu?

Es muy triste esa pregunta. A qué nivel de colonización hemos llegado…

Pero es sincera.

Sí, sí. Y es muy interesante que la formules, porque nos permite entrar en esto que fuimos y de lo que, en algunas culturas hoy, no queda ni vestigio de memoria.

Para la civilización occidental el espíritu, según quién lo defina, pasa de ser santo, a ser inmaterial, a ser un código genético del alma, a ser un grado de potencia. Hasta ahí llega la civilización occidental. Ahora contanos vos.

Para nosotras el espíritu es una fuerza vital. Existimos porque tenemos espíritu y no importa la materia. Por eso es que no creemos en la muerte, porque somos energía, somos fuerza, newen. Tu newen es único e irrepetible. Nunca más va a haber alguien como vos. Esa fuerza está ahora corporizada y, cuando no estés acá, vas seguir estando, vas a seguir  como energía que interactúa con los tuyos. Esa energía les va a hablar, le va a hablar a tu nieta, a tu bisnieta, les va a traer sabiduría. Por eso, todo lo que hagas acá para convertirte en una mujer sabia te trasciende y trasciende en el tiempo. No es algo que se haga solo ni que te sirva sólo para acá. Pero cultivar tu espíritu con sabiduría es lo que te va a fortalecer para venir a los tuyos y dar buenos consejos, acompañar y ayudar.

Juan Rojas Vargas
Juan Rojas Vargas

Es casi inverso a la idea del alma platónica occidental, en que hay una tendencia a ir para atrás porque todo pasado fue mejor, entonces hay que rescatar el pasado, irse del presente y, de paso, habilitar que te manipulen el futuro. Vos, en algún texto tuyo, lo planteás como un recordar que fuimos, somos libres y entonces podemos volver a ser libres acá y en el futuro. La dirección es exactamente opuesta.

Es cierto.

 

ECOS DE ÚTERO, BROTES DE NUEVA VOZ

Nosotros, los hijos de esta tierra, sabemos que los espíritus de los muertos están por todos lados, y que intentan comunicarse con nosotros a través del rumor de las ramas, y del soplido del viento, del canto de las aves y de la lluvia que cae. Los blancos no conocen la lengua de la lluvia y, por eso, cuando escuchan la lluvia lo que oyen es sólo el sonido del agua golpeando la tierra
“Barroco tropical”, José Eduardo Agualusa


La revolución cultural que te proponés va a ser difícil.

Porque estamos completamente programados, porque había que debilitarnos, necesitaban sobre todo debilitar a las mujeres, había que volvernos inseguras, temerosas. Era necesario anularnos para que ellos pudieran detentar el poder durante tantos siglos.

En Chiapas te sentiste segura y libre. Otra característica de ese espacio es que no había varones de más de trece años. ¿Esto también hacía a la condición de sentirse de esa manera?

Claro. Yo intentaba hacer volar mi imaginación e ir prefigurando cómo sería ese mundo bello, mejor imposible, del que tanto se habla en las organizaciones sociales y luchas. Claro que el desafío es cómo construir un mundo con esa sensación de seguridad y de libertad, también con los hombres. Creo que ese sí que es un tremendo desafío porque, cuando terminó el encuentro, entraron los hombres y cambió completamente la energía. Entraron humildemente, amorosamente, te diría. Pero, aún así, cambió.

Entraron con su historia.

Marcha Mapuche, 12 octubre de 2014 ( fotografía: Ariel Nuñez)
Marcha Mapuche, 12 octubre de 2014 (fotografía: Ariel Nuñez)

Ahí estaba esa energía masculina. No había manera de volver a sentirlo del modo en que fue durante todo el desarrollo del encuentro sin ellos. No es solamente un problema de los hombres y su energía, es también cómo nosotras transmutamos esa energía negativa que nos llega de los hombres en algo positivo y amoroso y cómo podemos reafirmar categóricamente frente al hombre, nuestro de derecho a la libertad, nuestro derecho a la plenitud y nuestro derecho a la seguridad.

¿Sienten ustedes en los varones jóvenes la misma energía que en el resto? Porque hoy por hoy vemos acá una variable, una franja de jóvenes que piensa y vive de manera distinta.

Argentina es un país con ciertas particularidades, donde sí ha habido un renuevo generacional que interpela al patriarcado. Vengo de Panamá. Pensaba lo difícil que debe ser vivir, ser mujer allí. Hay países, sobre todo en Centroamérica y en el Caribe, donde la cosificación del cuerpo de la mujer, donde la valoración de la mujer pasa también por una discriminación etaria. O sea, vos sos jovencita y te prestan atención. Pasaste los treinta años y ya sos descartable, no te mira nadie, nadie te ayuda, a nadie le importás. Argentina tiene, y esto no es gratuito, madres que hemos ido trabajando en la conciencia de nuestros hijos, una nueva masculinidad. Eso no se da en otros países. Yo tengo un hijo de veintidós años y me siento orgullosa de él porque es un chico que ha aprendido a hacer de todo, tiene sus rasgos patriarcales -no se puede abstraer de la sociedad-, pero en casi todo yo veo su ejercicio y su compromiso de despatriarcalizarse. Eso, junto con la recuperación de la identidad mapuche. También hay que entender que, dentro del movimiento de pueblos originarios, están las naciones de estado religioso, con una estructura piramidal y un concepto de representatividad -como la figura del Inca, por ejemplo-, que representaba a los dioses en la tierra. Lo mismo, los aztecas, los mayas. Luego están estas culturas de estados religiosos, lo que en las escuelas nos enseñaron como grandes civilizaciones. Y, por último, estamos las naciones sin Estado, considerados los salvajes, los bárbaros, los que no teníamos ninguna pirámide para mostrar, los que parece que vivimos de pura casualidad sobre la tierra. Pero resulta que estos pueblos originarios, contradictoriamente a lo que nos enseñaron, tenemos una elevación muy importante de matriz civilizatoria, de nuestro modo de entender el arte, de habitar el mundo. Hay reciprocidad, horizontalidad y complementariedad. Hay muchos géneros, ni tan siquiera puede reducirse el mundo a masculino y femenino.

Esos pueblos sin estado se liberaban de las determinaciones de ser un imperio.

