La lucha: sobre la clandestinidad
Por Liliana Franchi

Con un poco de amor fue tejida mi piel y el cincel de mis huesos fue un poco de amor.
Con un poco de amor soy yo mismo, soy tú, soy aquel

EL TANTITO DE VASO LLENO
Aquel que ha conocido la libertad y la luz, hoy vive en las sombras. Las atraviesa,
apoyado débilmente sobre sus pies cansados y también las padece. Finalmente, no
solo se acostumbra, aprende a luchar desde ellas. Lucha por sobrevivir, por los otros,
por la esperanza, por la simpleza de lo que perdió, por lo que pudo haber sido,
empieza a valorar con los dedos y sentidos lo que posee, aunque ya no es lo que
tenía.

Soledad
Por pequeño e insignificante que sea, lo sobrevalora, ya no puede vivir sin ello. Por el contrario, la clandestinidad representa las sombras, el estar y no poder visibilizarse, el moverse permanentemente nómade, el mentir sobre la propia historia, transformarla a veces, seducir al enemigo para preservarse, llevarlo con astucia hasta su propia trampa, alejarlo. Es también comer salteado, porque ya no tenemos hambre. Y, a la vez, aprender de los sobresaltos, distanciarse de lo tan querido. Y, como olvidarlo, el miedo. El miedo que nos sigue a cada paso, sin posibilidad de parar, tras el propósito es sobrevivir.
Sólo queda abatirse entre un silencio clandestino y la incertidumbre impiadosa,respirar algunos cortos momentos, quedar en penumbras permanentes.
Así fue para quienes debimos pasar a la clandestinidad en la dictadura. Las mañanas señalaban que aún seguíamos vivos, con el deseo de salir intactos.
Permanecíamos heridos, lastimados, rotos, con la firme única posibilidad de resistir y nacer de nuevo, un poco más enteros quizás, no obstante, no todos lo lograban.

MURMURANTES
Fue una ilusión arrancada a dentelladas certeras e impunes. Sobrevivir e intentar vivir para seguir, para volver a observar detenidamente aquello empobrecido y fortalecerlo.
Hablar en voz alta, mostrarse, encontrarse con el otro, con alguien, ser cómplices en la mirada y, en silencio, caminar a cielo abierto. Por las noches, bien tarde, sentirnos libres, más fuertes que el viento frío de cada invierno.

En esta soledad ensombrecida quisiera amarte en el hueco de mi herida, acurrucarte una vez más, llevarte las manos hasta la luna misma que nos 1535894149_536997_1535894967_noticia_normalunió, sospecharte dormido y susurrarte.
Sola me murmuro y me aliento, son soledades que marchan a la par. Para no desalentarme he puesto una música apenas audible, sobre un catre cuidadosamente abierto y equilibrado, huelo la tierra seca del piso y creo dormirme: ”me ves sentada en cicatrices, soltá el dolor”

ALGUITO PARA LOS MUCHOS
Así fue el costo de una militancia comprometida en el amor hacia el otro, un poco más de equidad, y alguito para los que no tienen nada. Socializar e involucrarse eran
palabras, una y otra vez perseguidas en sus sujetos hasta “exterminarlos”. A parti9c1f4a9283832ccfb86c1c2b69ab3475--rope-art-restraintr de
1976 comenzaron las desapariciones, los asesinatos, los campos de concentración sin identidades y sin esperanza. Se puede huir tantas veces y ser encontrado.
Después de perder casi todo- digo casi porque mi pequeña se encontraba a resguardo- pensé que debía protegerme para ella, poder contar esta historia de persecución, desamparo e impunidad. Entonces, en 1977, comenzó otra lucha, la mía por sobrevivir, levantarme, volver a construir. Sabía que llegaría ese momento. En la clandestinidad tanta contienda por la supervivencia me hacía sentir egoísta, culpable por quienes estaban ausentes. Fueron años duros. Intentar ser insignificante, no incursionar en peleas, tampoco preguntar ni que me preguntaran. No estar al descubierto por mucho tiempo fue una prueba intensa, angustiante. Mi refugio era siempre volver, poder hacerlo, no importa cuántas veces he cambiado de lugar, solo el regresar me mantenía segura.

 

LA VENTURA DE LAS SOMBRAS

Eran despiadados en las búsquedas, olían a verde muerte, sin mirada. He estado en
situaciones temerosas varias veces, la cotidianidad seguía su curso y yo me sentía
una infiltrada a contramano, siempre con mis pies en movimiento.
Hoy, en retrospectiva, no solamente me sentencio viva, sino sé que mi lucha se
potenció, sin retroceder. Es más, e multiplica con fuerza.
Aprendí a resignificar, a reírme de algunas situaciones conflictivas vividas que, al paso
de los años, se han vuelto un artificio poético. Caminaremos siempre con una rotura
sobre nuestras espaldas, pero eso no impide ni retrasa. Quizás, ayuda a valorar cada
música que libremente escuchamos las mañanas de domingo.

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Cómo quisiera saber de vos, querido Ray, que nos reúna una tarde junto a un par de ginebritas, recordar el día que viajábamos hacia provincia, con tu generosidad en darme una mano y un lugar. Habías llevado un viejo y grande aparato de música. El
tren se detuvo, subieron ellos, el ejército argentino y, en un instante, armamos una coartada que repetíamos. Nos separaron en dos filas, pidieron documentos, mis pantalones Oxford tocaban el piso, a los tuyos los ajustaba un cinturón marrón. Nos hundimos en una despedida, sin embargo, ambos nos reencontramos media hora después y el abrazo gritó nuestros nombres. Observé entonces que te habían sacado el grabador, ¡con el trabajo que te había dado traerlo!
Reímos mucho, comimos una ensalada de cebolla, sólo eso, Estábamos vivos.
Como hoy, con el mismo aire de triunfo y la boca pronta para que escuchen nuestras
voces.
Celebro la vida y la continuidad de la lucha. Eso hacemos, a esto hemos venido, a
seguir sin claudicar: las sombras son luces, los caminos venturas.

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