Claro. Como no había esa cuestión de considerar a algunos seres superiores y a otros inferiores, cada ser era importante, desde la hormiguita más chiquita hasta cualquier ser humano. No hay antropocentrismo. Un gran desafío es recuperar la espiritualidad de los territorios ¿ustedes nacieron en Argentina? Nacieron en Indoamérica. El territorio tiene memoria, el territorio se ordenaba no solamente en su ecosistema tangible, sino también en su ecosistema espiritual. Si todos nosotros volviéramos al útero telúrico de la Mapu donde pisamos, se ordenaría espiritualmente nuestra energía y encontraríamos nuestro destino, nuestro propósito.

"Danza de la Luna roja",  w-Chelo candia
“Danza de la Luna roja”, w-Chelo candia

Hoy está teniendo un auge muy importante la necesidad del espacio verde en la ciudad, se da una pelea vecinal que se intensifica cada vez más. Creo que nos alimentamos de lo que ustedes han escrito y dicen. Esto habla también de una necesidad de volver a ese equilibrio del que hablabas.

Eso que decís es muy interesante. Siempre me dicen que la tierra nos necesita y es al revés. Estamos necesitando la tierra.

 

CELESTIAR LA TIERRA, TERRENAR EL CIELO

“Galopo, galopo, soñando voy/por los caminos del cielo. /De todos lados vienen a saludarme/las estrellas. /Oh, Anciana, Anciano/Doncella y Joven de la Tierra
de Arriba/en vuestro Azul se regocija mi sangre.”
Elicura Chihuailaf


¿En qué momento necesitás escribir y qué te da particularmente la escritura que no te dé el lenguaje oral?

Necesito a veces ordenar mis pensamientos y mis sentimientos. El pueblo mapuche hace mucho uso de la palabra. Es uno de los pueblos que más habla. Recuerdo, cuando peleaba con los funcionarios, me decían que yo no era mapuche porque hablaba mucho. Si hay un pueblo que ha hecho del habla un arte es el mapuche. Originalmente, era de tradición oral, hay un arte nuestro que está incluso ordenado en estructuras. El ucham incluyó los discursos; el Tiam, los relatos de la memoria; los epeu, los relatos en formato de cuento. Siempre hablo de tradición oral. Por otro lado están los ninglam, los consejos a través de la narrativa, casi poética. El pueblo mapuche, decía un escritor, tiene el habla celeste de las pampas y de la cordillera. Yo creo que es algo así, como la necesidad de poner en palabras ese mundo que nos atravesaba. 

Juan Carrilaf, dibujo.
Juan Carrilaf, dibujo.

Cuando era muy chiquitita, tenía problemas de desnutrición, vivía en un barrio híper pobre. A veces comíamos y a veces no. Así que empecé a tener problemas de salud. Mi mamá me llevó al médico para ver qué me pasaba y el doctor le dijo: “Mami, a esta nena le hace falta comida. Vamos a mandarla a un centro complementario”. Era el año ’75 y estaba Isabel Perón en el poder. Me llevaron a un centro complementario atendido por jóvenes encantadores que eran guevaristas. Ahí me empezaron a dar de comer para salir adelante y me enseñaron a leer y a escribir. Me enamoré de la escritura, de la lectura, a partir de ahí me leí todo. Ellos, incluso, me regalaron libros. Cuando vino el golpe de estado, en una villa miseria, en una casita re humilde, tenía yo libros que ni sabía que estaban prohibidos. Crecí leyendo “Historia de Cronopios y de Famas”, “El jorobadito” y otros. Me sumergí en la lectura y comprendí que muchos de esos dolores que se narraban, esos pesares de la gente de aquella época, tenían que ver con mi vida. Y que yo podía usar la escritura para contar qué me pasaba como mapuche. En ese entonces era ya jovencita, crecí escribiendo y en realidad nunca se me dio por publicar. Ahora Planeta publicará mi primera novela. Si todo sale bien la estaremos presentando en la Feria del Libro. Una de las cosas que me impresionó de la Argentina es que voy a ser la primera novelista indígena en este país. Eso es algo terrible. Durante más de doscientos años la literatura argentina se ha privado de poner la voz de nosotras y de los pueblos originarios en la novela. No creo que no haya novelistas mapuche, ¿cómo nunca a ninguna editorial se le ocurrió que era posible publicarnos y que nuestra voz tenía un valor?

Que tenía un valor y que es una mirada completamente diferente.

Hay otra cuestión: cuando se plantea el problema de la colonialidad y se habla del patriarcado, sobre todo desde el feminismo, se tiende a no identificar la racialidad en tu cuerpo, nuestros cuerpos también están atravesados por el racismo. El racismo es algo que nunca ha sido interpelado, está en la calle: “No seas indio”. O en cómo se trata a los hermanos de los países limítrofes, o con las barbaridades que hace el gobierno actual contra nosotros. Vengo de traer a mi hija de Panamá, donde fue a conocer a su papá que es indígena Guna, de Guna Yala. Para ella fue muy fuerte. Ella se crió en territorio recuperado mapuche y ahora fuimos a Panamá, a las islas Guna, un paraíso donde la gente indígena vivía muy mal, ellos lograron levantarse en armas en 1925 y obtuvieron su autonomía política dentro de Panamá, lamentablemente en la actualidad el capitalismo a penetrado en ellos y su estructura cultural ha sido modificada por el turismo.

O sea, cuando vos fuiste a recuperar territorio mapuche la primera vez, fuiste sin tu pareja.

En realidad, yo nunca tuve pareja formalmente porque mi vida sentimental ha sido un desastre. La mujer es cosificada. La mujer a la que se le permite cierta incidencia social y política es a aquella que se ha formado, es académica y blanca. Para ser aceptada hay que cumplir una serie de requisitos. Por último, de toda esa estratificación, allá abajo, incluso debajo de las afrodescendientes, estamos las mujeres indígenas. ¿Qué inscribe en el imaginario colectivo social hablar de una mujer indígena? Fealdad, pobreza, ignorancia, barbarie y hasta mal olor. Y, en el ámbito laboral, la vemos limpiar casas, criar hijos ajenos, hacer el trabajo peor pago y más inhumano, ahí estamos nosotras. Nadie se puede imaginar que una mujer indígena pueda escribir una novela. Lamentablemente, hay que desandar tantos prejuicios. Para algunos somos piezas museológicas, otros nos ponen en un pedestal en el que somos casi perfectos. A veces me plantean que no soy mapuche porque estoy vestida como cualquier argentina. Entonces, ¿vos no sos argentino porque no estás vestido de gaucho? ¿Cómo es esto? El punto es cómo y desde qué lugar nos reconocemos. Ahí es donde falta agrandar las orejas para escucharnos y tener otra mirada. Le contaba a mi amigo que vine muy mal del encuentro de Chiapas, porque las argentinas hicieron un papel tan terrible, de tanta prepotencia. Las hermanas zapatistas nos invitan, tenemos que honrar a nuestras anfitrionas con el corazón humilde y una actitud atenta a entender el territorio, el entorno, el contexto, lo que ellas son. Son hermanas indígenas, ni siquiera son mejicanas, son indígenas porque son naciones constituidas antes que los Estados, tienen otra impronta. Las hermanas zapatistas, todo amor y sabiduría, nos escucharon con atención. Y hubo muchas compañeras que no entendieron de qué se trataba el encuentro e hicieron el “zapatour”. Desde que yo tengo uso de razón, desde que surgió el zapatismo, se habla de que las mujeres zapatistas prohíben el consumo de alcohol y de drogas. Todos lo sabemos y, para las mujeres indígenas, eso es algo que admiramos en ellas, porque ojalá se prohibiera en las comunidades. Los mapuche tenemos muchos problemas de alcoholismo. ¿Qué hacen las compañeras? Llevan sus botellitas, sus petaquitas y porritos escondidos. Y yo digo: ¿Era necesario? ¡qué vergüenza!

Moira Millán
Moira Millán

 

DESCOLOCAR LA VOZ

 “Ha caído la noche y ya casi no veo lo que estoy borroneando en la hoja rayada. Ya no percibo las letras. Allí donde no le entiendas en los espacios blancos, en los huecos, pon: “Te quiero…”. No sé si voy a echar esta hoja debajo de la puerta, no sé. Me has dado un tal respeto de ti mismo… Quizá ahora que me vaya, sólo pase a pedirle a la vecina que te dé el recado: que te diga que vine.”
“El recado”, Elena Poniatowska


Marcabas una diferencia entre ser feminista y ser antipatriarcal. ¿El feminismo sería colonizador?

No lo pondría en esa categoría, pero sí en el lugar de la cultura dominante. Hay una forma, una impronta de la cultura dominante al analizar el mundo sin poderse abstraer de ciertos rasgos de arrogancia muy fuertes que se imponen como la verdad. Una actitud antipatriarcal sería empezar a destruir el sitial de la verdad y empezar a construir las verdades. ¿Qué me pasa a mí con el feminismo? Me parece que tanto el machismo como el feminismo son análisis o lógicas que surgen desde Occidente y desde un pensamiento que pone etiquetas y categorías. Sería bueno empezar a darnos cuenta de que existen muchísimas categorías, algunas incluso no clasificadas o ni siquiera enunciadas, y abrirnos a eso. Lo que me pasó en este encuentro zapatista fue ver la arrogancia. Había una chiquita hippie, muy jovencita, a la que escuchaba decir “Ay, a los zapatistas los están introduciendo al capitalismo porque nos cobran la comida”. Yo pensaba que esta chiquita ha tenido la posibilidad de pagarse su pasaje, venir a Méjico, seguramente se va a quedar luego haciendo un poco de turismo y no entiende nada. Resulta que había diez mil mujeres y las zapatistas vendían a un precio casi irrisorio la comida. No sabés cuánto trabajaron para darnos de comer. A las cinco de la mañana, estaban levantadas porque había que alimentar diez mil mujeres. Y la actitud de muchas “revolucionarias” era de sentarse en las mesas a charlar y comer y dejar su descartable para que “la sirvientita zapatista” levantara la mesa y limpiase.

¿Y era muy notoria la diferencia de las argentinas?

Aldo Rodriguez, "Rayen"
Aldo Rodriguez, “Rayen”

Creo que había de todo, pero las argentinas tienen algo que a mí me genera contradicción sentimental. Por un lado, me siento orgullosa de ellas, de la fuerza y el poder casi patotero, a veces, para imponer su dignidad de mujer. Pero, por otro lado, eso mismo les juega en contra con sus pares. Entonces ¿cómo empezar a trabajar eso? Hay una diversidad de lenguaje según el destinatario, y me parece que las mujeres originarias tenemos una sensibilidad y una forma de relacionarnos tan diferente, que hasta puede llegar a ser muy chocante. Yo decía: “vienen a territorio zapatista, aquí está la tierra abonada con sangre. Todas estas mujeres que nos reciben tienen un hijo muerto, un marido muerto, un padre muerto, hermanas, mujeres que murieron luchando para lograr el levantamiento zapatista, estos son territorios liberados a sangre y balas. Y esas mujeres son capaces también de agarrar el fusil para defendernos -y de ahí que hablaba de sentirnos seguras-, pero también son capaces de amasar el maíz para darnos de comer. Qué honradas nos debemos sentir y qué avergonzadas de no responder a la altura de semejante implicación. Nos están invitando a su casa…

 

BAJATE UN CAMBIO

            Ahora soy un lago. Ciérnese /sobre mí una mujer, busca mi alcance./
Vuélvese a esos falaces, las luciérnagas /de la luna. Su espalda veo, fielmente
la reflejo. Ella me paga con lágrimas /y ademanes. Le importa. Ella va y viene.
Su rostro con la noche sustituye /las mañanas. Me ahogó niña y vieja”

“Espejo”, Sylvia Plath


También escribiste en facebook sobre lo que sucedió al regreso del encuentro en Chiapas. Muchas te preguntaban dónde habías estado el 8 de marzo, como si hubiera sido una obligación tuya estar acá. Vos respondiste con un texto:

¿Qué dónde estuve el 8 de Marzo? Esa fue la pregunta que me formularon de diferentes medios alternativos. Ser mujer y activista, nos compromete de una manera especial para esa fecha. Debí escribir esta crónica mapuche en territorio zapatista hace ya algunos días. Sin embargo como mujer originaria tengo otros tiempos, otros modos para rememorar y reflexionar sobre lo vivido. Recogemos desde la memoria momentos que acariciamos y las unimos como finas hebras de lana seleccionadas para tejer en el telar de los recuerdos, el memorial de muestra conciencia.

Eso era muy gracioso. Tenía muchísimos mensajes. Yo suelo andar mucho por territorios donde no hay señal y, cuando vuelvo, me viene un aluvión de cuatrocientos mensajes. El 8 de marzo parecía que yo tenía la obligación de haber estado acá y en todas y cada una de las manifestaciones a la vez. Por eso decidí escribir.

En eso que escribiste decías que, como mujer originaria, tenés otra velocidad. ¿Esa velocidad tiene que ver con la forma de pensar, con la forma de hablar, con la forma de relacionarte con tu cuerpo?

Sí. Yo necesito permitirme atravesar el tiempo-espacio de mi propia conciencia en todo sentido. No me refiero a mi razón. Tengo que empezar a entender que mi cuerpo tiene límites. Siempre me consideré una mujer todo terreno. Si tengo que dormir en hamacas, duermo en hamacas, me la paso viajando. En Kurdistán aprendí a bañarme con dos gotitas de agua… Sin embargo, ahora noto ya el cansancio, el agotamiento y debo ver cómo puedo adaptarme a eso. Creo que ese agotamiento es álmico, no sólo del cuerpo. Todo mi ser está cansado. Me lleva mi tiempo tratar de pensar cómo comunico lo que me  atraviesa, porque no es mío. A través de mí, hay también una parte de la Mapu que sufre y que también es mi pueblo y somos las mujeres indígenas en su conjunto. Entonces,

 Antil, "Alonso y la frontera".
Antil, “Alonso y la frontera”

a pesar de que a veces siento mucha tristeza y casi desahucio, quiero a toda costa lograr que el amor triunfe dentro de mí, que pueda sentir que hay una responsabilidad que trasciende a mi subjetividad individual: mi conciencia colectiva. Para poder venir y escribir, así sea un párrafo chiquitito, debo discernirlo en todos los sentidos que me abarcan como mujer. Entonces, al poner palabras sobre el papel, no estoy vomitando vocablos intempestivamente. Es todo un proceso y siempre hay cosas que dejo afuera, vinculadas a mis egos. Porque esa es otra batalla permanente, ver cómo desandar nuestros egos para poder encontrarnos en una perspectiva más colectiva.

La escritura es siempre otro tiempo…

Y pareciera que fuera una tarea de tanta soledad, ¿no? Porque, ¿quién puede venir a traerte la palabra? Aunque, de repente, en una conversa como esta, salen cosas como lo que recién señalabas, “necesitamos a la tierra”, eso inspira un montón. Me alegra estar en sintonía con mujeres como ustedes que, si vieran dónde y cómo vivo, verían que mi vida es por completo diferente a la vida de ustedes. Y, sin embargo, hay un sentir común, estamos necesitando la tierra y ese sentimiento nos acerca y nos unifica.

 

VOZ VIAJADA DE NOCHE

                                               “he sido toda ofrenda/un puro errar de loba en el bosque/en la noche de los cuerpos/para decir la palabra inocente
Alejandra Pizarnik
 

La escritura también es común a mucha gente que vive en situaciones muy diferentes esa necesidad de otro tiempo. Antes te mencioné algo como al pasar. El gusto que vos mostrás al escribir por los recursos poéticos. ¿Qué es lo poético para vos?

El mapudungun es poético ya desde su nombre, que significa “el habla de la tierra”. Así se llama nuestra lengua. Y, cuando vos preguntás qué nombre tiene tal o cual persona estás hablando del mapüy. Mapu es tierra, üy es sonido. Sería cómo suenas en la tierra. Y cuando preguntás ¿cómo es tu nombre?, decís Iney pingey. Iney es quién, pi, decir y ngey es esencia: ¿Quién dice tu esencia? Lluvia, sol, viento, montaña. Todo el mapudungun está lleno de poesía.

Moira Millán
Moira Millán

Incluso en la síntesis ¿no?, en una palabra…

Hay una palabrita que es tan potente y tan descriptiva para significar lo que nos pasa, que es atravesar la noche: yerpün. Nuestros ancestros, nuestros antiguos nos decían que gente puede ser cualquiera, pero persona, no cualquiera. Ser persona significa haber tenido varios yerpün, haber atravesado varias veces la noche. Eso entra en contradicción con la educación de nuestros niños hoy día. Se piensa que amarlos, cuidarlos, es crearles una burbuja a su alrededor, que no vivan ningún tipo de carencia, ni de pena, ni de injusticia, ni de nada. Termina por ser más seguro para la mamá y el papá chantarlo veinticuatro horas frente al televisor o la computadora que salir a la calle a jugar con sus amigos, porque el mundo parece una cosa extremadamente peligrosa. Entonces esos niños crecen sin atravesar sus noches. Tienen cuarenta años y siguen siendo niños inseguros, dilatan su adolescencia porque no lograron ser personas. Y tienen cincuenta años y gobiernan un país sin haberse convertido en personas.

Habría que diferenciar también el concepto de atravesar la noche del de sacrificio.

Claro. Es otra cosa. Atravesar la noche significa vivir en intensidad y en plenitud. Vivir. Y, en ese vivir, van a sucederte cosas buenas y malas. Y lo que venga lo tenés que atravesar. Ahí te vas descubriendo. Los mapuche nos reímos cuando escuchamos decir “Ay, quiero saber quién soy yo”. Esa es una metáfora que no logramos entender, es de los conceptos que no entran en nuestra idea: ¿cómo no va a saber quién es él? Porque nosotros ya crecemos sabiendo, en cierta medida, quiénes somos, tenemos adentro el newen. Después, claro, la machi reafirma. Yo soy weychafe. Pero no lo soy porque me nombraron o porque me votó la mayoría, nací weychafe. Nací una guardiana de la vida.

¿Cómo es eso?

Weychafe, mal traducido, es guerrera. Pero, en realidad, sería como guardiana. Nosotras nacemos con ese don o con ese newen, esa fuerza, esa energía que nos habita y nos permite, en momento de lucha y de confrontación, saber cuál es la estrategia para defender tu territorio y tu comunidad. Yo he participado y he liderado cantidad de acciones directas, desde cortes de ruta a recuperaciones territoriales, toma de edificios.

Por eso te quiere la Bullrich.

Claro, presa me quiere. Pero todavía no lo consigue, vamos a ver cuánto tiempo me deja libre… Te decía del newen. Yo sueño qué hay que hacer, sueño que va a salir bien, sueño por dónde van a venir los problemas y, en el pewma -en el sueño-, veo cómo vamos a dejarlo. Y después eso se produce. Y, mientras estamos haciendo la acción, yo recuerdo mi sueño.

"mujer mapuche"
“mujer mapuche”

¿Esos sueños vienen de esa energía de tus antepasadas?

Sí. Totalmente. Ellas vienen a mis sueños y me indican. Ellas siempre van a ver más de lo que nosotros podemos ver. Y el pewma es un canal de comunicación con ellas. Y hay otras hermanas que son mujeres medicina, que puede ser la machi o la weychafe. La machi te lee la orina y te dice qué está pasando en tu cuerpo, qué enfermedad tenés y por qué tu cuerpo llega a manifestarse así, qué le pasó a tu espíritu, porque primero tiene que pasarle algo a tu espíritu para que después el cuerpo lo manifieste. Entonces, sin saber tu nombre o tu apellido, ella sabe todo lo que te pasó. Hasta lo más recóndito de tu vida, eso que no querés contarle a nadie, ella lo saca a la luz.

¿Y eso se transmite oralmente, a través de los sueños…?

A través de los sueños, a través del trance, ellas tienen un poder que los demás no tenemos. Por más que yo diga que soy machi, si no tengo el newen, no lo tengo. El lonco. El lonco no es el que manda. El lonco es el que tiene el poder para ordenar la vida política, comunitaria, social y espiritual. Un lonco se caracteriza fundamentalmente porque logra unir a la comunidad. Vos vas a un lugar donde hay un lonco al que nadie quiere ni reconoce y están todos peleados entre sí, evidentemente ese no es un lonco.

 

CÓMO CONVERSA EL RÍO

                                   En la pequeña aldea donde se había criado, el río había sido el cielo de su infancia. Pero, en el fondo, el azul nunca es un color exacto. Apenas un recuerdo, en nosotros, del agua que fuimos.”
“Un río llamado tiempo, una casa llamada tierra”, Mia Couto


¿El lonco siempre es varón?

No. Hay mujeres y hombres. Ese es otro de los temas por los cuales yo me identifico más con la lucha mapuche que con la lucha feminista. Y si ustedes conocieran mucho la lucha mapuche, capaz que terminan siendo mapuchistas y no feministas, porque en el mundo nuestro todo se ordena a través del newen, a través de las fuerzas. Se llama sistema punewen. Entonces a nosotros no nos importa si la machi es mujer u hombre, si es viejito o joven, lo que nos importa es ese newen en él.

¿Hay femenino y masculino en el lenguaje?

Antilcollon, "mamá pacha".
Antilcollon, “mamá pacha”

Sí, hay. No hay artículos, todo espy. A diferencia de las hermanas del norte, que dicen que la luna es mujer y el sol, hombre, nosotros decimos que todo tiene femenino y masculino y que todo tiene la fuerza joven y la fuerza de lo ancestral. Y, en la estratificación espiritual, hay el gnewene, nombre primero de todo, fuerza superadora de todo, a la anciana mujer. Entonces, primero la luna, anciana mujer. Después viene luna anciana hombre, después luna joven mujer y, por último luna, joven hombre. Es inverso al sistema occidental en que está primero en la pirámide el hombre joven por sobre todos los demás.

Y, en nuestro sistema, la última valoración es para la señora vieja. Pensaba que, independientemente del newen que te toca, hay cosas que todo newen debe poder. En un momento hablás de escuchar cómo habla el río. Desde nuestro lugar de ignorancia de esta experiencia, pensaba si esto se puede enseñar.

Sí. Eso es cultural, claro. No es una cuestión de newen. A veces me preguntan cómo se enseña. No lo sé, crecemos así y no se me ocurre un sistema pedagógico para enseñar a escuchar el río. Me parece tan natural… es como hacer pipí.

Nosotros le enseñamos a hacer pipí a nuestros niños. Sería muy interesante como experiencia poética, como desafío a la razón y a la lógica, poder escuchar el río. Tiene que haber algún canal de transmisión.

En nuestra cultura, lo vamos naturalizando desde muy niños. Yo me crie en una ciudad, pero mi mamá obraba y actuaba como mujer mapuche. Recuerdo algo muy fuerte de ella. Nosotras, mis hermanas, hermanos y yo no logramos dimensionar su dolor. Ahora, de grande, me doy cuenta. Ella había perdido la tierra, se la habían quitado. Cuando caía el sol, le agarraba la nostalgia y lloraba porque recordaba que, al ocaso, iba a buscar los animales, iba al campo y bajaba las ovejas al corral. Ella sufría un montón vivir en la ciudad. Mi papá era ferroviario y alquilábamos. Nos mudamos varias veces. Lo que ella priorizaba no era tanto la casa, sino que tuviera mucho patio. Ni bien llegábamos, lo primero que ella hacía era una quinta. Tenía formas y costumbres que a mí me avergonzaban de chica. Después, las entendí. Ella tenía una comunicación especial con la naturaleza. Por ejemplo, una mascota llegó un día a su patio lleno de plantas y flores. Era un tero. Ella lo llamó Fermín y lo trataba como a un par. Lo llamaba y el tero venía, como un perrito o un gatito. Ahora me doy cuenta que eso no es, digamos, común. Mi mamá tenía ese lenguaje. Después también sucedió con una coneja, Pocha. Yo me crié en el realismo mágico, o en una magia de la realidad, no sé cómo llamarlo a esto de conversar con la naturaleza. Ella me enseñaba cómo hablarles a las plantas para que den sus flores, las saludaba… Mis abuelas eran lawentuchefe, mujeres medicina, entonces hacían remedio con plantas, sabían cómo hablarle a la planta para que les suministre la medicina. Mi hija nació, se crió en el mundo mapuche, el campo. Y ahora fue al Caribe. Su padre vive en una isla en el mar Caribe. Me impresionó cómo empezó a salir en ella todo lo guna, la cultura del Caribe. Fue tomar contacto con esa tierra y empezarle a salir lo que en ella estaba encofrado.

Para saber qué newen tiene cada uno hay que esperar a que se manifieste.

Se va manifestando cuando sos niño o niña, después la escuela… Para nosotras, lo peor que puede existir como herramienta de colonización y de esclavitud espiritual es la escuela. No sé si tienen hijas o hijos, pero uno los ve con una imaginación y una capacidad de bondad innata, hasta que van a la escuela. Ahí empieza todo lo malo, podan su espíritu.

Les van cortando las alas.

Sí, claro. Y terminan domesticados.

 

ASTILLAS DE LA VOZ

                        Le queda un poco de luz a la sombra, verde, sombra del pájaro, y en seguida oscuro y esa voz con mi nombre.”
“El libro de las mariposas”, Arnaldo Calveyra


¿Nunca tuviste la necesidad de escribir poesía?

Moira Millán.
Moira Millán.

He escrito, sí. Nunca publiqué. Hace poco estaba enamorada y volvió a despertar la poesía. 

¿Cómo vive la mujer mapuche su cuerpo? Por allí dijiste que es el primer territorio a liberar.

Es un tema. Lo hablamos mucho con las hermanas porque hay mucho dolor. Cargamos todavía la pena, irreparable hasta el momento, de las violaciones. Abuelas, madres, todas hemos sido violadas. Todas. Yo entré a trabajar a casas de familia cuando tenía doce años. Me tenía que cuidar de los patrones, que abusaban de mí, que me manoseaban. Les tenía terror y les  tuve terror durante mucho tiempo a los hombres. Pero la fuerza que había en mí, de weychafe, hacía que me pusiera en alerta al acercarme a ellos. También hay en nosotras una tendencia a la servidumbre doméstica y sexual, entonces, los hombres se sienten habilitados a hacer cualquier cosa con nosotras porque las mujeres callamos. Durante mucho tiempo, no solamente cuando fueron los campos de concentración y exterminio contra nuestro pueblo, sino posteriormente, cuando íbamos a trabajar a las casas en las ciudades, salíamos con un hijo del patrón en la panza. Y la patrona no se escandalizaba ni la sociedad denunciaba. Y nuestras hermanas iban, dejaban el niño en el campo para que lo criara la abuela y volvían a servirle al violador como si nada hubiera sucedido. Nunca hubo condena sobre eso. Hace años atrás se me dio por investigar cuánto se había escrito sobre el tema en Argentina y me horrorizó ver que no se ha escrito. Encontré un libro en Méjico, escrito por Elena Poniatowska, muy interesante, habla sobre la realidad de las sirvientas indígenas en Méjico. Hay otro en Perú “Se busca muchacha”, que cuenta el nivel de maltrato físico y psicológico que sufren las mujeres indígenas allí. En Argentina lo único que encontré es de una mujer del Pro, que escribe algo así como “Cómo encontrar una buena sirvienta y que te dure”.

¿Ese tema está en tu novela?

Sí, está.

¿Qué concepción singular del cuerpo tienen las mujeres mapuche?

No quiero hablar en nombre de todas mis hermanas porque siempre se genera debate sobre esto. Lo que he percibido es que, como no está el peso del cristianismo sobre nosotras, nuestra sexualidad es mucho más plena. Y el amor es más libre, no está la cuestión de la propiedad. Eso ha sido muy significativo en cuanto a que, generalmente, somos mujeres sin parejas. Los hombres nos quieren de amantes. Pero, a la hora de elegir con quién casarse, tratan de que sea blanca. Y no sólo los hombres blancos, los hombres mapuche hacen lo mismo. Aquel que sale un poquito más adelante socialmente, digamos,  en su imaginario, el ascenso social, implica una mujer blanca a su lado, eso complementa la imagen de haber ascendido.

¿Y funciona también para la mujer casarse con un blanco?

Lorena Lemungürü, textil mapuche
Lorena Lemungürü, textil mapuche

Son menos los casos. Se da más en los hombres porque la mujer blanca es menos prejuiciosa que el hombre blanco. Ama y se libera. Cuando encuentra un hombre indígena y se siente amada por él, no le importa un carajo y se casa. El hombre es calculador y mide consecuencias, se proyecta racionalmente en las relaciones que establece, es menos libre, está condenado a esclavizarse por esa razón impuesta. Entonces, puede amarte. Pero, si no le convenís socialmente o económicamente, va a elegir lo que tenga menor riesgo. El hombre busca el menor riesgo posible en todas las cosas. Las mujeres tendemos a ser más apasionadas y más libres en nuestros sentimientos. Entonces, sí, he visto cantidad de mujeres blancas casadas con hombres indígenas. Pero, al revés, es un número ínfimo.

 

SUSURROS DE SURCOS ABRIR

                                   “Moveré mi mano en la oscuridad como un arado/ y caeré con todo el peso de la cosecha”
Osip Mandelstam


Sos una mujer que no anda mucho tiempo sola.

El tema de la soledad es el tema de mi vida, creo que por eso también escribí la novela. Me llevo muy mal con esta soledad porque siento que a veces me vacía, me debilita. Al mismo tiempo, me consuelo diciéndome que estamos en un momento histórico donde nos toca abrir el surco y la tarea la tenés que hacer vos con tus brazos, con tus manos, con tu espalda encorvada, con el dolor y el esfuerzo que eso implica. Sembrar es más fácil, es sólo poner la semillita en tus manos, distribuirla y esperar que suceda el milagro. Cosechar es pura celebración. Estamos en este momento de abrir el surco. A veces siento que abro el surco en el territorio de mi alma y duele muchísimo. Me doy mi tiempo también para ser atravesada por ese dolor, por esa soledad. No quiero ver a nadie y lloro si tengo que llorar. Cuesta mucho que la gente me vea como la mujer que soy. A veces me enoja eso. No sé si esperan algo de mí, pero se han acostumbrado a ver a la Moira militante. Tengo mis desamores, decepciones, a veces extraño mucho a mi mamá, que murió en 2002. Yo atravesé un cáncer de estómago, del que me estoy curando ahora. La pasé muy mal y quería el abrazo de mi mamá, que estuviera ahí preparándome yuyitos, me sentí muy sola, sentí que tenía que atravesar esa noche y salir adelante. Hubiera querido un compañero, creo que toda la vida lo quise, logré escribir algo sobre eso. Cuando era chiquita, frente al dolor, el maltrato, las palizas y los abusos, me imaginaba que algún día iba a estar con alguien y que conocería el misterio de las caricias y los abrazos. Eso era un interrogante de chica, porque no los tuve. Pero es muy difícil un compañero para mí, porque me cuesta mucho enamorarme, me doy cuenta que, en general, me aburren los hombres. Tengo pocos amigos varones a los que amo entrañablemente y me nutren, los llamo para que conversemos porque me hace bien. Pero también soy una mujer que está todo el tiempo con mucha gente y me llega a doler la cabeza con los hombres que hablan mucho desde la razón y ya tienen su discursito armado, sean de izquierda o de derecha. Me aburren los hombres ególatras, tanta racionalidad fría, me cansa.

¿Y qué te enamoró de este último amor que te hizo escribir poesía?

Pilar Ríos, Mapuche con Trailonco
Pilar Ríos, Mapuche con Trailonco

Él es muy valiente. Es muy curioso esto en el mundo mapuche. He ido muchas veces con mal de amores a ver a la machi y ella clasifica al hombre por corazones: el hombre con corazón de niño, el hombre con corazón valiente, y así. A partir de esa estructura inalterable, vos decidís si te querés quedar con esa persona. Pero ese romanticismo de que por amor se cambia, no. El hombre temeroso va a serlo siempre. Tendrá tu amor y te dará el suyo, pero será temeroso. O el hombre corazón de niño, el que es juguetón, caprichoso, dependiente, ese cambiará dos o tres aspectos, pero siempre será niño. Podés elegir amarlo igual. Este hombre es de corazón valiente, se la juega por la justicia, lucha, le interesa estar siempre del lado de los que sufren. Yo soy una persona que no está acostumbrada a que los hombres me quieran cuidar, en general, es al revés. Y, de pronto, él era de estar atento a mis necesidades y me conmovió mucho esto. De no tener nada de nadie y, de repente, encontrarte con tanta generosidad. Es que yo he estado con hombres muy mezquinos. El problema es que tiene compañera… Y como en la Argentina la poligamia todavía no…

¿Y dentro del pueblo mapuche?

Hay poligamia en el pueblo mapuche, sobre todo, en Chile. En Argentina, no. También hay poliandria, mujeres mapuche que tienen más de una pareja. Culturalmente, las personas se complementaban por su espíritu. Hay quienes se complementan con más de una persona. Y, aunque vos les impongas la normativa monogámica, te va a poner los cuernos siempre porque va a ver en ellos unan necesidad innata de su estructura espiritual, de lo que son, a buscar otra. Y no es que te amen menos, es que necesitan eso. De hecho, en el caso de los hombres, se entendía que tenían como su percepción femenina y su ser masculino y eso los complementaba para la medicina también. Bueno, hay muchos aspectos de esa cultura que, debido al cristianismo y a las leyes que reprimen todo, no se han seguido desenvolviendo culturalmente como lo hacían.

¿Y el nivel de derechos sexuales y reproductivos, planificación familiar?

En eso fuimos de avanzada porque, si no, esto hubiera sido un estallido de millones de personas cuando llegó Colón. Había plantas medicinales que ayudaban al control de la natalidad, no sé si plantas abortivas, pero sí anticonceptivas. Había un cuidado de eso y también la maternidad era a edad más joven, es antinatural que la maternidad se postergue tanto también. A mis cuarenta y siete años, por ejemplo, no tendría ya la energía necesaria ni la paciencia ni todo lo que tuve cuando fui madre. Mi hija más grande tiene veinticuatro años. Sí me doy cuenta que puedo ser una gran abuela, estar un rato jugando con los niños, esa energía de ellos me alimenta el alma, me fortalece, pero no soportaría estar con la carga de criar a un niño más. La naturaleza es muy sabia en ese sentido, nuestra postergación o adelantamiento de la maternidad no tiene que ver con el orden natural, sino con el capitalismo, con todo lo que nos está pasando, que nos desnaturaliza.

 

RUMOR DE HUESOS

                        tan huesolita que te ibas tan/de la gracia mucha y poca si cuando vuelvas ves mis/días oh piedra llena llaga/ hermosa”
“Tan huesolita que te ibas”, Juan Carlos Bustriazo Ortiz
 

En tu Facebook aparece una foto de cráneos y huesos que encontraron ¿es frecuente que aparezcan restos?

No. Lo publiqué para anoticiar al país porque era algo rarísimo lo que había acontecido. Lamentablemente, no se va a investigar. Lo terrible de esa bolsa de basura con cráneos -algunos fosilizados- era que estaban mezclados con restos óseos contemporáneos. Alguien intentó ocultar y mezcló los actuales con los fósiles. ¿Por qué?, ¿cuál era la intención?, ¿qué se ocultaba? Otra cosa que no se dijo de manera categórica es que no fueron encontrados dentro de la reserva ecológica de Patagonia Natural, sino en el límite entre la estancia de Zorrieta y la reserva, pero en la tierra de los Zorrieta. Ahí habría que investigar. Estamos hablando de una familia de mucho dinero y de mucha influencia política. Es algo para investigar. Debido a mi militancia, me preguntan sobre cada cosa que sucede en la provincia de Chubut. Y yo hice público este tema sin consultar a la persona que había hecho el hallazgo. Así que, después, claro, me llegaron algunas reprimendas, porque los periodistas volvieron loca a esta persona y además esto le acarreó un montón de problemas. En ese momento, me pareció que esto no era una noticia más, sino algo que nos estaba sucediendo a nosotras, y digo nosotras porque Puerto Madryn es una ciudad que está muy en la mira por la trata de mujeres. Sentí que se estaba ocultando algo de esto, que era algo que nos afecta como pueblo y no a alguien en particular solamente.

Mujeres
Mujeres

¿Hay un acuerdo en la comunidad de consensuar todo lo que va a salir hacia afuera, como comunicados o información?

Es cierto que consensuamos. Pero, cuando son hechos o situaciones que se dan dentro del territorio mapuche, bajo administración mapuche. En este caso, se trataba de una persona de Buenos Aires que había ido a vacacionar e hizo el hallazgo. No había mucho que consensuar. Ahora me vine impactada de lo que vi en Méjico y en Panamá. Me doy cuenta de que pertenezco a un pueblo que todavía tiene un vínculo con la tierra, porque los zapatistas están haciendo una revolución social y política interesante, pero la tierra no está siendo parte de esa lucha, la están sobreexplotando, la ven como campesinos, como un espacio de producción. Es una tierra que pide ayuda a gritos. No sé cuánto les va a durar, porque ellos están hacinados en parcelas pequeñas y les echan animales y siguen y siguen con los cultivos. Esa tierra no da más, está raquítica. Siguen cortando los árboles para leña. De la selva Lacandona, no va a quedar nada dentro de unos años. Me preocupó eso, pensé que porque eran indígenas tenían una relación de amor con la tierra.

O sea que esto es bien mapuche.

Debería ser también así para ellos y creo que lo ha sido en el pasado. Entendí también que no eran propiamente de ese lugar, que llegaron ahí expulsados de sus territorios y tal vez por eso no tienen ese arraigo.

 

QUE NADIE ABANDONE LA VOZ DEL RÍO

                        El río estaba triste como nunca. Ella le había arrojado esa alegría. Para que el agua recordara y así fluyeran gracias divinas.”
“Un río llamado tiempo, una casa llamada tierra”, Mia Couto
 

Hay una encíclica papal que refiere al tema de los pueblos originarios ¿la conocés?

Yo recojo el sentir de las acciones, no de las palabras. Hay diez mapuche presos por una recuperación de un predio de doscientas hectáreas en Temuco, Chile. Un lugar que la iglesia tenía casi como un spa para los seminaristas mientras, alrededor, los mapuche se estaban muriendo de hambre porque tenían media hectárea cada uno. Esas familias recuperan ese predio y la iglesia católica los denuncia y los manda presos. Cuando fue el Papa a Chile, tratamos de que las familias de esos presos tuvieran una reunión con él, y él no quiso hacerlo. No quiso reunirse con la machi Francisca Linconao, que es una guardiana del cerro, que por proteger el cerro de las forestales terminó encausada. Entonces lo que veo es que hay una iglesia hipócrita que saca encíclicas como estas porque hay hombres y mujeres como ustedes que empiezan a sentir la necesidad de la tierra y se arriman a nuestra lucha. Ellos no quieren perder a sus feligreses, cada feligrés es un dinero que le entra a la iglesia. Entonces, hipócritamente largan esas palabras. Dicho esto, lo que está bueno de esa encíclica que mencionás, es que a nosotros nos permite decir que la autoridad máxima de la religión más grande del mundo está dándonos la razón. Pero volviendo a la soledad en el terreno más de mujer, la siento al final de cada día, sobre todo, cuando estoy dando batalla, siento que necesito ese compañero. Están los hijos, pero los hijos te aman y también te demandan. Una vez estuve una semana tomando la Municipalidad de Esquel con cerca de setenta hermanos mapuche contra un proyecto de megaminería. Una semana. No me bañé, no dormí, estábamos rodeados por la policía y demás. Yo tenía que estar ahí porque lideraba esa acción. Ganamos. Bajaron cuatro mil personas a apoyarnos, se armó la mesa de negociación, no se le renovó la licencia a la empresa. Ganamos. Y yo veía a mis compañeras y compañeros, los hermanos de la organización, irse a celebrar. Fulanito se iba con su esposa y sus hijos, a Menganita venía  a buscarla el marido. Yo, que lideré, que estuve a la cabeza de esa acción, me volví sola, caminando por las calles de Esquel, contenta de que habíamos ganado. Llegué a mi casa y había una montaña de ropa para lavar, los platos sucios, mis hijos enojados porque me había ido una semana y en esa semana no fueron a la escuela y demás. Bueno, lleno de reproches. Yo ahí quería un compañero. Los líderes, los activistas varones andan por el mundo jugando al paladín de la justicia porque las mujeres les crían los hijos. Y no se enteran de nada, al contrario: llegan y son recibidos como héroes, amorosamente, por sus mujeres. Esa soledad, en la mujer, se vuelve tremendamente desalentadora. Es un nivel de cansancio…

¿Y qué hacés en ese momento ante la pila de ropa?

Nada. Cuando me encuentro con eso, y es muy común que me pase, respiro y me pongo a ver una comedia romántica con final feliz, si puedo. O me pongo a cocinar, a hacer algo rico y compartirlo, relajarme, aunque todo el mundo se venga abajo, porque si no, no puedo. Al día siguiente sí me pongo a lavar la ropa y limpiar la casa, que no es algo tan pesado tampoco. Pero es duro sentir que estás haciendo algo trascendente y ni hay un mínimo de reconocimiento, no de los que gobiernan porque ellos siempre me van a perseguir. El día que el sistema me premie, digo yo, dejen de saludarme porque algo mal hice.

¿No tenés miedo de que te maten?

No. Me preocupan mis hijos, mis nenas y mi nene. Quiero que estén bien y que estén fuertes si eso llega a acontecer. Es una realidad con la que convivo desde hace mucho, lamentablemente, estuve y estoy en la mira. El día que me maten, me van a hacer un favor porque serán las largas vacaciones que nunca tuve y merezco. Pero no tengo miedo. Más que morir, me preocupa mucho que se desvirtúe esta lucha, no me interesa si salen a reclamar justicia por mí o no, pero sí que nadie abandone el motivo por el cual entregué mi vida. Ahora estamos luchando contra la represa. No queremos que asesinen el río. Si mañana el costo de esa lucha se lleva mi vida, que no se desgaste la gente en pedir justicia por mí, ya está, ya me fui. Que no permitan que asesinen el río. Los humanos no somos más importantes que la naturaleza. Si perder la vida por salvar un río es el costo, yo lo pagaré. El río lleva miles de años de existencia y su presencia en la tierra es vital para miles y miles de personas que desarrollan su vida gracias a él. Entonces, lo importante en esta lucha, el foco, no son las personas sino los motivos de nuestra lucha, la Mapu.

 

Moira Millán con El Anartista
Moira Millán con El Anartista

 

 

 

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